El calendario judío es ritmado por el tiempo lunar. Así como la luna crece y mengua en su ciclo durante un período de 30 días, según una añeja creencia, el doliente también completa emocionalmente su ciclo. Pese que la luna menguante comenzó un día antes del 7 de octubre, casi nadie vio después el cuarto creciente, mucho menos vieron a la luna llena el pasado 28 de octubre, ni en su novilunio. Es que muchos israelíes no han podido siquiera empezar la shivá, y quienes la empezaron no saben cuándo ha de terminar. No solo porque decenas de miles se alistaron para salir a la guerra contra Hamas: los israelíes desde hace un mes no tienen consuelo ni tampoco desean recibirlo. La explosión de rabia y sed de venganza ahoga en muchísima gente la irresistible necesidad de llorar.
Los dolientes seguramente van a seguir diciendo kadish mucho, muchísimo más tiempo que los once meses prescriptos. Los dolientes están llorando el inconmensurable desastre que asola a toda la nación desde el 7 de octubre. Porque la espantosa masacre que segó tantas vidas y dejó tantos cuerpos desmembrados y calcinados evidencia no solo el imperdonable fracaso de Tzahal en proteger las vidas de ancianos, madres, niños, bebés y enfermos: también familias enteras de los kibutzim Be’eri, Kfar Aza, Nir Oz, Nir Itzjak, Urim Yated, Yad Mordejai, Nahal Oz sienten que han sido traicionadas. Todas las comunidades israelíes fronterizas del sur fueron abandonadas a su suerte debiendo defenderse solas: el principio fundacional de Israel de proteger a sus ciudadanos ha sido arrasado por las hordas de una organización terrorista, no por el ejército de un país enemigo. Desde hace un mes muchísimos israelíes están de duelo porque Tzahal ya dejó de ser garantía de inviolabilidad de la vida de los habitantes del Estado judío.
Ya no más el ethos de la Israel invicta. Los dolientes lloran por los charcos de sangre de las parejasde jóvenes ametralladas en el festival de música electrónica «Tribe of Nova» y, además, por tantos chicos que se escondieron en vano debajo de automóviles o baños portátiles, dejando una fila de cuerpos en la carretera. Pero, al tiempo que lloran por los asesinados a sangre fría, esos mismos dolientes gritan de rabia al comprobar que el invulnerable Israel fue invadido y avasallado como nunca por ninguno de los países que guerrearon contra el Estado judío.
¿Cómo afrontar el trabajo de este doble duelo tan abrumador?
Sin atreverme a establecer ninguna comparación entre el trauma del sábado negro de Simjat Tora con la Kristallnacht, cuando asesinaron a 400 y no 1400 judíos, resulta insuficiente una contextualizada explicación histórica para la masacre de Hamas, y temo que sea imposible encontrar palabras apropiadas para dar un testimonio.
El trauma del 7 de octubre y la guerra subsiguiente en varios frentes simultáneos que afrontamos hoy se transfiguran en un icono metonímico de la cruel descolonización sionista y palestina, en que la política negociadora ha sido completamente secuestrada por la venganza atroz contra la población civil de ambos pueblos.
La sociedad civil israelí está haciendo su duelo mientras Tzahal lucha en varios frentes simultáneos, además de Gaza. Al comienzo de la quinta semana de la aquí llamada “Guerra de las Espadas de Hierro”, Israel pelea en la frontera norte contra Hizbolla, así como contra organizaciones armadas palestinas en Cisjordania; además, intercepta cohetes desde Irak y Yemen.
Un sexto frente recién abierto no es militar sino político. Washington está ejerciendo fuertes presiones para determinar cómo y cuándo debiera terminar la guerra y lo que se logrará en ella. En este nuevo frente no disparan, pero los estadounidenses también pueden pasar de las palabras a las acciones para decidir el lapso de que dispone Tzahal para librar la batalla que haga colapsar a Hamas militar y políticamente. Por ahora, Biden necesita imponer un alto el fuego, ya que la opinión pública de su país y de los aliados europeos protestan fuerte por el gran número de bajas civiles durante la incursión militar masiva israelí en Gaza. La exigencia más importante es que Tzahal no bombardee de tal manera que provoque bajas masivas entre los civiles de la Franja de Gaza y conduzca el conflicto hacia un desastre humanitario, que dañaría severamente la legitimidad del derecho de autodefensa israelí para liquidar a Hamas.
