Después de la masacre del 7/10, ¿no hay ya con quién hablar?

El atroz Jihad lanzado por Hamas el sábado 7 de octubre y la devastadora guerra de tierra arrasada que Tzahal libra contra la organización terrorista en Gaza posiblemente hayan sentenciado de muerte la utopía de un Estado binacional israelí-palestino. Pero, aunque moribunda, la esperanza de que ambos pueblos malheridos logren convivir algún día en dos Estados, uno junto al otro, aún no ha expirado. Se apresuran en Israel quienes ofrecen ya una suerte de “extremaunción” a dos enemigos no cristianos casi moribundos. A veces los santos óleos obran milagros con enfermos graves…
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

Binacionalismo, uno y dos Estados: ¿un adiós o un hasta luego?

Es comprensible que la barbarie y la guerra arrasadora pulvericen los ilusos sueños de un solo Estado entre el mar y el Jordán, tanto de políticos de extrema derecha como de la extrema izquierda israelí; asimismo, es entendible que, pese a haber bregado por la confraternidad judeo-árabe, numerosos intelectuales quebrantados decidan hoy desertar del campo de la paz y se convenzan como nunca de que ya «no hay con quién hablar». La sensación de abatimiento físico y descreimiento total se refuerza, además, con el malestar de sentirse traicionados por la izquierda mundial; por el contrario, comprueban atónitos que la extrema derecha Rassemblement National (RN) se considera ahora el más celoso defensor de los judíos franceses ante el antisemitismo. En las antípodas, el partido de izquierda radical La Francia Insumisa anunció que no participaría en la gigantesca marcha del 12 de noviembre contra el antisemitismo debido a la presencia de la RN. Su jefe Jean-Luc Mélenchon fue aún mucho más allá: condenó el espíritu mismo de la manifestación contra el antisemitismo, acusándola de «apoyo incondicional» al bombardeo del ejército israelí en Gaza. No es improbable que, antes de haber expresado a judíos franceses su horror por el pogromo del 7 de octubre, Mélenchon les haya exigido condenar por «genocidio» al gobierno de extrema derecha de Netanyahu.

No extraña que este desasosiego embargue también a intelectuales israelíes progresistas. Un ejemplo es el reciente artículo escrito por un serio historiador del movimiento sionista. Pero además de compungido, al Prof. Dmitry Shumsky se lo lee confundido en «La muerte del paradigma bi-nacional» (Ha’aretz, 14/11/23); el académico atribuye gran parte de la responsabilidad de la invasión yihadista del Hamas a una falsa y trágica ilusión: los israelíes del Neguev occidental habrían estado «conviviendo» de hecho durante años en «un solo país» con los palestinos de Gaza.

«Hay que reconocer que el día del genocidio de los israelíes el 7 de octubre en realidad ocurrió dentro de un marco político que ya puede ser visto como «un solo país», y de hecho el brutal ataque de Hamas fue posible en gran medida gracias a este hecho. Aunque la mayoría de los israelíes tienden a ver la Franja de Gaza como una especie de Estado independiente cuyas tropas cruzaron la «frontera» con Israel y atacaron al Estado judío soberano, la verdad es que en los aspectos más esenciales la Franja de Gaza se encuentra dentro del espacio soberano israelí».

Shumsky se abstiene de explicar el fracaso de la política de seguridad de Tzahal, que impuso durante 17 años total bloqueo por tierra, agua y aire a 2,3 millones de palestinos en Gaza, y apenas la caracteriza de «complacencia» irresponsable por la ilusión de convivir en un «patio trasero» de Israel:

«En el inconsciente de la seguridad israelí, Gaza es percibida como parte de Israel, una especie de patio trasero; a veces es posible aumentar el control de sus fronteras imaginarias y, a veces, es posible dejarla ir un poco. Aquí, por tanto, el concepto de un solo Estado en la práctica en relación con Gaza se expresa en términos de otra raíz profunda y esencial que explica la complacencia del Estado y sus fuerzas de seguridad, lo que llevó al abandono de los residentes de la Franja de Gaza y del Néguev Occidental a su suerte frente a una especie de monstruo interno, Hamas». (ibidem)

Pero Gaza nunca ha sido, ni es, patio trasero de Israel, y si Hamas acecha como «monstruo interno» del inconsciente de la seguridad israelí, es preciso caracterizar a los gazatíes. La inmensa mayoría son descendientes de refugiados de la guerra de 1948-49, oriundos de Jaffa, al-Majdal Asqalan, Lod, Ramble y aldeas de la Galilea.

