Los lanzamientos ya e calculan em más de 1.000 artefactos, además de aumentar el tráfico de armas a través de túneles subterráneos desde el sur de la Franja, donde ha introducido más de 30 toneladas de explosivos, según el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, que asimismo denunció la muerte de siete israelíes, un extranjero y dos civiles palestinos, además de otros 100 heridos directos por el lanzamientos de estos cohetes.
Entre agosto y noviembre de este año, Israel contabilizó 1.201 cohetes que han dañado centros de población israelíes próximos a la frontera con Gaza, incluidos algunos misiles perfeccionados con capacidad de alcanzar la ciudad israelí de Ashkelón, a más de 13 kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza.
Por su parte, el director de la Agencia de Seguridad Israelí (Shin Bet), Yuval Diskin, en una comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Knesset, destacó el aumento de tráfico ilegal de armas introducidas en Gaza desde la evacuación israelí.
Según Diskin, fueron introducidas en la Franja 33 toneladas de granadas, 20.000 rifles de asalto, 3.000 pistolas, 6.000.000 de cartuchos de munición ligera, 38 misiles Kassam de largo alcance, 12 lanzagranadas, así como diversos misiles antiaéros guiados, 95 lanzadoras de cohetes antitanque, 410 cohetes antitanque y 20 misiles antitanque de alta precisión guiada.
La Cancillería israelí, por su parte, afirma que se introdujo -también en la Franja de Gaza- una cantidad de entre 50 y 70 millones de dólares en efectivo, en su mayoría provenientes de Irán y Síria, con el objetivo de financiar al Hamas.
Lo que se ha conseguido con este continuo lanzamiento de cohetes Kassam contra la población civil israelí de Sderot, Ashkelón y alrededores, y los duros operativos de respuesta, es mantener la relación entre ambos pueblos en un círculo macabro de violencia que parece imposible de ser roto.
Si por el lado palestino la falta de recursos, por el bloqueo internacional de transferencias de fondos hace más precaria aún la situación de su población, del lado israelí crece día a día la desesperación ante la evidencia de que, tal como están las cosas, no se vislumbran medidas militares capaces de terminar con los ataques de los mencionados cohetes, ni tampoco con la persistencia del contrabando de armas desde Egipto hacia Gaza.
Además, la postura oficial de Hamas -de negarse a reconocer la existencia de Israel y de aspirar explícitamente a la destrucción del Estado judio- impide cualquier tipo de diálogo político tendiente a resolver, o siquiera atenuar, el conflicto.
Perspectivas
Ante tal oscuro panorama, uno de los pocos vestigios de esperanza reside en la perspectiva de que en estos días pudiera disolverse el Gobierno palestino encabezado por Hamas, para dar lugar a un nuevo Gobierno de Unidad Nacional, con Mahmud Abbás, del Al Fatah, como Presidente, pero sin Ismail Haniyeh, como Primer Ministro. Largas semanas de negociaciones mediadas sobre todo por Egipto, podrían llevar a resultados positivos en el sentido de que Haniyeh aceptara renunciar a favor de Mahmud Shabir, ex rector de la Universidad Islámica de Gaza, que no pertenece al Hamas aunque sea simpatizante.
La idea es que en el nuevo gobierno, los ministerios se repartan de la siguiente forma: 9 para Hamas, 6 para Al Fatah y 6 más para miembros de otras agrupaciones políticas.
El principal objetivo para alcanzar un acuerdo como éste proviene de la urgente necesidad de recuperar los recursos económicos internacionales que cesaron de fluir desde que Hamas fuera electo para conducir el gobierno.
La formación del Gobierno de Unidad Nacional aún está amenazada por algunos líderes radicales de Hamas como Mussa Abu Marzuk y Khaled Mashal, este último líder del aparato político que actúa desde Damasco y sostiene las posiciones más intransigentes.
La idea es que Abbas obtenga la fuerza suficiente como para poner en práctica su programa político que, paralelamente, elimine el embargo y le de oportunidad de iniciar algún tipo de negociación con los israelíes.
Si bien es cierto que aun en el marco de un Gobierno de Unidad Nacional, Hamas no parece estar dispuesto a abandonar su idea básica de no reconocer a Israel, la naturaleza mixta de tal gobierno anularía el boicot -tal como ya ha sido prometido por la Unión Europea y Rusia- al tiempo que el Gobierno israelí podría, en un acto de pragmatismo, dejar de lado la postura intransigente de los integrantes de Hamas para reestablecer vías de diálogo con el sector encabezado por Abbas, quien representaría el poder hegemónico dentro del régimen de unidad palestino.
Esta es, ciertamente, una posibilidad real debido a que cada vez hay más conciencia en la sociedad israelí de que si todos los caminos están cerrados, es necesario aferrarse a cualquier esperanza de cambio, aún cuando ésta sea tan frágil y tan sujeta a desmoronarse en virtud de tratarse de un Gobierno palestino dentro del cual un sector no dispuesto a asumir el reconocimiento a la existencia del Estado judío sigue participando activamente.