Días antes, el 25 de enero, lo había conmemorado el Consejo de Europa en Estrasburgo donde ha erigido un monolito a la entrada del Palacio de Europa. El Parlamento Europeo también celebró una sesión conmemorativa y ha propuesto que el 27 de enero sea proclamado «Día Europeo de Conmemoración del Holocausto» en toda la Unión Europea.
En España, el Congreso de los Diputados se ha unido, por primera vez, a este tipo de conmemoraciones, con un inédito acto al que asistieron españoles descendientes de las víctimas del nazismo y un superviviente del campo de Flossenburg, el catalán Enric Marco, de 84 años
Antes de iniciarse la segunda guerra mundial, Alemania ya había abierto en su territorio campos de concentración sólo para alemanes. En uno de ellos estuvo encerrado, diez años, el carismático líder socialista Schumacher. Iniciada la guerra esos campos irían en aumento y se irían abriendo otros en algunos países ocupados. Varios de ellos fueron transformados en campos de exterminio para determinadas personas: judíos, gitanos, resistentes, homosexuales, enemigos políticos, prisioneros de guerra.
Españoles en los campos
La mayoría de los españoles prisioneros de los alemanes fueron internados en Mauthausen, Buchenwald y Dachau. También hubo españoles en Auschwitz. En el campo de Orianemburg fue internado el ex presidente del Gobierno republicano de España, el socialista Francisco Largo Caballero, que había sido entregado a los alemanes por la policía francesa de Vichy en París. Fue liberado por el ejército soviético el 24 de abril de 1945 teniendo ya 75 años.
Al llegar al campo, a los españoles les entregaban el triángulo azul de apátridas y la S de Spanien (España)
en blanco. El triángulo rojo era el de los presos políticos; el verde el de los ladrones y criminales; el marrón, de los gitanos y vagos; el rosa, de los homosexuales; el negro, para los criminales asociales; el violeta, para sacerdotes y objetores; el amarillo con la estrella de David identificaba a los judíos.
Uno de los españoles supervivientes de Mauthausen, donde pasó los cinco años que duró la guerra mundial,
Antonio García Barón, ha contado su llegada al campo en miles de españoles pasaron por Buchenwald. Entre ellos, el ex ministro de Cultura con el Gobierno de Felipe González, Jorge Semprún quien, detenido en septiembre de 1943 por la Gestapo, fue enviado a este campo en un angosto vagón precintado, angustiosa experiencia que ha dejado contada en la novela “El largo viaje” (Seix Barral, 1976). La mayoría de los españoles internados en Buchenwald murieron en la cantera, en la enfermería o en Dora (fábrica subterránea anexa donde a partir de 1943 se fabricaban los V1 y V2 que lanzaban sobre Londres). Más de 10.000 muertos costó la construcción de los túneles y la instalación de aquella fábrica. Muchos de ellos eran
españoles. Jorge Semprún, tenía 22 años cuando Buchenwald fue liberado, un domingo de abril de 1945.
Auschwitz: ¿nunca más?
El acto en el Congreso de los Diputados ponía fin a la anomalía de un país europeo que por largo tiempo ha vivido ajeno a la realidad histórica del Holocausto. “Hemos tardado demasiado tiempo en honrarles en las Cortes Generales, lo lamento”, dijo su presidente el socialista Manuel Marín, quien anunció que a partir
de ahora este acto se realizará todos los años.
Marín tuvo un emocionado recuerdo para los miles de republicanos españoles deportados, de los cuales se estima que murieron en los campos en torno al 70 por ciento. Las palabras de Enric Marco hicieron llorar a muchos asistentes. “Tendremos que hacer alguna cosa para no ver en un inmigrante a un enemigo porque
todos fuimos inmigrantes; habrá que rechazar la agresividad y la violencia, venga de donde venga”.
Esa llamada de alerta ante la intolerancia, el odio, los prejuicios racistas o la xenofobia ha sido un rasgo común de todos los actos conmemorativos celebrados por toda Europa. El Secretario General del Consejo de Europa, el laborista británico Terry Davis hacía un llamamiento en el acto de Estrasburgo a la responsabilidad de cada ciudadano y de las instituciones surgidas de la segunda guerra mundial: “resistir contra la barbarie es responsabilidad de cada individuo, pero es una responsabilidad que se ejerce mejor cuando es compartida por el mayor número de personas y alentada por una institución como el Consejo de Europa”.
Desgraciadamente, la historia vivida después de la II Guerra Mundial demuestra que la lección no ha sido aprendida y que la vigilancia democrática y la resistencia a la barbarie siguen siendo muy necesarias. El escritor mexicano Carlos Fuentes ha recordado en un excelente artículo publicado el 5 de febrero en El País los episodios que evidencian el terrible mal que se repite: el Gulag soviético, la violencia dejada por el colonialismo europeo en Argelia, Indonesia o la India, el apartheid, las masacres de palestinos, el genocidio Camboyano, las masivas torturas en Guatemala, Chile y Argentina, el horror impuesto por la Administración Bush en Guantánamo y Abu Ghraib. Sigue siendo pertinente preguntarnos si hemos aprendido lo suficiente de los inmensos sufrimientos que el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz nos ha recordado.