La mirada de José Alberto Itzigsohn:

A propósito de la solicitada “Paremos el genocidio del Estado de Israel”

El intelectual y psicoanalista argentino José Alberto Itzigsohn analiza el infortunado y desequilibrado documento publicado por intelectuales de la izquierda argentina bajo el título: “Paremos el genocidio del Estado de Israel” y profundiza sobre el uso incorrecto de los vocablos ‘genocidio’ y ‘masacrador’. “Hay una dinámica de atentados y represión con más víctimas palestinas que israelíes, situación ya muy grave de por sí que tiene que terminar cuanto antes; pero transformar eso, en una política oficial de destrucción de un pueblo, no tiene base...” afirma el autor. Un muy buen texto que responde, desde la mirada aguda de Itzigsohn, lo que no pudo responder el establishment de la comunidad judía de la Argentina que, equivocadamente, sigue denunciando atentados anti israelíes, anti sionistas o antisemitas en lugar de esclarecer y proponer modelos alternativos de pensamiento o de instalación de opinión pública.

Por José Alberto Itzigsohn (Desde Israel)

En estos días he visto con preocupación un documento publicado en Buenos Aires, titulado: “Paremos el genocidio del Estado de Israel” .
Este documento, publicado para protestar contra los bombardeos de la aviación israelí en El Líbano, a finales del mes de julio pasado, tuvo repercusión y logró las firmas de muchas personas, entre ellas algunas que respeto.
Lo que me parece inadmisible en este documento es el acento puesto sólo en la actitud de Israel y no en la dinámica de la confrontación entre las dos fuerzas. Y eso está expresado por el título: “Paremos el genocidio del Estado de Israel”.

No se dice allí “paremos el ataque aéreo contra la población civil de El Líbano y el ataque con katiushas contra la población civil israelí”.

Un documento así hubiera podido firmarlo con la conciencia tranquila. Tampoco se dice una palabra sobre la causa inmediata del conflicto: el asesinato de 8 soldados y el rapto de 2, en y desde el territorio israelí por fuerzas del Hezbollah, como tampoco se mencionan las enunciaciones de destrucción de Israel por parte del fundamentalismo islámico.
Por otra parte, el uso abusivo de la palabra genocidio, amenaza vaciarla de contenido. ‘Genocidio’ tiene un significado único: la destrucción intencional de todo un pueblo o de la mayoría del mismo, para eliminarlo de la faz de la tierra, como en el caso del genocido de los armenios, de los judíos europeos, de los gitanos, de los tutsis y de tantas tribus indígenas y, en la actualidad, de los habitantes negros musulmanes del Darfur, en Sudán.

Más adelante se entra en una contraposición entre el judío, doblemente víctima del antisemitismo y de la colonización, como Memmi quien gozaba de “inusitado prestigio” y la imagen actual del judío, a quien la conducta de Israel amenazaría convertir en la imagen de un “masacrador”.
El adjetivo “masacrador” es el resultado de la limitación de este documento, el culpar a una sola parte del conflicto en un intento ahistórico de hacer recaer sobre Israel toda la responsabilidad del conflicto, al margen de las criticas que nos pueda merecer la forma en que fue llevada la guerra.

Pareciera no haber términos medios, de víctima se pasa a “masacrador” sin matices.
La explicación estaría dada por un presunto giro de la población israelí a la derecha, después del asesinato de Rabin.
Veamos los argumentos: los instigadores del asesino subieron al poder poco después del mismo. Faltaría agregar que ese triunfo electoral fue facilitado por un atentado del fundamentalismo islámico que costó la vida de muchos israelíes y los volcó, en parte, a la derecha, pues se trató de una elección muy reñida.
Después hubo otra elección, en la cual ganó un candidato laborista, Ehud Barak, con un claro programa de paz que fracasó por culpa de ambos bandos.
En el documento se nos dice, también, que el asesino de Rabin se ha transformado en una figura popular.
De esta manera el firmante, o el lector, podrán hacerse la imagen de una sociedad en la que la mayoría de los israelíes apoyaría a un fascismo-clerical. ¡No es cierto! Más de un 70% se manifiesta a favor de la creación de dos Estados, un Estado Palestino y un Estado de Israel que puedan coexistir en paz y seguridad.
No existe una política explícita israelí de destruir al pueblo palestino. Lo que sí puede decirse es que el gobierno israelí tiene una imagen del arreglo que no es aceptable para los palestinos y que las negociaciones serán difíciles, tanto más dado que, tanto en Israel como entre los palestinos, existen fuerzas que se niegan a un arreglo por motivos teológicos. Pero mientras que esas fuerzas son mayoritarias entre los palestinos por diversas causas -incluso errores de gobiernos israelíes-, en Israel -esas fuerzas- son minoría.

Hay una dinámica de atentados y represión con más víctimas palestinas que israelíes, situación ya muy grave de por sí que tiene que terminar cuanto antes; pero transformar eso, en una política oficial de destrucción de un pueblo, no tiene base…

Hay una versión del ser judío que no es ser víctima ni masacrador y que consiste en buscar una forma de organizar nuestra vida, como una entidad estatal, capaz de defenderse de los enemigos del exterior y, en lo interno, luchar contra las deformaciones que se produzcan en ese proceso.

Una última palabra, y esta vez a favor del documento, es que éste concluye con un llamado a la solución de dos estados para dos pueblos, lo cual lo diferencia de la andanada de comunicados respaldada por un híbrido de ultraizquierda y de fundamentalismo islámico que reclama, lisa y llanamente, a la desaparición de Israel. Y esa diferencia es importante.