Al-Majdal Asqalan fue conquistada durante la guerra en noviembre de 1948, y gran parte de sus habitantes huyeron a la vecina Gaza. En 1950, el remanente palestino de la israelizada ciudad de Asquelón fue deportado a Gaza. Uno de sus refugiados, Ahmad Yasín, sería el futuro líder yihadista y fundador del Hamas. Recordemos, además, que, entre los refugiados fugitivos que se dirigieron a Gaza en la guerra de 1948, unos 6.000 provenían de la aldea palestina Nadj, rebautizada Sderot cuando Israel emplazó en 1951 el nuevo campamento de tránsito para asentar olim iraníes, kurdos y marroquíes. Sderot es uno de los poblados con más masacrados en el sábado sangriento, y a los pocos días miles de hijos y nietos de aquellos primeros habitantes fueron evacuados. Hoy la bombardeada y despoblada Sderot, como pueblo fantasma, mira de reojo a Gaza, aterrada.

Durante la guerra árabe-israelí de 1948 el territorio de la franja era utilizado por el ejército egipcio como plataforma para atacar Jaffa y Jerusalén partiendo desde el Sinaí. Pero en septiembre de 1948 la Liga Árabe proclamó el «Gobierno de todos los palestinos» en Gaza. Concebido parcialmente como un intento de limitar la influencia de Transjordania en Palestina, la nueva autoridad administrativa de los palestinos en la franja fue rápidamente reconocida por seis países: Egipto, Siria, Líbano, Irak, Arabia Saudita y Yemen. (Avi Shlaim, Israel and Palestine: Reappraisals, Revisions, Refutations, 2001.)

Sin embargo, tras la firma del armisticio con Israel, Gaza volvería a estar ocupada y gobernada por Egipto, pero los refugiados no tendrían derecho a la ciudadanía egipcia y tampoco a la jordana, a diferencia de los otros refugiados palestinos de la guerra del 48-49 y también de 1967. ​

Ahora bien, Shumsky es claro al sostener que después del 7 de octubre es necesario «regresar al paradigma no perdido, cuyos rumores de muerte han sido prematuros e infundados: el paradigma de dos Estados para los dos pueblos». Sin embargo, es ambiguo cuando deja entrever que el común ideal bi-nacionalista de sionistas y no sionistas habría pecado de ingenuo por la ilusión de una coexistencia también entre fundamentalistas árabes y sionistas laicos y democráticos. Es obvio que luego del sábado sangriento ningún israelí pretenderá hablar con Hamas, pero, ¿por qué no reanudar las negociaciones con la Autoridad Palestina cuando acabe la guerra? Shumsky debiera expresarlo más claramente.

Quizás mentores sionistas binacionales hayan sido utópicos, incluidos quienes propugnan un solo Estado con derechos colectivos para las minorías nacionales: pero no eran, ni son, tan ingenuos de pensar en la posibilidad de que fundamentalistas fanáticos de ambos pueblos puedan cohabitar en una misma patria. ¿A quién se le ocurriría imaginar, por ejemplo, que Gush Emunim hubiera podido reconocer a terroristas de Al Fatah como sus conciudadanos? Inversamente, ¿qué miembros hoy de izquierda de Iesh gvul o Romper el silencio pensarían convivir alguna vez con Hamas o el Jihad islámico en una futura república democrática de israelíes, palestinos cisjordanos y gazatíes?

Consuelos y desconsuelos en la historia del conflicto Israel-Palestina

A veces la historia del conflicto Israel-Palestina ofrece consuelos. Por ejemplo, que figuras intelectuales palestinas impulsoras de dos Estados, uno al lado del otro, hayan crecido y sigan siendo residentes en Cisjordania y Jerusalén oriental: ¿será mera casualidad que no hayan surgido figuras semejantes en la Gaza hegemonizada por Hamas?

Dos botones de muestra, ya histórica, de notorios palestinos jerosolimitanos pacifistas: el abogado y político Ziad AbuZayyad (Jerusalén oriental, ex miembro del Consejo Legislativo Palestino (1996–2006) y el Dr. Sari Nusseibeh (profesor de Filosofía y ex presidente de Al-Quds University, Jerusalén oriental).

