El foco debería ser el día después de Jenín

A comienzos de julio, el ejército israelí hizo lo que muchos en Israel esperaban y reclamaban: lanzó una operación en el campo de refugiados de Jenín. Mientras que algunos compararon esa actividad militar con el Operativo Escudo Defensivo, que tuvo lugar en el momento más tenso de la Segunda Intifada, la realidad es que se trató de una operación mucho más pequeña, restringida a Jenín, y de dos días de duración. Sin embargo, el punto en el que las comparaciones con el operativo del 2002 son acertadas es que hoy, al igual que hace 20 años, vemos operativos militares israelíes que apuntan a arrancar al terrorismo de raíz en un centro urbano palestino, pero que no hacen nada para ocuparse del día después.
Por Michael J. Koplow* . Traducción: Kevin Ary Levin

El dilema al que se enfrenta Israel en el norte de Cisjordania no es nuevo; existe mucho antes del inicio del actual gobierno de Binyamín Netanyahu. Surge más ataques terroristas desde Jenín que desde cualquier otro lugar en Cisjordania, y el campo de refugiados de esa ciudad se ha convertido en un centro de la Jihad Islámica Palestina, que opera fuera de las capacidades y el deseo de control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El gobierno israelí y la ANP han llegado a un punto muerto: mientras que la ANP afirma no poder confrontar con los terroristas y militantes armados en el campo de refugiado de Jenín cuando el ejército israelí ingresa todos los meses a esta y a otras ciudades palestinas del Área A, las Fuerzas de Defensa de Israel afirman no poder terminar o reducir sus incursiones cuando la Autoridad Palestina no reacciona. De esta forma, el círculo vicioso de más actividad del ejército israelí y menos control de la ANP no se detiene. El mes pasado presenciamos una cantidad de incidentes en Jenín que no se había visto desde la Segunda Intifada: incluyó un ataque israelí desde helicópteros, asesinatos selectivos usando drones, un dispositivo explosivo que llegó a paralizar un tanque israelí y – tal vez lo más preocupante-, el primer intento de disparar cohetes hacia Israel lanzados desde Cisjordania. El gobierno israelí decidió que debía entonces ocuparse de los varios grupos armados que operan en Jenín, y determinó además que esta respuesta debía ocurrir porque la ANP no lo haría.

Ninguno de los bandos en esta disputa entre Israel y la ANP tiene toda la razón ni está totalmente equivocado. Los ataques del ejército israelí sin dudas hacen casi imposible que las Fuerzas de Seguridad Palestinas (FSP) hagan su trabajo, tanto porque hacen que la ANP se vea impotente, destruyendo toda motivación de las FSP a actuar, como porque generan la impresión de que cualquier operativo de las FSP sería un acto de limpieza para el ejército israelí. La ANP no ha tenido la voluntad de ingresar a los campos de refugiados de Jenín y de Nablus para confrontar con la Jihad Islámica Palestina o con Hamas -aunque cooptó a muchos de los militantes armados de milicias independientes-, dejando que el problema haga metástasis y que el norte de Cisjordania salga de todo control. Lo que importa ahora es qué sucederá después, porque, a menos que el ejército israelí quiera ingresar a Jenín y potencialmente otras ciudades de forma reiterada y sin un final a la vista, debe formularse un plan de restauración de algún tipo de orden luego de los operativos militares.

Cualquier plan exitoso puede sólo comenzar y terminar con las FSP, a pesar de la frustración dentro de círculos israelíes y en algunos círculos estadounidenses vinculados a la inacción de las FSP, y a pesar de quienes creen que EEUU le está tirando dinero a un problema sin un retorno visible. La frustración es entendible, pero también se enfoca en los obvios problemas de la ANP sin reconocer sus menos obvios éxitos. No es cierto que la ANP haya perdido el control de Cisjordania; la ANP tiene el control de la zona central de Cisjordania gracias a la visibilidad y actividad de las FSP. Incluso dentro de Jenín y Nablus, la situación es más complicada de lo que parece, dado que la ANP retiene su influencia en las ciudades mismas a pesar de su ausencia en los campos de refugiados, gozando de mayor éxito en Nablus que en Jenín. El motivo por el cual el ejército israelí no se vio obligado a repetir Escudo Defensivo últimamente (lo cual hubiera implicado ingresar a varias ciudades palestinas a lo largo de Cisjordania de forma simultánea) y sólo se ocupó de Jenin es precisamente porque la ANP está haciendo un trabajo adecuado en otras regiones.

