Hace 31 años nuestro país se convirtió en el escenario de uno de los hechos más penosos de la historia. Hace 31 años, 29 personas perdieron la vida de manera inexplicable y muchas otras recibieron heridas que nunca sanarán. Hace 31 años que cada 17 de marzo conmemoramos este horroroso atentado que nos marcó para siempre. En este nuevo aniversario queremos rendir nuestro homenaje recuperando la voz y los testimonios de los familiares y allegados que reflejan los aspectos más relevantes de la vida de quienes fueron asesinados aquel 17 de marzo de 1992 a través de extractos de las entrevistas realizadas por la Embajada de Israel en la Argentina en ocasión del 30 aniversario del atentado, que pueden encontrarse completas en https://www.atentadoembajada.com.ar/, en una producción que incluyó recursos educativos, audiovisuales y testimonios.
Cada una de las víctimas será recordada con dolor por lo ocurrido, pero con un profundo amor y afecto. Cada una dejó su impronta en su lugar de trabajo, en su familia, en su grupo de amigos… y nunca se las olvidará como las víctimas inocentes de un atentado sin sentido.
“El terrorismo fue y será siempre un crimen, sin importar cuál sea su objetivo o causa” sostuvo David Ben Refael, el 18 de octubre de 1989, ante la Sexta Comisión en la Asamblea General de la ONU. David nació en Estados Unidos en el año 1948, mientras se desarrollaba la guerra de Liberación de Israel. Emigró a Israel a los 23 años, estudió Derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén y perteneció al Servicio Diplomático del Estado, especializándose en la lucha jurídica contra el terrorismo. En octubre de 1991 se mudó a Buenos Aires junto a su familia y se desempeñó como vice embajador. David no solo es recordado por su empeño, perseverancia y compromiso profesional, sino también por su sentido del humor, su modestia, su ética y su entrega al trabajo y a su familia.
Eli Ben Zeev nació en 1957 en Israel, patria a la que juró defender con su vida. Trabajó como custodio del Aeropuerto Internacional Ben Gurion y en el año 1988 se incorporó al Ministerio de Relaciones Exteriores como Oficial de seguridad. Pensando que sería un destino diplomático novedoso, se estableció en Argentina. Su viuda recuerda que Eli sostenía que en el mundo no había lugares seguros para los judíos e israelíes ni para sus instituciones. Su trabajo era proteger a la Embajada y a sus empleados como jefe de seguridad. Al morir tenía 35 años, un hijo de 6 años y una beba de un año y medio.
Beatriz Mónica Berenstein de Supanichky, nació en Argentina y creció en el barrio de Floresta con su padre, su madre y su hermana menor. Vivió un tiempo en Israel y luego en Europa. Aunque su proyecto inicial era radicarse en Israel, regresó a la Argentina donde se casó y formó una familia con la llegada de su hija, Shirley. Trabajaba en la Embajada. El atentado dejó un vacío inmenso, imposible de llenar que cambió la vida de su familia para siempre.

Juan Carlos Brumana era el sacerdote vicario de la Parroquia Madre Admirable, ubicada frente a la embajada de Israel. Su familia estaba constituida por su mamá, su papá y sus tres hermanas mayores. Al terminar el secundario se sumó al movimiento Apostolado la Legión de María, un espacio para quienes abrazan la fe y trabajan con y para otros. A los 27 años ingresó en el seminario. Además de trabajar en la Parroquia Madre Admirable, visitaba asiduamente el Barrio Padre Carlos Mugica, también conocido como Villa 31, donde todos los domingos oficiaba la misa. En el barrio se lo recuerda como un sacerdote siempre dispuesto a dar una mano y a prestar su oído, a bendecir y acompañar a los enfermos o a quien lo requiriera, caritativo y respetuoso. Falleció en la explosión a los 37 años al ser destruida la Parroquia en la que trabajaba y vivía.
Eliora Carmon trabajaba en la Embajada como administrativa y hacía tres años que vivía en Argentina, acompañando en su misión diplomática a Daniel, su marido, el cónsul y consejero de la Embajada de Israel en Argentina, con quien tenía cinco hijos. Eli amaba su patria y llevaba con orgullo su nombre, elegido en memoria de su abuelo, Eliezer Kaplan, primer ministro de Finanzas israelí. Eli tenía casi 39 años cuando el coche bomba le arrebató la vida, la posibilidad de ver crecer a sus hijos.
