Publicado en ‘La Nación’ -26 de octubre de 2006-:

El peligro de jugar con fuego

“Un solo dato indica que habría que tomar con mucha cautela el dictamen del fiscal Alberto Nisman: los ocho iraníes cuya captura pidió ayer al juez Rodolfo Canicoba Corral ya figuraban en un pedido similar formulado en 2003 por el propio Nisman al antecesor de Canicoba Corral, el hoy procesado Juan José Galeano”. Así comienza esta nota de opinión, escrita por el colega Jorge Urien Berri, aparecida en el periódico argentino ‘La Nación’ que hay que tener en cuenta a la hora del análisis certero.

Por Jorge Urien Berri

Cuando se trata de una causa como la de la AMIA, plagada de mentiras, operaciones periodísticas, falsos esclarecimientos y enormes déficit de pruebas, la cautela debería extremarse.
Y más en este caso cuando del dictamen no sólo no surge nada novedoso en cuanto a la posible trama del atentado, y se insiste en dar por probadas hipótesis que no lo están, como la de Ibrahim Hussein Berro como el eventual conductor suicida.
A partir de las 801 páginas del texto -de las cuales hay 250 dedicadas nada más que a generalidades y contexto-, el Gobierno afrontará un riesgoso dilema. Y, decida lo que decida, su decisión le ganará poderosos enemigos.
Si bien es cierto que es Canicoba Corral quien debe resolver si pide las capturas internacionales del ex presidente iraní y otros altos funcionarios de Teherán -algo bastante parecido a una declaración de guerra- todo parece indicar que el juez accedería.
Desde ese momento, y al margen del curso que sigan los pedidos internacionales de captura, el Gobierno podrá acompañarlos con vehemencia o bien podrá intentar poner distancia basándose en la independencia de los poderes.
En el primer caso, se enemistará con Irán y con El Líbano, donde Hezbollah es hoy un partido político y constituye el verdadero poder, el que acaba de vencer a Israel en su cuestionada invasión. En el segundo caso, se enemistará con la dirigencia judía argentina y con Israel.
A Estados Unidos e Israel, enfrentados con Irán, el dictamen les es funcional. Lo mismo puede decirse de las autoridades de la DAIA, que ya salieron a respaldarlo, y de la SIDE, que es el motor detrás de la Unidad Fiscal de Nisman.
El ex juez Galeano también debería estar satisfecho. Al fin y al cabo, lo echaron y procesaron, pero ésta era su línea y éstos, con pocas excepciones, eran algunos de sus sospechosos.
En la vereda de enfrente, Irán es un país de temer. La Argentina de Carlos Menem traicionó acuerdos para proveerle tecnología nuclear, y ésa podría ser una razón para el atentado. Lo reconoció el propio Menem mucho antes del dictamen de Nisman.
¿Irán estuvo detrás de la voladura? Hay muchos indicios desde hace años. ¿Sólo Irán? Posiblemente, no. Pocos días después del atentado, el especialista norteamericano Yossef Bodansky señaló que, junto a la de Irán, también habría responsabilidad de Siria. Ambos países son los principales sostenes de Hezbollah.
Pero en la historia oficial de la AMIA -y lo de Nisman se inscribe por completo en esa línea-, Siria siempre tuvo muy poca cabida porque Israel ha privilegiado que, a diferencia del de Teherán, el de Damasco es un régimen no teocrático ni fundamentalista.
Dicho sea de paso, en el dictamen de Nisman también falta el eslabón argentino. Un agujero negro.
Ahora bien: si, como dice el texto, la investigación no está agotada y hay «diligencias que hoy se encuentran pendientes», ¿por qué apurarse y poner al Gobierno al borde del enfrentamiento con Irán? ¿Por qué jugar con fuego cuando ya nos hemos quemado? ¿O tal vez esto significa que nada que se aparte de la historia oficial tendrá cabida en la investigación? Si es así, ¿cómo explicar el encubrimiento judicial del atentado? Planteado de otra manera: ¿qué hay de innombrable en la trama de la AMIA que es preferible jugar con el fuego iraní antes que buscar la verdad a secas?