Taimado brulote de odio intelectual, de Rafael Bayce: “Israel, el mayor peligro mundial hoy”

En esta nueva entrega, Leonardo Senkman responde de manera contundente a un artículo publicado en la revista cultural uruguaya Extramuros, escrito por Rafael Bayce -miembro del consejo editor- que "va mucho más allá de los discursos de odio antisionistas porque está escrito camuflado por una retórica emboscada sobre el mito de origen de la fe del antiguo Israel".
Por Leonardo Senkman (desde Jerusalén)

Se ha abierto un nuevo frente de ataques contra Israel después de la masacre perpetrada el 7/10: redes sociales y foros intelectuales en América del Norte, Europa y también América Latina diseminan algunas opiniones polémicas junto con variadas diatribas vejatorias. La revista cultural uruguaya Extramuros (cuyo epígrafe es: «La escritura ante el declive del debate público») acaba de publicar en su N° 82 (noviembre 2023) un dossier con nueve textos de autores locales y extranjeros que traen polémicos pero legítimos enfoques de relaciones internacionales y política mundial. Sin embargo, un brulote pretendidamente erudito de Rafael Bayce, miembro del consejo editor, resuena aún más violento que ciertas diatribas antiisraelíes propaladas en el actual declive del debate público.[1]

Brulote era una embarcación vieja, cargada con materias inflamables y explosivos, que utilizaban para incendiar grandes barcos enemigos abordándolos por sorpresa.

El brulote del académico uruguayo Rafael Bayce, profesor de Teoría Sociológica en la Universidad de la República, emprende su travesía en una embarcación discursiva vejatoria con materias inflamables para incendiar a antiguos enemigos: primero, la religión hebrea y después, el estado de Israel.

El sociólogo camufla su discurso de odio con falaz erudición bíblica sobre el mito de origen de la fe del antiguo Israel. Sin mencionarla, Bayce parece resucitar la ya hace tiempo desaparecida teoría de Marcio, aquel teólogo creador de una herejía cristiana (siglo II E. C.) que vilipendiaba al dios de los primeros israelitas del siglo XII A. C. y en la que Yahvé era retratado como un malévolo y cruel demiurgo a fin de oponerlo al bondadoso y misericordioso dios cristiano del Nuevo Testamento. Marcio predicaba que un mundo lleno de sufrimiento y crueldad solo podría ser obra de la divinidad malvada de los israelitas. Bayce parece un anacrónico epígono en el Río de la Plata al seguir preguntándose si podría haber, acaso, un dios peor que el dios racista que eligió al pueblo judío a la vez que se desentendía del resto de la humanidad. Un Dios vengativo, receloso e iracundo, que privilegió a los israelitas concediéndole en perpetuidad la Tierra Prometida.

Aplicando el reduccionismo psicológico frustración-violencia, Bayce atribuye a los israelitas de hoy su tenaz defensa del Estado hebreo al cabo de dos mil años de padecimientos en la diáspora, la cual, según esta teoría, habría frustrado tanto la promesa de la tierra prometida como de la investidura al pueblo elegido:

«Entonces, los israelitas/hebreos/judíos, ahora israelíes, que se soñaron intramundanamente premiados con la «elección» y la tierra prometida, nunca pasaron ese difícil premio al más allá ultramundano, como los cristianos; por eso toman su vuelta de la diáspora y el Estado de Israel como indicadores de que las verdades postergadas de la elección divina y de la promesa de la tierra palestina llegan al fin. Y es por eso que deben buscarlas y defenderlas con el cuchillo entre los dientes, como en la historia antigua».

El profesor de la prestigiosa universidad uruguaya se esmera en hacer sociología histórica de la reciente masacre de Hamas y de la respuesta militar israelí en Gaza; a tal fin garabatea «una breve geo-historia de 32 siglos de ‘tierra prometida’, del 1200 a. C. hasta hoy, para entender el profundo significado que pueden encerrar detalles que pudieran parecer baladíes». Y pretendiendo que no parecieran baladíes, Bayce deduce entonces que «las masacres de Gaza podrían entenderse, aunque no tolerarse, como actualizados anatemas contra un sempiterno Amalec encarnado en la Gaza palestina hoy». Sin haber escrito antes una sola palabra para «entender, aunque no tolerarse» los crímenes monstruosos de la masacre perpetrada por Hamas el 7/10, el sociólogo amaga explicar la respuesta militar de Tzahal en la «creencia religiosa constitutiva del actual Israel que se enraíza en un pasado de al menos 30 siglos: la utopía ´intramundana de la tierra prometida´».

