New York Times, 16-10-23

Por qué una invasión de Gaza y el pensamiento de acabar con la amenaza «de una vez por todas» son erróneos para Israel

¿Qué debería hacer Israel para asegurarse de que un ataque como el lanzado por Hamás no vuelva a repetirse? Ahora mismo no lo sé. Sólo sé que, sea cual sea la respuesta, no es movilizar a 360.000 reservistas israelíes traumatizados para lanzarse a una guerra urbana en uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Esto destrozaría la economía israelí y su posición internacional.
Por Thomas L. Friedman. Traducción: Inés Dunstan

Cuando la corresponsal de The Times en Israel, Isabel Kershner, pidió recientemente a un conductor de tanques del ejército israelí, Shai Levy, de 37 años, que describiera el propósito de la inminente invasión israelí a Gaza, dijo algo que realmente me llamó la atención. El propósito, dijo, era «devolver el honor a Israel. Los ciudadanos confían en nosotros para derrotar a Hamás y eliminar la amenaza de Gaza de una vez por todas».

Eso me llamó la atención porque, a lo largo de los años, he aprendido que cuatro de las palabras más peligrosas en Oriente Medio son «de una vez por todas».

Todos estos movimientos islamistas/yihadistas -los talibanes, Hamás, el ISIS, Al Qaeda, la Yihad Islámica Palestina, Hezbolá, los houthis- tienen profundas raíces culturales, sociales, religiosas y políticas en sus sociedades. Y tienen acceso a un suministro interminable de jóvenes humillados, muchos de los cuales nunca han tenido un trabajo, poder o una relación romántica: una combinación letal que los hace fáciles de movilizar para el caos.

Y por eso, al día de hoy, ninguno de estos movimientos ha sido eliminado de una vez por todas. Sin embargo, es posible aislarlos, reducirlos, deslegitimarlos y decapitarlos, como ha hecho Estados Unidos con ISIS y Al Qaeda. Pero eso requiere de paciencia, precisión, muchos aliados, y alternativas que tengan legitimidad dentro de las sociedades de las que surgen estos jóvenes.

Así que permítanme decir en voz alta y clara lo que he estado diciendo en voz baja en mis últimas columnas: coincido con aquello que el Presidente Biden le dijo al programa 60 Minutos: que sería un «gran error» para Israel «ocupar Gaza de nuevo».

Creo que una medida así podría convertir la humillante derrota táctica de Israel a manos de Hamás, que incluyó una barbarie inimaginable, en una crisis estratégica moral y militar a largo plazo. Podría atrapar a Israel en Gaza, arrastrar a Estados Unidos a otra guerra en Oriente Próximo, y socavar tres de los intereses más importantes de la política exterior estadounidense en estos momentos: ayudar a Ucrania a liberarse de Rusia para unirse a Occidente; contener a China; y dar forma a un bloque proamericano que incluya a Egipto, Israel, los países árabes moderados y Arabia Saudí, que podría contrarrestar a Irán y luchar contra la amenaza global del islamismo radical.

Si Israel entra ahora en Gaza, hará saltar por los aires los Acuerdos de Abraham, desestabilizará aún más a dos de los aliados más importantes de Estados Unidos (Egipto y Jordania), y hará imposible la normalización con Arabia Saudí: enormes reveses estratégicos. También hará posible que Hamás enardezca los ánimos en Cisjordania y ponga en marcha allí una guerra de pastores entre colonos judíos y palestinos. En total, jugará directamente a favor de la estrategia iraní de arrastrar a Israel a una sobre expansión imperial y, de ese modo, debilitar a la democracia judía desde dentro.

El objetivo estratégico número 1 de Irán con Israel ha sido siempre asegurarse de que Israel permanezca atrapado en Cisjordania, se vea arrastrado a reocupar el sur de Líbano y, en los sueños más febriles de Irán, vuelva a ocupar Gaza. Un Israel así estaría tan debilitado moral, económica y militarmente que nunca podría amenazar el programa nuclear y las ambiciones hegemónicas de Irán.

¿Qué debería hacer Israel para asegurarse de que un ataque como el lanzado por Hamás no vuelva a repetirse? Ahora mismo no lo sé. Sólo sé que, sea cual sea la respuesta, no es movilizar a 360.000 reservistas israelíes traumatizados para lanzarse a una guerra urbana en uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Esto destrozaría la economía israelí y su posición internacional.

Todos estos dilemas deben empujar a Biden a refinar su postura ante la crisis.

Biden debe darse cuenta de que Benjamin Netanyahu no está capacitado para gestionar esta guerra como un actor racional.

Tras una derrota tan colosal, lo más poderoso y unificador que Netanyahu podría haber hecho hubiera sido convocar nuevas elecciones israelíes en seis o nueve meses -y anunciar que no se presentaría como candidato; que está poniendo fin a su carrera en la política y que,  por lo tanto, los israelíes pueden confiar en que cualquier decisión que tome ahora sobre Gaza y Hamás sólo tendrá en mente el interés nacional israelí; que no tendrá en mente su propio interés de no ir a la cárcel por cargos de corrupción, lo que requiere que se aferre a los locos de derecha de su gobierno (que en realidad fantasean con que Israel vuelva a ocupar Gaza y reconstruir los asentamientos israelíes allí), persiguiendo alguna gran victoria militar a corto plazo para llevar al electorado israelí como compensación por la debacle que acaba de ocurrir.

