“¿Nos rendimos ante esta terrible violencia y dejamos “morir” nuestra búsqueda de la paz,
(Daniel Barenboim, 14.10.23)
o seguimos insistiendo en que debe y puede haber paz?”
Shockeados por la intempestiva invasión de Hamas, la mayoría de los israelíes creían revivir horrorizados por segunda vez la guerra de Yom Kipur, justo al día siguiente que conmemoraron cincuenta años del comienzo de la guerra de octubre 1973.
Pero el terror de la masacre perpetrada por Hamas el pasado sábado 7 de octubre fue distinto del pánico israelí del 6 de octubre 1973: entonces egipcios y sirios no asesinaban a padres e hijos en kibutzim invadidos, ni violaban mujeres; tampoco arrebataban a madres con sus bebés (algunos fueron decapitados), ni baleaban a centenas de parejas bailando en un festival musical; aún menos fueron secuestrados y llevados a El Cairo o Damasco niños jóvenes, ancianos y enfermos. Los casi 1000 israelíes cautivos en octubre 1973, en cambio, cayeron como prisioneros de guerra a diferencia de los 150 civiles rehenes en Gaza, incluidos nietos y abuelas.
Horas después de conocerse la magnitud de la masacre y su sincronizada ejecución, algunos periodistas dejaron de comparar el sábado negro de Simjat Tora con la guerra de Yom Kipur, y muchos la reemplazaron por el calamitoso ataque terrorista de Al Qaeda, 11 de setiembre 2001.
No sorprende que familiares y sobrevivientes de la Shoah -dentro y fuera de Israel- creyeran ver espantados en los carniceros de Gaza a nazis resucitados. Hijos y nietos ya han grabado el sábado sangriento en su memoria zabra de la Shoah: en las pesadillas más horribles nunca imaginaron que ellos serían nuevamente los judíos inermes frente al mal radical, escandalosamente, en su poderoso Estado creado para que ningún judío nunca más se sienta desprotegido. Tal sentimiento de indefensión inflama la sed de venganza de casi todos los israelíes: pero una venganza que desconfía tanto de la compasión como de la solidaridad condicional de los europeos:
“En los días inmediatamente posteriores a la masacre, recibí llamadas de varios periodistas europeos preguntándome si veía esto como un ‘momento del Holocausto’. ‘No necesito Auschwitz para motivarme a defenderme contra Hamás’, respondí. (…) Tampoco confío en la simpatía europea por Israel que se basa en la Shoah. Ese apoyo es inestable; hoy se aplica a los judíos muertos, mañana a los palestinos muertos. El apoyo que busco se basa en comprender que Israel enfrenta un régimen genocida en su frontera sur, y que debe ser destruido no sólo por nuestro bien sino por el de la región.” (Yossi Klein Halevi, ‘This is a war against the return of Jewish helplessness’,The Times of Israel, 17.10.23)
Acaso por desconocimiento, casi nadie comparó la atrocidad de los fundamentalistas islámicos de Gaza con la crueldad de los talibanes fundamentalistas de Afganistán. Más fácil fue compararlos con terroristas de Al Qaeda, y también con degolladores del Estado Islámico (Dáesh). Sin embargo, ambas organizaciones terroristas no son exactamente semejantes a Hamas. Mientras Al Qaeda era un grupo transnacional yihadista que tras su derrota por EE. UU, y el asesinato del saudita Omar Bin Laden, procuró reconstruir sus redes a escala global, los talibanes siguen siendo en Afganistán un movimiento islámico político y paramilitar en el poder, con ciertos rasgos de resiliencia parecidos a Hamas.
Así, los talibanes derrotaron primero a los invasores soviéticos para después conquistar Kabul en 1996.Tras la invasión de EE. UU a Afganistán como represalia por el 11/9, lograron reorganizarse. A medida que las tropas estadounidenses se empantanaron en los penosos combates en Irak, los talibanes resurgieron en las mezquitas y madrazas del oeste de Pakistán y el sur de Afganistán. Otra vez, recuperaron el poder en Kabul (agosto de 2021) con ayuda de la inteligencia militar pakistaní, y de refugiados radicales extranjeros islámicos de Asia Central, Pakistán, China y Cachemira. Al cabo de un paréntesis de más de 20 años muchos de los comandantes en el campo de batalla se habían radicalizado después de haber pasado años en la cárcel cubana de Guantánamo. EE.UU. fue obligado a firmar un acuerdo “para llevar la paz a Afganistán», que exigió el retiro humillante de todas las fuerzas militares de su más prolongada invasión imperialista. En un golpe final, perfectamente planeado y ejecutado. La proclamación del Emirato Islámico de Afganistán puso fin a la existencia de la República Islámica (Ahmed Rashid:Taliban: Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia,2002)
El fundamentalismo y la resistencia islámica de los talibanes y del Hamas
El fundamentalismo de los talibanes comparte mucho de las violaciones de los derechos humanos de los fundamentalistas del Hamas. Los talibanes sometían impunemente a ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, torturas y detenciones ilegítimas a quienes consideraban opositores. Propagaron un clima de miedo con fusilamientos y flagelaciones públicas para castigar delitos tales como el asesinato, el robo, las relaciones “ilegítimas” y la limitada participación de las mujeres en la vida pública.
