Las industrias culturales, como el cine y las series en streaming, constituyen una importante fuente de ingresos para los países, pero también un modo de política cultural hacia el mundo. Es decir, los países intervienen a través de su producción cultural en términos de relaciones internacionales, en forma de “soft power”. De esa manera se construye la imagen de un país a partir de la producción y circulación de sus bienes (cine, libros, artes visuales, deportes, turismo etc).
Como se viene reflexionando desde hace un par de décadas, la cultura se ha convertido en un recurso. Tanto EEUU como Francia han prestado atención a esta instancia como un modo de posicionarse a nivel internacional en la segunda mitad del siglo XX a través del cine y la música. Más recientemente observamos que Corea del Sur, Alemania, Japón, España y Argentina intervienen en la escena global también a partir de Festivales y Ferias, series y cine. También Colombia participa a nivel internacional a partir de la industria musical. Es allí donde organismos internacionales han realizado un informe que se llama Economía naranja con el propósito de demostrar el impacto económico que tiene la cultura en todas sus facetas, desde la producción hasta su consumo. En Brasil se habla en términos de diplomacia cultural como una herramienta de los países para promover su cultura y posicionarse en el exterior. Así es como las Embajadas, en combinación con fundaciones y asociaciones internacionales, se proponen distintas modalidades de intervención. En este contexto podemos comprender la proliferación de Festivales de Música, Cine, Olimpiadas Deportivas, el llamado turismo cultural, la creación de Museos y la promoción de espacios históricos urbanos a través de la gastronomía etc.
Esta introducción nos parece necesaria para entender la creciente presencia internacional de Festivales de cine y en particular la presencia por segundo año consecutivo de Seret, Festival de cine israelí realizado bajo el auspicio de la Embajada de Israel en Argentina, OSA, Cuja y AMIA. Este Festival se realizó por primera vez en Londres hace 11 años, en Chile hace 7 años y hace dos años en Argentina, siendo el tercer país en donde se realiza este festival
Sus organizadoras son tres mujeres israelíes con identidades nacionales múltiples: Anat Koren, Odelia Haroush, ahora viviendo en Londres, y Patty Hochmann, originalmente chilena, actualmente viviendo en Tel Aviv.
Como señala Hochmann en una entrevista, estas dobles o triples nacionalidades de las creadoras del festival dan cuenta de la realidad israelí, característica de la dimensión diaspórica del judaísmo, y de una sociedad multicultural donde conviven distintas nacionalidades y religiones, aspecto que se busca mostrar a través de la producción cinematográfica.
Es importante señalar que, además de esta producción cinematográfica accesible a través de los festivales, en Argentina venimos conociendo acerca de la realidad y la historia israelí, su sociedad, su multiculturalismo, la convivencia de la tradición y la supermodernidad, a través de la ciencia, el desarrollo tecnológico, la tolerancia sexual etc. a través de un conjunto de series difundidas en las plataformas de streaming como Poco ortodoxa, Shtisel, Fauda, etc.
En esta misma línea de mostrar al mundo aspectos de la sociedad israelí en su dimensión cultural,la película Hummus. Full Tráiler inaugura el Festival Seret. Se trata de una comedia de enredos en clave de humor, algo bizarra, mezclada con ficción criminal, que fue un éxito en Israel en el 2022. En esta película, dirigida por Asaf Kobrovsky, los personajes transitan desde la hipermodernidad de trabajar en la creación de aplicaciones -como el caso de Johnny el hijo del gánster, quien está por casarse y pretende alejarse del costado mafioso de su padre-, la convivencia de la pareja gay que vende flores high class, hasta el reconocimiento social de las prostitutas como trabajadoras sexuales como parte de la vida cotidiana y un mundo ortodoxo que convive paradojalmente con las armas. Nada es blanco o negro en la sociedad israelí y eso es lo que expone la película. Probablemente no sea casual que se muestre al mundo ortodoxo hiperreligioso a través de una pareja vinculada al mundo de las armas, como una metáfora de la extrema derecha religiosa como Sionismo religioso actualmente en el Poder Ejecutivo, junto con Bibi Netanyahu.
Ya con solo ver el afiche de publicidad podemos advertir lo que señala una de las organizadoras y promotoras de este Festival acerca de la sociedad israelí: la diversidad cultural, de nacionalidades y sexual. El film se desarrolla a través de una combinación de géneros: película de gangsters, de distintos orígenes nacionales y religiosos, suspenso y comedia. Se puede ver el conflicto entre los grupos nacionales y raciales que conviven en Israel y que reciben el full tráiler equivocado en una Haifa vibrante y moderna a través de una trama dinámica desopilante. Cada grupo espera un container cuyo contenido nunca queda del todo claro, desde armas hasta orquídeas, que resultan ser un “paraguas” para el envío oculto de diamantes asociados a un negocio oscuro del ruso de la ex URSS que los comanda. Es notable señalar que los equívocos y los enredos entre los distintos grupos están atravesados por la futura concreción de un casamiento, hecho que se desarrolla a lo largo de la trama de la película y con el cual culmina. Entre toda la diversidad mencionada, el casamiento judío aparece como un signo de la tradición que da cuenta de una cultura que se perpetua en el tiempo a pesar de los cambios.
Por último, no podemos dejar de mencionar la referencia al Hummus en el título del film, y en distintos momentos de la trama. En esa convivencia cotidiana entre religiosos, seculares, árabes, rusos y europeos, el hummus aparece como la comida clave de Medio Oriente, que los reúne. Si hay algo que caracteriza a la región es esta comida con sus diferencias, de allí que en la película se destaca que los israelíes comen el hummus con huevo y los árabes sin huevo, en un local de comida atendido por árabes. En síntesis, la película parece el relato de una gran confusión, pero que, a pesar de la violencia cotidiana, la tensión y las diferencias, la vida se puede imaginar en clave de humor, como rasgo inherente a la cultura judía.