The Times of Israel - 5/6/23

El sionismo es justicia social

En el día en que se cumplen 56 años de la guerra de los seis días, presentamos un potente artículo que enfrenta de lleno la contraposición cada vez más irreconciliable entre un sionismo cooptado por una identidad mesiánica al servicio de la construcción del Gran Israel, a expensas de la población palestina, y un sionismo que se exprese fuertemente contra la ocupación, con escucha atenta frente al dolor, “incluso cuando fuerzas más grandes y fuertes que nosotros nos aconsejan guardar el silencio”.
Por Maytal Kowalski * . Traducción: Kevin Ary Levin

Corro casi todos los días. Corro hacia el norte, en dirección a las montañas y el agua. Es hermoso y relajante, y la cosa más estresante que puede ocurrir es que a veces mi perro tira de la correa un poco fuerte, sacándome el equilibrio.
Pero en este día particular, a medio mundo de distancia de las montañas y océano de la costa pacífica canadiense, y bajo el calor primaveral temprano del Valle del Jordán, corrí en un intento de proteger a pastores palestinos y a sus rebaños del acoso y de los ataques de colonos israelíes.
Mis pies golpeaban la tierra en una repetición constante, mi respiración era superficial. Miré hacia mi derecha. Un joven colono israelí, de unos 17 años, con jeans lavados y una remera que decía “Artzenu” (nuestra tierra) me esquivó a mí y a mis compañeros, voluntarios y también profesionales de Rabinos por los Derechos Humanos. Llamó a las ovejas y corrió detrás de los pastores, con la meta de acosar, intimidar e interferir con su vida cotidiana y su fuente de sustento.
El movimiento de colonos israelíes, la construcción de asentamientos judíos en los territorios de Cisjordania ocupados tras la guerra de 1967, siempre ha sido contencioso. En los días posteriores a la guerra, importantes escritores, artistas, intelectuales y políticos israelíes se expresaron advirtiendo los peligros de la ocupación. Nos hubiera servido colectivamente prestar atención a sus advertencias, porque el devenir de este movimiento supera los mayores temores de esos intelectuales tras 56 años desde el comienzo de la ocupación.
El asentamiento que mira hacia esta pequeña aldea beduina, tan pequeña que no tiene nombre, se llama Hamra. A su lado, se construyó un asentamiento ilegal de acuerdo al propio derecho israelí: un maajaz, outpost o puesto de avanzada. Antes del establecimiento de estos asentamientos judíos – todos ilegales de acuerdo al derecho internacional – las ovejas del pastor tenían 20 kilómetros de tierra abierta para pastoreo. Lo que vemos ahora en esta tierra no es solamente acoso y ataques físicos y verbales, aunque eso es lo más evidente y escandaloso, sino la estrangulación sistemática de la tierra, sofocando así la capacidad de los pastores y granjeros palestinos de sostenerse económicamente.
El joven colono israelí, tan lleno de veneno y de odio hacia sus vecinos palestinos, tan decidido a jugar un juego de suma cero en el que los judíos ganan toda la tierra del Río Jordán hasta el Mar Mediterráneo utilizando todos los medios necesarios, es sionista. Su visión del sionismo, como la visión de muchos en los asentamientos que lo rodean, es del total control y autonomía judíos sobre esta tierra. Esto es, después de todo, no tan alejado de las raíces del sionismo. Un hogar nacional judío en la Tierra de Israel. Por supuesto, es posible que haya comenzado basándose en fronteras internacionalmente negociadas y manejos geopolíticos, pero ahora es algo más grande. Con la victoria israelí en 1967 y su fuerza y poder incrementados, estos sionistas pueden ahora enfocarse en una visión más amplia, algo más ideológico, enraizado no sólo en el derecho internacional y el orden de los Estados nación modernos, sino en una visión mesiánica de un Gran Israel basado en textos antiguos.


