Tacuara es un recuerdo muy potente para quienes vivieron su adolescencia o su juventud en la Buenos Aires de comienzos de la década del ´60. Especialmente para los judíos, blanco preferido de la violencia de los jóvenes nacionalistas. Sin embargo, la verdadera historia de Tacuara está, 40 años después, todavía cubierta por sombras. Pocos saben, por ejemplo, que esta agrupación parió al primer grupo guerrillero urbano de la Argentina, con banderas que en los años ´70 serían repetidas por todas las organizaciones armadas revolucionarias, como el regreso de Perón o la expulsión del país de los capitales extranjeros.
Todo esto fue fruto del complejo proceso que fue transformando vertiginosamente a Tacuara en pocos años -los que corrieron entre 1960 y 1963- y, por supuesto, de las particulares circunstancias locales e internacionales de la época.
En los años ´40, Tacuara había sido el nombre de la revista de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), la rama joven de la Alianza Libertadora Nacionalista. Con un antisemitismo plagiado (con retardo) de los movimientos fascistas que florecieron en Europa durante la época de entreguerras, en esa publicación se escribían cosas como ésta: «No habrá narices ganchudas en los colegios reformados. No habrá narices ganchudas no porque el odio nos mueva en ningún sentido, sino porque, en el colegio que será continuación de los campos y las calles argentinas, no tendrá cabida una colectividad exclusivamente al servicio de los intereses de su raza».
Esos jóvenes de la UNES fueron comandos civiles que contribuyeron con la Revolución Libertadora en 1955 y, en el año 1958, fundaron el Movimiento Nacionalista Tacuara. Un grupo que comenzó a hacerse conocido en agosto de 1960 cuando algunos de sus miembros -seguramente excitados por el secuestro en el Gran Buenos Aires del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann- balearon a un adolescente judío a la salida del Colegio Nacional Sarmiento.
¿Un símbolo de rebeldía?
Tal vez lo más sorprendente de toda esta historia es que en la temprana década del ´60, esa agrupación se convirtió en una fuerte atracción no solamente para hijos de familias patricias en decadencia, sino también para cientos de jóvenes con las historias de vida más variadas.
¿Cómo pudo haber pasado eso? Existieron varios factores, pero tal vez el más importante es el valor que adquirió Tacuara como expresión de rebeldía. Mientras la izquierda aparecía excesivamente asociada al sistema, los jóvenes fascistas la emprendían contra todo poder establecido. Sus consignas nacionalistas serían repetidas masivamente por la izquierda pocos años después. Y otro elemento muy importante fue la capacidad de movilización y de desarrollar violencia que alcanzó Tacuara, envidiada por la propia Juventud Peronista. Los campamentos de los alrededores de la ciudad, en los cuales adolescentes practicaban desde orden cerrado hasta tiro al blanco, fueron un foco de atracción para muchos que soñaban con acción.
La mayor expresión en ese sentido se vio el 11 de septiembre de 1962, cuando más de mil jóvenes fueron a desafiar a la iconografía liberal y, en el día de homenaje a Sarmiento, fueron a rendirle tributo a Facundo Quiroga en el cementerio de La Recoleta. El escándalo de aquel día aterrorizó al barrio más fino de Buenos Aires.
La Biblia junto al calefón
El proceso de transformación que experimentaron rápidamente muchos miembros de Tacuara, hacia una fuerza guerrillera que apelaba a la rebelión proletaria, resulta particularmente interesante y se explica a través de múltiples factores. La seducción que ejerció sobre ellos la revolución cubana y el acercamiento a los sectores más duros del peronismo son apenas dos de ellos.
Seguramente el personaje emblemático de ese recorrido sea Joe Baxter, revolucionario entrenado en guerra de guerrillas en Vietnam y China y fundador del ERP junto a Mario Roberto Santucho, finalmente separado de la organización por trotskista. En su adolescencia había sido un apologista de los nazis como secretario general del Movimiento Nacionalista Tacuara.