No sorprende que Ziad Abu Zayyad haya sido cofundador de Palestine-Israel Journal (PIJ) junto al israelí Victor Cygielman (1926-2007) y que co-dirija hasta hoy, con Hillel Schenker, la única revista escrita conjuntamente por intelectuales de ambos pueblos enfrentados. A partir del proceso esperanzador abierto en Oslo I y II, desde 1994, esta revista impulsa el diálogo intelectual, poniendo en contacto a sus sociedades civiles a fin de que, juntas, piensen un futuro de coexistencia y reconciliación. Uno de sus colaboradores jerosolimitanos es el citado Sari Nusseibeh. Dos destacados intelectuales de PIJ residen en Ramallah —la activista política y académica Hanan Ashrawi y el Dr. Ghassan Khatib— además de dos argentinos-israelíes —los colegas y amigos Dr. Edy Kaufman y Dr. Meir Margalit— participan en el consejo editorial de Palestine-Israel Journal.

Sin embargo, a diferencia de los intelectuales palestinos pacifistas de Jerusalén y Ramallah, enrolados en la OLP y educados en universidades occidentales, no encontramos intelectuales en Gaza: solamente líderes espirituales doctrinarios fundamentalistas. A partir de Oslo I sus guías espirituales salieron violentamente al cruce de la política de la OLP controlada por Al Fatah, una política negociadora con Israel. El citado imán Ahmed Yasín (formado en la Universidad al-Azhar de El Cairo, hegemonizada por los Hermanos Musulmanes) ha sido una figura islamista mítica en la historia palestina de Gaza, donde en 1987 fundó el Hamas. Desde entonces, se mostró muy crítico al antagonismo político contra Israel tal como lo entendía y lideraba Yasser Arafat. A sus ojos fundamentalistas, las ideas de la estrategia nacionalista del rais de la OLP resultaban heréticas por su filiación en el socialismo y el panarabismo, debida a su origen laico «occidental». Yasín creía en un único estado musulmán «desde el mar al Jordán»: pero además de combatir a muerte a Israel, exigía consagrar la sharia o ley islámica, en tanto columna vertebral del futuro estado palestino. Sus ideas se vieron influidas por Sayyid Qutb, el célebre doctrinario del pensamiento fundamentalista de los Hermanos Musulmanes. Rigurosamente disciplinado, Ahmed Yasín aprendió del imán egipcio a oponerse al panarabismo de Nasser y al socialismo árabe del partido Bath en Irak y Siria, a cuyos regímenes acusaba de apostasía —«kafir»—, porque separaban la religión del Estado. El Hamas de Yasín se negó a formar parte de la Autoridad Nacional Palestina desde su creación, en 1994, mientras que su influencia doctrinaria sobre el brazo armado de Hamas, la Brigada de Ezzeldin al-Qassam, fue decisiva.

El debut de la doctrina islamista armada con shaidim suicidas de Yassin ocurrió durante la segunda Intifada: Hamas mandaba explotar centenares de bombas humanas de shaidim contra la población civil (cerca de mil israelíes urbanos muertos en autobuses y cafés) y la organización fue condenada como terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido y Canadá. Sin embargo, pese a haber sufrido duras derrotas infligidas por Israel, la influencia política de Hamas entre los palestinos se disparó durante la segunda Intifada. Más aún: la estrategia israelí de provocar asesinatos selectivos de líderes espirituales y militares (como fueron los casos del mismo Ahmed Yasín y de Abdel Aziz ar-Rantisi) no logró detener el avance militar y político de Hamas.

Tras un primer atentado del que logró salvarse en setiembre 2003, Yasín sintetizó ante reporteros el núcleo duro de la doctrina militar yihad del Hamas: «Los días probarán que la política de asesinatos no acabará con Hamas. Los dirigentes de Hamas desean ser mártires y no les asusta la muerte. La yihad continuará y la resistencia continuará hasta que logremos la victoria o seamos mártires». Asimismo, anunciaba que Hamás enseñaría a Israel una «lección inolvidable».

Muy probablemente esa anunciada «lección inolvidable» de Yasín haya sido la que necesitó esperar hasta el pogromo del 7 de octubre 2023 —y, trágicamente, llegó ese día—.

Además de Hamas, miembros más radicales del movimiento salafista surgieron alrededor de 2005 en Gaza. A partir de 2015, se estima que había en Gaza «cientos o tal vez algunos miles» de salafistas, y que algunos de ellos se asociaron al Estado Islámico; sin embargo, Hamas, vinculado a los más moderados Hermanos Musulmanes, decidió combatirlos con éxito desde que, en 2009, el líder salafista Abdul Latif Moussa proclamó el emirato islamista en Rafah. Él y más de 20 salafistas fueron abatidos por Hamas en el ataque a su casa y a la mezquita. (Yolanda Knell, «Can Hamas hold back Islamic State in Gaza?», BBC News 12/2015)

