La guerra no es gratis

Desde el 7 de octubre, Israel entró en guerra con Hamas. La cantidad de muertos, heridos y secuestrados crece a medida que se conoce la información. Además del costo social que conlleva la movilización de 350 mil reservistas y al abandono de miles y miles de puestos de trabajo, se agrega un costo económico que no tiene precedentes en la historia reciente israelí.
Por Federico E. Glustein

Ya habiendo pasado un mes del inicio del conflicto, podemos adentrarnos en el costo económico que deriva de esto, el cual se empezó a calcular en varios aspectos por el sostenimiento temporal y la escalada de violencia y muertes.

Comenzando con pequeños restaurantes y comercios en el área de servicios, pasando por empresas Hi Tech, yacimientos de gas en poder de compañías multinacionales, establecimientos agrícolas, todos los enclaves productivos están atravesados por la guerra con Hamas. Esta situación podría ser comparable con el COVID 19 en términos de impacto económico aunque la diferencia es abismal.

Datos generales

La cifra record de 350 mil reservistas movilizados para la ofensiva terrestre en Gaza, representa aproximadamente el 8% de la fuerza laboral del país. A eso le agregamos los 140 mil a 150 mil palestinos que ingresaban a Israel a trabajar antes del conflicto, y que la mayoría no pudo retornar a sus puestos de trabajo. Construcción, agroindustria, servicios básicos, sienten el impacto de la prohibición de ingreso desde varios puntos, a sabiendas que incluso pueda llevar tiempo recobrar la confianza en que la mano de obra de esos lugares pueda reingresar como lo hacía hasta el 6 de octubre, el día previo a la guerra.

Consultoras financieras de Tel Aviv estimaron que el costo mensual del conflicto alcanzará los 2.500 millones de dólares, lo que representa poco más de 80 millones diarios, algo así como 330 millones NIS (shekalim). Sumado a esto, el Índice de Tel Aviv ha descendido un 15% en dólares, lo que equivaldría a más de 24 mil millones de dólares u 80 mil millones de shekalim.

Si la guerra se prolongase por tres meses como algunos especialistas aseveran, el costo económico total podría requerir de 27 mil millones de shekalim, según Bank Hapoalim, que es número más número menos, el 1.6% del PIB israelí.

La devaluación del shekel está en torno al 7% en 3 semanas, en 4,08 NIS por dólar (al 30/10), el valor más débil desde 2012, y se encamina al peor desempeño actual del siglo. El costo de crisis de la guerra y el anuncio de paquetes de crédito y sostenimiento de la economía israelí, que sirven para pagar salarios, postergar la tributación de impuestos o evitar el cierre de comercios, merma la confianza en la moneda producto de la emisión y redirección discrecional de partidas.

El plan de contención propuesto por el ministro de finanzas, el ultraderechista Bezalel Smotrich, alcanza los 4.500 millones de shekalim. Este fue criticado por la oposición, la Histadrut y el empresariado, como insuficiente, y exigen mucho más ayuda para evitar una caída mayor de la economía.

De acuerdo con datos de JP Morgan, le economía israelí se contraería un 11% a 12% en el trimestre, sobre una base anualizada, así como se podría más que duplicar el déficit fiscal, lo que ha llevado a las calificadoras de riesgo a bajar la valoración de la deuda del país, muy a pesar de las reservas internacionales valuadas en 200 mil millones de dólares, un vagón de divisas que países como Argentina envidian.

Asimismo, el PIB per cápita israelí es de los más altos del mundo, superando los 54.000 dólares, siendo más alto que Francia y Alemania. Sin embargo, no es un parámetro para contener un cataclismo económico social que trae aparejado la guerra, aunque en cuestiones temporales no sea tan larga, al menos por ahora.

Sectores afectados

El quiebre del sistema productivo en Israel se notó desde el día uno. Solo el 12% de las fábricas pudieron poner el sistema a pleno tras las primeras dos semanas de guerra, argumentando que la escasez de personal era el problema número uno, aunque los insumos tampoco estaban garantizados.

Parte de las empresas radicadas en el sur vieron paradas o limitadas su actividad dado que más de 120 mil israelíes han migrado hacia otros puntos del país, abandonando todo por su salvaguarda. Los empleadores están otorgando licencias no remuneradas al personal, afectando a cientos de miles de trabajadores que ven disminuidos sus ingresos.

Es así que el consumo privado ha caído un tercio en los días posteriores a la guerra, comparado contra una semana promedio del año, con el ocio y el entretenimiento con las mayores caídas de hasta un 80% en el sector. El sector consumo representa más del 45% del PIB israelí, uno de los sectores de mayor dinamismo junto a las High Tech y el turismo, que por cuestiones obvias, se encuentra totalmente paralizado.

Aproximadamente el 15% de la fuerza de trabajo del sector tecnológico ha sido llamado a la movilización, según datos del director del Startup Nation Central, siendo mayor en las nuevas empresas, que son menores en tamaño y tienden a contratar jóvenes talentos. Este sector representa casi el 50% de las exportaciones israelíes e iba en alza, con 71 mil millones de dólares  de ingresos el año pasado.

La construcción, que genera el 6% de los ingresos fiscales del país, no se queda atrás. Aproximadamente 80 mil palestinos, principalmente de Judea y Samaria, trabajan en el sector y el gobierno recién ha aprobado el ingreso de 8.000 el 30 de octubre. 

El turismo, que alcanza el 2,8% del PIB de forma directa y el 3,5% del empleo total, se estaba recuperando de la etapa pandémica. Hoy los hoteles funcionan como refugio para los desplazados, pero los pagos no están aun garantizados por el gobierno. 3 millones de turistas habían llegado en los primeros nueve meses del año. Esta guerra no solo afectó al turismo israelí, sino también al Cisjordano y al Jordano, producto del resentimiento de vuelos y la inseguridad en la zona.

Heridas duraderas

El sur de Israel no será el mismo. La zona quedó aislada y miles de familias no desean volver. La cercanía con Gaza deja en evidencia las cicatrices del conflicto. Esta guerra fue diferente a todos los ataques anteriores. Ya no se trata del gasto de 40 mil dólares o más de un misil de la Cúpula de Hierro.

Además de las muertes, heridos y la sensación de vulnerabilidad, en términos económicos muestra una cancelación o postergación de proyectos de inversión y una reconfiguración de la geografía productiva del país. El sector agrícola, en parte trabajado por palestinos o musulmanes; la construcción, o trabajos de baja calificación, tardarán en recuperarse, ya sea por confianza o porque el gobierno otorgue nuevamente los permisos.

Los daños colaterales en las familias israelíes y palestinas tardarán meses en recuperarse. Solamente tiene sentido pensar que la guerra cese para ver al Israel previo, al menos en términos económicos y comerciales, nuevamente activo.