Pero los milicianos de Hamas no solo comparten con los talibanes una visión bélica y fundamentalista del Islam sunita: también tienen en común sentimientos nacionalistas patrióticos después que fueron derrotados en Afganistán y en Gaza. Diferentemente, las pretensiones de Al Qaeda y Dáesh de lograr la hegemonía del Islam a escala global distancia a ambos movimientos fundamentalistas de los terroristas de Hamas en Gaza.
Recordemos: la facción de Al Qaeda en Irak lideró la resistencia desde 2003 contra la invasión norteamericana. A partir de 2006, incorporó a otros grupos extremistas y adoptó el nombre de Estado Islámico de Irak, aspirando a convertirse en líder universal del islamismo. Y cuando Dáesh penetró en Siria y ganó cada vez más poder durante la guerra civil. Se hizo llamar Estado Islámico de Irak y Levantedesde 2011, autoproclamando el califato.

De modo diferente, Hamás fue mucho menos pretencioso: su cruzada santa, irredenta y localista procura recuperar solo Palestina, “territorio Waqf islámico consagrado a las generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio” (según las Carta Fundacional de Hamas). Sin embargo, en 2017 publicó un nuevo documento más moderado que enfatizaba su ideología nacionalista y no solo el credo religioso; Hamas exigía “el establecimiento de un Estado de Palestina completamente soberano e independiente, con Jerusalén como capital, en las fronteras del 4 de junio de 1967”.
Ahora bien, quienes describen a terroristas del Hamas como si fueran los Talibanes del Medio Oriente, no debieran olvidar la capacidad de resistencia de los islamistas radicales en el Asia Central, pese a las derrotas infligidas por el ejército norteamericano; asimismo es recomendable tomar en cuenta una similar capacidad de resiliencia y resistencia a la disuasión militar de EE.UU. Hamás (en árabe: fervor) acrónimo de Harakat al-Muqáwama al-Islamiya, Movimiento de Resistencia Islámica, acaba de exhibir su monstruosa capacidad ofensiva terrorista contra la población civil, pese a sus derrotas y disuasión militar infligidas por Tzahal en cuatro demoledoras guerras en Gaza. La prensa israelí está publicando artículos (Adam Raz, Haaretz 12.10) denunciando a Netanyahu por un supuesto acuerdo secreto con Hamas para preservar a Gaza independiente de Cisjordania a fin de que Abu Mazen, presidente de la Autoridad Palestina, no logre negociar con Israel la creación de un Estado palestino conforme los acuerdos de paz de OSLO firmado por Rabin y Arafat.
Sin embargo, mucho menos los medios informan sobre la galvanización de la lucha religiosa y resiliencia social-política del Hamas que explicaría su recuperación y fortalecimiento luego de sufrir sucesivas derrotas militares en Gaza. Una franja de 41 kilómetros de largo y entre 6 y 12 kilómetros de ancho, con un total de 360 km² que sufre desde 2007 un total bloqueo israelí y egipcio.
Inexplicablemente, los israelíes se abstienen de formularse ineludibles preguntas durante los últimos dieciséis años de riguroso bloqueo: ¿cómo 2.300.000 de gazatíes pueden resistir si más del 65% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, 40% son desocupados, si el Programa Mundial de Alimentos estima que el 63% en Gaza padece de “inseguridad alimentaria”, y si varios de los 22 centros de saludhan sido dañados o destruidos en choques previos con Tzahal?
Pese a sucesivas derrotas militares de Hamas, tampoco los israelíes se explican cómo la población civil y sectores populares han sido galvanizados tanto por la doctrina insurgente fundamentalista de la muqawama, comopor su capacidad de sacrificio insuflado por la dawa; todo ello, sin menoscabo de tomar decisiones pragmáticas que demuestran tácticas de adaptación del liderazgo, circunstancias desventajosas durante su lucha religiosa.