Pero a medida que nuestros pies seguían acelerando por el terreno, haciendo volar un polvo rojo a nuestro alrededor, me di cuenta de que tengo algo en común con este joven, algo que nuestros amigos palestinos no tienen. Él y yo fuimos ambos criados como sionistas. Estábamos los dos haciendo lo que hacíamos ese día, un día caluroso que podría haber sido pasado fácilmente en la playa o en una sala con aire acondicionado, debido a nuestra crianza sionista.
Cuando aprendí sobre el sionismo, siendo una niña en Canadá, aprendí sobre el derecho a la autodeterminación, y que los judíos, como pueblo, como nación, también teníamos este derecho. Aprendí que hay también otro pueblo sobre esta tierra, los palestinos, que tienen también un reclamo válido sobre ella. En mi educación, la solución propuesta para la coexistencia y la paz era una solución de dos Estados. Todavía creo en esa solución hoy en día.
El problema es que, durante demasiado tiempo, el mero compromiso verbal hacia una solución de dos Estados ha reemplazado el trabajo real sobre el terreno hacia su realización. Para trabajar hacia una solución de dos Estados basada en valores sionistas, debemos hacer frente a los hechos difíciles del pasado: la Nakba, la transferencia de población, los toques de queda, la discriminación, así como hechos difíciles del presente y del futuro: la anexión gradual, la vigilancia constante, los sistemas legales diferenciados. Pero hemos tenido miedo de tocar esos temas. Hemos tenido miedo de admitir que nuestro pasado como sionistas, incluso como sionistas “progresistas” o “de izquierda”, ha tenido un efecto horrible sobre los palestinos. Hemos evitado el trabajo difícil de la reconciliación y, al hacerlo, también el trabajo arduo de construir un futuro más justo y equitativo.
Así es como los sionistas mesiánicos y colonos han sido capaces de cooptar y reclamar derechos exclusivos a la identidad sionista. Porque su sionismo todavía está en servicio de algo. Así como los sionistas tempranos eran sionistas al servicio de la fundación del Estado de Israel, los actuales sionistas de derecha son sionistas al servicio de la construcción del Gran Israel, y lo hacen a expensas de la población palestina.
Algunos argumentan que nos encontramos en una era postsionista, que el proyecto del sionismo ya ha sido logrado y que, con la existencia de Israel, ya no necesitamos esa identidad. Otros afirman que el sionismo es simplemente la creencia en el derecho a la existencia de Israel.
Los sionistas progresistas o de izquierda, quienes queremos mantener una identidad sionista pero nos estremecemos ante los horrores cometidos bajo su bandera, no hemos podido sostener nuestro derecho a esta identidad porque nuestro sionismo ya no está en servicio de nada. La llamada a utilizar nuestro sionismo simplemente para afirmar que Israel tiene derecho a existir es superficial. Si tuviese que elegir entre ese como el único propósito de mi identidad sionista y simplemente no ser sionista, elegiría lo segundo.
Si vamos a mantener una identidad sionista, si vamos a reivindicar nuestro sionismo, si queremos mostrarles a los demás que el sionismo puede ser una fuerza para el bien en este mundo, un movimiento por la justicia social, debemos comenzar orientando nuestro sionismo hacia un objetivo, hacia una aspiración. Debemos enmarcarnos en el trabajo arduo de la reconciliación, hacia un futuro más justo y equitativo.
Para comenzar, esto quiere decir escuchar – escuchar de verdad – a las historias de los palestinos, incluso y especialmente cuando es difícil hacerlo. Quiere decir expresarnos fuertemente contra la ocupación, incluso cuando fuerzas más grandes y fuertes que nosotros nos aconsejan guardar el silencio. Significa rechazar la noción de que criticar a Israel desde la Diáspora lleva a un aumento del antisemitismo. Significa escuchar a los jóvenes cuando dicen que sienten que su educación judeo-sionista fue una mentira, involucrarlos para armar una currícula más honesta y no apartarlos de la comunidad judía. Todo esto puede ser un sionismo para nuestros días. Esta puede ser una identidad atractiva e inspiradora para reivindicar y sostener. Al igual que los sionistas antiguos, quienes lucharon para fundar el Estado de Israel contra toda probabilidad, para construirlo debemos ser valientes.

* Integrante de la mesa ejecutiva de New Israel Fund of Canada y JSpace Canada.