Teatro

¿Vuelta a las raíces o judíos sin judaísmo?

Dirigida por Maia Muravchik, "Teshuvá/el último día" nos habla de una esencia milenaria ya casi desaparecida, del impreciso recuerdo de la misma, y de un emerger de nuevas tendencias que comienzan a pedir su lugar en la historia. Se presenta en el Espacio Callejón de la ciudad de Buenos Aires durante los meses de junio y julio.
Por Ricardo Feierstein

Unos veinte años atrás asistí a una experiencia singular, que asocié de inmediato con el tema generacional de la identidad judía en la Argentina. Con escasa diferencia de algunas semanas aparecieron dos nuevos títulos en la editorial que yo dirigía: un libro de cuentos de un joven autor novel, sucesión de relatos alrededor de las peripecias que sucedían en un shtetl (aldea) judío polaco, cien años atrás, donde circulaban personajes y situaciones que fácilmente podían haber sido atribuidos a la pluma de Scholem Aleijem, el gran escritor idish de comienzos del siglo pasado. Y, casi simultáneamente, un libro de ensayos de una muchacha de la nueva generación reflexionando sobre los modos de ser judía en la Argentina, ya hacia el segundo milenio de nuestra era. La autora casi se enorgullecía -por decirlo así- de ignorar todo conocimiento de textos, tradiciones o rituales judíos y se concentraba en el llamado posmodernismo, que ya comenzaba a ocupar el espacio del pensamiento filosófico.

Ambos volúmenes estaban muy bien escritos, pero resultaban imposibles de encuadrar en ninguna corriente del judaísmo actual. Uno por revivir un tiempo ya desaparecido, la otra por una reflexión no ligada a nada de la historia que supuestamente pretendía repensar. Melancolía del pasado e ignorancia de las fuentes.

¿Judíos sin judaísmo?

No pude dejar de relacionar esa experiencia en el transcurso de la obra “Teshuvá/el último día”, de Maia Muravchik, y el éxito casi imprevisto de un público que disfruta una comedia dramática atractiva y entretenida, tal vez necesaria porque corresponde a una cierta modalidad del judaísmo actual casi desconocida (y tal vez algunos integrantes ortodoxos del ischuv torcerán un poco la boca por pretender representarla).

Se trata de una tercera o cuarta generación nativa, totalmente alejada de la historia y la actividad comunitaria. No recuerdan idioma ni bagaje cultural de sus bisabuelos inmigrantes, no celebran festividades o eventos del calendario judío y están asimilados al entorno argentino. Pero esto es lo que realmente sucede en cierto sector de los jóvenes. El último estudio socio-demográfico realizado en 2005 por el Joint Internacional en Argentina reveló que el 60% de los judíos argentinos no están ligados a ninguna institución ni actividad de la colectividad.

Una especie de judíos sin judaísmo, salvo algunos rituales casi olvidados o una preferencia gastronómica que, por lo menos en Buenos Aires, es cada vez más limitada.

La puesta en escena de “Teshuvá…”, en este nivel, es muy precisa en los efectos cómicos, la actuación y los tiempos escénicos.

La historia -adoptando la transformación de los protagonistas que requiere toda obra con contenido dramático y conflicto- se modifica de continuo a manera que se desarrollan los personajes. Todos ellos, al final, han cambiado.

Lea, una veinteañera que llega al negocio de marcos de David para completar el encuadre de una exposición privada de sus fotos familiares, parece hija de un matrimonio mixto, probablemente asimilado y no observante. Sólo realizó su fiesta de bat-mitzvá en la adolescencia, declara, mientras exhibe un documento rabínico para demostrar que eso fue cierto. Y ahora desea descubrir la relación entre el judaísmo y sus preguntas ingenuas sobre la identidad. David es el hijo de Moishe y aparece su madrastra, Patricia, (a la que llama Pato todo el tiempo y resulta mucho más joven que el marido). A su vez, ella continúa un antiguo amor ¿platónico? con Sergio (el director de la sinagoga) y -al mismo tiempo- su marido la engaña con otras aventuras. Noelia, finalmente, que es cristiana y novia de David, tal vez vaya a convertirse al judaísmo para casarse, pero sin verdadera vocación. Hay mucha actuación y engaño en esa familia disfuncional. Y todos deciden festejar la llegada del sábado en el local del negocio, que se transforma entonces en inesperado comedor.

¿Vuelta a las raíces?

La acción se vuelve graciosa, precisamente, por cierto tono absurdo en la equívoca relación de los protagonistas con su “judaísmo”. En shabat nadie «presta» un shofar y, desde luego, ese instrumento no tiene ningún significado en la reunión. Pero todo eso no importa. Se encienden velas, se recuerdan fragmentos de oraciones, brindan y murmuran buenos deseos, Moishe repasa algunas citas -que todavía recuerda- del   ritual. Fragmentos desperdigados e inconexos de un pasado familiar olvidado.

La trama alcanza su mayor nivel de interés en lo que finalmente resulta aguda metáfora sobre un sector del judaísmo en el siglo XXI argentino. El shofar roto y «remendado» por el más anciano de esa familia -el único que recuerda partes de la ceremonia- es todo lo que queda del judaísmo original y será encuadrado para una exposición. La alegoría bíblica de Abraham y su hijo Isaac justifica y explica el inicio de la incomodidad de David y su decisión de abandonar novia y domicilio paterno y arriesgarse a una vida propia, no obligada por una tradición que desconoce y no siente suya.

La obra habla de una esencia milenaria ya casi desaparecida, el impreciso recuerdo de la misma, un emerger de nuevas tendencias que comienzan a pedir su lugar en la historia.

Es difícil que tropiezos y errores de estos descendientes de judíos que intentan encontrar una vía de acceso a una identidad emocional -que poseen por herencia y desconocen por ignorancia- será aceptado desde una visión ortodoxa. Pero, precisamente, la palabra “teshuvá” del título (ligada a quienes desean volver a las fuentes religiosas del judaísmo histórico) remite a una búsqueda confusa de estos personajes para definir quiénes son. Encontrar el camino hacia su genealogía o desprenderse de los restos de un pasado que ignoran.

FICHA TÉCNICA
Título: “Teshuvá/el último día”. Dramaturgia: Maia Muravchik. Actúan: Maga Rosu, Jonás Volman, Natalia Imbrosciano, Marcelo Israel, Sonia Rovi y Iara Ekman. Escenografía: Carolina Urra. Diseño de iluminación: Adrián Cintioli. Música original: Sebastián Muravchik. Vestuario: Flavia López Foco. Producción: Lito Muravchik. Dirección: Maia Muravchik. Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759.