Aparecido en Haaretz -13 de agosto de 2006-:

La comisión de la «mañana siguiente»

A la "mañana siguiente" se habrá establecido una investigación estatal para examinar la dirección de la guerra y quizá otras cuestiones, como, por ejemplo, si era posible prevenir la militarización de Hezbollah durante los últimos seis años a través de medios políticos o militares.

Por Yossi Beilin

Las recientes semanas, en que gran parte del país fue expuesta a los cohetes de Hezbollah, en que la vida económica fue paralizada país y el turismo se detuvo; en que fueron expuestas las ramificaciones de las enormes brechas de seguridad entre ricos y pobres, judíos y árabes, en que decenas de miles de reservistas fueron movilizados y el precio militar y civil fue tan oneroso, todo demanda una comisión de investigación y ella será establecida.
En lugar de responder a las demandas levantadas por los medios de comunicación, en las demostraciones, en la oposición parlamentaria y en su propia coalición, el Primer Ministro debe iniciar una propuesta lo más pronto posible para tal investigación. Ya debe preparar el nombramiento de tal comisión para asegurar que no haya ningún indicio -de su parte- por evadir la cuestión. Además, como la ley estatuye, debe dirigirse al Presidente de la Suprema Corte y pedirle fijar los miembros de dicha comisión para decidir quién debe encabezarla. Yo pienso que el propio Aharon Barak sería la persona más apropiada para presidir la comisión.
Pero el día después, nuestra agenda nacional no debería ser solamente sobre la comisión de investigación.
Por un lado, el Gobierno tendrá que hacer un esfuerzo supremo para asegurar que el presupuesto 2007 estreche las brechas sociales, aun cuando es imposible recortar el presupuesto de defensa como fue prometido. Por otro lado, Olmert tendrá que liderar un movimiento político que sea una alternativa a su idea de «convergencia» o «realineamiento».
Olmert no tiene la opción de correr «la mañana siguiente». Él llegó al poder prometiendo negociaciones políticas con los palestinos. Si esto no funcionaba, podía liderar un movimiento unilateral para evacuar asentamientos en la Margen Occidental y mover a sus residentes a los bloques de asentamientos. Él no puede proseguir con ese movimiento porque los eventos en Gaza y El Líbano convencieron al público que los movimientos unilaterales no pudieron reemplazar los acuerdos de paz, y porque no obtendría una mayoría en la Knesset.
La derecha y los partidos religiosos no prestarán ayuda a la retirada y evacuación de colonos, y la izquierda no le permitirá abandonar las negociaciones y mover colonos de un lado de la cerca en la Margen Occidental al otro sin un acuerdo.
Un intento por convocar una segunda Conferencia de Madrid sería un gran y dramático movimiento político que podría ser aceptado, por lo menos al inicio, por una mayoría de público y la Knesset.
La primera Conferencia de Madrid, convocada en octubre de 1991, cambió el rostro de Medio Oriente y permitió, por primera vez en la historia, negociaciones directas entre Israel y Siria, El Líbano y una comisión Jordano-palestina sobre un acuerdo de paz.
Las discusiones llevaron, exactamente tres años después, al tratado de paz israelí-jordano, el cual fue posible gracias a los acuerdos de Oslo, suscriptos entre Israel y la OLP.
Las discusiones con El Líbano eran totalmente dependientes sobre aquéllas con Siria y, por consiguiente, no llevaron a ninguna parte. Las discusiones con Siria cesaron en 1996 y se reasumieron en 1999 de nuevo cuando las partes alcanzaron un acuerdo sobre todos los problemas de la agenda salvo el litoral nordeste del Kineret.
Es verdad que muchas cosas terribles han pasado desde entonces: la Segunda Intifada, la victoria de Hamas, el 11-S, el extremismo iraní, el conflicto en Gaza después de la desconexión y una segunda guerra en El Líbano.
Pero también es cierto que hubieron otros puntos positivos: Siria dejó El Líbano, el régimen de Saddam Hussein fue tumbado, Fouad Siniora fue elegido Primer Ministro libanés y Bashar Assad y Mahmoud Abbas, con buena disposición para iniciar negociaciones con Israel, crean mejores circunstancias para una segunda Conferencia de Madrid que la que existió en la víspera de la primera.
También vale la pena agregar que se han estrechado las brechas en materia de arreglos de estatus final durante los últimos 15 años. En la Israel de 2006, hay un casi-acuerdo general sobre un estado Palestino, y el Primer Ministro israelí está listo para abandonar el 90% de la Margen Occidental, unilateralmente. El documento de Clinton, la «visión» de Bush, el ‘Mapa de Rutas’, la decisión de la Cumbre de la Liga árabe de 2002 y el ‘Acuerdo de Ginebra’, pintan un cuadro claro de un acuerdo permanente israelí-palestino.
Las conversaciones públicas y secretas con los sirios desde 1991 también bosquejan, casi completamente, el contorno de un acuerdo israelí-sirio.
En 1991, fueron los Estados Unidos los que invirtieron el esfuerzo en persuadir a Israel para tomar parte en tal conferencia.
Esta vez será el trabajo de Olmert el de persuadir al Presidente Bush que, atisbando a Siria fuera del ‘Eje del Mal’, la paz con El Líbano y un final del conflicto israelí-palestino, son movimientos políticos prácticos que podrían salvar al Medio Oriente.