Bayce se apresura a dictaminar históricamente la inexistencia de ninguna prueba del derecho a la titularidad de la tierra prometida. «Ni los israelitas, ni los hebreos, ni los judíos, ni los reinos unificados fugazmente de Israel y de Judea bajo David y Salomón, ni el Israel actual, poseyeron nunca, por invasión y/u ocupación, la totalidad de la tierra prometida a los elegidos de Yavé, desde Noé hasta hoy». De tal modo, deduce que la guerra de Israel contra los palestinos deviene un mandato divino del antiguo Israel que conquistó, primero a las tribus de Canaán y luego de Amalec, declarándolos enemigos cuyas tierras debían ser arrasadas y conquistadas. Bayce alude a textos sagrados referidos a ocupaciones territoriales «por ‘anatema’, con destrucción religiosa ritual, arrasando todo, para que no quedara nada».

Rafael Bayce

Se impone una primera pregunta: ¿Bayce supone que también la masacre de Hamas el sábado sangriento en sur del estado de Israel podría haber sido «por anatema, con destrucción religiosa ritual»? El sociólogo guarda silencio, no se pronuncia: todo lo contrario de su convicción de que Israel había desencadenado la guerra por anatema al «sempiterno Amalec encarnado en la Gaza palestina hoy».

Pese a sus pretensiones de erudición bíblica, el académico Bayce parece desconocer revolucionarias teorías sobre las tribus israelitas que se mezclaron con tribus cananeas durante los siglos XII y XII A. C. Norman K. Gottwald, en The Politics of Ancient Israel, (Louisville: Westminster John Knox, 2001) demostró precursoramente hace décadas que el antiguo Israel no sólo no aniquiló a los cananeos en masa, sino que ni siquiera intentó hacerlo. Gottwald niega la conquista de Canaán como la descrita en el libro de Josué (única fuente de Bayce), y pese a admitir la posibilidad de un pequeño grupo de refugiados israelitas de Egipto, Gottwald se rehúsa a aceptar que los pobladores originarios de Canaán hayan sido aquellos hebreos del éxodo conducido por Moisés.

Su argumento central es que la disputa de Israel fue con las clases dominantes de Canaán y no con los cananeos en general, porque después de todo los israelitas también habían sido cananeos de un estrato sociocultural marginal. En síntesis, los conflictos con los cananeos del antiguo Israel, según Gottwald, fueron mucho más una cuestión de luchas internas o de resistencia campesina que de conquista y subyugación de un pueblo por otro.

Aún más: Gottwald descubre en la vida religiosa un temprano sincretismo. Los estudios arqueológicos y textuales han revelado creencias y prácticas en el yahvismo pre-exílico que recién serán descartadas fuera de los límites del monoteísmo en desarrollo durante la Judá restaurada. Entre estas «corrupciones» finalmente prohibidas se encontraban la veneración de los antepasados, la nigromancia, la adivinación, la iconografía, los ritos de fertilidad en los santuarios locales e incluso una probable consorte de Yahvé. En vez de poner el acento en la codicia territorial y en la crueldad de la religión de las primitivas tribus del antiguo Israel, Gottwald acentúa un aspecto que ni remotamente sospecha el sociólogo Bayce. Dejando de lado la teología, hasta se podía ver a una sociedad israelita real embarcada en una búsqueda intencional de justicia social.

Ahora bien: Bayce construye su discurso haciendo piruetas de falaz erudición bíblica que finalmente muestra la verdadera naturaleza de su acrobacia retórica antiisraelí: advertir a sus lectores que no hay que ayudar a «construir un monstruo ya modelado a priori en su sistema de creencias ancestral». Un monstruoso Israel resultado «de sus vicisitudes como pueblo elegido que no lo parece, sino todo lo contrario, frustrado en su electividad y en el logro de su prometida tierra». Al principio de su pirueta retórica incluso necesita acuñarle al monstruo un apelativo que Bayle denomina «avatar de un metaverso anacrónico» (pueblo elegido, tierra prometida); sin embargo, concluye en un alarmante son de guerra para terminar con la Israel de hoy. Bayce finaliza su artículo denunciando que el Estado judío «corre el serio riesgo de volverse, psicosocialmente, vengativo y obsoletamente justiciero, como lo estamos viendo en Gaza hoy y durante 80 años también en Cisjordania y Palestina».

