Mis días (y mis noches) son cálculos y ecuaciones tácticas…
A qué hora conviene ducharme y que haré si suena la alarma justo cuando acabo de usar el nuevo y «revolucionario» Shampoo.
Sacarme los zapatos cuando estoy en casa o seguir calzado para cuando tenga que evacuar mi casa (y no llegar a la calle descalzo).
Preparar un bolso con algunas prendas y ponerla en el baúl del auto (estadísticamente no puede ser que mi casa y mi auto se dañen paralelamente).
No olvidar tener los pasaportes al alcance de la mano.
No leer el diario en el baño (tratar de acortar los tiempos a lo mínimo necesario).
Consultar con mi Contador la posibilidad (y los riesgos) de no pagar impuestos al Estado.
Cuantas botellas de agua mineral seguir acumulando.
Y cuantas latas de conservas…
Elegir un libro para llevar conmigo.
Algunas fotografías…para recordar.
Llenar el tanque de gasolina de mi auto o tener lo mínimo posible (si le cae un misil encima o a su alrededor, mejor con tanque vacío).
El exilio duró poco tiempo.
Me voy a la manifestación de los familiares de los secuestrados que no quieren dejar a sus queridos en el olvido.
Mas tarde me reuniré con un grupo de adolescentes (¡¡¡sobrevivientes!!!) del kibutz Nir Oz.
Adherirme a las peticiones de renuncia de Bibi (Netanyahu).
Ayudar a los agricultores del sur recolectando tomates para que lleguen a los mercados y no sean dejados de lado por los tomates importados de Turquía.
Ver la tele e indignarme, ofenderme, enojarme, emocionarme…