Una nueva escalada de violencia en Israel

Agarrate, Catalina…

Escudo y Flecha, anunció el portavoz oficial del Ejército. Así fue bautizado este operativo: como los huracanes (La Niña, El Niño) cada operativo de Israel en Gaza tiene su denominación. Uno de los primeros, en 2006, se llamó “Lluvia de Verano”. Cuando se anuncia un operativo, los que vivimos por aquí, próximos a la frontera con la Franja de Gaza, sabemos que se viene una lluvia (o un huracán).
Por Moshé Rozén, Kibutz Nir Itzjak, Israel

Un ritual que, como suele suceder con los rituales, se repite con frecuencia: disparos de distinto calibre de la Yihad Islámica desde Gaza contra Sderot y poblaciones limítrofes. Al cabo de unas horas, previsiblemente, se produce un ataque aéreo de Israel, lo cual, obvio, deriva en una represalia del bando opuesto que -como usted, amigo lector, ya adivinó- implica una réplica de envergadura supuestamente similar a la acción que la precedió.

Allí aparece El Cairo, no el café rosarino, aparece la diplomacia egipcia como intermediario deseoso de poner coto a la contienda, que afecta a lo que se considera como la estabilidad de la zona.

Como los actores no se hablan, los negociadores cairotas tienen una agotadora labor y no ocultan su impaciencia, pero, finalmente el enfrentamiento -que los actores involucrados definen operativo, como si fueran escaramuzas y no una guerra- se cierra.

La clausura de hostilidades, a diferencia de su lanzamiento, no es anunciada, dejando abierta la posibilidad de un retorno al fuego.

El objetivo insistentemente declarado por la Yihad Islámica es la destrucción del Estado de Israel. Los centenares de misiles disparados desde Gaza son financiados por la República Islámica de Irán como parte de una guerra de baja intensidad tendiente a desgastar la resistencia, civil y militar, del Estado de Israel.

La mayoría de las agresiones de la Yihad se focalizan en nuestra región, frontera de Israel con la Franja de Gaza y Rafah. Cuando se anuncian lluvias de verano o escudos y flechas, los habitantes de esta zona sabemos que pronto sonarán las alarmas, indicando 15 segundos para encontrar protección antibalística.

“Agarrate, Catalina” gritamos, como aquellos espectadores que alentaban a la mitológica trapecista del circo de San Telmo, mientras instalamos en el refugio un termo para el mate y una la lata de galletas.

Y allí empieza nuestra parte en el ritual: esperar  que la “cúpula de hierro”  frene al proyectil y averiguar si se produjeron daños o heridos en las proximidades de nuestra casa.

Decíamos recién que la Yihad tiene su plan; Israel, contrariamente a lo que muchos creen, también tiene su estrategia, tal vez sin registro verbal, pero declarada en hechos, desde las noches de lluvias veraniegas y hasta estos días de flechas y escudos.

La estrategia israelí se expresa en la negativa a negociar acuerdos con la Autoridad Nacional Palestina en la Ribera Occidental del Jordán. El avance del fundamentalismo islámico -Hamas y Yihad- y su maquinaria de terror, debilitó a la ANP, pero se alimenta, precisamente, de la falta de reconocimiento israelí a Ramallah como interlocutor válido.

El rédito político de Israel reside en la consolidación del fraccionamiento en la órbita palestina: ANP en la Margen Occidental del Jordán y Hamas en Gaza.

El actual operativo, “Escudo y Flecha”, apunta a demoler, también, al frente islamista radical constituido por la Yihad y Hamas. Israel evalúa el éxito de esta contraofensiva en la falta de reacción de Hamas. A saber: Hamas se adhirió a la retórica belicista de la Yihad pero sin asumir parte práctica en el lanzamiento de misiles.

Pero  estos cálculos estratégicos chocan, una y otra vez, con la dura realidad estructural: en la Franja de Gaza hay dos millones y doscientos mil habitantes, en su mayoría jóvenes, carentes de trabajo, de recursos y de horizonte de vida.

Los operativos militares son un ritual que agotó su efectividad al carecer de una visión política de convivencia: ellos, los palestinos, están allí, separados de nosotros por alambradas y murallas, pero están y estarán.

En hebreo, ritual es pulján, un concepto vinculado al trabajar la tierra; en árabe, con similar pronunciación, faláj es el labrador. Árabes y judíos  se embarcan muchas veces en rituales como si se trataran de proyectos concretos y no de reiteradas acciones míticas.

La Yihad sabe que el terror no es capaz de aniquilar a Israel.

Israel sabe que los operativos militares no evitarán la multiplicación del odio enemigo.

Pero todos juegan sus rituales, como en un incesante partido de tenis.

Hace unos cien años la Dunlop empezó a fabricar las pelotas de tenis.

Nosotros, de ambos lados de la frontera, tenemos otro torneo: en lugar de las pelotita de Dunlop, vuelan, de uno y otro lado, bolas de hierro y fuego.

Agarrate, Catalina…