En esta parte reciente de una historia que aún sé esta escribiendo, le toca al Pueblo musulmán transitar por el cono de oscuras sombras. A ellos, los asocian directamente con los suicidas -hombres bombas que en nombre de Alá se inmolan segando la vida de cientos de personas- ; se los identifica con un grado de intolerancia tal, que asesinan a sus propios lideres religiosos. Como lo ocurrido días pasados en Najaf (sur de Irak) en donde un coche bomba mató a 90 personas e hirió a más de un centenar, acabando también con la vida del ayatollah Mohammed Bakr Al Hakim, líder chiíta y jefe del consejo supremo Chiíta en Irak.
El, había vaticinado que la violencia y la inseguridad continuarían en Irak, tal vez nunca pensó, ¿o sí?, que sería víctima de esa violencia.
Pero según la tergiversada interpretación, a cada hombre que muere por una causa santa le depara lo mejor: ‘El paraíso’, tan terrenal que lo espera -según ellos- a cada suicida unas 70 vírgenes para complacerlos en todos sus requerimientos, una vida eterna junto al profeta Mahoma, a más de una cuantiosa suma de dinero para su familia y el reconocimiento social de pasar a la posteridad como ‘un mártir’.
El mundo transita por una etapa de violencia, el terrorismo islámico acecha por las calles de las principales ciudades del planeta, y ni los mejores servicios de inteligencia pueden detectar a los portadores de las cargas explosivas, utilizan el misil más inteligente y capaz de pasar totalmente desapercibido, el ‘propio hombre’.
La intolerancia, las guerras santas y el lacerante convencimiento de ser la única y autentica religión; es un hecho por el cual todas lamentablemente pasaron. Un hecho aberrante y desdeñable desde todo punto de vista. Injustificable por el grado de perversidad al que se ven sometidas aquellas personas que, de verdad, aceptan desde lo más profundo de sus conciencias, estar matando y muriendo en nombre de Dios.
Religión, política y muerte, una trilogía que hoy ataca al mundo con rostro islámico, pero sería ingenuo presuponer, se trate de la primera vez que este flagelo de muerte se disfrace a lo largo de la historia con un hábito de religioso.
Existen 1.400 razones que coinciden. Todas las religiones denominadas ‘grandes’ han pasado por este oscuro periodo, pero sin que ello signifique ensayar ningún tipo de justificación por su violencia y perversa manipulación.
Dos de ellas, encontraron el camino del diálogo y la elevación espiritual, de la tolerancia y el amor por el prójimo.
Tal vez algún día, la restante tome con mayor esmero la parte de sus santas escrituras que en ellas también dicen: ‘Es grato ante los ojos de Dios/ Adonai / Alá.. sentir amor y no odio por los Demás’.