Haaretz, 8.6.2023

La oposición a la reforma no puede reducirse al intento de volver a viejas distorsiones

"De-mo-cra-cia", se escucha cada vez más fuerte en las calles de Israel. Sobre la base de la Declaración de la Independencia y en concordancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, proponemos basarnos en cinco pilares: democracia liberal, justicia social; separación de religión y Estado, educación igualitaria y de calidad para todos y poner fin al dominio militar sobre los palestinos en los territorios. Todo ello en su conjunto, si se promueve progresivamente, pondrá a Israel en el camino real para la concreción de una democracia humanista que asegure una existencia digna para todos
Por Nimrod Aloni, Almog Behar, Amiram Goldblum y Mijael ben Yair*

Hace ya más de cuatro meses observamos maravillados las manifestaciones masivas, emergente popular en un dramático momento en la historia de la manifestación ciudadana en Israel. La protesta ciudadana supo de momentos de efervescencia, como en la lucha de los «Panteras Negras», la oposición a la primera Guerra del Líbano y la protesta social del 2011. Entre un despertar y otro, hubo también muchos años de letargo. En los últimos meses se dan protestas masivas y todas las encuestas señalan que la mayoría civil se ha levantado -en el centro y en la periferia, en las intersecciones y en los puentes- clamando a viva voz: «De-mo-cra-cia».

Efectivamente, el movimiento de protesta y oposición al régimen es un logro sin precedentes. Con el éxito no se discute y aparentemente, para impulsar a un vasto público a salir consistentemente a manifestarse, era imprescindible centrarse en mensajes comunes a la mayor cantidad de gente sacrificando contenidos menos compartidos por la mayoría.

Pero, ante el apoyo masivo a esta lucha, muchos se preguntan cuál es el objetivo y el alcance de la misma. Si se detiene la iniciativa de reforma judicial y se desbanca al actual gobierno populista, autocrático y corrupto, ¿con ello quedará rehabilitado Israel? ¿Podrá entonces enorgullecerse de tener una democracia justa y floreciente? ¿Es que no ha llegado la hora de desprenderse de varios puntos ciegos que son el origen de nuestros males? Suponiendo que la protesta no cese hasta no lograr sus objetivos, ¿a qué grado real de redireccionamiento, de verdadero tikún, habremos conducido a la sociedad israelí?

Imposible pensar que todo el contenido de la oposición a la reforma judicial propulsada por el gobierno sea una nostálgica vuelta al viejo orden, a todas las distorsiones que implicó. Es sobre esa base que hemos formulado propuestas para una narrativa basal que establezca un horizonte de acción para la construcción en Israel de una sociedad ejemplar.

Es importante destacar que el clamor de los manifestantes contra la reforma judicial excede posiciones políticas y apunta a una escala de valores digna para Israel, cuyo eje son los valores fundamentales de libertad e igualdad. El valor de la libertad apunta a una sociedad abierta y pluralista, que respeta a los seres humanos y no ejerce adoctrinamiento alguno en las áreas de educación y creencias, ni impone determinadas conductas vitales. El valor de la igualdad apunta a una sociedad en la que todos sus miembros son iguales, sin diferencia de raza, nación, sexo, género ni fe. Se respeta a la persona en tanto tal, establece derechos y obligaciones igualitarios para todos los miembros de la sociedad. El criterio de igualdad otorga a todos los miembros de la sociedad iguales oportunidades para vivir dignamente.

Sobre la base de la Declaración de la Independencia y en concordancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, proponemos basarnos en cinco pilares: democracia liberal, que asegura la vigencia de los derechos humanos, la igualdad civil y de género, y la separación de poderes; justicia social, que asegura bienestar para todos e igualdad de oportunidades; separación de religión y Estado; educación igualitaria y de calidad para todos con una base común de aprendizajes; y poner fin al dominio militar sobre los palestinos en los territorios. Todo ello en su conjunto, si se promueve progresivamente, pondrá a Israel en el camino real para la concreción de una democracia humanista que asegure una existencia digna para todos.

El modelo de democracia humanista que proponemos contribuye a comprender el disenso vigente acerca de la esencia de la democracia y aspira a poner en práctica los aprendizajes de los fracasos de otras democracias. El modelo incluye los fundamentos de una democracia liberal en tanto cultura política centrada en los valores de la dignidad humana, la libertad y la honestidad, que se conduce de acuerdo con los principios de soberanía del pueblo, derechos humanos y decisión de la mayoría en consonancia con la igualdad ante la ley, la transparencia gubernamental y la división de poderes. En una cultura política tal, ciudadanos con distintos intereses y variadas opiniones, actúan mancomunadamente por vías racionales, honestas, pluralistas, tolerantes y multiculturales, para consolidar el carácter del Estado y de sus líderes.

