Aparecido en ‘Haaretz’ -13 de octubre de 2006-:

¿Solamente fuerza?

El periódico israelí ha publicado un editorial que demuestra a las claras la preocupación de los sectores cuerdos y pacifistas que contemplan, azorados, la conducta de este nuevo gobierno que actúa con iguales métodos obsoletos, desprestigiados e inútiles que pusieron en práctica anteriores gobernantes de Israel.

En las líneas básicas del gobierno Olmert-Peretz, que fueron acordadas hace apenas seis meses en el capítulo “Minorías”, se dice que el gobierno asegurará la igualdad de derechos de los ciudadanos árabes, acelerará los procesos de acuerdos sobre tierras, y activará la transformación en ciudad de los poblados árabes, de acuerdo a las necesidades de la población árabe y en consonancia con en el espíritu de la Declaración de la Independencia de Israel.
Ahora parece que queda en claro que los firmantes del acuerdo no ven ninguna contradicción entre esos compromisos y la incorporación de Avigdor Liberman al gobierno.
Liberman, que declaró que su accionar está encaminado a “trasladar” los poblados árabes al otro lado de la frontera, simboliza lo contrario a las líneas de acuerdo del gobierno. Esta actitud hipócrita es similar a las posiciones del gobierno con respecto a todo lo que significa un proceso democrático.
En las próximas elecciones, las dificultades de los políticos para empujar a los ciudadanos a las urnas serán mucho más arduas. Cada vez que se abre una esperanza de cambio, como por ejemplo, “el cambio total”, que prometió la creación de Kadima -partido con una agenda que se evaporó- sólo ha aumentado el desengaño. Hasta aquí, el gobierno de Olmert sólo puede apuntarse el éxito en la cuenta de los muertos: cientos entre los libaneses y el Hezbollah en una guerra cuya necesidad todavía no fue aclarada, cientos de muertos palestinos en Gaza, la mayoría civiles, y 160 muertos israelíes, soldados y civiles en esa misma guerra.
El gobierno de Olmert demostró que no teme aplicar la fuerza en gran escala. En un gobierno como éste, la incorporación de Liberman parece algo natural.
Ehud Olmert y Amir Peretz formaron un gobierno cuya meta era establecer las fronteras del país. Este objetivo fue sustituido por el ejercicio de la fuerza. Muchos incisos de la plataforma gubernamental estaban consagradas a la necesidad de negociar con los palestinos, pero aún no se encuentre la fórmula salvadora que permita el diálogo entre el gobierno israelí, que no tiene lo qué ofrecer, y el gobierno del Hamas, que no quiere reconocer a Israel, la aspiración de reducir la colonización en las zonas ocupadas, que también figuraba en las líneas básicas del gobierno, se difuminó.
Continúa la construcción en los territorios, en un torpe intento de acercarse a los colonizadores que, durante la guerra, volvieron a formar parte del consenso nacional. Asimismo, el compromiso de eliminar los asentamientos ilegales ya no existe.
Puede ser que en las próximas elecciones Kadima desaparezca, pero la pregunta es si el laborismo no tendrá el mismo destino. Los electores del laborismo no votaron por la guerra ni por Peretz como ministro de la guerra. Ellos esperaban que redujese las diferencias de salario, que se acortase el presupuesto de seguridad, que concretaran la ley de jubilaciones, la reforma en educación, el subsidio a los jardines de infantes de tiempo completo, y aumentara el sueldo mínimo y el nivel de las pensiones a la vejez.
La conducta ridícula de los ministros laboristas con respecto a la incorporación de Liberman plantea un serio signo de interrogación sobre la necesidad de su existencia. No es importante quién lo dirija.
Entre el presidente investigado por trasgresiones sexuales, y Tzaji Hanegbi, que considera que los nombramientos políticos de sus amigos, en puestos públicos, es una práctica legítima en la política; entre la negativa a formar una comisión investigadora oficial y la negativa del comandante en jefe de Tzáhal a renunciar en vista de su fracaso, aumenta la sensación de que el gobierno sólo se sirve a sí mismo.
El laborismo tiene que oponerse a Liberman, o retirarse del gobierno.