De América del Sur al Sur de Israel

Esta nota da cuenta de la historia poco conocida de la colonización de los olim latinoamericanos en el Neguev Occidental; quienes se asentaron, formaron comunidades y echaron raíces en Israel. Una parte de estos olim, así como sus descendientes, pagaron un insoportable precio sangriento el último 7 de Octubre. Durante ese sábado tenebroso fueron secuestrados por el Hamas más de veinte israelíes-argentinos, casi un diez por ciento del total de los rehenes.
Por Sebastian Klor*

“Una de las niñas pequeñas que bajó del helicóptero pidió que le diéramos empanadas”. Esto relató la directora de pediatría de un hospital donde fueron recibidos y atendidos los nueve niños y las dos madres que, días antes, habían sido liberados del cautiverio del Hamas. El pedido de esta niña me conmovió hasta las lágrimas ya que condensa, en una única palabra, la historia poco conocida de la aliá de América Latina en general, y la de la colonización de los olim latinoamericanos en el Neguev Occidental en particular.

Esta historia comienza inmediatamente tras la finalización de la Shoá, cuando diez jóvenes de Argentina, de distintos movimientos sionistas, emigraron para radicarse en los kibutzim Gvat, Negva y Nitzanim. La historia de su aliá está repleta de anécdotas, obstáculos y adversidades, que recuerdan descripciones similares a las de las primeras olas inmigratorias a Eretz Israel. La importancia de ese primer y reducido grupo de olim fue fundamental para la continuidad de la aliá de América del Sur: los vínculos personales con sus compañeros de Argentina hicieron que cientos de jóvenes de ambos sexos, tanto de Argentina como de otros países sudamericanos, siguieran su camino.

Estos jóvenes pioneros y pioneras de América Latina participaron en la Guerra de la Independencia, e incluso pagaron por ello un precio aciago. El garín (grupo pionero) del Kibutz Gvat combatió en Degania Bet, en Kfar Ha-horesh, en la zona de colonias al Este del Sharón, y en el Valle del Jordán; el garín de Negva participó en la batalla por la defensa de dicho Kibutz ante los ataques egipcios; y los muchachos y muchachas de Nitzanim, combatieron en su Kibutz: tres de ellos cayeron en combate y otros fueron tomados prisioneros.

A pesar de la guerra sangrienta y del costo en vidas humanas, la aliá de jóvenes latinoamericanos prosiguió, e incluso en números mayores, después de la creación de Israel. El grupo de Gvat fundó el Kibutz Mefalsim, el primer Kibutz latinoamericano. Los jóvenes de Nitzanim fundaron el Kibutz Ein Hashlosha en homenaje a sus tres compañeros caídos en combate. Lo mismo hicieron los jóvenes de Negva cuando, posteriormente, fundaron el Kibutz Gaash. A finales de la década de 1950 ya había más de 2000 jóvenes de América del Sur, de ambos sexos, dispersos en 40 kibutzim en toda la extensión de Israel, aunque principalmente en el Sur del país: Kisufim, Ein Hashloshá, Mishmar HaNeguev, Gal On, Saad y Bror-Jail y Or Haner.

Hicieron aliá, procedentes de Sudamérica, no sólo  jóvenes pioneros y pioneras. En ciertos casos, siguiendo sus pasos, también llegaron sus respectivas familias, compañeros, vecinos y conocidos. “Quería estar cerca de mis amigos más cercanos pero no me interesaba la vida colectivista; por lo tanto, pedí radicarme cerca del Kibutz Mefalsim”, me dijo el Profesor Jaim Dorón, q.e.p.d., cuando lo entrevisté hace más de una década en su departamento de Ramat Gan. Los amigos y la hermana de Dorón fueron algunos de los fundadores de Mefalsim. A diferencia de sus amigos, él decidió terminar sus estudios de Medicina en la Universidad de Buenos Aires para luego trabajar como médico en un poblado de Shaar HaNeguev. Años después, ya como Director General de la Kupat Cholim Clalit, diseñó un plan gracias al cual hicieron aliá, en grupos organizados, más de 200 médicos con sus respectivas familias para radicarse en la periferia de Israel, principalmente en el Neguev.

En muchos de los casos que aquí he señalado los padres y otros familiares emigraron a Israel siguiendo a las generaciones jóvenes. Quienes no hicieron aliá, se esmeraron por ayudar a sus hijos radicados en Israel. Los padres de los miembros del Kibutz Mefalsim crearon una compañía llamada “Jevrat Mefalsim” que, en efecto, colaboró para el desarrollo del Kibutz. Otro grupo de padres promovió la fundación de un Banco para llevar a cabo transacciones económicas de los olim y de inversores de los países de habla hispana. Este emprendimiento fue el que dio origen al “Agro-Bank” en Tel Aviv, una institución que durante largos años sirvió de puente financiero entre las comunidades judías latinoamericanas y el Estado de Israel.