Y la última característica, no menos importante, es que, conscientes de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, consideramos de suma importancia la transparencia de los procesos políticos. La transparencia asegurará que el diálogo público y el ethos social cristalicen no sólo en la dinámica entre el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial, sino también a través de propulsar un periodismo independiente, una academia libre, creación artística variada y organismos activos de la sociedad civil. Así podrán los ciudadanos confiar en sus líderes sabiendo que actúan en bien de todos y sin intereses espurios. Para asegurar la vigencia de estos principios, proponemos establecer una sólida constitución en el espíritu de los valores de igualdad y libertad formulados en la Declaración de la Independencia y en los valores de una democracia humanista, que no puede existir sin justicia social, igualdad de oportunidades y reducción de diferencias por extracción social.

Debemos reconocer la falta de igualdad socio-económica de la sociedad israelí, creada entre otras cosas por la marginalización de los árabes, de los orientales y de los etíopes. Sin asegurar un mínimo de recursos que posibiliten una existencia digna y un desarrollo firme, toda propuesta de comunión ciudadana no es sino falaz. Bregamos por un cambio social radical, incluyendo nuevos criterios de reparto de recursos y tierras para las ciudades en desarrollo y los poblados árabes de modo de conducir a la igualdad de oportunidades en educación, ocupación y cultura; el replanteo de adjudicación de recursos llevará consecuentemente a un cambio en la conformación del Parlamento, del Gobierno, de la Corte Suprema de Justicia, de los medios de comunicación y de la academia.

La política socio-económica de bienestar no debe basarse en traspasos de sumas de dinero por intereses de coalición, ni en suministro de vales para adquirir comida que no desarrollan condiciones de infraestructura, sino en un reparto justo de los recursos, desarrollo igualitario de condiciones de infraestructura, igualdad de oportunidades laborales, derecho igualitario de acceso a la salud, y buena y progresista educación para todos los niños de Israel. La protesta haría bien en adoptar estos principios ya que, de no ser aplicados, ni la mejor Constitución saneará a la sociedad israelí de sus males.

El tercer principio que proponemos es el deslinde de la religión y el Estado. A semejanza de las democracias liberales en el mundo, llegó el momento de que también aquí se aplique el principio de libertad de culto en sus dos acepciones. En un Estado de derecho ya no cabe una situación humillante como aquella en la que se vio envuelta Vivian Amsalem -el personaje que encarnó Ronit Elkabetz en el film «Guet»-, una mujer que pide su libertad y se ve obligada a sentarse en un tribunal rabínico frente a tres rabinos que le gritan: «Calla mujer, mantente en tu lugar». Los que lo eligen, son dueños de manejar así los asuntos de sus familias en el marco de las instituciones religiosas, pero no es imponible a todos. De ninguna manera debe quedar la decisión de asuntos de nacimiento y sepultura, matrimonio y divorcio, en manos de tribunales rabínicos.

El cuarto principio es el de educación de calidad e igualitaria para todos los niños de Israel, incluido el mínimo común a todos, en las áreas de conocimiento y de educación cívica necesarios para una inclusión productiva y merecida en el mercado laboral y en la política democrática y multicultural. Recientemente nos hemos enterado del doloroso retroceso en los logros del alumnado israelí en comprensión lectora sobre la base, preocupante, de la deserción profesional de docentes, la declinación del nivel de formación docente y el aumento de la violencia escolar. Si Israel no logra seguir el ejemplo de Finlandia y no incorpora una política de progreso de la educación e inversión en la joven generación, el sistema educativo se desmembrará y con él, la democracia y la economía.

El quinto y último principio para asegurar una democracia humanista floreciente en Israel es poner fin al dominio militar de los palestinos en los territorios y a la política de apartheid, en virtud de la cual los judíos son ciudadanos superiores y los palestinos, súbditos inferiores. No hay democracia con conquista. La conquista enquistada y prolongada no protege a Israel, sino a un pequeño y vociferante sector con intereses dentro de la sociedad israelí -los habitantes de los asentamientos-, y representa una pesada carga para el Estado. Un régimen de apartheid, que se desprende de la conquista y se establece para mantenerla, es una vergüenza para Israel y un obstáculo para su progreso. Un llamado por parte de los países del mundo a boicotear a Israel tal como el boicot declarado en su momento contra el régimen de apartheid en Sudáfrica, es cuestión de tiempo nomás.

Sería bueno que el movimiento de protesta haga suyos los principios detallados aquí para que Israel sea una sociedad ejemplar, una inspiración para el mundo.

*Aloni es Profesor de Filosofía de la Educación; Behar es poeta y crítico literario; Goldblum, Profesor emérito de Química Computada, fue vocero de Shalom Ajshav; y Ben Yair fue Consejero Jurídico del gobierno.