Como uno de los mejores escritores militares de Israel, Amos Harel de Haaretz, escribió el viernes: «Hay una combinación inusual de gente en la cima de Israel. Por un lado, hay un primer ministro incapaz, una figura casi shakesperiana que se enfrenta al peligro personal de una conclusión ignominiosa de una carrera posiblemente brillante. Enfrente tiene a una cúpula militar encaprichada y consumida por sentimientos de culpa (y ojalá Netanyahu se molestara en mostrar una pizca de eso). No es una receta perfecta para tomar decisiones meditadas».

Si Israel anunciara hoy que ha decidido por el momento renunciar a una invasión de Gaza y buscara medios más quirúrgicos para eliminar o capturar a los dirigentes de Hamás mientras trata de urdir un canje por los más de 150 rehenes israelíes y de otros países que Hamás mantiene retenidos, no sólo evitaría traumatizar aún más a su propia sociedad, así como a los civiles palestinos de Gaza; también le daría tiempo a Israel y a sus aliados para pensar cómo construir -con los palestinos- una alternativa legítima a Hamás.

Una medida así le aseguraría a Israel un gran apoyo global y le permitiría al mundo ver a Hamás como lo que es: el ISIS de los territorios palestinos.

«En el mundo actual, cualquier cosa que ocurra en el campo de batalla puede ser anulada en el ámbito de la información, por lo que la batalla de la historia importa tanto como la batalla sobre el terreno», dijo John Arquilla, profesor jubilado de estrategia en la Escuela de Posgrado Naval. «Si Israel reacciona de forma exagerada en Gaza, acabará con los buenos sentimientos que puedan quedar hacia Israel, y ésa es la gran apuesta de Hamás. Israel ha construido tanto, disfruta de tanto, contribuye tanto al mundo, y tiene tanto más que contribuir. Arriesgar todo eso en un acto de venganza o rabia que no alterará fundamentalmente sus dilemas estratégicos es excepcionalmente imprudente».

Pero, como he dicho, si Israel todavía decide que debe entrar a Gaza para capturar y matar a los dirigentes de Hamás, sólo debe hacerlo si cuenta con un liderazgo palestino legítimo que sustituya a Hamás, de modo que Israel no se quede gobernando allí para siempre. Si eso ocurre, cada día que el sol no brille en Gaza, el agua no fluya, la electricidad no funcione y el hambre o las enfermedades se generalicen, será culpa de todos los israelíes e incluso de todos los judíos del mundo. ¿Está Israel preparado para ese peso?

Aunque Biden tiene razón al apoyar a Israel, debe obtener respuestas claras de Netanyahu ahora, antes de que sea demasiado tarde: una vez que Israel derroque a Hamás, ¿quién gobernará Gaza? Si Israel pretende gobernar Gaza, ¿pagará por la reconstrucción de la infraestructura que está destruyendo? Y si no, ¿quién lo hará? ¿Cuánto tiempo piensa Israel permitir que se desarrolle la crisis humanitaria en el sur de Gaza? ¿Planea Israel construir asentamientos en Gaza? ¿Respeta Israel las fronteras de Gaza? ¿Tiene un plan para ayudar a reconstruir la Autoridad Palestina en Cisjordania?

La Autoridad Palestina de Cisjordania, bajo la presidencia de Mahmud Abbas, es débil, corrupta y cada vez más ilegítima; no puede gestionar Cisjordania, y mucho menos Gaza, que es lo que Netanyahu quería, para poder decir siempre que no tenía ningún socio para la paz.

Pero no todo es culpa de Netanyahu. Lo crean o no, amigos, los palestinos también tienen agencia, y la corrupción que la Autoridad Palestina ha tolerado, y el hecho de que Abbas desterrara al líder más eficaz que jamás tuvo, el ex primer ministro Salam Fayyad, es también un factor enorme -algo que todo amigo de los palestinos debería decir en voz alta, y no sólo culpar a Israel-.

Pero dicho todo esto, Israel tiene que replantearse por completo cómo se relaciona con los palestinos de Cisjordania -y, por tanto, también con todo el movimiento de colonos- si quiere sustituir a Hamás en Gaza. Si el movimiento de colonos sigue fijando los términos de lo que es permisible en la política israelí, se avecina otro desastre en Cisjordania.

¿Cuál es mi conclusión? Solo háganse esta pregunta: Si Israel anunciara hoy que renuncia, por ahora, a una invasión total de Gaza, ¿quién se alegraría, quién se sentiría aliviado, y quién se enfadaría? Irán se sentiría totalmente frustrado, Hezbolá estaría decepcionado, Hamás se sentiría devastado -todo su plan de guerra habrá quedado en la nada- y Vladimir Putin se sentiría desolado, porque Israel no estaría quemando municiones y armas que Estados Unidos necesita enviar a Ucrania. Los colonos de Cisjordania se enfurecerían.

Mientras tanto, los padres de todos los soldados israelíes y de todos los israelíes retenidos como rehenes se sentirían aliviados, todos los palestinos de Gaza atrapados en el fuego cruzado se sentirían aliviados, y todos los amigos y aliados que Israel tiene en el mundo -empezando por un tal Joseph R. Biden- se sentirían aliviados. Concluyo mi alegato.