El 19 de agosto de 1983, Marshall Meyer (Z”),rabino y fundador de la Comunidad Bet El, enseñaba: “Hay dos formas de rezar, mientras algunos rezamos acá, otros están rezando con los pies”
Aludía a la marcha que se realizaba, ese mismo Shabat, frente al templo de calle Libertad, en Buenos Aires.
Asimismo, sus palabras eran un homenaje al querido maestro, Abraham Joshua Heschel (Z”) quién usara idéntica metáfora junto a Martin Luther King; durante la histórica movilización de aquel 28 de agosto de 1963, en demanda de igualdad racial y de la reforma del sistema judicial de Estados Unidos.
Veinte años después, 24 de octubre de 1983, el Movimiento Judío por los Derechos Humanos de Argentina – la organización que Marshall creara con el periodista Herman Schiller – convocaba a una nueva concentración.
Esta vez, sería en el Obelisco y ante una dramática coyuntura.
Faltaba una semana para las elecciones que señalarían el final de la dictadura y el inicio de la democracia en Argentina.
Aquel día, diez mil personas manifestaron contra la discriminación y exigieron la plena vigencia de los derechos humanos.
En el acto, escucharon al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, a la madre de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, al rabino Marshall Meyer y un oficio religioso a cargo de Baruj Plavnick (Z”), el entrañable rabino que acompañara a los soldados en Malvinas.
Memoria Comunitaria
Hace menos de un siglo, Simón Dubnow (Z”) era asesinado por los nazis mientras arengaba con una única consigna: documentar cada crimen.
Un historiador sabe que solo la memoria colectiva impide que se repitan las tragedias.
Sin embargo, olvidamos.
Más exactamente, relegamos los análisis y moralejas de las experiencias dolorosas.
Se entiende.
Pero no se puede tapar al sol con el dedo.

En especial, cuando la escena nacional e internacional exige que recordemos y trabajemos para recordar a otros; que hace escasos cuarenta años y, mientras se secuestraba y los Tribunales de la Injusticia negaban habeas corpus; un rabino llamado Marshall Meyer, visitaba y rescataba detenidos de los campos de concentración de la dictadura.
Y que fue su activa participación en la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) la que permitió se nombrara al informe “Nunca Más”, en homenaje a los combatientes del Gueto de Varsovia.
Todas sus acciones respondieron al mandato social del judaísmo.
Así, luego de ser condecorado por el presidente Alfonsín con la Orden del Libertador General San Martín y respecto a la ley de obediencia debida, expresó: “Si no reaccionamos, en pocos años más vamos a estar donde estuvimos. Los políticos, los estadistas, los maestros tienen el deber ético y moral de impedir el olvido. Alentarlo es condenar a los pueblos a la repetición de su pasado. Me alarma la posibilidad de que se reivindique a las Fuerzas Armadas cuando nunca reconocieron su culpabilidad y se jactan de lo que hicieron. Sería matar a los desaparecidos por segunda vez”
Por su lealtad a los valores del judaísmo recibió críticas, a diestra y siniestra.
Fue acusado por la dirigencia comunitaria de poner en riesgo a la comunidad judía por sus críticas a la dictadura y de comunista, por responsabilizar al gobierno de Reagan de las violaciones a los derechos humanos en Sudamérica.
En simetría, sectores presuntamente progresistas excluyeron su nombre de las listas de defensores de los derechos humanos; ya fuese porque incomodaba su incondicional apoyo a la existencia del Estado de Israel o su defensa a los acuerdos de paz en Medio Oriente.
Especialmente cuando, para las elecciones de octubre de 2023, algunos judíos podrían elegir a candidatos que prometen liberar a los delincuentes del Terrorismo de Estado y, disfrazados de israelitas intentan persuadir a la ciudadanía, que los crímenes y el antisemitismo que desplegaron fueron “hechos aislados”.
Una mentira tan evidente que para refutarla basta con un dato estadístico: Por aquel entonces los judíos argentinos eran apenas el 0,4% de la población y representaron el 7% de desaparecidos en la dictadura.
La anomalía no es nueva.
Aunque no sea de buen gusto recordarlo, hubo judíos que aplaudieron a Hitler y Mussolini por coincidencia con dos argumentos: prometían destruir al comunismo y ordenar el caos económico.
Dos bolsas
Según el rabino de Kotzk, el ser humano siempre debe llevar dos bolsas.
En una debe leerse “Yo soy polvo y ceniza”.
En la otra, dirá “Por mí fue creado el mundo”
Para comprender la alegoría no se necesita ser religioso.
La paradoja entre la humildad y la importancia del ser humano aguijonean, desde la imaginación literaria a buena parte de la filosofía y la psicología contemporáneas.
Por supuesto, nada demuestra u obliga a aceptar que las consecuencias de mis actos (la mayoría pequeños y ridículos) afectan a la Creación.
Tampoco, recitar “por mí fue creado el mundo” induce a sentirse agradecido ni a reconocer responsabilidad personal alguna, sobre decisiones y acciones colectivas.
Además, se sabe, la culpa es un clásico de la tradición judía.
Las palabras de demasiados maestros insisten en considerar que todo, hasta la vida, es una elección para el ser humano *.
Quizás, no hayan sospechado que la reflexión sería considerada un lujo por la mayoría de las personas inmersas en el vértigo contemporáneo.
Es mucho más probable que supieran que, abandonar la búsqueda de coherencia entre palabras y acciones diluye el compromiso con la Memoria y la Verdad, e incluso, convierte en frase vacía al mandato de “Justicia, Justicia perseguirás”.
¿Muy dramático para comenzar el año 5784?
La verdadera tragedia es la falta de registro.
Vivimos tiempos, en los cuales conformarse con escribir (Z”) y afirmar “Zijronó LiBerajá» (de bendita memoria), en homenaje a los hombres y mujeres imprescindibles para la existencia judía, ya no alcanza.
Cuando el futuro pende y depende de nuestra buena memoria es urgente rescatar la memoria de Marshall Meyer.
No es difícil imaginar que, más temprano que tarde, reiteraría al pueblo judío, las mismas palabras que pronunciara aquel 19 de agosto de 1983.
También, con los pies.
* “Elegirás la vida” – Deuteronomio