El fervor islámico muqawama, concepto religioso cuya significación denota resistencia y combate permanente, fue puesto a prueba durante las guerras de Gaza entre Hamas e Israel en diciembre 2008/enero 2009, (Operación Plomo Fundido); 6 de Noviembre de 2012 (Operación Pilar Defensivo), y julio/agosto de 2014 (Operación Margen Protector), y también los violentos enfrentamiento en mayo 2021 donde murieron 253 palestinos -incluidos al menos 67 menores de edad- y 10 israelíes -incluidos 2 menores de edad-, 2 tailandeses, 1 libanés y una ciudadana hindú. Además, 1900 palestinos y 200 israelíes resultaron heridos.
La dawa, legado doctrinario de los Hermanos Musulmanes, se sustenta en la fe del retorno a los valores islámicos tradicionales a través de la educación, el estudio del Islam y la provisión de servicios sociales como forma de reconstrucción comunitaria e identitaria. Dawa y muqawama se amalgaman en la articulación doctrinaria insurgente de Hamas que ayudó a la reconstrucción identitaria palestina -incluido el ethos del retorno- desde la islamización total implantada por Hamás en el mini estado y sociedad en Gaza,
El sacrificio personal del muyahid fue convertido en piedra angular de la doctrina de la muqawama, al comprometer la vida del combatiente y ponerla al servicio de la yihad. Yihad no solo es guerra santa ofensiva. Una acepción de la Yihad (traducida como esfuerzo religioso) es esencialmente un tipo de guerra defensiva dirigida a proteger a los musulmanes y el islam. El término yihad ha adquirido tanto significados violentos como no violentos. Puede significar simplemente el esfuerzo para vivir una vida moral y virtuosa, difundiendo y defendiendo la doctrina del islam, pero asimismo luchar contra la injusticia y la opresión (J. Espósito, Unholy War: Terror in the Name of Islam (2002)
No sorprende, pues, que en tal marco doctrinario, el ethos del retorno a Palestina haya sido traducido por el irredentismo de la Yihad en términos de “reconquista”, y no mero retorno según la demanda del nacionalismo secular de Al Fatah. En efecto, los derechos legítimos del pueblo palestino, que Hamás ha jurado garantizar mediante ambas, la yihad defensiva y ofensiva, se hallan íntimamente vinculados al territorio de dar al-Islam, ocupado por “los judíos infieles” y, por ende, es obligación musulmana reconquistarlo.
El adoctrinamiento de la población civil fortaleció la resistencia contra enemigos internos y externos de Hamas. En 2009, Amnistía Internacional denunció su violación de derechos humanos: una «campaña letal de secuestros, homicidios deliberados e ilegítimos, torturas y amenazas de muerte en la Franja de Gaza contra personas acusadas de ‘colaborar’ con Israel”. Y en su informe de 2014 Amnistía Internacional denunció a Hamás por llevar a cabo «una brutal campaña de secuestros, tortura y homicidios ilegítimos de palestinos», detenciones arbitrarias, torturas con impunidad y «estrangular cuellos» de miembros de Fatah u otros disidentes.
El fanatismo fundamentalista ayuda a comprender mejor el sadismo de las Brigadas Ezzeldin Al-Qassam, brazo armado de Hamás, el cual desde 1993 ejecutaron decenas de ataques contra objetivos militares y población civil israelí, causando centenares de víctimas perpetrados por varones y mujeres palestinos suicidas con cinturones bombas. En 2004 se produjeron los últimos atentados suicidas durante la Segunda Intifada, antes que las Brigadas pasen a lanzar cohetes Qassam, y tras el inicio del operativo bélico “Plomo Fundido” en 2008/2009, también lanzaron los más potentes Grad y Katyusha contra poblados civiles y kibutzim en el sur de Israel.
