“Pedimos la liberación inmediata de todos los rehenes y el fin de los bombardeos contra civiles en Israel y en Gaza… Como personas que trabajan para promover los derechos humanos y creen en la inviolabilidad de la vida, pedimos urgentemente que se ponga fin a todo daño indiscriminado de vidas e infraestructuras civiles”
Declaración de ONGs israelíes pro derechos humanos y la paz, octubre 2023
La masacre de Hamás el sábado 7 de octubre, y la devastadora represalia de Israel en Gaza, ha permitido a los países latinoamericanos volver a posicionarse en el tablero mundial frente a este conflicto, como ocurrió cuando la invasión de Rusia a Ucrania.
También a un nivel ético y político se oyen reacciones individuales de condena y absolución a una y otra parte, a través de una batalla de narrativas opuestas espoleadas por un escenario mediático sensacionalista.
En estos días de violencia sufrida por la población civil, tanto en Israel y en Gaza, es difícil realizar un análisis con calma y controlar la indignación moral con cabeza suficientemente fría para no obnubilar la razón. Pero, además, la credibilidad del flujo de información mediática no solo es afectada por la velocidad de noticias sobre bombardeos en Gaza y cohetería disparada contra la población civil israelí. A diferencia de los 19 meses de guerra ruso-ucraniana, la credibilidad de noticias sobre la guerra actual se ve afectada, en gran medida, por décadas de narrativas opuestas sobre el conflicto palestino-israelí que rivalizan en interpelar a la opinión pública mundial y local.
La mayoría de las narrativas frente a la masacre y la guerra, tanto dentro como fuera de Israel, machacan de modo maniqueo a ambos contrincantes: o son totalmente víctimas o completamente culpables. En Israel muy pocos dudan que son “nazis” los perversos terroristas fundamentalistas de Hamas; inversamente, parte de la reacción mundial tiende a acusar a Israel de “país genocida” cuando sale a ejercer su derecho a la autodefensa; además, acusan a Tzahal de hacer “limpieza étnica” al obligar a la población civil de Gaza desplazarse al sur.
No ayuda a rechazar ese discurso de odio cuando la violencia sufrida por la población civil en Gaza es tolerada por algunos analistas israelíes como lamentable “daño colateral” de una legitima represalia anti terrorista. Por supuesto, hay variantes entre los partidarios de represalia militar. Algunos creen necesario “junto a la opción militar concentrada en liquidar la fuerza terrorista de Hamas, promover un horizonte civil y una política en favor de la población civil palestina en Gaza y la Cisjordania” (Mino Nagrin, No solo derrocar a Hamas, Haaretz 23/10/23). Aun entre los generales y brigadieres que aconsejan a Tzahal no entrar en Gaza, son pocos quienes expresan preocupación por la población civil en sus consideraciones de táctica militar. David Ivri, ex comandante de las Fuerzas Aéreas de Israel, cree que la única opción “es seguir bombardeando en Gaza provocando el mayor daño desde el aire”. El argumento que esgrime para no entrar en Gaza es muy significativo: “Hamas es una idea plantada en los corazones de 2 millones de personas. Resulta un sinsentido derrocar a Hamas. Debemos esperar que moderados tomen el poder. Hasta entonces, nuestras fuerzas tienen que correr los menores riesgos posibles. Las ideas no se arrancan del corazón de la gente” (Entrevista de Mirav Arlozrov a D. Ivri, Hamas desea liquidar la perspectiva de paz, no es seguro que sea necesario darle este logro, The Marker, 20/10/23). Por el contrario, “la lógica militarista del Prof. Aviad Kleinberg, de pagar el precio a toda costa por el operativo militar terrestre de Tzahal, está en las antípodas de la estrategia responsable de Ivri o el general de brigada Itzjak Brik”. (Aviad Kleinborg, No hay otra alternativa que pagar el precio, Haaretz, 24710/23).
