Los amantes de la paz deben apoyar los esfuerzos para llevar a Avigdor Lieberman al gobierno. Es imposible entender la oposición de algunos ministros laboristas a aceptar la inclusión del partido Yisrael Beitenu a la alianza de gobierno por temor a lo que pasará. ¿Que Israel se embarcará en una guerra innecesaria? ¿Que los asentamientos se reforzarán? ¿Que el gobierno rechazará la propuesta de paz de Siria? ¿Que el racismo hacia los ciudadanos árabes de Israel aumentará? ¿Que el ejército de ocupación será cruel con los palestinos?
De hecho, el gobierno en su conformación actual ya está proporcionando todo esto, y de manera abundante, por lo que la participación de Lieberman sólo le quitaría la máscara. Un gobierno de extrema derecha con Lieberman y sin camuflaje es preferible a un gobierno sin Lieberman que se hace pasar como de centro-izquierda. Como con la ridícula oposición a los puestos de avanzada «ilegales» que en los hechos legitiman todos los otros asentamientos «legales», el rechazo a incluir a Lieberman en el gobierno aparece también como el rostro ilustrado de un gobierno de extrema derecha y legitima la participación del Laborismo en él. La oposición de Amir Peretz y de algunos de sus colegas a que Lieberman se una al gobierno es, de este modo, contradictoria con su presunta rectitud: ellos ya son hoy miembros de un gobierno que se embarcó en una guerra sin sentido, que rechaza cualquier acuerdo con Siria, que es cruel con los palestinos y que fortalece los asentamientos.
Lieberman dice lo que muchas personas piensan. Su racismo y su nacionalismo extremo son evidentes, mientras que entre muchos otros esas características todavía están disimuladas en lo más profundo, aunque actúen según su espíritu. Ellos no tienen ninguna superioridad moral ante Lieberman. Una persona abiertamente racista y nacionalista al extremo es preferible a un racista y nacionalista al extremo que lo disimula.
Lieberman también tiene un plan bien definido para el futuro, como no ocurre con Ehud Olmert, Benjamín Netanyahu o Shimon Peres, de quien nadie (incluyéndolos a ellos, aparentemente) tiene una pista sobre lo que querrán hacer mañana por la mañana. Lieberman podrían parecer extremista a los ingenuos o a los que fingen inocencia, pero en muchos problemas él está diciendo lo que Israel en los hechos está haciendo.
Hacia el 2001, Lieberman, como ministro de Infraestructura Nacional, publicó su plan de cantones. Él proyectó la división de Cisjordania en cuatro cantones, sin posibilidad de comunicarse entre sí y sin un gobierno palestino central. Esto es, precisamente, lo que Israel está haciendo en la práctica, destruyendo el tejido social en los territorios a través de una cruel separación física entre cada región. Incluso sin Lieberman, un residente de Nablus que quiere visitar a su hijo en Hebron encuentra obstáculos casi impenetrables y si se trata de visitar a su hijo en Gaza, eso sería imposible. Cuando Lieberman hizo pública su propuesta, hubo quienes se enfurecieron; pero cuando las Fuerzas Armadas llevan adelante estas cosas, casi nadie dice una palabra. ¿No sería mejor un Lieberman que diga la verdad a un gobierno de Olmert que miente?
Lieberman también explica cómo alcanzar una «decisión militar» de cara a los palestinos: «En 48 horas, nosotros podemos arrasar todos los túneles, todos los depósitos de armas, y entonces podemos proceder al plan de los cantones», le dijo a Haaretz en 2001. ¿Y qué ha estado probando Israel desde entonces, aunque sin éxito? Liquidar, matar, destruir, siguiendo a rajatabla la «decisión militar» imaginada por Lieberman.
Con Lieberman en el gobierno también se caería su máscara ante el mundo. Después de que el primer ministro retirara su idea de la convergencia, él no tiene nada para sugerir en el frente político-diplomático. Lieberman mostrará la dirección que trazó el gobierno actual para relacionarse con los palestinos, los estados árabes y el resto del mundo. El mundo y los árabes entenderán muy claramente que un gobierno nacionalista extremo está en el poder en Jerusalén, y que no está buscando paz.
Un estudio publicado el viernes 20 de octubre en (el diario israelí) ‘Yedioth Ahronoth’ predijo que Yisrael Beitenu tendría 20 bancas en el Parlamento y que sólo el Likud podría tener una representación mayor. También revela el estudio la verdadera cara de la opinión pública en Israel: más derechista y extremista que nunca. Es mejor que nosotros sepamos esto. Que se ha transitado un largo camino desde que Meir Kahane fue condenado al ostracismo en la Knesset por la mayoría de los partidos para llegar a que Avigdor Lieberman se ha convertido en un candidato legítimo para ocupar el Ministerio de Seguridad.
En las próximas elecciones, Lieberman no será considerado ya un líder de un grupo marginal. Quizás hasta pueda alcanzar el cargo de primer ministro. Es lógico pensar que un gobierno de extrema derecha encabezado por Lieberman precipitaría un boicot internacional a Israel, parecido al impuesto al gobierno de Hamas. Quizás este tipo de extremismo aterrador decidiría al mundo a intervenir finalmente con la determinación de poner fin a este largo y peligroso conflicto.
No es difícil suponer cómo reaccionaría Israel si una persona como Lieberman integrara un gobierno en Europa. Cuando el racista Joerg Haider se unió al gobierno austriaco en febrero de 2000, Israel retiró a su embajador y cortó todo contacto con representantes del gobierno austriaco. Pero lo que se le prohíbe a Austria se nos permite a nosotros, y el mundo no ha pestañeado hasta ahora.
Es entendible y correcto que el instinto natural de quienes quieren la paz en Israel se oponga furiosamente a una persona que pide el traslado de comunidades enteras, movilizando a sus residentes por la fuerza, sometiéndolos a una soberanía diferente, simplemente debido a su origen nacional; que pide la expulsión de cualquier ciudadano que no es «fiel» al Estado; un hombre que aspira a un Estado «limpio» de árabes y que sólo reconoce el idioma de la fuerza. La designación de un ministro con una visión del mundo fascista conlleva un severo daño social. El hecho de que Lieberman influyó sustancialmente en las visas de un millón de inmigrantes de la ex Unión Soviética también es una mala noticia para la sociedad israelí. Y a pesar de todo esto, Lieberman, el racista declarado, es preferible a los mismos virtuosos e hipócritas que pueden hablar de paz pero hacen la guerra. ¿Lieberman al poder? Él ya ha estado allí por largo tiempo.