Pero esos atentados procuraban, además, un designio político: sabotear los acuerdos de Camp David entre Israel y la Autoridad Palestina (ANP). En efecto, no obstante, los esfuerzos de la ANP por implantar su autoridad en Gaza, las redes sociales, religiosas, políticas y la resistencia armada de Hamas mostraron el potencial religioso de Dawa y Muqawama capaces de lograr movilizar políticamente a masas populares. Gracias a su apoyo, Hamas consiguió suplantar a la ANP a través de su modelo de Estado islámico en construcción que se impuso al intento de una autonomía estatal negociada por Arafat y luego por Abu Mazen. El arrollador triunfo electoral en enero de 2006 fue contundente: confirió a Hamas en el Parlamento Palestino 74 escaños frente a los 45 de Fatah. Tras meses de tensión y la creación de un Gobierno de Unidad, Hamas tomó el poder por la fuerza en Gaza y expulsó a las fuerzas leales a Al Fatah, lo que llevó a la disolución del Ejecutivo conjunto y a la separación total con la ANP. (Shaul Mishal &Avraham Sela, The Palestinian Hamas, Vision, violenca and coexistence, Columbia U. Press, 2006)
Estigmas de humillación y venganza del 11/9 norteamericano en el 7/10 israelí
La humillación infligida el 11/9 a USA, primera potencia mundial, y la sufrida el 7/10 por Israel, indisputable potencia regional, comparten el común sentimiento vejatorio de haber sido ambas atacadas por dos organizaciones terroristas no estatales islamistas.
Similarmente, la vindicta de las dos potencias humilladas cuando declararon la guerra antiterrorista recibió implícita legitimidad de la conmocionada comunidad internacional reconociéndoles a USA e Israel el derecho inalienable de autodefensa. La reacción internacional a ambas masacres comparte rasgos comunes, tanto la solidaridad al principio como también las críticas después de iniciadas ciertas acciones de la guerra antiterrorista
El presidente estadounidense Joe Biden no solo anunció en una declaración escenificada para todo el mundo que Estados Unidos nunca «dejará de apoyar» a Israel, sino que en un histórico viaje de alto riesgo sin precedentes, arribó personalmente para expresar su solidaridad a Israel en guerra; prometió «asegurar que los ciudadanos israelíes recibirán la ayuda que necesitan y puedan defenderse», mientras navegan al puerto de Haifa dos poderosos portaaviones de USA con fines de disuasión a Irán y Hizbolla de no abrir un segundo frente bélico.
Días antes, la Unión Europea condenó «sin equívocos» los ataques «de los terroristas de Hamás», y manifestó su «solidaridad con Israel», que tiene «derecho a defenderse», declaraba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Simultáneamente, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Ucrania y España condenaron los ataques de Hamás. El presidente francés Macrón, definía a Hamás como una «organización terrorista» que quería la muerte del pueblo de Israel”, advirtiendo que la única forma de resolver la actual crisis en Oriente Medio es proporcionando garantías de seguridad a Israel junto con la creación de un Estado Palestino.
A diferencia de otros países latinoamericanos como Colombia, la condena a Hamas de la Cancillería argentina fue inequívoca. “El Gobierno argentino condena las acciones terroristas de Hamas contra el territorio israelí y hace un llamamiento para que se ponga fin a la violencia y se garantice la protección de la población civil. La Argentina manifiesta su solidaridad con el pueblo israelí y expresa sus sentidas condolencias a los familiares de las víctimas”.
Sin embargo, las acciones de la guerra antiterrorista provocaron críticas y condenas semejantes, tanto cuando fue la invasión norteamericana en Afganistán e Irak, y ahora ni bien empezaron las represalias aéreas de Tzahal en Gaza.
Varios países de la OTAN prohibieron actos de solidaridad con Hamas convocadas por comunidades musulmanas y estudiantes de izquierda pro palestinos. En Alemania, el Tribunal Administrativo de Hesse (VGH) de Kasselconfirmó la prohibición de una manifestación pro palestina en Fráncfort. La policía desalojó la Plaza de la Ópera.
En Pamplona, 1500 españoles participaron en una manifestación de apoyo al pueblo palestino tras los bombardeos en Gaza, criticando la «impunidad» de Israel y la «complicidad» de los gobiernos occidentales. En el centro de Londres miles de personas también se concentraron para una protesta pro-palestina, después de las advertencias de la policía de que cualquiera que muestre su apoyo al grupo militante Hamas podría ser detenido.
Manifestaciones de solidaridad con Hamas tuvieron lugar en varios países mucho antes aun de iniciados los demoledores bombardeos de Israel sobre Gaza, organizadas por las comunidades palestinas, musulmanes y organizaciones de izquierda anti Israel.
El sindicato Starbucks Workers United publicó “Solidaridad con Palestina” en X, casi enseguida después del ataque el 7/10 que dejó al menos 1300 israelíes muertos y más de 3000 heridos. Sin embargo, en el comunicado oficial la dirección de Starbucks se distanció de la solidaridad de su sindicato de trabajadores, repudiando el terrorismo de Hamas.