Asimismo, están en las antípodas de Kleinborg las consideraciones morales de Michael Sfarad, jurista especializado en derecho de guerra humanitario, quien rechaza la incursión terrestre y los bombardeos devastadores en Gaza: “Si el liderazgo militar y político carece de impedimento moral y autoriza ideas de ataques masivos a ciudadanos, se crea una sociedad en la que el proceso de despojamiento de las personas más allá de los límites de su humanidad se completa, y cuando eso sucede, el infierno está a sólo un toque de distancia. El 8 de octubre hemos dado un salto espacial en la campaña de corrupción moral, y nosotros nos aproximamos a la zona de gravedad del pozo negro. No sorprende que en Gaza haya miles de muertos y en Israel casi no se oye una voz que pregunte si hicimos todo lo posible para evitar ataques a civiles inocentes” (Mijael Sfarad, Volamos hacia el abismo moral, Haaretz, 23/10/23).

Algunas reacciones de palestinos en Israel y en Cisjordania, además de militantes radicales de izquierda pro palestinos en Europa, han sido examinadas por Amira As en una tipología con dos extremos. En un extremo, quienes justifican el operativo militar de Hamas, aunque “deploran” el resultado por haber causado víctimas civiles, como si fuera un involuntario “daño colateral”. La mayoría de los entrevistados palestinos israelíes son quienes más condenan el terror de Hamas contra civiles indefensos. El otro extremo es la total legitimación del ataque terrorista justificado como “venganza a crímenes de la potencia colonial sionista contra los indefensos palestinos”. En el medio de la tipología, Amira As caracteriza actitudes de quienes intentan contextualizar las razones del odio palestino en Gaza pero a oídos israelíes esas explicaciones suenan a solapada justificación del terror. As recuerda que cualquier intento de contextualizar la ocupación en territorios palestinos es rechazado en Israel conforme a una lógica binaria según la cual solo existe el terror fundamentalista de Hamas, pero rechaza llamar terrorismo a las acciones del estado israelí en Cisjordania o el bloqueo por aire, tierra y mar, a Gaza durante 16 años.
De manera interesante, As hace un paralelo entre la justificación del terror por militantes europeos pro palestinos con aquellos comunistas que justificaban de “revolucionaria” la violencia y el terror estalinista contra los enemigos de la URSS.
Pero el pronóstico de la columnista en Haaretz de asuntos palestinos es muy pesimista: “a medida que se multiplican los bombardeos en Gaza causando devastación, muertos y heridos civiles, tanto la opinión pública árabe como las redes sociales mundiales desistirán del repudio a la masacre de Hamas, acusando a Israel de “genocidio” o de completar una Naqba 2”. (Amira Has, Entre la justificación de las atrocidades y la explicación, Haaretz, 23/10/23).
Discursos de odio y pugnas de narrativas: ayer y hoy
Los discursos de odio en ambas narrativas van más allá de la lógica binaria de rechazar la alteridad entre enemigos bélicos para negar la existencia misma de ellos. A diferencia de países en guerra como Rusia y Ucrania, ambos contendientes de la guerra en Gaza se niegan a reconocer el derecho de existencia. A la inversa de la Autoridad Palestina, Hamas jura destruir al Estado Judío, y a su vez Israel jura destruirla y no negociar con una organización terrorista, ni siquiera para la liberación de los 222 rehenes secuestrados en Gaza.
Desde hace muchos años los artilugios de la política para negociar algún acuerdo fueron reemplazada por las armas de la venganza. Hamas la utilizó contra la población civil mediante el terror suicida (más de 1000 muertos) durante la segunda Intifada (2000-2004), y ahora causando más de 1400 muertos mediante cohetes lanzados desde Gaza, que siguieron a la masacre el sábado negro por la invasión de Hamas.
Históricamente, nunca faltó la venganza en operativos guerrilleros y también estatales durante las guerras de descolonización del siglo XX.