La reciente renuencia de Jerusalén a aceptar el alto el fuego solicitado por el Secretario de Estado norteamericano es un ejemplo claro del choque de intereses entre el Imperio y su proxy hebreo en Medio Oriente. Washington exige que Israel permita el aumento de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, incluida la llegada del combustible y las pausas humanitarias, adoptando el razonamiento del primer ministro de Qatar, quien convenció a Blinken de que las treguas ayudarían a que Hamas aceptase negociar la liberación de rehenes israelíes.
Israel sabe que no es fácil decirle «no» al Tío Sam. Pese que EE. UU. está cien por ciento con Israel, miembros de la administración Biden, especialmente el Secretario de Estado Antony Blinken y el Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan, aspiran a alcanzar otros objetivos estratégicos, además de la derrota de Hamas en Gaza. En primer lugar, procuran estabilidad en Medio Oriente para que EE. UU. pueda concentrarse política y militarmente en ganar la guerra entre Rusia y Ucrania y competir con China por el dominio político y económico en la arena global. Un Medio Oriente que amenaza en cualquier momento con ser arrastrado a una guerra regional está interfiriendo con otros conflictos mundiales de Washington mucho más importantes, pese que quiere recuperar su posición en Medio Oriente, que perdió ante China y, en cierta medida, ante Rusia.

Al mismo tiempo, Biden quiere lograr una solución sostenible al conflicto palestino-israelí, una obsesión de larga data de los presidentes estadounidenses desde la década de 1980. Una medida así aliviaría al gobierno demócrata de la presión que ejerce sobre el ala progresista del partido, así como a una parte considerable de los políticos republicanos, cansados de afrontar el conflicto.
Pero la presión de algunos senadores de izquierda del Partido Demócrata muestra que no todo es blanco y negro en el Congreso. Bernie Sanders, un senador judío de Vermont que buscó la nominación presidencial del Partido Demócrata en 2016 y 2020, es, en Estados Unidos, uno de los críticos más acérrimos de Israel y más de una vez ha llamado «racista» al gobierno de Benjamin Netanyahu y ha criticado sus políticas vis-à-vis respecto de los palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania. Sin embargo, al rechazar los llamamientos a un alto el fuego, Sanders rompió con la postura antiisraelí que había mantenido en el pasado. En mayo de 2021, durante la Operación «Guardián de los Muros», Sanders escribió un artículo de opinión para The New York Times en el que instaba a Israel a aceptar un alto el fuego contra Hamas: «En este momento de crisis, Estados Unidos debería imponer un alto el fuego inmediato». En su entrevista con la CNN el domingo, pese a que Sanders también condenó la crisis humanitaria que se ha estado desarrollando en la Franja de Gaza, en línea con la postura del presidente Joe Biden, el senador progresista ahora pide solo una pausa humanitaria en los combates entre Israel y Hamas, para permitir que se recopile inteligencia sobre la ubicación de los rehenes retenidos en la Franja y que la ayuda llegue a los civiles sin peligro. «Lo que necesitamos es que el mundo se una para dar esperanza a los palestinos. Necesitamos una solución de dos Estados y necesitamos que muchos de los países muy ricos de la región acepten trabajar con Estados Unidos, trabajar con la comunidad, para brindar algo de esperanza, decencia y libertad al pueblo palestino, algo que Hamas nunca hará».
Finalmente, Sanders afirmó ante la CNN: «No sé cómo se puede tener un alto el fuego permanente con una organización como Hamas, que se dedica a la agitación y al caos y a destruir el Estado de Israel. Creo que lo que los países árabes de la región entienden es que Hamas tiene que irse. Claramente, Israel tiene derecho a defenderse. Hamas ha jurado que su objetivo es destruir a Israel y tienen que lidiar con eso». Y agregó: «Pero tiene que haber una manera mejor que matar a miles de hombres, mujeres y niños. Así que, una vez más, la preocupación inmediata es que hay que hacer una pausa en el bombardeo, hay que encargarse del desastre inmediato». (Jacob Maguid, «Bernie Sanders rejects ceasefire calls, says Israel must defend itself against Hamas», The Times of Israel, 6/11/23)
Día de duelo civil en Israel y Memoria Histórica
El artículo central de The Times of Israel hoy, día de duelo civil, se titula, «El Israel que conocíamos murió el 7 de octubre. La nueva nación quedará marcada por generaciones».
Los ciudadanos israelíes podremos recordar las marcas, las heridas abiertas y las numerosas cicatrices de aquella Israel que conocíamos antes del 7 de octubre solo mediante el ejercicio de la memoria colectiva de una sociedad civil que es capaz de resiliencia y solidaridad. Debemos recordarla, pese que en los últimos años las instituciones republicanas de Israel sufrieron asaltos antidemocráticos desde gobiernos de ultraderecha mesiánicos que procuran demagógicamente mantener a un pueblo amnésico sobre el irresuelto conflicto nacional con todos los palestinos, de Gaza y Cisjordania. Podemos y debemos recordarla.

