Pero acaso la peor de todas las consecuencias sea el aumento del paradigma reaccionario; tener mayor seguridad significa tener menos libertad.
En definitiva, crece en las opiniones públicas de Occidente la sensación de que hace falta endurecer las leyes para preservar su modo de vida. Y, al mismo tiempo, se asientan en el imaginario colectivo los peores síntomas: se justifica el racismo y se observa con recelo a quienes son depositarios de otros tipos de cultura.
En última instancia, la exigencia de una vida cotidiana sin riesgos, cueste lo que cueste, se adueña del espíritu.
Musa medio-oriental
Ver 28 civiles muertos en la aldea de Qana, desde la cual más de 150 misiles Katyusha fueron disparados, hasta entonces, contra Israel, es realmente trágico y parecería ser desproporcionado. Pero lo verdaderamente desproporcionado es la idea de que la opinion pública y los medios de comunicación acepten con tanta facilidad que la vida de ancianos, mujeres y niños pueda seguir adelante normalmente en lugares que -en la práctica- son plataformas terroristas de lanzamiento de cohetes.
Cuando el ejército de un país democratico va a la guerra contra una organización terrorista fundamentalista, es como ver jugar un equipo de fútbol contra uno de basquetbol: cada parte estará sujeta a sus reglas de juego y a su propio conjunto de normas.
O sea, cuando Hezbollah lanza misiles contra ciudadanos civiles al azar, eso está bien porque, después de todo, es un grupo terrorista y eso es lo que hacen los terroristas; pero cuando, en el curso de intentar resistir a esos terroristas y a su continuo chantaje, Israel mata civiles inintencionalmente, eso está catalogado como un decepcionante acto de salvajismo.
Pues bien; que quede claro: para Hezbollah, las muertes de los ciudadanos libaneses sirven para su impulso estratégico; los israelíes muertos son buenas noticias, pero los libaneses muertos son noticias aún mejores, al menos en el importante frente de batalla de la opinión mundial y de los medios que pretenden jugar de árbitro honesto entre un Estado soberano y un conglomerado global genocida del terror.
Musa personal
Quiero disculparme ante mis amigos progresistas.
Les pido perdón, en primer lugar, por ser libre; por disfrutar de una sociedad abierta que me permite elegir según mi conciencia; por creer que la democracia es el mejor sistema político y el más evolucionado código de moral civil; por confiar en los valores humanos del judaísmo y de la cultura occidental como depositarios de un refinado avance histórico.
Les pido perdón por permitir y entender la igualdad de los hombres y las mujeres; por estar en contra de la pena de muerte; por no cortar las manos de los ladrones y por sentirme satisfecho de una justicia laica basada en el mensaje de los Profetas, la ley positiva y los derechos individuales; por apartarme del fanatismo teológico; por no odiar a los que profesan otra fe y por anhelar una discreta felicidad terrenal sin esperar el paraiso anticipado.
Les pido perdón por los pecados cotidianos de mi decadencia moral: por la tele, el cine, la investigación científica, el arte, la música profana, el buen vino, el choripán, la minifalda, el bikini, los perfumes de Chanel y la libertad sexual; por admirar a Rambam, Da Vinci, Miguel Angel, Galileo, Newton, Mozart, Bach, Cervantes, Neruda, Freud y Einstein.
Les pido perdón por el Partenón, la Capilla Sixtina y por el Templo de los Rollos del Mar Muerto; por los autobuses que aún no explotaron en Jerusalem, por los rascacielos que todavía quedan en pie en Nueva York y por los vagones que aún no descarrilaron en Atocha.
Y por si no alcanza, les pido perdón por preferir Haifa a Damasco, París a Teherán y Buenos Aires o México a Riad. Por usar remeras en vez de jalabías y gorras de Nike en lugar de turbantes. Por votar en vez de asentir, y por pensar en vez de obedecer. Por amar en vez de odiar y por avanzar en vez de retroceder.
Les pido perdón por tratar de vivir en la modernidad en vez de la Edad Media, por respetar en vez de imponer, y por tolerar en vez de prohibir.
Pero me temo que con esto no sea suficiente, porque cuando haya negado mi civilización y mis creencias, cuando me haya retractado de mis certezas, cuando me arrodille implorando misericordia, el fundamentalista islámico, muy a pesar de lo que ustedes opinen, me continuará matando del mismo modo, sin ninguna piedad ni compasión. Y los matará también a ustedes, porque somos distintos y porque él no sólo busca la sumisión, sino además el exterminio de la diferencia.