Marcela Droblas era la mayor de tres hermanos. Su madre cuenta que era sociable y extrovertida, y que se movía con soltura en todos los ámbitos en los que se desenvolvía: la escuela primaria pública, la escuela hebrea del seminario de AMIA, Macabi, donde cosechó grandes amigos, unidos por un profundo amor a Israel. Marcela se anotó en Rambam y cuando finalizó la escuela secundaria, hizo aliá, inmigrando a Israel junto con una amiga a los 18 años. Allí convivieron en la universidad, estudió Educación, perfeccionó su hebreo, pero con el tiempo sintió que extrañaba mucho a su familia y amigos, y tomó la decisión de volver a la Argentina. En el año 1990 comenzó a trabajar en la Embajada de Israel. El atentado la arrebató la vida, pero su huella sigue presente en todos quienes la conocieron y amaron.
Andrés Roberto Elowson no vivía en Buenos Aires, estaba de paso visitando a sus familiares. Afable, de buen carácter, justo y noble, Andrés se instaló en el campo cuando falleció su padre, lo que lo obligó a abandonar la carrera de ingeniería, pero le permitió descubrir su lugar en el mundo y su vocación. Quienes lo conocían sostienen que era un tipo recto, trabajador y buena persona, al que no le gustaba la mentira ni la falta de ética. Dejó un recuerdo imborrable de amor, fraternidad y compromiso.
Miguel Ángel Lancieri Lomazzi se crío en el campo, en Paysandú, Uruguay, hasta que a los 26 años se mudó a Buenos Aires en busca de un mejor porvenir. Nunca olvidó sus raíces y cada vez que podía regresaba a su pueblo natal para estar con sus padres, con su gente o disfrutar del contacto con la naturaleza. Se ganaba la vida colocando equipos de aire acondicionado. La tarde del 17 de marzo, Miguel Ángel estaba con su socio descargando el equipamiento para hacer una instalación en un edificio en Arroyo y Suipacha. La explosión lo encontró en plena calle. Su socio se salvó porque aún estaba dentro de la camioneta. Cuando murió Miguel Ángel, Nelly se quedó sola con sus cuatro hijos: Maximiliano, que tenía 16 años, Yanina y Gisela 13 y Juan Mauro, 3.
Escorcina Lescano de Albarracín poseía una profunda fe católica, le gustaba asistir a misa y ayudar a quienes lo necesitaran. Cuando comenzó a tener problemas de salud decidió irse a vivir al Instituto San Francisco de Asís ubicado frente a la Embajada de Israel, ya que la institución tenía su propia parroquia y podía contar con la compañía de otras mujeres. Allí vivió y entabló nuevas amistades, como el Padre Juan Carlos Brumana, quien subía a conversar con ella. Era muy amada por su familia. Decía que tenía dos hijos varones y tres hijas mujeres, porque a sus nueras las quería como a hijas.
Alfredo Oscar y Freddy Remberto Machado Castro eran hermanos y ambos fallecieron tras el derrumbe del edificio de la embajada donde estaban haciendo unas reparaciones. De familia numerosa, compuesta por madre, padre y cuatro hijos, los Machado Castro se acostumbraron a vivir entre Bolivia y Argentina. Alfredo finalmente decidió instalarse junto a su pareja y a su hijo en Buenos Aires donde esperaba tener más trabajo como albañil, oficio que había aprendido en su adolescencia. En el año 1991, su hermano Freddy Remberto tomó la misma decisión y con apenas 18 años de edad se vino a vivir a Buenos Aires. El 17 de marzo de 1992 los encontró haciendo una refacción en la Embajada de Israel. Nunca pudieron cumplir su sueño de regresar algún día a su amada Bolivia.
Francisco Mandaradoni nació en Italia, siendo un adolescente emigró a la Argentina con apenas 17 años buscando las oportunidades que parecía prometer y dejando atrás el horror de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Estudió para ser Maestro Mayor de Obras, se enamoró de María Antonia, se casó y tuvieron dos hijas. Noble y humilde, bondadoso y atento con los suyos, según lo recuerda su nieto, pasaba su tiempo libre con la comunidad calabresa y con su familia, su compañía favorita. El 17 de marzo lo encontró en la embajada, realizando tareas de plomería para una empresa que se ocupaba del mantenimiento del edificio.
