Entrevista a Jessica Schultz, directora y protagonista de la obra “Berlín en Buenos Aires”

“Quise significar el nacionalsocialismo en el personaje de Ludwig Freude” 

Durante marzo se estrenó la cuarta temporada de “Berlín en Buenos Aires”, una obra que relata una de las miles de historias que pudieron ocurrir con los exiliados de la “Shoa”, en este caso enclavada en el impacto del nazismo en la Argentina. En este contexto, Nueva Sion entrevistó a su autora y protagonista, Jessica Schultz, quien nos relata detalles del contenido de una obra que está íntimamente conectada con el racismo, la xenofobia, la pérdida de la identidad y la violencia de género
Por Darío Brenman

La obra “Berlín en Buenos Aires” va por su por cuarta temporada ¿A qué pensás que se debe la permanencia y vigencia de la obra?

Hay temas que son imprescriptibles, como los crímenes de lesa humanidad acontecidos durante la Segunda Guerra Mundial, y para todos los que somos hijos de inmigrantes y tenemos historias vinculadas a la guerra sigue siendo un tema muy vigente. 

En cuanto a la permanencia de “Berlín en Buenos Aires”, creo que tiene que ver con que hay muchas capas adentro de la historia, fundamentalmente en el vínculo de dominación de un hombre (Hans) sobre una mujer (Helga) de apropiarse de su verdadera identidad. La obra te habla de las razones que tuvo la protagonista para ocultarla y de esa manera salvarse del exterminio en Berlín, y las cuestiones que tienen que ver con el amor. En este vínculo es donde se ponen de manifiesto los miedos, el antisemitismo profundo, la negación de la propia identidad, y todo esto se entrelaza con la historia del nazismo en Argentina.      

¿En qué momento aparece la idea de escribir esta obra llamada “Berlín en Buenos Aires”?

Escribir sobre este tema fue como un hallazgo, porque de a poco me fui encontrando con el tema de la identidad. No hay nada como ponerse a escribir para poder encontrar tanto lo que está en la superficie como lo que está profundamente guardado dentro de nosotros. El contenido fue apareciendo de a poco, como una respuesta a un vacío existencial-artístico en un momento en el que estaba sin proyectos y para nada contenta con los que estaba haciendo, por eso necesitaba hacer algo propio. 

Esto fue en el 2015, y a partir de ahí se abrió una compuerta que no se detuvo jamás, porque sigo escribiendo, durante la pandemia hice dos obras más, inclusive hice un formato de guion cinematográfico, y ahora hice la adaptación a una serie que ya tiene terminados los cinco capítulos. La historia va ser enorme, con muchísimos personajes. 

¿Cuánto de lo que relatás tiene que ver con tu historia familiar?

“Berlín en Buenos Aires” es una obra netamente de ficción. El tema de la identidad sí tiene que ver con mi vida personal, con mi familia de origen y el matrimonio mixto de mis padres, como una búsqueda permanente de muy chica de saber quién soy. Mi padre era judío, y si bien mi mamá fue convertida a esa religión para poder casarse, ahí hay toda una historia familiar que tuvo mucha resonancia. Por eso la temática de la obra tiene que ver con la identidad y la identidad oculta. Recuerdo que mi “bobe” me había regalado una estrella de David, y ella siempre me la escondía cuando veía que la traía afuera del vestido, y me decía “que nunca nadie sepa que sos judía”. Todo ese ocultamiento y el temor que me generaba salir a la calle y que me vean el Magüen David tuvo resonancia en mí, y estuvo plasmado en la historia de ficción de “Berlín en Buenos Aires”.

Cuando en la historia se relata cómo se escaparon de Alemania hasta llegar a Buenos Aires a vivir en el seno de una familia nacionalsocialista, me di cuenta que justamente esa familia se llamaba Freude y que ese apellido no es una ficción en la historia argentina, realmente existieron sobre todo en los años 40. ¿Tuviste en cuenta eso? ¿Los investigaste o fue un apellido al azar?

Cuando elegí este personaje no fue al azar, Freude era el magnate alemán que bancaba el espionaje alemán en Argentina. Fue el dueño de dos bancos importantes alemanes, automotrices. Indagué muchísimo en toda la historia de los nazis en Argentina. Me venía bien el personaje de Ludwig Freude porque para mí encarnaba el nacionalsocialismo en  Buenos Aires y toda la admiración de Hans con el régimen más allá de todas las contradicciones que tenía este personaje; su lealtad con el nacionalsocialismo, de haberse  enamorado de una mujer judía y haberse salvado de la operación de castración que ejecutaban los alemanes a todos aquellos que tenían enfermedades hereditarias; Hans era  diabético y gracias a que un amigo  médico judío  destruyó su historia clínica, pudo salvarse de esa instancia. 

Quise plasmar todo lo que significaba el nacionalsocialismo no solamente para los judíos sino para toda la población alemana, lo que significa la extrema derecha y lo que fueron las leyes de Nuremberg, en definitiva, quise significar el nacionalsocialismo en el personaje de Ludwig Freude. 

En varias oportunidades me di cuenta de tu sufrimiento ante el encierro en esa mansión, además de tener que ocultar tu identidad judía en un contexto donde trabajabás para una familia pro nazi en Buenos Aires. ¿Cuánto podés disociar tu personaje de esta historia que, si bien es ficción, tiene algunos aspectos de tu historia familiar?