Asimismo, los judíos de las diásporas quedan marcados por generaciones a causa de dos procesos concurrentes y contradictorios sobre los cuales es menester tomar conciencia también mediante el ejercicio de la memoria histórica: hay que recordar tanto la ola de solidaridad espontánea hacia Israel como la represalia inmediata de Tzahal contra Hamas en Gaza, no olvidar los discursos de odio antiisraelí cebados de antisemitismo y de comprensión hipócrita que abraza a Hamas entre amplios sectores estudiantiles y políticos de la izquierda.
Este día de duelo civil en Israel resulta amputado si no lo transformamos en día de vigilia para exigir el retorno con vida de los 240 rehenes de Hamas y decenas de desaparecidos cuyos rastros ignoramos.
En este día de luto propongo un buen comienzo para ejercer la memoria histórica a través de la evocación de una notable oración fúnebre pronunciada en honor de un joven jalutz del kibutz Nahal Oz, asesinado por fedayines de Gaza, no hace un mes, en octubre de 2023, sino en abril de 1956.
Lo excepcional de la oración es quién la pronunció: el general Moshé Dayán. Escuchemos cómo el icono militar del entonces naciente ejército de defensa de Israel asumió la responsabilidad por la creación del problema de los refugiados en Gaza. El general Moshé Dayán viajó el 19 abril de 1956 al kibutz Nahal Oz para decir kadish por el asesinato de su javer Roi Ruthenberg a manos de terroristas de Gaza, y pronunció esta oración fúnebre que, creo, nadie osaría decir hoy, precisamente hoy, día de duelo cívico de todos los kibutzim que lloran a sus seres queridos asesinados por los monstruos de Hamas.
«Ayer por la mañana temprano, Roi fue asesinado. La apacible mañana primaveral lo deslumbró y no vio a quienes lo aguardaban emboscados al borde del surco. No culpemos hoy a los asesinos. ¿Por qué deberíamos declarar su odio ardiente hacia nosotros? Durante ocho años han estado asentados en los campos de refugiados de Gaza, y ante sus ojos hemos ido transformando las tierras y las aldeas donde vivieron ellos y sus padres en nuestra propiedad. No es entre los árabes en Gaza, sino entre nosotros que debemos buscar la sangre de Roi. ¿Cómo fue que cerramos los ojos y nos negamos a mirar directamente a nuestro destino y ver, en toda su brutalidad, el destino de nuestra generación? ¿Hemos olvidado que este grupo de jóvenes que habitan en Nahal Oz lleva sobre sus hombros las pesadas puertas de Gaza? Más allá del surco de la frontera, un mar de odio y deseo de venganza se agita, esperando el día en que la serenidad embotará nuestro camino, el día en que escucharemos a los embajadores de la malévola hipocresía que nos llaman a deponer las armas. La sangre de Roi clama por nosotros y sólo por nosotros desde su cuerpo desgarrado. Aunque hemos jurado mil veces que nuestra sangre no correría en vano, ayer nuevamente nos dejamos tentar, prestamos oídos, les creímos.
Hoy haremos nuestro ajuste de cuentas con nosotros mismos; somos una generación que coloniza la tierra y sin el casco de acero y las fauces del cañón no podremos plantar un árbol ni construir un hogar. Que no nos persuadan de ignorar el odio que inflama y llena las vidas de los cientos de miles de árabes que viven a nuestro alrededor. No desviemos la mirada para que nuestros brazos no se debiliten. Este es el destino de nuestra generación. Ésta es la elección de nuestra vida: estar preparados y armados, fuertes y decididos, para que no nos quiten la espada del puño y nuestras vidas sean segadas. El joven Roi, que dejó Tel Aviv para construir su casa a las puertas de Gaza a fin de que fuera un muro que nos protegiera, quedó cegado por la luz en su corazón y no vio el destello de la espada. El anhelo de paz ensordeció sus oídos y no escuchó la voz del asesino que acechaba. Las puertas de Gaza pesaban demasiado sobre sus hombros y lo vencieron.»
(Shapira, Anita (2012). Israel: A History. p. 271; «Moshe Dayan’s Eulogy for Roi Ruthenberg», April 19, 1956. w.jewishvirtuallibrary.org/moshe-dayan-s-eulogy-for-roi-rutenberg-april-19-1956)
Las puertas de Gaza siguen pesando sobre los hombros de todos los Ruthenbergs y pobladores en las comunidades agrícolas del sur de Israel.
Digamos Izkor:
¡Bendita sea su memoria!