Recordemos que la venganza ha sido utilizada indistintamente por el ejército francés y el FLN insurgente mediante acciones terroristas y contra insurgente durante la guerra de Argelina (1954-1962). El FLN creó un ala armada, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para ejecutar operaciones militares terroristas y mantener un control político estricto sobre los dos componentes del ELN: unidades de guerrilla y organizaciones uniformadas, Las bajas de civiles europeos sobrepasaron los 10000 (incluyendo 3000 muertos) en los 42000 ataques terroristas registrados por el ELN.
Sin embargo, pese a sus métodos violentos, el prestigio internacional del FLN como organización que luchó por la independencia nacional, no fue cuestionado. Recordemos además que el FLN utilizó operaciones sicológicas (PSYOP) para controlar a la población; y condujo actos terroristas para hacer que, por temor, la población argelina cooperara. Internamente, la popularidad del FLN era limitada debido a la brutalidad con que perseguía su objetivo. Los perseguidos y los pobres, quienes más sufrieron sus ataques terroristas, algunas veces indiscriminados, detestaban al FLN. Su falta de honradez y brutalidad mancharon la reputación dentro de Argelia, pero muy poco afuera.
Ahora bien, pese que las fuerzas armadas francesas destruían casi completamente al ELN, Francia inició negociaciones secretas para otorgar la independencia a Argelia. A ojos del general De Gaulle, el FLN era un enemigo militar y político con el cual había que negociar pese a haber sido combatido durante ocho años como organización terrorista (Phillipe François, Contrainsurgencia en Argelia. Punto de vista francés, enero-febrero 2009, Militar Review: 15).
Esa legitimación de la noción de enemigo persistió durante la Guerra Fría. La Doctrina de Seguridad Nacional prescribía que a partir de la seguridad del Estado se garantizaba la de la sociedad, amenazada por el enemigo interno, caracterizado como agente del comunismo. Si bien la Doctrina de Seguridad Nacional ubicó como principal enemigo al comunismo internacional, con epicentro en la Unión Soviética y representación regional en Cuba, entendía que era a Estados Unidos a quien correspondía combatir a esos países mientras que los Estados latinoamericanos debían enfrentar al enemigo interno (Francisco Leal Buitrago, La Doctrina de Seguridad Nacional: materialización de la guerra fría en América del Sur, Revista de Estudios Sociales, 15 de junio de 2003, pp.74-87).
Sin embargo, la noción del enemigo cambió radicalmente durante la guerra contra el terrorismo que sucedió a la Guerra Fría. En efecto, el Occidente e Israel, a partir del nuevo milenio, no combaten a enemigos sino a monstruos del “eje del mal”. En su discurso sobre el estado de la Nación Americana (29/1/2002), el presidente G. Bush explícitamente denunciaba a Irán, Irak, Corea del Norte, Hamas y Hezbola, no como enemigos, sino como “Eje del Mal”. Su discurso de cruzada antiterrorista alertaba a la nación del omnipresente peligro de atentados de todo tipo (cibernético, nuclear, químico, biológico), que miles de terroristas entrenados en los campos afganos de al Qaeda pudieran estar preparando de ahora en más en una docena de países (Jaime Ojeda, Bush y el Eje del mal, Política Exterior, febrero-marzo 2002).
De modo semejante al presidente Bush, en 2002, los mandos militares y el liderazgo político de Israel declaran la guerra antiterrorista a las “bestias humanas” de Hamas, y no a enemigos fundamentalistas yihadistas.
Los talibanes perpetraron actos de terror y masacres en Afganistán durante la lucha contra la invasión soviética (1978-1979), y luego contra la invasión norteamericana (2002-2022). No obstante, los invasores norteamericanos finalmente tuvieron que reconocer que esos terroristas eran enemigos con los cuales tenían inevitablemente que negociar. En los comienzos habían sido reconocidos los muyahidines que obtuvieron apoyo directo de Washington durante el gobierno de Jimmy Carter para luchar contra los soviéticos. El asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski tuvo conversaciones directas con los muyahidines, o “soldados de Dios”, como se hicieron llamar (Katherine Harvey, Afghanistan, The United States, and the Legacy of Afghanistan’s Civil War; 2003 https://web.stanford.edu/class/e297a/Afghanistan,%20the%20United%20States.html).