Ahora bien: en términos comparativos, la retórica vindicta de la guerra antiterrorista con ofensivas de tierra arrasada Tzahal es bastante semejante a la vociferada en vísperas y durante la invasión de EE. UU a Afganistán,
El deseo de venganza para desagraviar el honor nacional mancillado primó sobre criterios de racionalidad política internacional, y marcó la reacción después del 11/9 en USA y el sábado 7/10 en Israel. Cuando Henry Kissinger, por ejemplo, fue interrogado por el redactor jefe de discursos de George W. Bush, por qué apoyaba la guerra de Irak, su respuesta fue: «Porque Afganistán no era suficiente». Los oponentes radicales de Estados Unidos en el mundo musulmán querían humillar a Estados Unidos, «así que tenemos que humillarlos a ellos».
Los bombardeos sobre Gaza no se limitan solo a “eliminarlos completamente”, según la contundente amenaza contra los terroristas del Hamás del ministro de Defensa Yoav Galant. La represalia bélica exhibe evidentes marcas de venganza y castigo colectivo a la población civil. Por un lado, el ministro amenaza imponer “un bloqueo absoluto sobre la ciudad de Gaza. No hay electricidad, ni alimentos, ni agua, ni combustible. Todo está clausurado”. Al día siguiente, ordenaba que, en 24 horas, 1 millón de gazatíes del norte de Gaza abandonasen sus viviendas y se trasladen al sur de la franja para posibilitar que Tzahal rastrille militarmente la zona habitada. Pese que el vocero oficial de Tzahal explicaba que la evacuación estaba destinada a impedir a Hamas usar población civil como escudo humano, las advertencias de violación de las normas del derecho internacional en tiempo de guerra no tardaron en hacerse oír.
Las criticas más fuertes provinieron de organizaciones internacionales. El alto representante de la Unión Europea para Política Exterior y Defensa, Josep Borrell, recordaba que Israel tiene derecho a la legítima defensa tras los atentados terroristas de Hamás, pero dentro de la legislación internacional y humanitaria. Y añadía que en algunos casos ha vulnerado normas internacionales. “Algunas acciones de Israel, como cortar el agua, la electricidad o el bloqueo de alimentos, no son acordes al derecho internacional”.
Por su parte, Volker Turk, alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, criticaba que “El asedio total de Israel a la Franja de Gaza, que priva a los civiles de bienes esenciales para la supervivencia, está prohibido por el derecho internacional”, y reclamaba a todas las partes desactivar la “situación del barril de pólvora explosiva”.
Pero la orden de desplazamiento al sur de la población civil de Gaza merece la crítica antiisraelí más severa. Naciones Unidas recuerda con frecuencia algunas normas internacionales al respecto. Por ejemplo, el informe de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías del año 1993, declara que las transferencias de población contravienen el derecho internacional, a menos que tengan el consentimiento tanto de la población desplazada como de la población de acogida. Un tipo de desplazamiento que es diferente de la deportación o traslado forzoso de población, condenado como un crimen de lesa humanidad por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional en su artículo 7.
Ahora bien, desde la primera semana de la guerra también se oyen críticas de israelíes a acciones de Tzahal que implican castigo colectivo a la población civil de Gaza.
El jurista Mijael Sfarad, después de legitimar el derecho a la autodefensa de Israel, denunció la violación del derecho internacional en caso que el ministro de Defensa adopte un sistema de combate total de hambruna y el corte de suministro de agua a los habitantes de Gaza. “Aun el bloqueo militar como estrategia bélica, que puede ser legal en determinadas condiciones, no exige la privación de medios básicos de subsistencia de la población bloqueada por tierra, aire y mar, y posibilita a los civiles salir al exterior” (Michael Sfarad, “Respetar la imagen humana también cuando la sangre hierve”, Haaretz, 11.10.23)
No solo periodistas árabes israelíes se pronuncian contra el castigo colectivo a la población civil de Gaza (Hamin Majadli “No callarse frente al castigo colectivo” (Haaretz,12.10.23); Tabat Abu Rax (“A mis hermanos judíos de la patria:” Haaretz 16.10.23); también leemos a periodistas judíos, algunos muy combativos como Gideon Levi, (“Seres humanos”, Haaretz, 12/10.23).
