Haaretz, 30 de julio de 2023

La crisis democrática israelí: Netanyahu y su proyecto autocrático, rumbo al desastre

No hay forma de darle vueltas: sólo un cuarto de los israelíes apoya el programa de gobierno de Netanyahu de demoler unilateralmente el Poder Judicial. El Likud no puede ni persuadir a la mayoría de sus votantes.
Por Dahlia Scheindlin. Traducción: Kevin Ary Levin

Mi regla básica para leer encuestas es que nunca confío en sólo una de ellas: siempre espero a que haya varias para leer la tendencia. Hoy rompo la regla, gracias a una hermosa encuesta. Pero no de verdad.

Déjenme explicar: esta encuesta es importante, antes que nada, porque encapsula lo que dice básicamente toda otra encuesta pública realizada a la población israelí desde enero, cuando Yariv Levin, el ministro de Justicia del gobierno de Netanyahu, presentó un programa de avasallamiento radical del régimen constitucional israelí, una redistribución de poder con el fin de debilitar al Poder Judicial para el beneficio del gobierno. Lo que nos dicen es sencillo: el gobierno no tiene forma de atribuirse apoyo popular hacia su plan.

La coalición de Netanyahu ha fracasado en reunir más que una minoría detrás del proyecto presentado por el gobierno. Aún peor para ella, se consolidó una sólida mayoría de israelíes, desde la centroderecha hasta la extrema izquierda, en un movimiento ad hoc contra la reforma.

Esta imposibilidad de persuadir a la mayoría es lo que conduce la fortuna política del gobierno en la actualidad. La coalición reiteradamente pierde su mayoría cuando se pregunta a la población por el voto y ve su popularidad en ruinas.

Antes de analizar los datos, un par de características de la encuesta en sí la hacen interesante. Para empezar, es de las primeras encuestas de opinión pública desde que la Knesset aprobó el primer paso del plan de avasallamiento judicial, que busca quitarle a la Corte Suprema la capacidad de cancelar acciones ejecutivas «extremadamente irracionales».

En segundo lugar, esta encuesta en particular fue encargada por Israel Hayom. Aunque el periódico ya se alejó de su lógica original de acuerdo con la visión de su fundador, Sheldon Adelson, cuando sus editoriales eran copias mamográficas de los argumentos de Netanyahu, sigue siendo un medio de derecha.

«Maagar Mojot», el instituto de Opinión Pública que hizo la encuesta, existe desde el año 1992

Con respecto a sus detalles técnicos, la muestra es pequeña, de 502 encuestados, pero eso es común para encuestas mediáticas realizadas en Israel. El estudio fue realizado por Maagar Mojot, una agencia con credibilidad y experiencia encabezada por el doctor Itzjak Katz.

Ahora pasamos a sus hallazgos. Digamos en resumen que reflejan una tragedia para el gobierno.

La encuesta indica que el gobierno pasaría a sumar 53 escaños (sobre los 120 del parlamento israelí) si se votara hoy, comparados con los 64 que tienen en la actualidad. Según mis cálculos, tenemos un 100% de las encuestas públicas realizadas desde los primeros meses de este caos que nos indican que los partidos de la coalición gubernamental no llegarían a sumar una mayoría. Otras encuestas realizadas la semana pasada obtuvieron básicamente el mismo resultado. Que el gobierno haya tenido la semana pasada su primera gran «victoria» legislativa no hizo nada para cambiar su popularidad.

Esta encuesta tampoco debería dar mucha alegría para la izquierda. Al igual que en las elecciones de noviembre y la mayoría de las encuestas de los últimos meses, uno de los dos partidos sionistas de izquierda cae debajo del umbral electoral. En las elecciones fue Meretz; en las encuestas postelectorales, es generalmente Avodá (el Partido Laborista), siendo esto confirmado por esta encuesta.

Volviendo a las grandes noticias: la encuesta muestra que el Likud perdió un tercio de las personas que dicen haber votado por el partido en 2022. Casi 20% de esos votantes, en total, se movieron «a la izquierda», sea a Hamajané Hamamlajtí (el partido de centroderecha encabezado por Benny Gantz y Guidón Saar, que hoy encabeza las encuestas); o al partido Yesh Atid, de Yair Lapid; o al partido Israel Beitenu, de Avigdor Liberman. Sólo 2% se desplazaron a la derecha, al frente de Sionismo Religioso/Otzmá Yehudit (y básicamente nadie pasó a votar a los partidos ultraortodoxos).

Estas tendencias se alinean con lo que sabemos de la impopularidad generalizada del programa de reforma judicial.

La encuesta luego le preguntó a los participantes si «apoyan o se oponen a la ley aprobada en la Knesset esta semana, que canceló el criterio de razonabilidad». El 54% de los encuestados se opone a la ley, un 20% más que quienes la apoyan, que comprende un tercio de la población.