Pero no solo Estados Unidos actuó en el terreno, también tuvo apoyo directo de Pakistán, Arabia Saudita, y de la República Popular de China, además de Israel y el Reino Unido. Recordemos que los talibanes lograron controlar gran parte del país en 1996 y establecieron, como pocas veces en la historia de Afganistán, un control militar y teocrático. En 1996 los talibanes proclamaron el Emirato Islámico de Afganistán donde el gobernante asumiría tanto roles religiosos como políticos, que seguirían las formas de la sharía según la interpretación de las corrientes de la escuela hanafí.
No solo EE.UU. tuvo que reconocer a los yihadistas como enemigos con quienes debía negociar. También debió aceptar el hecho de que varios de los movimientos fundamentalistas renunciaron a la idea de yihad global y, en cambio, se limitaron a una yihad local, administrando y gobernando territorios según los preceptos del salafismo yihadista. En Afganistán, Libia, Irak, Mali, Siria, Somalia, Yemen, también en Gaza bajo hegemonía de Hamas, hay experiencias proto-estatales de grupos yihadistas, un escenario que cuestionaría la clara y rotunda voluntad norteamericana anterior de acabar con el terrorismo yihadista global. En vez de ello, la guerra antisubversiva global se contentaría ahora con el objetivo –más realista– de contener la expansión de dichos grupos. Conforme a esta tendencia, es muy probable que el presidente Beiden evalúe muy peligrosa la determinación israelí de liquidar los 30 mil terroristas de Hamas sin incurrir en prácticas de limpieza étnica de la población chiita.
En resumen, dos décadas después del 11/9, lo que Obama llamó el «cáncer yihadista» ha hecho metástasis en varios países donde ejercen el poder local.
Tras el ataque de Hamás a Israel, pronto se comparó el conflicto palestino-israelí con la guerra entre Rusia y Ucrania. Ucranianos y palestinos luchan por su existencia contra una potencia más poderosa. Sin embargo, gobiernos de todo el mundo han defendido a unos y no a los otros. La Comisión Europea o Alemania, firmes apoyos de Ucrania, han respaldado a Israel en su ofensiva contra Gaza para castigar a Hamás. Pero Francia o Berlín también han prohibido las manifestaciones en favor de Palestina. Del otro lado, aliados de Rusia comparten sus justificaciones para invadir Ucrania, como la “desnazificación”, mientras califican de “genocidas” a las represalias en Gaza.
Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania y la invasión israelí a Gaza son actos de guerra completamente diferentes. No solo porque la violencia generadora de ambos conflictos es distinta (la invasión de Hamas para masacrar a civiles israelíes el 7.10.23 no es lo mismo que la expansión imperial rusa de Putin para anexarse territorios ucranianos. También porque la escala bélica regional se acerca a una escala mundial de enfrentamientos entre las grandes potencias y sus proxis militares. El académico Itamar Rabinovich prefiere llamarla “Primera guerra Irán-Israel” (Haaretz, 24/10/23).
Hamas: Doble moral, exoneración y discursos de odio antisionista
Ahora bien: no solo hay que denunciar la doble moral de la solidaridad selectiva de defender a Ucrania o a Palestina, rara vez a ambas, también hay que exigir rendición de cuentas a quienes cometen crímenes de guerra. El repudio de cierta izquierda maniquea anti-sionista a la acción terrorista de Hamas es incompleto si no se cuestiona la inmoralidad política que pretende justificarla: la destrucción de todo el Estado de Israel, tal como exige el irredentismo fundamentalista de Hamas. Pero no solo eso, también hay que denunciar la inmoralidad de quienes establecen un doble rasero: reconocen la inocencia de las víctimas masacradas el sábado 7 de octubre, pero -a la vez- inculpan al Estado de Israel. Entiéndase bien: no critican la ausencia de una acertada política de seguridad para proteger a sus ciudadanos masacrados por el terrorismo de Hamas, incriminan a Israel por existir como Estado judío sionista.