Shlomi Eldar, periodista, documentalista israelí, y autor de un libro sobre Hamas, advierte en los medios que muy pronto “el mundo se dará vuelta contra nosotros”. Pese a comprender el sentimiento de venganza de sus compatriotas, considera una falacia la posibilidad de “liquidar” a Hamas. Eldar acaba de declarar en una entrevista:
“Si, Dios no lo quiera, Tzahal participara en misiones bélicas que nos llevarán a un desastre mayor en Gaza, los medios de comunicación deben hacer las preguntas en tiempo real y no cuando ya sea demasiado tarde. La suposición entre los israelíes de que paralizaremos a Hamas, destruiremos su infraestructura, cortaremos la electricidad y el agua, creando una gran presión sobre dos millones de palestinos y así vomitarán a Hamás, es una concepción que ha fracasado una y otra vez.” (Haaretz, 15. 10.23 y entrevista a Shlomi Eldar en Ha’Ain H’ashvit, 16/10/23)
Colofón, vísperas de la entrada de Tzahal a Gaza
Al concluir de escribir este artículo, escucho el vibrante mensaje del presidente Biden antes de partir de regreso a Washington. Oigo su innegable solidaridad, pero también su firme advertencia a Israel de operar militarmente conforme al derecho internacional y los valores de la democracia liberal, permitiendo abrir un corredor humanitario para posibilitar el comienzo de la liberación de los rehenes.
Si es cierto que por los efectos podemos inferir la intención de algunos actores internacionales, no queda la menor duda de que este nuevo foco de guerra en Medio Oriente juega en contra de las posibilidades de Estados Unidos de liderar acuerdos internacionales en favor de la estabilidad política a nivel local y mundial. La guerra impuesta por Hamas clausura las conversaciones iniciadas entre Israel, Arabia Saudita, Turquía y la Autoridad Palestina promovidas por el presidente Biden. Y de modo semejante a la invasión militar de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, causando el desplazamiento forzado de la población civil armenia, el desplazamiento involuntario de un millón de gazatíes del norte al sur de Gaza tendrá efectos en Egipto, Jordania y Cisjordania perjudiciales no solo para Israel. La actual guerra es un trágico desorden geopolítico funcional para la agenda de Putin a fin de desestabilizar políticamente a Occidente.
Acierta Tzvi Harel en su juicio crítico a Israel cuando dice que se equivocó creyendo podía hacer tratos con Hamas para conseguir una disuasión prolongada, como si fuera una organización política que aceptaba negociar treguas (Hunda) en su nunca renunciada Jihad mediante incentivos financieros de Qatar. El lúcido columnista de Haaretz también critica la estrategia del gabinete de guerra de que Israel podría librar una guerra contra Hamás como si fuera ISIS (Desh), finalmente derrotada por una alianza de Occidente. Pero a diferencia de la pretensión delirante del ISIS de poder hegemonizar un Califato del Estado Islámico de Irak y Levante, Harel advierte sobre la falacia de una guerra cuyo objetivo es liquidar el poderío militar de Hamas, pero sin dilucidar la cuestión política de quién gobernará en la Franja de Gaza una vez derrotada la organización terrorista.
Hoy una verdad es innegable: Israel está en guerra y los israelíes están todos movilizados para el objetivo nacional de ganarla. La mayoría de los ciudadanos utilizan una palabra de la jerga militar para justificar por qué necesitan imperiosamente entrar en Gaza y liquidar a Hamás: desean recuperar la capacidad de disuasión perdida ignominiosamente el pasado sábado negro 7 de octubre.
Pocos, en cambio, son quienes mencionan esa perentoria necesidad nacional de restaurar la disuasión militar de Israel, pero con palabras del vocabulario de la indefensión judía con las cuales ha sido escrita la Declaración de la Independencia: uno de ellos escribió el vibrante texto que titula sugestivamente: Esta guerra es contra el retorno de la indefensión judía:
“En los últimos días he recibido mensajes de amigos en el extranjero advirtiéndome que Israel está a punto de repetir los errores que Estados Unidos cometió en Afganistán e Irak. ‘Estás cayendo en una trampa, dicen, no hay solución rápida; Hamás es una idea, no sólo un movimiento. Se necesita un final, una visión para Gaza al día siguiente, una visión para la paz con los palestinos’. Me temo que pueden tener razón. Pero esas preocupaciones son irrelevantes para la necesidad más urgente de Israel, que es la restauración inmediata de nuestra destrozada disuasión”. Yossi Klein Halevi, “Esta guerra es contra el retorno de la indefensión judía”) Times of Israel, 17.10.23)
Dignamente, salen a la guerra para no volver otra vez a ser judíos inermes.