Los residentes de Sderot no pueden tolerar Qassams sobre su ciudad, incluso cuando nadie es herido físicamente. No es posible esperar que las personas vivan bajo amenaza permanente, y la solución no puede ser la fortificación y refortificación de habitaciones y techos y refugios de emergencia.
La gente también quiere tener la capacidad de vivir sus vidas fuera de tales espacios protegidos, en la calle, en los cafés, en sus jardines, o yendo y volviendo de sus casas.
Si Sderot hubiera sido una ciudad con residentes más adinerados, personas que tienen el dinero para mudarse a otra parte, es dudoso que la mayoría de los residentes de Sderot todavía vivieran allí.
Los residentes de Beit Hanún tampoco no tienen dónde ir. Cuando las Fuerzas de Defensa de Israel les informan -de antemano- que deben dejar sus casas ante un ataque, huyen al hospital para encontrar resguardo. Unas 450 casas fueron destruidas en la más reciente operación del Ejército israelí; aún después que finalizó el fuego de los Qassam continuó, e incluso se intensificó.
Cuando un proyectil fue disparado a la casa de Bara Fiad, de 4 años, en Beit Hanún, dejó un hoyo profundo en el patio, y desapareció en él.
Esta realidad de miseria e intimidación mutua está convirtiéndose en un callejón sin salida.
Israel y los palestinos están atrapados en un vacío diplomático peligroso. Desde un punto de vista militar, parece que el Ejército israelí no se ha conducido para encontrar una solución al fuego de Qassams, y es dudoso, incluso, que exista una.
En julio, cuando al jefe de personal le pidieron explicaciones de por qué continuaban los disparos de Katyushas en la Galilea, a pesar de las operaciones en El Líbano, él dio el ejemplo de los Qassam disparados hacia Sderot, a la que ninguna solución militar se encontró tampoco.
Cuando las personas hablan sobre una operación de gran escala en Gaza, es necesario recordar los hechos. Las Fuerzas de Defensa de Israel ya han dirigido operaciones a gran escala en las que mataron centenares de palestinos, pero los Qassams continúan cayendo, incluso cuando el Ejército israelí está en la Franja de Gaza.
Es imposible continuar buscando razones para no hablar con los palestinos. Es imposible continuar fijando condiciones hasta para empezar un diálogo, y para cualquier tipo de arreglo, interino, parcial o temporal, o cualquier iniciativa para la mutua liberación de prisioneros que podrían traer alivio, aún parcial o temporal, a ambos lados. Los dos están pagando el precio, día a día. Debemos tomarnos cualquier hilo, no importa cuán delgado sea -en este tiempo, quizá, en la forma del nuevo gobierno que se establecerá en la Autoridad Palestina- para intentar romper el modelo de venganza y represalia que sólo llevan a más sufrimiento.