Bayce cambia la voz de sociólogo y dicta fallo como juez sentencioso para justificar la liquidación de «Israel, el mayor peligro mundial hoy», título de su brulote, diciendo que:

«[El Estado judío] Debe ser: (2) aislado; (3) sancionado; (4) amenazado de expulsión de la comunidad internacional organizada; (5) limitado en sus convenios bilaterales binacionales; (6) boicoteado y saboteado si transgrede sanciones, limitaciones y aislamientos».

Bayce le perdona la vida si el condenado Israel acepta volver a ser un paria en la arena internacional: «Debe ser expulsado de las naciones», sentencia el juez Bayce y, antes de transfigurarse en verdugo, hace la siguiente pregunta para concluir su brulote sociológico de expulsión del Estado judío:

«¿Por qué Israel no ha sido suspendido ni expulsado aun de bilateralidades, multilateralidades, y demás que les proporcionan beneficios sin contraparte por aquellos beneficiarios que no comulgan con las normas que vehiculan los medios y fines colectivos?»

Pero a no engañarnos: la sentencia de Bayce hoy no pide solo la expulsión de bi y multilateralidades en la arena internacional; su brulote es cómplice de Hamas porque ayuda a su designio, suyo y de otras organizaciones fundamentalistas, de consumar un genocidio completo contra Israel, cuyas atrocidades fueron anticipadas en la masacre del 7 de octubre. Sin eufemismos, así lo viene anunciando Ghazi Hamad, miembro del buró político de Hamas y antiguo defensor de una resolución de dos estados, Israel y Palestina. Ese mismo Hamad, que había prometido negociar la paz con Israel en 2011 durante el canje del secuestrado Gilat Shalit a cambio de 1027 palestinos, incluido el líder hoy en Gaza, Yahya Sinwar, después del 7 de octubre volvió a amenazar el mes pasado a la Corporación Libanesa de Radiodifusión:

Debemos darle una lección a Israel. Haremos esto una y otra vez. La «Inundación de Al Aqsa» fue sólo la primera vez y habrá una segunda, una tercera, una cuarta… ¿Tendremos que pagar el precio? Sí, y estamos dispuestos a pagarlo… Somos las víctimas de la ocupación. Punto. Por lo tanto, nadie debería culparnos por las cosas que hacemos. El 7 de octubre, el 10 de octubre, el millón de octubre, todo lo que hacemos está justificado («Gaza War drowns out sane voices», by James M. Dorsey, en https://mail.google.com/mail/u/0/#search/james+m.+dorsey+israel/WhctKKZPBPRhjptgSfc)

El brulote de Rafael Bayce va mucho más allá de los discursos de odio antisionistas porque está escrito camuflado por una retórica emboscada sobre el mito de origen de la fe del antiguo Israel. No sería la primera vez que el Antiguo Testamento habría podido constituir una fuente común para ensayar una nueva narrativa pensada para el día después de que acabe esta guerra, una guerra despiadada, tan llena de sangre y odio que contamina la tierra común de ambos pueblos, que no logran escapar de la maldición de Número 35:33 «Así que no contaminaréis la tierra en que estáis; porque la sangre contamina la tierra, y no se puede hacer expiación por la tierra, por la sangre derramada en ella, excepto mediante la sangre del que la derramó».

Ambos pueblos abrahámicos siguen contaminando la tierra común con la sangre derramada a raíz de tanta venganza mutua. La maldición bíblica les impide pensar juntos una manera de convivir en la santidad de la vida en lugar de destruirse uno al otro santificando la muerte.

¡Detengamos juntos la maldición de la guerra!


[1] Entre los textos del dossier con abordajes interesantes desde la geopolítica y las relaciones internacionales, véase: Salvador Gómez, «Gaza, o el derretimiento de Occidente», en https://extramurosrevista.com/gaza-o-el-derretimiento-de-occidente/; Tho Bishop, «Hamas, Israel y el  colapso del orden global», en https://mises.org/es/wire/hamas-israel-y-el-colapso-del-orden-global-fiat; Seymour Hersh, «La guerra del laberinto», en https://extramurosrevista.com/la-guerra-del-laberinto/; Julio Adamor, «La guerra obstaculiza los planes de E.E. U.U. para competir con la nueva ruta de la seda de China», en https://www.resumenlatinoamericano.org/2023/10/11/medio-oriente-la-guerra-obstaculiza-los-planes-de-estados-unidos-para-competir-con-la-nueva-ruta-de-la-seda-de-china/. El artículo de Bayce se puede consultar en https://extramurosrevista.com/israel-el-mayor-peligro-mundial-hoy/