Sin duda Helga está construida de mi propia experiencia, mis temores, mi experiencia de ser judía en un país donde por ejemplo durante la dictadura militar íbamos al colegio en grupos, en la época que secuestraban chicos de las escuelas judías, y que los padres de noche custodiaban las instituciones. A mí me tocó vivir esos hechos. 

Todos sabemos lo que sufrieron también los judíos, no solamente los secuestrados y torturados, sino también durante el servicio militar. Creo que puse todas mis emociones al servicio del personaje. Disociar es el trabajo del actor, justamente de tratar de prestarle todas tus vivencias a lo que hacés, al personaje, pero claro que yo no soy Helga, pero es obvio que pude construirla con algunas cuestiones personales mías íntimas que me ayudaron a personificarla. 

En la obra existen varios temas que trascienden la época, como el intento de censura de la propia identidad de Helga y su sometimiento a Hans desde todo punto de vista, hasta que Helga logra liberarse de todo eso. ¿Uno podría decir que también quisiste denunciar lo que muchas mujeres pasan en forma cotidiana en relación a la violencia machista?

La elección de un vínculo de dominación de uno sobre otro fue deliberada, yo elegí contar una historia de manipulación respecto de la identidad y del ser del otro. Un Hans que convierte a Helga en una estrella o en un emblema de la cultura alemana de esa época, la manera en que ella se salva gracias a él, pero él le niega el conocimiento de la verdad de lo que pasó con su familia, inclusive existe un momento donde la protagonista encuentra una fotos familiares y Hans le quema esas imágenes, intenta que no tenga respuestas sobre ese pasado, y le dice que Helga solo puede existir si esas imágenes desaparecen. Hans en un momento le dice “si tuvieses la inteligencia de aceptar que simplemente no están, ni están ni estarán, están en un limbo, algo parecido a lo que decía Videla respecto a los desaparecidos, por eso digo que existen en esta obra conexiones con nuestra historia. 

¿También en la obra se pueden ver “guiños” sobre sucesos históricos que ocurrirán después en Argentina? 

En un momento dado Hans le dice a Helga “no veo la razón por la cual no querés salir a la superficie”, ella necesita esconderse porque se siente incómoda en un antro nazi, no sabe quién es, está confundida. Le aparecen los recuerdos de su familia, de su pasado, y ella dice que se va a seguir escondiendo en ese sótano, y él le dice “No entiendo por qué no querés salir a la superficie, todavía no caen bombas en Buenos Aires”, claramente esto es antes de 1955, son todos guiños y cuestiones que lo conectan con la actualidad o con nuestra historia.

Por supuesto que el vínculo de ellos, visto a la luz de los discursos feministas de la actualidad y de sus luchas, tiene otra lectura, y por supuesto en la obra la dominación de Hans sobre Helga fue todo el tiempo querer hacerla a su imagen y semejanza, construirla y armarla como su mujer ideal. Existe una lucha de ella por recuperar su libertad y ser quien verdaderamente es, esto fue elegido expresamente en la obra. 

En “Berlín en Buenos Aires” conviven dos personas diferentes, tanto en ideología como en religión… 

Es cierto, y todo esto me lleva a preguntarme y a preguntarnos si el amor puede ser más fuerte que la ideología. Si es posible la relación entre dos personas de ideologías y religiones diferentes. Si aceptamos realmente a quien es diferente a mí. Pensemos socialmente la cantidad de comunidades que están integradas a nuestra sociedad, y cuanta xenofobia existe, esto pasa cotidianamente. La xenofobia está intrínsecamente instalada y mucha gente ni siquiera puede ser consciente de su racismo, inclusive dentro de los sectores progresistas existe eso. 

Creo que nosotros como descendientes de judíos, más allá de las características que pueda tener el país y del antisemitismo que uno encuentra tanto en las redes como en toda la sociedad, fuimos acogidos por un país que nos recibió y que nos permitió desarrollar profesionalmente; entonces la verdad que no poder aceptar que otros inmigrantes puedan desarrollar una vida en la Argentina, como por ejemplo los venezolanos, es tremendo. Por eso creo que la obra “Berlín…” nos hace cuestionar acerca de todas estas cosas, no es solamente la historia de Hans y Helga. 

¿En qué te modificó a vos internamente el poner de manifiesto una de las miles de historias que ocurrieron durante el Holocausto?

Desde que escribí la obra y la ensayamos y la estrenamos en la primera temporada, no sabía que me iba a encontrar con una recepción de un público tan personalizado en el sentido de que la gente nos espera para contarnos sus propias historias. No sabía que iba a ser tan movilizante para muchas de las personas que han visto la obra y que tienen historias vinculadas a sus familias de inmigrantes. 

Todo esto modificó un poco el sentido de la obra, si bien me puse a escribir por una necesidad de ponerme a actuar algo que me gustara mucho, que tuviese que ver con lo que quería decir, algo que me atravesara, después se transformó en otra cosa. Lo que veo y recibimos todos después de la función es siempre una manera artística de atravesar el dolor, y yo creo que el arte en general verdaderamente nos salva, nos rescata de muchísimas cosas. El teatro tiene la función de movilizar más directamente al público, entonces pasó de ser una necesidad personal de poder hacer algo que me gustara, entender la función social que tiene el arte en una sociedad, en este caso en la comunidad, si bien como trata otros temas que tiene que ver con la búsqueda de la verdad, de la libertad del personaje de Helga, también es para todo tipo de público