Voces agoreras y esperanzadas luego del sábado sangriento

Desconocemos el impacto después del último Yihad, el sábado sangriento, sobre la resistencia no violenta y entre los intelectuales pacifistas palestinos en Cisjordania y Jerusalén oriental; sin embargo, resulta fácil presuponerlo cuando sus compatriotas sufren los ataques impunes y el desplazamiento forzado incitados por colonos mesiánicos que aprovechan la guerra en Gaza para perpetrar actos terroristas de venganza. Según la denuncia pública de la ONG Iesh Gvul, 16 comunidades aldeanas fueron obligadas a abandonar sus tierras de pastoreo y la cosecha en plena temporada en los olivares de Cisjordania, el valle del Jordán y sur del monte Hebrón; otras seis comunidades abandonaron parcialmente sus tierras y, además, aldeanos de 20 comunidades fueron brutalmente atacados; en el último mes se registraron 192 víctimas fatales durante enfrentamientos con Tzahal, de los cuales siete fueron baleados por colonos en un escenario con más de 200 incidentes violentos. («No digan que no sabíamos: Transfer», por Iesh Gvul, Ha’aretz, 17/11/23).

Asimismo, en otro documento hecho público, Iesh Din informa que la inmensa mayoría de las denuncias por agresiones de los colonos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este fueron archivadas sin imputaciones ni suficientemente investigadas. Según el documento titulado «Aplicación (de la ley) simulado», el 85,3 por ciento de las investigaciones de este tipo fueron cerradas «debido a fallos de los investigadores policiales para encontrar a los sospechosos o para conseguir evidencias que permitan la imputación» (Joan Mass Autonel, «Una aldea palestina resiste a su expulsión ante la violencia rampante de colonos israelíes», EFE, 8/11/23; Sara Mosleh, «La violencia se dispara en Cisjordania, la otra prisión palestina al aire libre», RTVE, 11/11/23)

Pormenorizadamente, la ONG B’Tzelem denunció que la guerra en Gaza ha radicalizado una rutina que comenzó hace meses: «Expulsar a trabajadores de sus campos, agredir físicamente a los residentes locales, invadir sus hogares por la noche, provocar incendios, asustar a los rebaños, destrozar cultivos, robar propiedades, bloquear carreteras» son actos impunes de muchas comunidades rurales en Cisjordania: «Más de 1.500 palestinos han sido detenidos en Cisjordania desde el 7 de octubre». (Luis de Vega, «Cisjordania se bate contra la impunidad en la otra guerra de Palestina», El País, 29/10/23)

Todavía hay con quien hablar

Sin dudas, todos los intelectuales pacifistas palestinos están movilizados ahora denunciando, en ONG internacionales, la violencia cotidiana que sufre la población civil en Cisjordania («Una treintena de ONG denuncian un proceso de “transferencia forzada” en Cisjordania por la violencia de los colonos». Europa Press Internacional, 29/10/23)

Desafortunadamente, en el actual torbellino de violencia civil ya nadie desea recordar algunas pocas manifestaciones de confraternidad israelí-palestina producidas durante el pasado reciente en esferas de la cultura, las artes y la educación. Pero es precisamente durante estos días inclementes de guerra, luto y discursos de odio que abaten a ambos pueblos, ahora precisamente cuando es saludable recordar al menos una de esas expresiones de confraternidad que pareciera ha ocurrido hace muchísimo tiempo.

Precisamente ahora, por ejemplo, deseo traer a la memoria de lectores de Israel y la diáspora un libro de texto para colegios secundarios escrito por palestinos y judíos en 2006.

El palestino Sami Adwan (profesor en la Universidad de Bethlehem) y el israelí Dan Bar-On (Ben Gurion University) han elaborado el libro de textos Historia del otro. Israel y Palestina, un conflicto, dos miradas, traducido al castellano y al catalán, publicado por la ONG Intermón Oxfam de Barcelona. Ambos son profesores universitarios y fundadores de ONG PRIME (Instituto de Investigación para la Paz en Medio Oriente), de Frankfurt, y eligieron como ejes conductores del libro tres momentos históricos específicos: la Declaración Balfour de 1917, la Guerra de 1948 y la Intifada palestina de 1987. Cada evento histórico es narrado en dos espacios: por un lado, en las hojas del lado izquierdo, la versión israelí de los hechos escritos por seis historiadores israelíes; por otro, en las hojas de la derecha, la versión palestina de los mismos hechos redactados por seis historiadores palestinos.

En la edición en árabe y hebreo del libro, cada página deja un espacio en blanco entre ambas versiones a fin de que los alumnos escribieran su punto de vista. Sami Adwan manifestó durante la presentación del libro en Barcelona que lo más importante del texto es su interpelación a los profesores que participaron en su elaboración, replanteando sus propias perspectivas: «Si los niños reconocen la realidad del otro, también debieran hacerlo los políticos».

