El mundo ha experimentado múltiples cambios desde la Guerra del Yom Kipur en 1973. Desde entonces, la configuración de alianzas geopolíticas ha virado de la bipolaridad y el movimiento de no alineados de la Guerra Fría, al surgimiento del internacionalismo liberal en la década de 1990. Sin embargo, a partir del nuevo milenio, la hegemonía de Estados Unidos comenzó a declinar, desafiada por potencias emergentes como Rusia y China, cuya influencia en el Medio Oriente también devino cada vez más notable.
Como corolario de la Guerra del Yom Kipur se produjo un cambio significativo: el reemplazo de la identidad árabe por la palestina en la narrativa del conflicto. Israel dejó de enfrentarse a enemigos históricos como Egipto y Siria, capitanes del Mundo Árabe en 1948, 1956 y 1967, excepto por la intervención israelí en las guerras civiles libanesas.
Esta mutación hacia un conflicto palestino-israelí implicó el distanciamiento de la participación militar de los Estados árabes y un proceso gradual de normalización con Israel. Además, esto se correspondió con la transnacionalización de la tensión hasta fines de la década de 1980, cuando irrumpió la Primera Intifada. Este evento marcó el comienzo de protestas y enfrentamientos callejeros, primero entre 1987 y 1993, y luego con la visita de Ariel Sharon al Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas en 2000 y hasta 2005. Los eventos de 1987 revelaron que grupos como Hamas estaban desafiando la representación política palestina frente a una OLP exiliada y distante de la situación en los territorios.
Desde los años 90, otros acontecimientos proyectan sus consecuencias al presente. Por un lado, el proceso de Oslo, promovido por Estados Unidos, estableció la arquitectura institucional de la Autoridad Nacional Palestina en pos de una futura soberanía. Sin embargo, las negociaciones posteriores fracasaron debido a la falta de acuerdo, principalmente sobre el retorno de los refugiados palestinos y los límites territoriales de ambos Estados.
Esto resultó en una ambigüedad institucional que llevó a una fragmentación geográfica y política entre los palestinos. Esta discontinuidad, exacerbada por la expansión de los asentamientos israelíes, coincide con un cisma ideológico entre las principales fuerzas políticas palestinas. A pesar de intentos de reconciliación, los palestinos siguen divididos y persisten episodios en Jerusalén Este, Cisjordania y otras áreas, que remiten a la estética de la intifada. Además, las Fuerzas de Defensa de Israel y Hamas, junto con la Jihad Islámica, han combatido en Gaza, buscando debilitarse mutuamente, pero sin avanzar en negociaciones de paz.
Un antes y un después
Sin duda, la Guerra del Yom Kipur marcó un punto de inflexión en la historia de Israel y sus vecinos. Aunque Israel salió victorioso, el Mundo Árabe interpretó que aunque la guerra no se ganó, el enemigo poderoso demostró ser vulnerable. El presidente egipcio Anwar al-Sadat, sucesor de Nasser, que abrazó la liberalización de la economía y abandonó el proyecto panarabista, afirmó su liderazgo y abrió la puerta a la paz con Israel en 1978. Un año después, la Revolución Islámica en Irán alejó al país de Estados Unidos e Israel, y desencadenó una serie de cambios en términos de identidades políticas y amenazas securitarias regionales.
Tras la Guerra del Yom Kipur, la dinámica geopolítica del Medio Oriente experimentó cambios significativos. El proyecto panarabista, que buscaba integrar Estados árabes independientes, fracasó al no lograr una cohesión efectiva entre ellos. Esto llevó al desdibujamiento de Egipto como líder. Siria e Irak intentaron ocupar ese rol vacante, mientras que Libia apostó a representar tanto al Mundo Árabe como a África.

En los años que rodearon la Guerra del Yom Kipur, contexto de la crisis de la OPEP, países como Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán, obtuvieron su soberanía. Pocos años después, surgió el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), alianza compuesta por las seis petro-monarquías absolutas, que es tanto un bloque de seguridad frente a Irán como un cónclave para estos exportadores de petróleo. A la paz entre Egipto e Israel siguió el tratado con Jordania de 1994, pero hoy, la normalización de relaciones entre países del Mundo Árabe con el Estado de Israel, conocida como Acuerdos de Abraham, la protagonizan precisamente los miembros del CCG y, secundariamente, Marruecos y Sudán.
Es que los Estados del Golfo pretenden ejercer un papel relevante dentro y fuera de la región, y reconocen la importancia de Israel como socio militar frente a Irán, y como fuente de tecnología de punta en industrias estratégicas. Es cierto que Estados Unidos ha promovido los Acuerdos de Abraham y que sigue siendo influyente en el Golfo, presionando por reformas políticas, ambientales y sociales conforme a los valores occidentales.
Sin embargo, la región adquiere armamento de Rusia, y mientras adolecen los esfuerzos por reencauzar la negociación nuclear entre Washington y Teherán, el CCG ha confiado en el patrocinio chino para que Arabia Saudita e Irán ensayen una reconciliación. Tanto es así, que la Liga Árabe resolvió readmitir a la Siria de Assad, aliada de Irán y de Rusia, tras doce años de suspensión, para facilitar un cierto apaciguamiento y abordar consecuencias de la guerra, como emergencias humanitarias y narcotráfico.
Recordemos que, tras la Guerra del Yom Kipur, la Revolución Islámica de Irán en 1979 marcó un cambio en las identidades políticas en la región. Irán se alejó de Occidente y se enfrentó a Irak en una guerra de ocho años. Más tarde, entre 1990 y 1991, la invasión de Irak a Kuwait llevó a una respuesta militar liderada por Estados Unidos y sus aliados, quienes cerca de diez años más tarde volvieron a intervenir militarmente este país y en Afganistán, en respuesta al ataque a las Torres Gemelas en 2001.
Para la década de 2010, el debilitamiento del liderazgo norteamericano era notable. Asimismo, en la región, el desgaste de gobiernos autoritarios precipitó la ola de protestas masivas conocidas como Primavera Árabe, que resultó en la caída de Mubarak, Ben Ali y Gadafi, introduciendo nuevas dinámicas políticas. Aunque hubo avances en reformas sociales (Jordania y petro-monarquías) y procesos constitucionales revolucionarios (Túnez y Egipto), la situación en Irak, Libia, Siria y Yemen, derivó en guerras civiles. En cada uno de estos casos, intervinieron actores regionales y extra regionales. Un ejemplo es que Estados Unidos y Rusia combatieron al Estado Islámico (ISIS) en Siria e Irak, mientras que China expandía su influencia a través de la Franja y Ruta de la Seda, conectando el Medio Oriente con distintas regiones.
Hoy, las negociaciones con Palestina están abandonadas e Israel navega una crisis política e institucional inédita dado el golpe judicial promulgado por el gobierno de extrema derecha. Mientras, Irán atraviesa una ola de protestas que demandan el cambio de régimen, y las monarquías del Golfo, propensas a normalizar sus vínculos con Israel, inciden de distinta manera en otros conflictos aún abiertos en la región, negociando y comerciando con Estados Unidos, Rusia y China, pragmáticamente.
* Dr. en Ciencias Sociales, becario post-doctoral del CONICET en EIDAES, UNSAM.