Leamos el contra silogismo del licenciado en filosofía Ariel Feldman en su reciente artículo, en la revista Jacobin: Gaza: sobre sionismo, judaísmo, racismo y barbarie: “Si condenamos la matanza de víctimas civiles israelíes (por supuesto que lo hacemos) y creemos que una persona que está en una fiesta cerca de la franja de Gaza es una víctima inocente, uno debería derivar sin más, que el Estado de Israel está siendo víctima en el conflicto y que, por tanto, señalar su responsabilidad primaria en el ataque de Hamas sería análogo a tratar de responsabilizar a una víctima de lo que le hace su victimario. A pesar del efecto argumentativo derivado del dolor por los muertos de civiles israelíes, el razonamiento contiene un pase de magia lógico bastante transparente. Sirve para neutralizar extorsivamente por sensibilidad un debate, pero no aporta a tratar realmente de desentrañar qué está pasando en el conflicto. El argumento en cuestión toma la parte por el todo (ciudadanos por Estado). Los muertos y secuestrados civiles son víctimas inocentes, sin duda; pero eso no hace inocente al Estado de Israel. Este movimiento, que toma la parte por el todo, produce a su vez el aislamiento de un hecho atroz y condenable de sus condiciones históricas, materiales y políticas de existencia”.
En primer lugar, Feldman parece reconocer la condición de víctima también del Estado judío por el ataque atroz a sus ciudadanos inocentes, pero después denuncia que este reconocimiento contiene “un pase de magia lógico bastante transparente” ya que “no aporta a tratar realmente de desentrañar qué está pasando en el conflicto”. Por medio de este silogismo, se desentiende de la cuestión ética de por qué un movimiento fundamentalista comete crímenes de guerra a fin de que el lector no distraiga su reflexión y “no tome la parte por el todo”. Porque detenerse a reflexionar sobre “la parte” significaría para Feldman el riesgo de “aislar” al lector de la verdadera cuestión importante: “un hecho atroz y condenable de sus condiciones históricas, materiales y políticas de existencia”. Cínicamente, el histórico hecho atroz habría sido la existencia del Estado sionista, no la masacre perpetrada a los civiles inocentes.
Otra manera con la que Feldman plantea la necesidad histórica de reflexionar sobre “el todo” culpable (“el hecho atroz y condenable”) y no detenerse en “la parte”, (las victimas individuales inocentes) es incriminar la naturaleza colonial de toda la empresa sionista: “Los atentados a civiles por parte de la resistencia palestina comenzaron a principios de los años setenta, más de veinte años después de la fundación del Estado de Israel. El despojo palestino y limpieza étnica por parte de las organizaciones sionistas y luego por parte del Estado de Israel comenzaron décadas antes de la expansión colonial que significó en 1967 la Guerra de los Seis Días. Pero los atentados a civiles israelíes solo comenzaron a ser una práctica de la resistencia palestina a partir de la ocupación de Cisjordania y de Gaza, hecho que consolidó el colonialismo israelí y le dio una realidad particularmente cruenta en esos territorios” (énfasis mío).

Para todos los Feldman, el pecado original de Israel no solo es haber nacido, sino haber nacido como un Estado colonialista que sojuzga al pueblo palestino. La fijación determinista según la cual el Estado sionista habría sido fundado para provocar, y ser el responsable colonial de los crímenes del nacionalismo fundamentalista palestino, resulta una deriva de esta doble moral del razonamiento feldmaniano al concluir: “Hamas es una organización político-militar que no existiría si no fuera por la inhumana y cada vez más cruel colonización sionista de Palestina. Esta es una verdad indiscutible. Ninguna organización palestina en su historia hizo un acto semejante al del pasado sábado 7 de octubre. Solo se lo puede entender en un contexto de desesperación absoluta de los palestinos y su causa de liberación nacional” (Ariel Feldman, Gaza: Sobre sionismo, judaísmo, racismo y barbarie, Jacobín, 16/10/23).