Algunos familiares, principalmente los padres que querían reunirse con sus hijos, tuvieron dificultades para llegar a Israel debido a las trabas burocráticas impuestas por ciertos dirigentes del establishment israelí. La política de aliá selectiva durante los años cincuenta les impidió reencontrarse con sus respectivos hijos e hijas. La historia de Kfar Argentina (hoy en día, el Moshav Nir Zví), es un ejemplo conmovedor que ilustra las dificultades que debieron sortear algunas familias de clase media para hacer aliá en forma auto-gestionado y de esa manera esquivar las restricciones inmigratorias. La solución que encontraron esos padres fue el establecimiento de una empresa llamada “Moshabá Jaklait-Taasiatit [Agrícolo-industrial] República Argentina”, con el propósito de fundar un moshav en Israel dedicado a activades agropecuarias e industriales. El emprendimiento tuvo éxito, muchos judíos de Argentina adquirieron acciones, compraron tierras, levantaron una aldea y fueron quienes -de hecho- financiaron la aliá de cientos de familias argentinas.

Los miles de olim de América del Sur que llegaron a Israel en las dos primeras décadas tras la fundación de Israel, forjaron los cimientos y allanaron el camino para las decenas de miles de olim que llegarían a posteriori, durante los convulsionados años setenta y ochenta en América del Sur. Una parte de estos olim, así como sus descendientes, pagaron un insoportable precio sangriento el último 7 de Octubre. Durante dicho sábado tenebroso fueron secuestrados por el Hamas más de veinte israelíes-argentinos, casi un diez por ciento del total de los rehenes. Este inmenso porcentaje posee un vínculo íntimo con la historia de la aliá y la colonización que he descrito aquí bajo la inspiración de esa pequeña niña que, después de haber estado 52 días secuestrada como rehén del Hamas, bajó del helicóptero y pidió comer empanadas.

Haim Yelin, cuyo rostro golpeado por la congoja y el duelo ya resulta conocido para todos los televidentes del país, es uno de esos olim de Argentina. Supongo que son pocos los lectores de estas líneas que conocen su caso. La historia de su aliá no es menos fascinante que la de los jóvenes pioneros que llegaron a Israel en la década del cincuenta. Los padres de Yelin hicieron aliá en la década del sesenta pero decidieron volver a Argentina unos años después. Haim, entonces, era un niño de seis años. En el fatídico año 1976, al cumplir los 18 años de edad, Haim se despidió de sus padres, hizo aliá solo al Kibutz Beeri y se alistó en el ejército como soldado-boded (sin familia). Treinta años después, fue electo para servir como Jefe de la Comunidad Regional Eshkol y, posteriormente, se desempeñó también como parlamentario de la Knesset.

En la historia de los primeros olim de latinoamerica a Israel se oculta un relato único y extraordinario. Fue un grupo poco numeroso cuya motivación para hacer aliá logra evocar, en muchos sentidos, a la de los pioneros de las aliot (olas migratorias) socialistas que, a principios del siglo XX, habían llegado a Ertez Israel para “construirla y ser reconstruido en ella”. El fervor ideológico, la índole popular y el temple latino, parecían adecuarse más a la sociedad colonizadora de comienzos del siglo XX, y menos a la Israel de los años 50 y 60. Como consecuencia de esto, aquellos primeros olim de América del Sur fueron asimilados y se disolvieron en el marco de la sociedad israelí, a punto tal que son muy pocos quienes hoy en día conocen -y reconocen- el impresionante aporte que ellos han brindado en aras de la colonización y el desarrollo del Sur de Israel.

Puedo suponer quién es esa niña pequeña que pidió comer empanadas después de haber permancido 52 días como rehén. Voy a conservar su privacidad, aunque no he podido contenerme e hice mis averiguaciones: la niña ha recibido empanadas, ¡y en cantidad abundante! Y yo, inspirado por ella, pido a través de estas líneas hacer un poco de justicia con aquellos olim anónimos e ignotos que vinieron de América del Sur. La historia de la sociedad israelí no está completa sin la de los latinoamericanos que hicieron aliá, se asentaron, formaron comunidades y echaron raíces en Israel.

* Historiador en la Universidad de Haifa