Crónica de un fracaso anunciado
La actual crisis en el Medio Oriente es un ejemplo clásico de dicha impotencia.
La resolución 1559 del Consejo de Seguridad que estipuló desarmar a los terroristas de Hezbollah, muestra la limitación de su alcance. Según dicha resolución, correspondía al Gobierno libanés desarmar a los grupos fundamentalistas a pesar de que en 2004, año de su aprobación, ya se hacía evidente que la influencia de Hezbollah en el Líbano era tan fuerte que ninguna autoridad local podía llevarla a cabo.
Más tarde, el Consejo observaba fríamente el suministro de armas a Líbano por parte de los países vecinos, armas sofisticadas de destrucción masiva, destinadas a los extremistas y en cantidades tan grandes que ni siquiera tras los intensos bombardeos a los que ha sido sometida por Israel, Hezbollah ha perdido la posibilidad de lanzar un promedio de 180 misiles por día (!) en dirección al territorio israelí.
Dicho en otros términos, las premisas de la reciente guerra en Oriente Próximo aparecieron con la colaboración, o la falta de colaboración de la ONU y por la actitud, muy principalmente y como es natural, de los miembros permanentes de su Consejo de Seguridad.
De hecho, Israel inició esta guerra con el objetivo de llevar a cabo la resolución 1559 que la misma ONU debió ejecutar, siendo el Estado judío el primer afectado directo de su incumplimiento.
Cabe señalar que el desarme real de Hezbollah habría surtido mucho mayor efecto que todo ese ajetreo en torno a la Hoja de Rutas, porque no se podía hablar de paz en la región obviando los misiles que llegaban a Líbano en un torrente continuo procedentes de Irán y Siria.
Ahora, después de un mes de intensa guerra con sus catastróficos resultados, el Consejo de Seguridad adoptó por unanimidad la resolución 1701. El texto insta a un completo cese de las hostilidades y al despliegue simultáneo de soldados libaneses y de la ONU en el sur, así como al repliegue de las tropas israelíes. A medida que se desarrolle el despliegue de las fuerzas libanesas y de la ONU, el gobierno israelí deberá retirar paralelamente a todas sus fuerzas del sur de Líbano.
El documento hace énfasis en la necesidad de la liberación incondicional de los soldados israelíes secuestrados, pero no marca una demanda directa por su liberación; también pide a Israel y a Líbano que lleguen a un acuerdo para una solución a largo plazo de modo que Hezbollah sea desarmado.
La parte del texto que menos convence a Israel es que no contempla la creación de una fuerza multinacional, como querían EE.UU y el propio Israel. La resolución opta por reforzar el mandato de la misión interina de UNIFIL, que velará por el cumplimiento de la tregua y que operará con un máximo de 15.000 efectivos.
El texto no hace una mención directa al repliegue de Hezbollah, como se pensaba exigir en un primer momento, aunque sí se mencionan los acuerdos de Taif, en los que se deja claro que no hay otra autoridad en el país que la del Gobierno libanés y se pide el mutuo respeto de la «Línea Azul». El documento se basa en las resoluciones 1559 y 1680, que reconocen la soberanía y la integridad territorial de Líbano y que piden la desmilitarización de todas las milicias del país. Además, se llama al establecimiento de un embargo al suministro de armas a Líbano para evitar que caigan en manos de Hezbollah.
Indudablemente, fue loable el deseo de la ONU de poner fin al derramamiento de sangre en Medio Oriente; sin embargo, ahora es necesario determinar quién será responsable del desarme de Hezbollah; de lo contrario, al cabo de cierto tiempo, el conflicto, aparentemente neutralizado, podría reanudarse con mayor intensidad.
El Secretario General de la ONU, Kofi Annan, no descartó la posibilidad de que esa misión recaiga sobre la fuerza de los «cascos azules» que se emplazó en el Líbano; pero el Consejo de Seguridad de la ONU no ha resuelto aún definitivamente ese problema; la burocracia, ya dijimos.
Como vemos, nuevamente recae sobre la ONU, y en quien la encabeza, la responsabilidad de lograr que todos los actores comprometidos de un modo u otro en el conflicto se impliquen plenamente en la consecución del alto al fuego, a lo que se añade una labor aún más complicada: reunir la totalidad del contingente que nutrirá el dispositivo militar acordado por el Consejo de Seguridad; pero el aparato burocrático de la ONU trabaja muy lentamente, a duras penas, sin poder garantizar una solución positiva y efectiva a quienes continúan hoy amenazados por bombas y misiles; lo único que les queda a éstos es su propia esperanza o iniciativa y eso es muy poco para imaginar un futuro panorama optimista.
Eso sí, que en Oriente Medio sepan todos que de nuevo los diplomáticos «están profundamente preocupados y consternados», «lamentan mucho» y «no pierden de vista la situación».
El gran interrogante del Ejército libanés
¿Puede el Ejército del Líbano, que se instaló hace poco en la frontera sur del país, garantizar el cese de fuego entre Israel y Hezbollah y por consiguiente, la tranquilidad de la zona?
A continuación, algunos datos importantes que vale la pena tener en consideración:
1) En el Ejército libanés están registrados 61.400 soldados de los cuales sólo 1.000 forman parte de la fuerza aérea y 400 de la marina; el resto es personal de infantería.
Su preparación militar es muy deficiente, su equipo es anticuado, con escasez de repuestos y un presupuesto anual de sólo 500 millones de dólares destinados, sobre todo, al pago de salarios.
2) Su estructura étnico-religiosa es más o menos la misma que caracteriza a la Nación: 35% chiítas, 27% sunnitas, 22% cristianos y 7% drusos; ésto genera una situación problemática ya que Líbano es un país en el que todavía la identidad étnico-religiosa sigue siendo más importante que la idea de la nación en su conjunto como foco prioritario de lealtad.
3) Hay otros datos que pueden complicar aún más la situación:
* El Comandante del Ejército libanés es el General Michel Suleimán, un cristiano
considerado fiel aliado de Siria.
* El Jefe del Estado Mayor es un druso, Shawky Masri, quien sigue la línea del líder
druso Walid Jumblatt, uno de los más fervientes opositores a los intereses de
Damasco.
* El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas es oficialmente el Presidente Emil
Lahoud, quien es protegido por Siria.
¿Qué dirección tendrá entonces un ejército que está dirigido por cabezas con lealtades tan contrapuestas?