Tal doble rasero moral, que pretende ser contextualizado en el anticolonialismo de los pueblos oprimidos, e inmunizado por el irresuelto conflicto nacional Israel-Palestina, procura la exoneración de cualquier atrocidad terrorista. Una exoneración en vigencia desde el nacimiento mismo de Israel parido por la guerra de independencia en 1948-49, hasta los sucesivos crímenes terroristas contra civiles israelíes. El doble rasero moral no solo bastardea el sangriento enfrentamiento entre dos pueblos que se disputan la misma tierra, sino que convierte a la Naqba en el maldito mito fundacional del Estado judío, cuyo mandato sería la limpieza étnica de los árabes palestinos.
Este reduccionismo maniqueo es una forma tan inmoral de exonerar el crimen perpetrado por Hamas como otro silogismo que fundamenta el reclamo del Comité de Solidaridad Palestina de Harvard, que Judith Butler critica en un reciente artículo. Porque si los estudiantes de la prestigiosa universidad norteamericana solicitan que entendamos la violencia palestina como una continuación de la violencia israelí, “entonces sólo hay una fuente de culpabilidad moral, e incluso los palestinos no reconocen sus actos violentos como propios. Además, la luchadora no violenta contra la violencia colonial sostiene vehementemente que tal exoneración moral sobre la responsabilidad de actos criminales cometidos por palestinos no puede ser justificada por la violencia de la potencia ocupante: “La necesidad de separar la comprensión de la violencia generalizada e implacable del Estado de Israel de cualquier justificación de la violencia es crucial si queremos considerar que otras formas existen de derrocar el dominio colonial.(…) Hamás tiene una respuesta aterradora y espantosa a esa pregunta, pero hay muchas otras.”.
Finalmente, Butler no considera una astucia sospechosa la de quienes necesitan de la contextualización histórica para acompañar la condena moral de crímenes políticos. La filósofa y académica se pregunta: “¿No necesitamos una evaluación crítica e informada de la situación que acompaña la condena moral y política sin temer que adquirir conocimientos nos convierta, a los ojos de los demás, en fracasados morales y cómplices de crímenes espantosos?” (Judith Butler, La brújula del duelo, Revista Disenso, octubre 20, 2023, https://revistadisenso.com/brujula-del-duelo/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=).
Contextualización y Declaración de ONGs israelíes pro Derechos Humanos y Paz
Precisamente, esta necesidad de contextualización es el reclamo común del activista alemán de izquierda pro derechos humanos, Hanno Hauenstein, quien rechaza los intentos de la derecha israelí de excluir el contexto histórico y político de la masacre como si fuera una excusa para no condenarlo: “El contexto no es igual a la justificación. El contexto no equivale a trivialización. El contexto es la base de cualquier evaluación político-moral seria. Los civiles de Gaza se han visto privados de bienes esenciales como resultado del bloqueo que lleva 16 años. La mayoría de ellos han pasado toda su vida en un pequeño enclave cerrado» (Hanno Hauenstein, La izquierda israelí frente al abismo de Gaza, https://www.costadelsolfm.org/2023/10/21/hanno-hauenstein-la-izquierda-israeli-frente-al-abismo-).
Pero hay que contextualizar no solo la violencia de la ocupación israelí, también necesitamos informarnos para no ser cómplices de crímenes espantosos de la violencia palestina, mucho más antigua que la presente violencia que conocemos ahora, dado su mayor atención mediática. Porque el reduccionismo maniqueo condena a medias, y silencia el fundamentalismo religioso de la yihad del Hamas si no contextualizamos su surgimiento y expansión dentro de la red internacional de otros fundamentalismos islámicos en Medio Oriente, Asia Central y África.