Sin embargo, ambos coordinadores Adwan y Bar-On lamentaban la inexistente difusión del libro en Israel y en Palestina.: https://www.europapress.es/nacional/noticia-historia-otro-invita-ninos-israel-palestina-aceptar-versiones-opuestas-conflicto-20060214142032.html

Ahora bien, el libro Historia del otro. Israel y Palestina, un conflicto, dos miradas logró aparecer en 2006, durante meses violentos, cuando fue secuestrado el soldado Gilat Shalit por Hamas y Tzahal lanzó un masivo operativo bélico de represalia en Gaza el 26 de junio de ese año. Ahora, en noviembre 2023, resulta muy estimulante comprobar que, en plena invasión devastadora de Tzahal en Gaza para castigar a Hamas por la masacre, aún haya quienes en ambos pueblos se niegan a renunciar a la posibilidad de dialogo y reconciliación.

Justamente ahora, mientras numerosos intelectuales de centroizquierda profundamente desilusionados declaran su voluntad de abandonar el diálogo porque «ya no hay con quién hablar», una figura de la política palestina israelí y un académico de la Universidad de Tel Aviv hacen oír sus voces de esperanza y de confraternidad.

El dirigente político y diputado por Jadash, abogado Ayman Odeh, acaba de publicar el 11 de noviembre una valiente confesión, «Me niego a desilusionarme»:

«Me niego a desilusionarme y a no seguir procurando la paz. A diferencia de numerosos palestinos también desilusionados por la ocupación militar israelí que no cesa y se profundiza aún más, me niego a renunciar a la posibilidad de una convivencia pacífica. Me niego a renunciar al simple sueño de vivir una vida normal en la cual la política no sea sino una pequeña porción de la existencia de los ciudadanos, sin que se apodere de los aspectos más gratificantes de nuestra cotidianeidad. Si hemos de renunciar a la ilusión de convivir en una vida normal, ¿qué responderemos a nuestros hijos, que nos preguntan: «¿Cuándo terminará la guerra? ¿Cuándo volveré a la escuela? ¿Cuándo jugaré de nuevo al fútbol con otros amigos del barrio?» Siete millones de palestinos y siete millones de judíos no pueden irse a ninguna parte. No hay otra alternativa que encontrar una solución para que ambos pueblos podamos vivir juntos una vida normal». (Ayman Odeh, «Me niego a desilusionarme». Ha’aretz, 13/11/23)

Por su lado, en un registro académico y no político, el profesor Moti Golani, director del Instituto de Estudios del Sionismo e Israel de la Universidad Tel Aviv, sale al cruce al triunfalismo militar de Israel en plena guerra en Gaza, al sintetizar su esperanza pacifista en una sola y categórica frase: «No habrá victoria y esto no es necesariamente malo», título de su artículo publicado en Ha’aretz (17/11/23). Es un texto que, lejos de ser escandaloso, resulta un excelente ejemplo de sensatez y lucidez histórica: su mensaje sigue siendo coherente con uno de sus mejores libros, Two Sides of the Coin: Independence and Nakba 1948. Two Narratives of the 1948 War and its Outcome, en que Golani explora la negativa de la mayoría judía a reconocer la legitimidad de la narrativa palestina y la negativa palestina a reconocer la narrativa judía.

Moti Golani finaliza así su texto:

«Es posible obtener solo una victoria: solamente una que incluya un compromiso en beneficio de ambas partes. ¿Sin ninguna foto de la victoria? Ninguna: necesitamos deshacernos rápidamente de este terrible deseo fotogénico. Cada lado debe hacer el cambio en su propio patio; después de todo, tal cambio, por mucho que se haga, puede alentar un cambio similar en el otro lado. Hoy en día, creer que no hay con quién hablar es un juicio de cada una de las partes enfrentadas y actúa como una profecía autocumpliente. Debemos abandonar viejas y desastrosas convenciones y promover una solución que nos dé vida a nosotros y a ellos. ¿«Juntos venceremos»? Sólo es posible si juntos abarcamos toda la vida entre el Jordán y el mar. Ya hemos probado todo lo demás y llegar hasta aquí consternados». (Ha’aretz,17/11/23. Ver también: Tzzvi Barel, «No habrá foto de la victoria», Ha’aretz, 8/11/23)

Gracias a Golani y también a Odeh: ellos nos están ayudando a responder a la pregunta con la que titulé mi artículo: Sí, todavía hay con quién hablar.