Francisca Mausi Meyers Frers de Hernández era una mujer siempre tenta a las necesidades ajenas y solidaria como pocas. Su hija cuenta que cuando en los años 50 se incendió una fábrica en la localidad de Martínez, fue una de las primeras en presentarse a donar piel para aquellas operarias internadas con profundas quemaduras. En una época en la que no era común que las mujeres trabajaran fuera de su casa, fue profesora de alemán, trabajó como traductora de una estrella de cine, y participó del Programa Nacional de Estadísticas y Censos. Francisca vivía en un pensionado de la iglesia ubicado frente a la embajada. Salía de noche con sus amigas, iba al teatro y volvía tarde, sintiéndose segura porque los custodios de la embajada estaban alertas a cualquier cosa que pasara.
Mirta Saientz vivía de chica en San Martín con su familia. En 1967, cuando estalló la Guerra de los Seis Días, viajó y se instaló en un kibutz para sentirse parte de este acontecimiento histórico, y aunque no prosperó la idea de inmigrar y radicarse definitivamente allí, sentía una admiración enorme por Israel. Mirta era una mujer atenta, se ocupaba de todo el mundo, del bienestar de los otros, de sus padres, sus familiares, sus compañeros. Su hermana cuenta que era el tipo de persona que llevaba encima dos lapiceras, una para ella y otra extra, por si alguien llegaba a necesitarla.
Raquel Sherman de Intraub vivía con su mamá, su papá y sus dos hermanos mayores, en Kishinev, Besarabia, disfrutando las comodidades de un buen pasar. Llegó a la Argentina en el año 1926, tenía solo cinco años, y dejaba atrás las comodidades de una buena vida, la lengua materna, los amigos y parientes, pero también el odio intolerante hacia los judíos. Trabajaba como empleada administrativa en la Embajada de Israel. Cálida y muy querida, Raquel fue una persona que pudo anteponerse a los golpes y encontrar disfrute en la compañía de sus seres amados.
Liliana Graciela Susevich de Levinson nació en la Ciudad de Buenos Aires, en el año 1950. Terminó el colegio, hizo algunos cursos y empezó a trabajar en un negocio de ropa junto a su padre. Más adelante ingresó a la AMIA y finalmente en la Embajada de Israel, donde trabajó de empleada administrativa. Su papá, Carlos Susevich, se convirtió en uno de los participantes más activos del incesante reclamo de justicia que los familiares de las víctimas y sobrevivientes sostuvieron y sostienen aún hoy en día.
Zehava Zehavi nació en Netanya, una hermosa ciudad costera. Hija de dos sobrevivientes de la Shoá, Tzipora y Simja Bonim Hermann, estudió en la escuela secundaria religiosa de Netanya, fue miembro del movimiento “Bnei Akiva” y al finalizar la secundaria se alistó en el servicio militar, dentro de la Brigada Nahal, una de las brigadas principales de las Fuerzas de Defensa de Israel. Se casó con Itzik Zehavi, se mudaron a la localidad de Shavei Shomron, al norte de Cisjordania, y allí pudo desarrollar su vocación, trabajando como maestra jardinera en distintos asentamientos. Itzik trabajaba para el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel y fue designado Primer Secretario de la Embajada israelí en Argentina, por lo que la familia se mudó a Buenos Aires a principios de los 90. Zehava fue contratada por la Embajada como empleada administrativa. El 17 de marzo de 1992, Zehava se encontraba en el tercer piso del edificio de Arroyo 910. Sus restos regresaron a su patria, y descansan en el cementerio de Netanya. Su familia, Itzik, Or, Yedidia y Avigdor regresaron a Israel y continuaron viviendo en Shomron.
Vale, además, recordar con profundo respeto a Celia Haydee Arlia de Eguia Segui; a Carlos Raúl Baldelomar Siles; a Rubén Cayetano Juan Cacciato; a Aníbal Leguizamón y a Alexis Alejandro Quarin; quienes también perdieron la vida en el atentado, y a las siete personas cuyos cuerpos no pudieron ser identificados.