Opinión:

Frente a un nuevo enemigo

Amos Oz, el más reconocido escritor israelí y uno de los fundadores del movimiento ‘Paz Ahora’, afirmó en relación al actual conflicto en Medio Oriente: “Ésta sí es una guerra justa. Muchas veces en el pasado el Movimiento de Paz Israelí criticó las operaciones militares de Israel. Esta vez no. Esta vez la guerra no es por la expansión ni la colonización por parte de Israel. No hay ningún territorio libanés ocupado por los israelíes (…) Esta vez Israel no está invadiendo El Líbano. Se está defendiendo de un hostigamiento diario y del bombardeo de decenas de nuestros pueblos y ciudades y trata de aplastar a Hezbollah ahí donde está al acecho”. Amos Oz, junto al ex líder de la izquierda sionista, Yossi Sarid, y el líder del frente pacifista Meretz, Yosi Beilin, son algunas de las voces que han decido respaldar la incursión israelí en territorio libanés como forma legítima de responder a aquellos que sustituyen todo tipo de diálogo por el terror.

Por Julián Blejmar

Israel, como cualquier país que es agredido, tiene derecho a defenderse.
La dificultad, reside en la complejidad de sus atacantes, cuya forma de operar difiere radicalmente de los ejércitos tradicionales: Por un lado Hezbollah, una guerrilla que no reconoce fronteras para su accionar, ni geográficas, ni morales, como lo prueban las decenas de misiles que desde hace meses -incluso antes del asesinato de ocho soldados israelíes y 3 secuestrados que desencadenó la ofensiva de Israel contra el Líbano- estaba lanzado contra civiles.
Por el otro, Hamas, otra organización guerrillera remixada en partido político -con bases escritas que incluyen la desaparición del Estado de Israel-, pero cuyos ataques contra la población israelí demostraron que su modo de accionar no difirió del que tradicionalmente empleó contra la población civil israelí.
Por eso, cabría detenerse en el desarrollo de esta escalada bélica, por que es allí, y no en la legitimidad de la ofensiva, donde la intervención del gobierno israelí podría ser plausible de críticas.

Primeras preguntas

Si se puede afirmar que la ofensiva contra Hamas y Hezbollah es justa, pero su desarrollo cuestionable, surgen los primeros interrogantes: ¿Existía, acaso, otra alternativa de lucha? ¿Era posible librar una ofensiva sin lo que la administración Bush denominó -con un dejo de cinismo- “daños colaterales”?
La lección de Irak, que hasta el día de hoy está demostrando acerca de la complejidad en la lucha contra guerrillas camufladas entre la población civil -utilizada como escudo humano sembrando el terror no sólo en sus objetivos sino también en sus propios compatriotas- parece no haberse tenido en cuenta a la hora de lanzar el ataque. Y es por ello que la confrontación se está extendiendo mucho más de lo pensado, lo que representa una gran triunfo para Hamas y Hezbollah y una gran frustración para todos aquellos, en Israel y el mundo entero, que apuestan al dialogo y a la paz.
Muchos afirman de hecho que, para minimizar los costos de esta incursión, la ofensiva contra Hezbollah debería haberse librado mucho antes, ante cualquiera de las señales que este grupo daba sobre sus acciones, como los secuestros extorsivos de tres soldados israelíes a fines de 2000, -por los que el gobierno de Sharón entregó 400 prisioneros libaneses a cambio de la “supuesta” devolución de los mismos -y posterior asesinato de dichos soldados a fines de 2004-.
Los más de 1.000 misiles que Hezbollah ya arrojó desde el inicio del conflicto, son también la prueba del fracaso que significó dejar en manos del gobierno libanés el control del desarme de este grupo terrorista, tal como lo obligaba la resolución 1559 de la ONU a la que el propio gobierno adscribió.
Pero sucedió que mientras Irán y Siria, dos de los verdaderos escollos para la paz en Medio Oriente, continuaban financiando a Hezbollah en El Líbano y a Hamas, en la Franja de Gaza, para que sean los inocentes civiles y sus precarias infraestructuras -y no Irán y Siria mismas-, las que paguen los costos de albergar el terrorismo; Israel, antes que concentrar lucha contra estas organizaciones guerrilleras, destinó la mayor parte de sus esfuerzos en lograr la paz con los gobiernos de ambos territorios, anteponiendo el diálogo y el entendimiento, y no las acciones belicistas, como forma de llegar alcanzar la tan anhelada convivencia entre los pueblos.

Cambios en la estrategia

En el año 2000, Ehud Barak, entonces Primer Ministro de Israel, retiró las tropas israelíes que ocupaban El Líbano desde la «Operación Paz para Galilea» de 1982, y en 2005 Ariel Sharón ejecutó el plan de desconexión -la salida unilateral- de la Franja de Gaza, que también era ilegítimamente ocupada por Israel, según las resoluciones de la ONU de 1948.
Hace poco más de un mes, 25 de junio de 2006, Israel volvió a ser blanco del terrorismo.
Sin mucho más para ofrecer, sin interlocutores para la paz, sin el apoyo de la cada vez más patética ONU, -a esta altura reducida a un organismo decorativo-, decidió instrumentar acciones defensivas como cualquier país atacado lo hubiera hecho. Pero su ofensiva, que lleva un mes, costó la vida de más de 100 israelíes entre civiles y militares, y cobró también las vidas de más de 400 civiles libaneses tan inocentes como los civiles hacia los cuales apunta Hezbollah, lo cual ha significado un duro golpe hacia los valores de muchos israelíes e integrantes de la comunidad judía mundial, y no será en absoluto recordada con el prestigio y la capacidad que el Ejército y la inteligencia israelí supo gozar en otros tiempos (gracias a su velocidad, precisión, y preocupación por evitar el derramamiento de sangre inocente).
Por eso, es posible que esta ofensiva obligue a un replanteo sobre una reingeniería en la inteligencia y logística de las fuerzas armadas, para continuar una justa lucha contra un nuevo tipo de enemigo que utiliza a la población civil como escudo y a sus hogares como arsenal.
Una lucha que, posiblemente, deberá realizarse a diario y en silencio contra los incansables propagadores del terror.