Haaretz, 8/10/2023

Israel debe golpear a Hamas. ¿Pero entonces qué?

Un fracaso fundamental del liderazgo. Un error catastrófico de inteligencia y operaciones. ¿Qué puede convertir a este desastre en una victoria para Israel?
Por Chuck Freilich.* Traducción: Kevin Ary Levin

Localidades israelíes y el cuartel del Comando del Sur invadidos. Docenas de soldados y civiles llevados a través de la frontera para estar en cautiverio bajo Hamas. Cincuenta miembros de un kibutz tomados como rehenes en su propio comedor durante largas horas. Cientos de israelíes muertos, al menos 2.000 heridos. Ya son más de 8 veces los muertos en 9/11 en términos de población.

La magnitud del desastre desafía la imaginación. Un fracaso catastrófico de los servicios de inteligencia y de las operaciones militares que resultó no solo en trágicas pérdidas civiles, sino también unidades militares casi completas, en lo que definió la caída de todo un enfoque estratégico por parte de Israel.

Durante una década y media, el primer ministro Netanyahu buscó institucionalizar la fragmentación entre Cisjordania y Gaza, socavar a la Autoridad Palestina (AP) y llevar a cooperación de facto con Hamas, todo esto diseñado para demostrar la ausencia de un socio palestino y asegurarse de que no existiera proceso de paz alguno que requiriese de concesiones territoriales en Cisjordania.

Es también un fracaso fundamental del liderazgo. Un primer ministro cuyos problemas legales y futuro político pesan más que otras consideraciones y que, a tal fin, estuvo dispuesto a formar un gobierno radical, con un payaso en el lugar de Ministro de Seguridad Nacional y un pirómano extremista como “ministro adicional” al Ministerio de Defensa, para armar una totalmente innecesaria “reforma judicial” que partió en dos a la sociedad israelí y debilitó severamente a las Fuerzas de Defensa. Un primer ministro para quien “El Estado soy yo” realmente se ha convertido en el único principio de gobierno. Las consecuencias no podrían haberse manifestado de forma más trágica.

Cincuenta años y un día luego del fiasco de la Guerra de Iom Kipur con Egipto y Siria, hemos ahora experimentado un Iom Kipur palestino. Nunca desde la Guerra de Independencia se vieron invadidas localidades y kibutzim israelíes. Hay una excepción parcial, en 1973, pero esto sucedió en los Altos del Golán, y no en Israel mismo.

Hoy, al igual que entonces, un concepto estratégico fundamentalmente equivocado fue la raíz del fracaso general: la creencia de que éramos tan fuertes que podíamos manejarnos con la amenaza de Hamas solamente a través de la defensa estática, que Hamas estaba realmente disuadido a actuar y demasiado enfocado en cuestiones de gobernanza y en condiciones de vida en Gaza, y que esta situación podía ser perpetuada de manera indefinida incluso en la ausencia de un horizonte diplomático. Las políticas del statu quo nunca funcionan a largo plazo.

Hamas es y ha sido siempre una organización terrorista radical y asesina, decidida a la destrucción de Israel, no en la resolución diplomática del conflicto y al manejo de la situación actual. Aquellos en la izquierda que creyeron que podíamos lograr algo más que un descanso temporal con Hamas fueron tan ingenuos, al mismo nivel que el delirio que proviene de los extremistas mesiánicos del actual gobierno.

Como alguien que durante tiempo ha defendido la moderación y la contención, Israel debe ahora entregarle a Hamas una derrota inequívoca. Habrá una tentación fuerte de conquistar todo Gaza, desarticular a los docenas de miles de cohetes de Hamas y de la Jihad Islámica Palestina e incluso de derribar a Hamas. El costo de hacerlo puede ser alto, pero el costo de no hacerlo es aún mayor. Irán, Hezbollah y otros estarán mirando la respuesta de Israel con atención, sopesando si justifica que se sumen esta vez o si, por el contrario, la amenaza de su participación constituye una fuente de disuasión para Israel.

La cuestión crítica, sin embargo, es qué ocurre el día luego de que derribemos a Hamas. Ese es el principal dilema que ha evitado que lo hagamos hasta ahora. Israel no desea reocupar Gaza, con sus dos millones de personas, a largo plazo. ¿Quién se hace cargo en la ausencia de Hamas? ¿Qué sucede luego de nuestra retirada?

La forma de convertir esto en una victoria para Israel es intentar tomar ventaja de la nueva situación que sería creada, para facilitar una restauración del control de la AP sobre Gaza. No será fácil. La AP tendrá enormes dificultades para recuperar el control luego de una conquista militar israelí y no ha sido la entidad de gobierno más efectiva, incluso en sus mejores épocas.

Sin embargo, con la ayuda de Estados Unidos, Egipto y otros, así como un esfuerzo decidido por parte de Israel de reconstruir el lugar de la AP en Cisjordania y un compromiso sincero a la diplomacia una vez que el polvo se haya disipado, puede ser posible. Las alternativas son una reocupación prolongada y sangrienta de Gaza, o una respuesta limitada que logrará poco más que la postergación temporal de la próxima ronda de violencia. Hemos tenido suficientes rondas limitadas. Debemos lograr además una victoria clara para dar marcha atrás en la influencia creciente de Irán en la región, así como la de sus aliados.

Hace sólo unos días, estábamos a punto de alcanzar un logro histórico con Arabia Saudita y la emergencia posible de una nueva arquitectura de seguridad en Medio Oriente bajo el paraguas de Estados Unidos. Irán y sus satélites iban a ser los grandes perdedores. Hamas sin dudas habría lanzado este ataque de todas formas, dado que es claro que la planificación fue larga, pero la postergación probable de este acercamiento con los saudíes, o tal vez su su suspensión indefinida, es un logro adicional que se pueden atribuir.

La única buena noticia es que la magnitud del desastre probablemente acelere la caída del gobierno criminalmente negligente y fundamentalmente ilegítimo que ocupa el poder en Israel hoy. Tardamos 3 años y medio en despedir a Golda Meir tras la Guerra de Iom Kipur. Esta vez, probablemente ocurra más rápido.

* Ex viceasesor de Seguridad Nacional israelí, enseña Ciencia Política en las Universidades de Columbia y Tel Aviv.