El yihadismo –como ideología político religiosa, proyecto transnacional y movimiento– supo aprovechar un contexto marcado por la desastrosa gestión de las intervenciones militares en Afganistán e Irak, y por la aparición de nuevos focos de conflictos étnicos y nacionales en Libia (2011), Mali (2012) y Yemen (2014), para expandirse desde el Sahel hasta el Sudeste asiático, incluyendo el Cuerno de África y zonas septentrionales de Kenya, Mozambique o República Democrática del Congo. Como consecuencia de ello, el número de yihadistas en el mundo se ha cuadruplicado desde los ataques contra la Torres Gemelas.
Ninguna contextualización post colonial puede ser usada para absolver a Hamas de su responsabilidad por las atrocidades cometidas en kibutz y otras comunidades israelíes. La condena por las vidas diezmadas en Israel y en Gaza, debe hacerse sin reservas. Y tal vez el ámbito más amplio del duelo sirva a un ideal más ecuménico de igualdad entre israelíes y palestinos, semejante al duelo que hermana una vez al año en el dolor compartido por la muerte de sus seres queridos. Un ámbito que reconozca la igual posibilidad de duelo compartido, y dé lugar a una mutua indignación por el hecho de que estas vidas no deberían haberse perdido, ni asesinadas ni secuestradas.
Kibutznikim por la convivencia israelo-palestina fueron secuestrados. Por ejemplo, Vivian Silver, activista de Road to Recovery, quien ayudaba a transportar de Gaza a Israel pacientes necesitados de tratamiento médico; Shahar Tzemach, militante de Romper el silencio, que denuncia la realidad discriminatoria de los bantustanes palestinos en Cisjordania; también Aahron Lipshitz del kibutz Nir Oz, veterano activista de Mapam por la confraternidad judía árabe (su mujer Yojeved Lipshitz, junto con Nirit Kuper acaban de ser liberadas por Hamas).
El dolor por la guerra se convertirá rápidamente en trauma, también en miedo, especialmente mucho miedo azuzado por la demagogia de la derecha fundamentalista que en Israel ya está explotando el trauma colectivo para una política macartista, xenofóbica, anti árabe y de militarismo revanchista.
Por el contrario, sumémonos a la valiente Declaración de más de cincuenta ONG israelíes pro Derechos Humanos, cuyas exhortaciones apuestan a la resistencia y la esperanza: “Incluso ahora -especialmente ahora- debemos mantener nuestra posición moral y humana, y negarnos a ceder a la desesperación o al ansia de venganza. Habiéndonos opuesto siempre a que se dañe a civiles inocentes, sigue siendo nuestro deber en estos terribles momentos -mientras contamos nuestros muertos en el lado israelí y nos preocupamos por los heridos, los desaparecidos y los seres queridos secuestrados, ahora mientras se lanzan bombas sobre barrios residenciales de Gaza, aniquilando a familias enteras sin posibilidad de enterrar a los muertos- ahora debemos alzar nuestras voces alto y claro. Como personas que trabajan para promover los derechos humanos y que creen en la inviolabilidad de la vida, pedimos urgentemente que se ponga fin a todo daño indiscriminado de vidas e infraestructuras civiles. Exhortamos que se entablen negociaciones y se adopten todas las medidas posibles ahora para lograr la liberación de los rehenes, dando prioridad a los civiles retenidos por Hamás. Es lo único humano y racional que se puede hacer, y debe hacerse ahora”.
Firman entre otros, Mothers Against Violence; Women Lawyers for Socia, l Justice (Abogadas por la Justicia Social); Amnesty International Israel; BIMKOM; B’Tselem; Gisha; The Association for Civil Rights in Israel; Public Committee Against Torture in Israel; Parents Against Child Detention; Hamoked; Haqel – In Defense of Human Rights; Yesh Din; Combatants for Peace (Combatientes por la Paz); Mehazkim; Machsom Watch; Women Wage Peace (siguen las firmas), Israel, octubre de 2023.