Publicado en ‘Haaretz’ -10 de octubre de 2006-:

Volvió a ser el mismo

Complicó a Israel en una guerra superflua y fracasada, y esta semana amenazó con unirse al político más kahanista que existe en el país desde la muerte de Rehavam Zehevi. ¿Qué le pasa a nuestro Ehud Olmert? Nada: se muestra tal como es. Hace un año y medio creíamos que apoyaba a Ariel Sharón en la desocupación de los asentamientos en Gaza. Olmert maduró, se decía en ese momento, entendió que las tierras ocupadas por Israel en la Guerra de los Seis Días le causaron daño y que continuar la ocupación compromete su futuro como nación judía independiente y democrática. No era imposible: las personas realmente maduran. Muchas buenas personas le dieron un abrazo de bienvenida.

Por Tom Seguev

En ese momento se vio a Olmert como un hombre que podría ser jefe de gobierno. Justamente porque es un político profesional, vestido como un hombre de negocios, no uno de los zaparrastrosos de la generación fundadora del Estado, parecía que podría dirigir el conflicto con los palestinos. Prometió desocupar la mayoría de los asentamientos en Judea y Samaria. Muchos creyeron que este era el plan más audaz y promisorio desde la Guerra de los Seis Días. Menos de seis meses después de convertirse en Primer Ministro, nos damos cuenta que no existía un nuevo Olmert, sólo una ilusión óptica: Olmert es Olmert…
Alguien tendrá que explicar, algún día, cómo es que tantos israelíes creyeron que Olmert ofrece una nueva esperanza. Una respuesta provisoria podría ser que muchos israelíes necesitaban al hombre que él parecía ser, y especialmente la promesa que ofreció: si no hay un acuerdo de paz, por lo menos nos retiraremos unilateralmente a este lado del muro. Cuánta ingenuidad, benevolencia y autoengaño había en esta creencia, cuánta falta de sinceridad y capacidad para reconocer la verdad: no habrá acuerdo unilateral.
Lo que ocurre desde entonces pone al “nuevo Olmert” cerca de la imagen olvidada del difunto Igal Iadin, el padre de todas las desilusiones políticas. Iadin le legó a la gente una enseñanza importante, pero entretanto, también él fue olvidado: “¿por qué no averiguasteis quién era el Iadin verdadero, antes de elegirme?”, preguntó en aquel momento en una entrevista.

El verdadero Olmert

El verdadero Olmert desapareció de la vista por un tiempo, pero vuelve y se revela ahora como fue siempre, desde que ingresó a la política hace cuarenta años:
– Prefiere los territorios a la paz, porque no cree en la paz con los palestinos o con los sirios.
– Es ciego y sordo a la tremenda desgracia humanitaria de Gaza, y también los desastres de la conquista continúan en la Franja Occidental como antes.

No existe ninguna razón para esperar que Olmert desocupe los asentamientos: cuánto más vuelve a ser él mismo, se acrecienta la duda si pensó hacerlo en algún momento.
De acuerdo con todos los signos, no piensa levantar ni aquellos asentamientos que se definen como “ilegales”.

Oportunidad perdida

Olmert no es el primer jefe de gobierno que pierde la oportunidad de hacer la paz con Siria a cambio de desprenderse de las Alturas del Golán. Pero Bashar Asad es el primer presidente sirio, desde 1949, que ruega -casi- llegar a la paz.
Olmert podría haberse inscripto en la historia del Estado como Menjem Beguin, que devolvió el Sinaí a Egipto. Pero Olmert reacciona a las proposiciones sirias de paz con burlas, con violencia, con amenazas: “mientras sea Primer Ministro -declaró- Israel no renunciará a las Alturas”.
Por un momento se podría pensar que los resultados de la guerra con El Líbano prometen también la victoria sobre Siria. Este es el Olmert conocido, el verdadero.
Y el Olmert verdadero es también el que le sonríe a Avigdor Liberman. Liberman habla de cambiar el régimen de gobierno, de una comisión investigadora, de casamiento civil. Son asuntos importantes, pero propone enviar al otro lado de la frontera a algunas poblaciones árabes para tener una “completa mayoría judía”. Propone intercambiar territorios con los palestinos y entregarles la zona de “Vadi ARA”. Este acuerdo quitará la ciudadanía israelí a miles de ciudadanos árabes y los obligará a tener la ciudadanía palestina. Por supuesto que no se les preguntará si están de acuerdo. Esta proposición lo sitúa entre los partidos de derecha más extremistas de Europa.
Se dice que los comentarios sobre la posibilidad de que Liberman entre al gobierno están destinados sólo a asustar al laborismo y a Shas. Puede ser.
Pero lo que esta jugada nos enseña sobre la visión moral de Olmert tiene que preocupar a toda persona honesta. Sí, Liberman ya fue una vez Ministro de Transportes, también Rejavam Zeevi fue miembro del gobierno y, de todas maneras, ¿quién busca moralidad en la política? Pero también en la política hay momentos que obligan a la sociedad separarse un momento de su propio cinismo y recordar los principios básicos de la democracia y los derechos humanos. Un hombre honesto ni siquiera hubiera pensado en traer al gobierno a una persona que quiere expulsar del país uno de cada cinco ciudadanos, sólo porque no son judíos. El verdadero Olmert ve a ese hombre como un buen socio.