Esto no reduce la seriedad de los problemas de Jenín, ni significa por otro lado que la ANP deba recibir una buena nota por su trabajo porque Jenín es especialmente complicado. Sí nos ayuda a problematizar el argumento de que la ANP no está haciendo absolutamente nada, y que Estados Unidos debería poner fin a su misión de casi dos décadas de posibilitar la coordinación en materia de seguridad entre Israel y la ANP y de entrenamiento a las FSP.  Si esta misión no continuara, Israel sin duda alguna estaría hoy en el medio de una tercera intifada y los israelíes estarían todos los días en las kasbas y pasillos de innumerables ciudades y pueblos de Cisjordania durante semanas o meses.

En todo caso, continuar financiando la misión del Coordinador de Seguridad de Estados Unidos para mantener a pie a las FSP es más crucial hoy que cualquier otro momento desde el final de la Segunda Intifada cuando se estableció el rol con el objetivo de profesionalizar a las FSP y asegurarse de que no usaran sus armas contra los israelís, como había pasado a comienzos del milenio. Con la ANP en un punto histórico de debilidad, Hamas ganando terreno con la generación joven de palestinos, apoyo creciente por la opción de lucha armada y una crisis de seguridad en el norte de Cisjordania, lo peor que podría suceder ahora sería abandonar una fuerza de seguridad de 32.000 miembros que funciona hoy como la única palanca para la estabilidad. El rol de las FSP será aún más importante durante una transición del liderazgo palestino, acontecimiento que podría ocurrir en cualquier momento considerando la edad de Mahmoud Abas. En el mejor de los casos, esta transición será caótica. En el peor de los casos, llevará a la anarquía. Abandonar a las FSP y cortarles la capacitación de Estados Unidos llevaría a su desmantelamiento para convertirse en la columna vertebral de una futura insurgencia, de forma similar a lo ocurrido con el ejército iraquí tras la invasión estadounidense en 2003. Quienes opinen que las FSP no hacen nada deberían reflexionar sobre cómo estarían las cosas en un universo alternativo donde las FSP no existen, y donde los miembros entrenados de las ex FSP y sus armas están buscando algo más para hacer.

Las FSP no se encuentran en un lugar en el que puedan volver de forma inmediata a los campos de refugiados y hacer lo que el ejército israelí hizo recientemente en Jenín. Pero puede continuar desarmando células de Hamas en ciudades palestinas, puede continuar con sus funciones básicas de policía y comenzar patrullas comunitarias, puede continuar tragando saliva y no confrontar a las fuerzas israelíes que realizan incursiones constantes a lo que se supone es territorio de las FSP, y pueden continuar manteniendo una base de estabilidad en Cisjordania. Esto puede no ser muy satisfactorio, pero vale la pena la actual mínima inversión estadounidense, y valdría más la pena si esta inversión se duplicara. La verdad incómoda es que las FSP no podrán nunca hacer todo lo que Israel les demande sin movimiento político en el frente israelí-palestino, y sin que se les dé la oportunidad de crecer hasta poder hacer frente a los desafíos como Jenín. Sin embargo, desesestimarlas como causa perdida sería un error de proporciones épicas e imposible de rectificar. Cualquier plan que contemple el final de la operación militar israelí en Jenín sin que el ejército israelí deba reocupar cada centímetro de Cisjordania utilizando la fuerza requiere que ese error sea evitado.

* Director Político de Israel Policy Forum