Project Syndicate. 29/5/23

El antisemitismo y la interseccionalidad

La Asociación Judía Europea (AJE) recientemente hizo una advertencia sobre la naturaleza excepcional del antisemitismo. Esto despierta preguntas importantes sobre la naturaleza del privilegio y la opresión en las sociedades contemporáneas. El riesgo es que el marco conceptual de la AJE reproduzca con mucha facilidad la misma intolerancia que busca combatir.
Por Slavoj Žižek. Traducción: Kevin Ary Levin

El 14 de mayo de 2023, la Asociación Judía Europea realizó su conferencia anual en Porto, Portugal, donde adoptó una resolución que llamaba a que el antisemitismo “sea tratado de forma separada de otras formas de odio y discriminación”. La AJE urge “a otras organizaciones judías a rechazar la interseccionalidad”, un marco conceptual que tiende a categorizar a los grupos humanos como “privilegiados” u “oprimidos”. De acuerdo a la AJE, “el antisemitismo es un fenómeno único y debe ser tratado como tal”, fundamentando esta mirada en el hecho de que es “política estatal en muchos países”, “protegido por las Naciones Unidas” y no siempre considerado como forma de racismo por otros grupos afectados por el odio.

¿Pero por qué la interseccionalidad y la demarcación entre los privilegiados y los oprimidos problemáticos desde un punto de vista judío? En términos generales, la interseccionalidad es un concepto útil para la teoría social y el análisis práctico. Cuando consideramos individuos y grupos particulares, descubrimos que sus experiencias de opresión o de privilegio reflejan un conjunto amplio y diverso de factores.

Tomemos sin vergüenza la definición de Wikipedia:

“La interseccionalidad es un marco analítico que permite comprender cómo las múltiples identidades políticas y sociales de una persona se combinan para crear modos diferentes de discriminación y privilegio. La interseccionalidad identifica múltiples factores de ventaja y desventaja. Algunos ejemplos de estos factores incluyen el género, la casta, el sexo, la raza, la etnia, la clase, la religión, la educación, la riqueza, la discapacidad, el peso, la edad y la apariencia física. Estas identidades sociales que se entrelazan y yuxtaponen pueden ser factores de empoderamiento o de opresión”.

El punto central, explica Anne Sisson Runyan de la Universidad de Cincinnati, es que “las formas de opresión no se suman simplemente, como si fuesen capas totalmente separadas de dominación. La realidad es que las mujeres de color experimentan en realidad una forma diferente de racismo en comparación con los hombres de color, así como experimentan una forma diferente de sexismo en relación con las mujeres blancas”.

Aplicando el mismo criterio, la idea antisemita del “judío” combina características de religión, etnia, sexualidad, educación, riqueza y apariencia física. Ser estigmatizado como judío implica la asociación con varias características adicionales, como la suciedad, la adherencia dogmática a reglas religiosas, la vil especulación financiera y la influencia global escondida: todos elementos prominentes de la propaganda nazi. El resultado del análisis interseccional es permitirnos pensar que todos los individuos experimentamos formas únicas de opresión o de privilegio como resultado de la constitución de nuestras múltiples identidades. Considérese por ejemplo una lesbiana negra de bajos ingresos: se encuentra en una posición de desventaja cuádruple en casi todo el mundo.

¿Por qué, entonces, quienes insisten en el carácter único del antisemitismo rechazan la interseccionalidad? La opresión experimentada por los judíos en los países occidentales desarrollados hoy en día es algo más ambigua, porque los judíos también tienden a ocupar posiciones de privilegio (económico, cultural y demás) y porque la asociación de los judíos con la riqueza y la cultura (como en el prejuicio de “Hollywood manejada por judíos”) en la imaginación pública es en sí mismo una fuente de prejuicios antisemitas clásicos. La AJE se preocupa porque esta combinación de opresión y privilegio hace del antisemitismo simplemente otra forma de odio racial, no solo comparable con otros sino más leve cuando se la ubica al lado y en relación con otros modos de opresión. Cuando aplicamos un lente interseccional, el odio “al judío”, teme la AJE, se convierte en un caso menor dentro de una taxonomía más amplia de odios.

¿Está justificado este temor?

La AJE tiene razón en insistir en que hay algo excepcional sobre el antisemitismo. No es como otras formas de racismo: su objetivo no es subordinar a los judíos, sino exterminarlos. El antisemita los percibe no como extranjeros inferiores, sino como amos secretos. El Holocausto no es lo mismo que la destrucción de civilizaciones en la historia del colonialismo; es un fenómeno único de aniquilación con lógica industrial.

Pero es este mismo emparejamiento de “oprimido” y “privilegiado” lo que nos proporciona la clave para entender el antisemitismo, al menos en su forma moderna. Bajo el fascismo, “el judío” servía como intruso externo que podía ser culpado por la corrupción, el desorden y la explotación. Proyectar el conflicto entre los “oprimidos” y los “privilegiados” hacia un chivo expiatorio puede distraer la atención popular y hacer olvidar que, en realidad, esas luchas son intrínsecas al propio orden político y económico. El hecho de que muchos judíos sean “privilegiados” (en el sentido de su riqueza, educación e influencia política) es así el mismo recurso del que se alimenta el antisemitismo: ser percibidos como privilegiados hace de los judíos un objeto del odio social.

Los problemas surgen cuando uno intenta utilizar el estatus excepcional del antisemitismo para apoyar un doble estándar, o para prohibir cualquier análisis crítico de los privilegios que pueden disfrutar los judíos en promedio. En un diálogo del año 2020 realizado por Der Spiegel sobre antisemitismo y el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel, encontramos la siguiente afirmación: “El judío, y no el antisemita potencial, determina quién es antisemita” (“Wer Antisemit ist, bestimmt der Jude und nicht der potenzielle Antisemit”). Pero si ese es el caso, ¿no deberíamos aplicar el mismo principio a los palestinos en Cisjordania? Simplemente por ser palestinos, se les priva de su tierra y de derechos básicos.

Fuera de esto, la postura de la AJE se apoya en su propio marco interseccional. Cualquier análisis de las posiciones privilegiadas de algunos judíos es inmediatamente denunciado como antisemita, e incluso las críticas al capitalismo son rechazadas sobre los mismos fundamentos, debido a la asociación entre “judeidad” y “capitalista”. La tesis marxista de que el antisemitismo es una versión primitiva y distorsionada de anticapitalismo aparece así de forma invertida: el anticapitalismo se presenta así como una máscara del antisemitismo.

Si la implicancia es que la judeidad es tanto excepcional como inextricablemente atada al capitalismo, ¿no nos quedamos entonces con un cliché antisemita clásico? ¿No estamos entonces provocando que los pobres y oprimidos culpen a los judíos por sus desgracias? Otras organizaciones judías deberían rechazar la postura de la AJE, no por una obscena necesidad de “equilibrio” entre diferentes formas de racismo, sino para avanzar la propia lucha contra el antisemitismo.