Nueva Sion, la Historia y su historia

A propósito de los 75 años de Nueva Sion, el historiador Emmanuel Kahan traza algunas pinceladas sobre distintos momentos significativos de nuestra publicación y nos relata su experiencia y su vínculo profesional y personal con el periódico, al que caracteriza como un observador participante del devenir político y cultural argentino, así como un testigo y una voz crítica del derrotero de Israel y de las instituciones de la comunidad judía en nuestro país.
Por Emmanuel Kahan*

Mi vínculo con Nueva Sion excede el interés académico. Es parte de mi propia biografía: cuando estaba ingresando a la Juventud del Max Nordau, en la ciudad de La Plata, el periódico de Villa Crespo era parte de los materiales que circulaban en nuestras actividades. Encontrábamos allí notas sobre política argentina, las negociaciones de paz entre Israel y Palestina, entrevistas a intelectuales y artistas; al menos son esos los temas que hoy recuerdo con cierta nostalgia. Eran los años 90, donde parecía que todo sucedía al mismo tiempo: el desmembramiento de la URSS, la caída del muro, los indultos y las políticas de olvido de Menem, las privatizaciones, los atentados en la Embajada y la AMIA, el gobierno de Yitzhak Rabin, los acuerdos de Oslo, su asesinato. Para nosotros, por entonces jóvenes judíos de una institución progresista, Nueva Sion resultaba tanto un recurso educativo como una fuente programática.

Si bien, como joven, había visitado la sede de Tzavta en diversas ocasiones -viajamos con los compañeros del Hashomer a Israel en el Plan Tapuz de 1994-, mi contacto con la “redacción” del diario ocurrió recién entre 2001 y 2002. Hacía poco tiempo que había dejado la Juventud del Max y, sin embargo, ese país parecía tan distinto a mis recuerdos de los noventa. Está claro que la crisis del 2001 fue la consecuencia de las políticas económicas y sociales de aquella época. Hoy, cuando estoy trabajando con Nueva Sión desde la recuperación democrática, noto que el periódico advertía que se trataba de una muerte anunciada. Llegué, en aquella ocasión, con el objeto de hacer mis primeras armas en la investigación histórica. Con el objetivo de hacer mi tesina para la Licenciatura en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, indagaba en la recepción que había tenido el “caso Eichmann” en Argentina. Recuerdo cuando Pablo Gorodneff me abrió las puertas del “archivo” del periódico. Allí se encontraba todo lo que un historiador espera cuando visita un acervo documental: aunque bastante desorganizado, las repisas tenían los ejemplares de Nueva Sión sin nadie que, por entonces, velara por lo que me interesaba sondear. Recuerdo que mis primeras visitas solo estuvieron dedicadas a ordenar cronológicamente el periódico y, recién entonces, sentarme a trabajar con los ejemplares de los primeros años sesenta.

Si bien mi interés radicaba en todo lo concerniente a la captura -o secuestro- de Adolf Eichman, Nueva Sion me mostraba un universo más amplio de problemáticas que afectaban la vida cotidiana de los judíos argentinos en aquellos años. Algunas relacionadas de modo directo con el caso Eichmann -el incremento del antisemitismo, por ejemplo- y otras más aledañas o incluso distantes, pero significativas para quienes transitaron aquella década. Las columnas como “El Eco Crítico” permitían reconocer cómo se posicionaban los voceros del sionismo socialista frente a un amplio conjunto de actores del escenario político comunitario y también argentino. Los cruces, polémicas y cuestionamientos podían referir a la AMIA o a la DAIA tanto como al ICUF, así como a Tacuara, Guardia Restauradora Nacionalista o al Partido Comunista.

Si bien el antisemitismo fue un rasgo característico del período, no se trató del único: las páginas del periódico mostraban la centralidad que el conflicto árabe-israelí adquiría en la política nacional para un amplio conjunto de actores. Encuestas a intelectuales, movilizaciones en el contexto de las Guerra de los Seis Días, organización de mesas de debate o campañas de esclarecimiento, entre otras iniciativas, muestran el papel activo que los redactores de Nueva Sion y los jóvenes del Hashomer tuvieron en aquel período. Se trataba de años movidos incluso al interior del sionismo socialista: la década del sesenta se inauguraba con una polémica entre Julio Adín y Néstor Braunstein en torno a la figura del “Judío que no ejerce” y concluiría, casi, con otro debate en los primeros setenta en torno a la “Carta de un antisionista” enviada a la redacción por Carlos Blank y respondida por David Ben-Ami. Más allá de las particularidades que tuvieron cada uno de estos debates, lo que evidencian era el modo en que el devenir de la política argentina, en un período de fuerte radicalización de las prácticas y las posiciones, interpelaba a los jóvenes judíos argentinos. Muchos de esos jóvenes fueron devorados, finalmente, por las fauces de la política criminal de la última dictadura militar. En aquel período, y tras veintinueve años de publicación ininterrumpida, Nueva Sion dejó de editarse. Recién en 1984, bajo la dirección de una figura central de aquellos años, Eliahu Toker y con un staff de reconocidas plumas de la constelación cultural judeo-argentina, el periódico del sionismo socialista en Argentina volvería a circular.

Como reza la canción de Moris, “han pasado varios años de esta vida”: la de Nueva Sion y la mía. Veinte años después sigo trabajando en torno a la historia de la comunidad judía en Argentina y Nueva Sion sigue siendo una de mis fuentes principales. El compromiso que el periódico adquirió desde la transición democrática resulta visceral. Durante las décadas de 1980 y 1990 el repertorio de temas permite reconocer su compromiso con la consolidación de la democracia en Argentina, el respeto por los Derechos Humanos y la denuncia del horizonte económico que se consolidó desde los años de la dictadura militar. Como en el origen, están allí las noticias y reflexiones sobre la situación en Israel y las alternativas de un escenario geopolítico complejo. También las reseñas culturales, las entrevistas y los intelectuales.

Para quienes leemos Nueva Sion como una fuente que nos permite recuperar la densidad del derrotero histórico, sus páginas contienen no sólo la experiencia de la vida judía en Argentina. Por la amplitud de los temas, por los diálogos establecidos y las polémicas, por las entrevistas y el ensanchamiento de los márgenes de lo posible, por su compromiso en cada momento histórico, Nueva Sion es, también, testigo y actor relevante del escenario cultural y político argentino.   

* Doctor en Historia. Trabaja en CONICET-Universidad Nacional de La Plata-Núcleo de Estudios Judíos – IDES/UNTREF.