Esto nos ofrece un respaldo empírico a lo que venimos viendo en las calles de Israel todos los días durante 30 semanas: protestas que se mantienen firmas (cuando no escalan directamente) en todo el país con números sorprendentes. El campo pr- reforma puede reunir números importantes de forma ocasional. Hubo tres grandes actos estos meses, una cifra 10 veces menor que la que tuvo el lado anti-reforma.

La derecha israelí se ha dedicado a afirmar que los ciudadanos que se oponen a la ley (y a la reforma en general) simplemente no la entienden. Es una postura bastante arrogante, en mi opinión. De hecho, 12% de los encuestados afirmó no saber si apoya o se opone a la ley que pone fin a la doctrina de razonabilidad de la cual hace tiempo pocos hablaban. Esto es a menudo una forma de admitir que no entienden el tema, o que la discusión les produce sensaciones de ajenidad o desinterés. Pero es entre los encuestados que votaron por la coalición de Netanyahu que encontramos mayor probabilidad de responder «No sé»: 13%, comparado al 8% entre los votantes de la oposición. Si bien este no es un margen gigante, amerita preguntarse si los propios líderes de la coalición gubernamental entienden la legislación que intentan aprobar. Considerando que circulan afirmando cosas como «Las reformas fortalecerán la democracia» o las dificultades recientes de un ministro de explicar el estándar de irracionalidad, tenemos motivos para sospechar que no la entienden. Tal vez por eso parte de sus votantes están confundidos.

Cuando Maagar Mojot contó sólo a aquellos que respondieron de una forma u otra, resultó que 61% se opone a la ley que cancela la cláusula de irracionalidad. Considerando que los partidos de oposición recibieron cerca de 50% de los votos en noviembre pasado, ¿quién se les sumó en el rechazo a la ley? Según la encuesta, 17% de quienes votaron a los partidos del gobierno en 2022 se oponen a este plan, en un grupo que comprende a casi un cuarto de los votantes del Likud e incluso una pequeña parte de los votantes del Sionismo Religioso.

Las cosas se ven aún peor para el gobierno de Netanyahu mientras seguimos leyendo. Cuando se les consultó sobre el paquete de «reforma judicial» en general, el 52% cree que la reforma judicial debilita a Israel. Esta cifra constituye el doble en relación con quienes creen que fortalece al país.

De cara al futuro, sólo 16% de los israelíes quieren que el gobierno «legisle sin acuerdo», es decir, sin llegar a una solución consensuada con la oposición (lo que el gobierno hizo hasta ahora). Si dejamos de lado al 10% que no sabe, este grupo constituye el 18%, una cifra que debemos guardar para después.

Incluso si les sumamos a quienes apoyan que la legislación sea aprobada de forma unilateral por el gobierno, pero preferirían una versión más suavizada de las leyes, de todas formas sólo 1 de cada 4 israelíes apoya la continuación de la reforma judicial liderada por la coalición de la forma agresiva que ha tenido hasta ahora. Este es el gobierno que ha convertido al «gobierno de la mayoría» en un fetiche. La coalición hoy no cuenta ni siquiera con una mayoría de sus propios votantes: sólo un tercio quiere continuar las leyes tal y como están hoy formuladas, sin ajustes y de forma unilateral.

La mayoría de los israelíes prefiere que se aprueen leyes sólo luego de haber logrado «diálogo y consenso amplio» (44%) mientras que 21% prefiere dejar de lado todo el programa de avasallamiento judicial en su totalidad. Sumados, tenemos entonces dos tercios de la población que no quieren que el gobierno maneje este tema solo.

El gobierno ha apostado toda su gestión en la llamada «reforma», excluyendo la mayoría de los otros temas. Como resultado, las actitudes de los votantes definen las respuestas con respecto a la calificación que recibe el gobierno hasta ahora y que define los patrones de voto hipótetico a futuro. Recordarán que 18% de los israelíes apoya avanzar con la reforma judicial tal y como está formulada, sin importarr lo que pase. Ese mismo porcentaje (solo 18%) calificó de forma positiva el accionar del gobierno hasta ahora.

El procentaje de israelíes que respondieron que la performance del gobierno era «muy negativa» (42%) es seis veces el porcentaje de quienes la calificaron como «muy positiva» (7%). Son más los votantes del Likud de 2022 que le dan una calificación negativa al gobierno que quienes le dan una calificación positiva, lo cual representa una gran anomalía para un partido gobernante.

Entre los encuestados, sólo 27% tienen opiniones favorables sobre Bibi, mientras que 59% expresaron sensaciones negativas. Hablamos de un hombre cuya popularidad durante años nunca cayó por debajo del 40%.

El porcentaje de aproación puede subir y bajar, y los gobiernos nuevos generalmente se enfrentan a una temida caída durante su primer año en el poder. Pero para un gobierno bastante nuevo, borracho todavía de su victoria hace siete meses, no hay forma de dar vuelta los números: esto es un desastre de opinión pública.

Hay incluso más malas noticias que podría sacar de la encuesta para este gobierno, pero voy a terminarlo acá. ¿Cuántas formas más hay de decir «fracasaste»?