El sujeto que promueven las derechas
Las categorías de “izquierda” y “derecha” surgidas en la Revolución Francesa se han convertido en un clivaje central para identificar actores y discursos en el mapa político. En la actualidad se utilizan principalmente para distinguir dos posicionamientos distintos respecto a qué o quiénes consideran que pueden garantizar el bienestar social: las derechas postulan al sector privado como el más efectivo, por lo que el mercado debería funcionar libremente y el Estado en un rol meramente subsidiario para palear sus “fallas”; mientras tanto, las izquierdas ven a los Estados y/o distintos actores colectivos como capaces de una correcta planificación y distribución del bienestar. Lo que se juega también ahí como un aspecto importante es, finalmente, en quién se deposita la confianza para “organizar” la vida social: en el primer caso, en el mercado; en el segundo en el Estado.
Siguiendo esta línea, las actuales derechas suscriben al paradigma “neoliberal” que logró constituirse como hegemónico, atravesando todas las esferas de lo social. En ese sentido, hay que entender al neoliberalismo promovido por las derechas como una propuesta de reforma estructural en lo económico y político, pero también como un modelo de sociedad y de subjetividad más amplio. Partiendo del supuesto principal de que el mercado es el más eficiente y justo, se ha radicalizado este dogma al punto de trasladar la forma empresa a todos los ámbitos de la vida. Se espera no solo una sociedad, sino también un tipo de sujeto que se acople y funcione según esa dinámica.

Este “neosujeto”, como lo han denominado Laval y Dardot en La nueva razón del Mundo, representa en mayor o menor medida a casi todas las personas de las sociedades occidentales. Se caracteriza por un deseo de producir y generar rendimientos constantemente. Es un individuo competitivo que no puede estar quieto y que busca perfeccionar su “yo” en todo momento para alcanzar metas cada vez más ambiciosas. Subyace en él la concepción de que su vida puede ser conducida, gestionada, dominada por sí mismo para cumplir sus deseos y satisfacer sus necesidades. Para esto, tiene que incorporar la mayor cantidad de conocimientos y desarrollar una gran cantidad de capacidades posibles que les permitan autoregularse y ser competente. Es por eso que se le vuelven tan atractivas las fórmulas mágicas que ofrecen soluciones a los problemas en tan solo unos pocos tips: “aprende a ser mejor persona con tan solo cinco consejos”, “mejora tu habilidad de liderazgo con estos cinco puntos”, etc.
De esta forma, el neosujeto es el modelo del individuo solitario y autogobernado funcional al neoliberalismo. Diversos estudios evidenciaron cómo, llevado al extremo, ha dado lugar al crecimiento de nuevas patologías relacionadas con la autoexigencia y las presiones sobre uno mismo (trastornos obsesivos, depresión, estrés, etc.). Al mismo tiempo, contribuye con los procesos de individualización y fragmentación social. En un mundo en el que todo se presenta como competencia ilimitada, los espacios de encuentro entre pares no se guían por algún fin colectivo, por objetivos que trasciendan su propia individualidad o para descubrir el lugar desde el que uno más aporta en algún proyecto más amplio. Más bien se organizan como instancias para el crecimiento y el desarrollo personal donde el centro es uno mismo. En otros casos se basa en buenas intenciones apropiándose del valor de la solidaridad, pero lo hace sosteniendo posiciones de asimetría y una representación muy objetivada sobre el otro. Esta idea de caridad, lejos de cuestionar las distancias sociales y/o poner en discusión problemáticas estructurales, se acerca a esa otredad como un acto exótico para dar algo material y compartir los valores del esfuerzo, el mérito y la perseverancia que le han dado tantos portazos a muchos sectores sociales. De ahí que el neosujeto se asienta en discursos que lo justifican y legitiman como que “cada cual tiene lo que merece” o que “el progreso depende del esfuerzo individual”.
Emprendedurismo, liderazgo y coaching en nuestra comunidad
Si estas lógicas y discursos afines al modelo del neosujeto, reivindicadas y promovidas por las derechas, se han instalado con tanta fuerza es porque logran reproducirse en distintos espacios. Lo hacen mediante una serie de dispositivos sociales cada vez más generalizados en la sociedad. En nuestra comunidad, particularmente, han aparecido a lo largo de los últimos años numerosas propuestas que introdujeron estas lógicas. Identificamos por lo menos tres líneas ligadas entre sí y orientadas principalmente hacia la juventud que se introdujeron mediante la creación de áreas específicas en instituciones importantes, la centralidad que adquirieron ese tipo de actividades en otros marcos comunitarios y el lanzamiento de viajes gratuitos o muy económicos a Israel u otros destinos para dedicarse exclusivamente a estas temáticas.
En primer lugar, las vinculadas al emprendedurismo que tienen por objetivo impulsar y apoyar la figura del joven emprendedor. En estos espacios se ofrecen mentorías a aquellxs interesadxs en “ser su propio jefe”, se proponen encuentros para forjar redes de contactos y se organizan charlas con personas “exitosas” en estas experiencias. La figura del emprendedor se la asocia a distintas habilidades y aptitudes que se pueden desarrollar con capacitaciones y un trabajo sobre sí mismo (“capacidad estratégica”, “motivación”, “creatividad”, “pasión”, “organización”, etc.).
En segundo lugar, las que introducen la práctica del coaching con el fin el “dominarse a sí mismo”. Se presenta como un saber especializado para desarrollar mayores niveles de motivación y resiliencia en un contexto de incertidumbre. Esto pasa por alto o minimiza las condiciones sociales y objetivas que inciden en los sujetos ya que el objetivo es aprender a vivir en ese contexto sin cuestionar las injusticias existentes. En general, se introdujo en nuestra comunidad como una estrategia para el crecimiento personal y para aumentar la eficacia en ámbitos laborales o la relación con los demás. De esta forma, se conciben las emociones como recursos que pueden ser identificados, medidos y controlados al servicio del aprovechamiento productivo.
En tercer lugar, ha avanzado con una línea de liderazgo desde una concepción utilitaria e individual. Si bien la idea del liderazgo siempre estuvo muy presente en las propuestas de educación no formal de nuestro marco comunitario, con estas nuevas lógicas adoptan un sentido distinto. Articulado a las líneas presentadas anteriormente, se la despoja de cualquier objetivo colectivo y se la piensa como un empoderamiento individual mediante la adquisición de determinadas habilidades. El fin en sí mismo es el liderazgo y, para eso, se promueven estrategias que le permitan alcanzarlo o permanecer en esos lugares. Es la idea de “ocupar espacios de poder” y no de transformar las estructuras que sostienen las desigualdades.
Desafíos
Sería erróneo plantear que la introducción de estos dispositivos que promueven lógicas afines a los discursos de derecha se dan como planes conspirativos e intencionados. Si bien en algunos casos se introducen como algo ideológico, mayormente se instalan porque hemos naturalizado sus lógicas, porque lo demanda mucha gente, o simplemente porque “garpa” y “vende”. También sería erróneo plantear que esto es causa única del crecimiento de las fuerzas políticas de derecha: por un lado, porque hay factores estructurales que también contribuyen con ese fenómeno (el fracaso reciente de los frentes políticos tradicionales, la crisis social y económica, entre otros) y, por otro lado, porque este auge podría simplemente generar un efecto de «contaminación» de esos discursos en otras fuerzas (que igualmente, en parte, sucede). Sin embargo, no se puede desatender este factor central. Si seguimos promoviendo desde niveles “microsociales” sujetos emprendedores, coachs y líderes positivos, el arraigo de estas lógicas y el crecimiento de estas fuerzas políticas es inminente.