La economía de la ultraderecha israelí, un eventual talón de Aquiles

La alianza de gobierno no solo cuenta con miembros supremacistas, xenófobos y homófobos, sino que también vinieron a socavar las sólidas estructuras de la economía israelí, a punto tal, que la famosa Startup Nation podría entrar en peligro.
Por Federico Glustein

El 22 de diciembre del año pasado comenzó el gobierno más derechista y religioso de la joven historia israelí. En este nuevo mandato de Benjamín Netanyahu al frente del Ejecutivo, hay novedades que van más allá de la incorporación de partidos ultraderechistas, supremacistas y xenófobos como Otzma Iehudit, el Sionismo Religioso y Noam. Estas otras novedades radican en cambios en la estructura tradicional de los gabinetes de Bibi de las últimas magistraturas, como por ejemplo, dejar el Ministerio de Finanzas -junto al Ministerio de Defensa- al polémico Betzalel Smotrich o dejar a Ofir Sofer, del mismo partido, en el Ministerio de Aliá.
Esas marcadas diferencias hicieron reaccionar a los ciudadanos que están en contra de la coalición, lanzándose a las calles todos los sábados por la tarde para reclamar por una serie de reformas que incluyen el manejo por parte del gobierno del Poder Judicial. Las más de 100 mil personas que se movilizan semanalmente no formaban parte del paisaje habitual de los gobiernos de Bibi, algo se rompió y se nota no solo en las protestas sino también en las encuestas, donde parte de su base de votantes se opone a todo este entramado de intervención del Poder Ejecutivo.

Las protestas y los negocios, una debilidad del plan Netanyahu
La diferencia no es solo de nombres sino de ideología. No es lo mismo Smotrich al frente de las finanzas nacionales que un miembro de Shas comandando Agricultura o miembros de Kadima o Kulanu, partidos centristas o centroderechistas, en la cartera de Hacienda, como sucedió en varios gabinetes de Netanyahu.
Y eso se hace notar en el ambiente de negocios. Hace unas semanas, el Primer Ministro se reunió con Amir Yaron, presidente del Banco Central Israelí (BCI), quien alertó sobre las reformas que lanzó la coalición con la finalidad de debilitar el Poder Judicial y la Aliá, entre otras, afirmando que habrá un daño irreversible en la economía de la única democracia de Medio Oriente si persisten estas modificaciones. Asimismo, la máxima autoridad monetaria ha enviado al Ministerio de Finanzas, dirigido por el ultranacionalista religioso Bezalel Smotrich, un informe con una lista de preocupaciones expresadas por las agencias de calificación internacionales.
En ese mismo contexto, un alto funcionario del BCI, Moshe Hazán, dimitió con una carta de renuncia en la cual afirma que en Israel “la democracia está en peligro” y que le gustaría involucrarse en la esfera sociopolítica para evitar que eso ocurra.
Es así que hacia finales de enero se sucedieron marchas de trabajadores del sector tecnológico y de las startups en 16 lugares -entre ellos, Tel Aviv, Jerusalén, Haifa y Netanya-, en protesta por los polémicos planes del gobierno de revisión del sistema judicial, al grito de “Sin libertad, no hay tecnología” y “Save our startup nation”. Este esfuerzo por mostrar la gravedad de las reformas se suma al de las empresas israelíes, el sector financiero privado, las cámaras empresariales y las compañías multinacionales con sede en Israel por expresar su preocupación por el devenir del país, dado que afirman que amenaza la democracia y la prominente industria high tech local, al mismo tiempo que genera incertidumbre, lo cual deriva en una menor inversión extranjera, así como empresas ya instaladas que piensan en marcharse del país.
El sector tecnológico y emprendedor es muy importante, ya que más del 10% de los trabajadores israelíes se desempeñan en el sector de la alta tecnología, que encarna cerca de un 15% del PBI, un 25% del impuesto sobre la renta total pagada en el país y más de un 45% de las exportaciones israelíes.
Por otra parte, el sector de turismo se mantiene en alerta ante la posibilidad de eliminar la exención de IVA para los turistas del extranjero, una política histórica del Estado. Esta medida, que se extiende, por ejemplo, en toda Europa, representa aproximadamente 300 millones de NIS anuales, pero si se suprime, la afección sería del triple, según denuncian los operadores turísticos. La medida se tomaría para financiar el presupuesto anual de acuerdo con el ministro Smotrich, aunque influye en empresas israelíes y extranjeras en el país y en el exterior.
Los hoteles, empresas de catering, agencias de viajes, restaurantes, shoppings, cadenas de indumentaria y alquiler de vehículos, entre otras, están conmocionadas con la llegada de la coalición y una política que no tiene sustento en estadísticas sino en ideas que consideran antiguas. Sobre todo, teniendo en cuenta que todavía el turismo receptivo en Israel no se ha recuperado.
Pareciera que a Netanyahu nada le importa en su objetivo de evitar ser enjuiciado, incluso llevarse puesta a la eficiente y sólida economía israelí.

Datos alarmantes de la economía
La comunidad ultraortodoxa constituye aproximadamente el 13% de la población israelí, pero con un promedio de 6,4 hijos por familia, podría llegar a ser un cuarto en 2045, según las proyecciones oficiales. Menos de la mitad de los hombres tiene un trabajo, mientras que el 80% de las mujeres tiene por lo menos uno.
Aunque cada vez son más los hombres ultraortodoxos que buscan empleo, las ayudas a la vivienda y la alimentación mediante cupones, y un incremento de las pagas para los estudiantes de las yeshivot podrían invertir la tendencia. El BCI alerta desde hace tiempo que la economía se resentirá si no hay más hombres ultraortodoxos trabajando dado que las ayudas crecen cada vez más y la carga fiscal recaerá en menos manos.
Además de los incentivos, la escasa educación formal de los varones dificulta las posibilidades en el mercado laboral dado que la mayoría de ellos tampoco accede a la formación de Tzahal.
El hecho de que la coalición de ultraderecha fomente las yeshivot con más dinero público, fomente el empleo estatal para los haredim y mayor autonomía de los planes de estudio ortodoxos, es un respaldo fuerte hacia una nación religiosa pero va en contra de la economía del país, que está más resentida que en otras oportunidades.
Solo por nombrar datos: la tasa de interés alcanzó el 4,25%, la más alta desde 2008, con la finalidad de bajar la inflación anual que alcanzó el 5,3%; el crecimiento del PBI para 2023 sería del 2,8% con revisiones a la baja; la moneda se deprecia a 3,53 NIS por dólar a pesar de contar con casi 200 mil millones de dólares en reservas internacionales; y la pobreza superó a los 2 millones de israelíes, es decir, el 21% de la población es pobre, aumentando entre las familias monoparentales y la niñez, incrementando en más de 130 mil en relación a antes de la pandemia.
No alcanza para populismo nacionalista y religioso: las desigualdades en Israel son crecientes y con un clima de incertidumbre no es bueno incrementar el gasto público o la deuda para contentar a los haredim. En 2022, durante el gobierno de Iair Lapid y los socios seculares, por primera vez desde 1987 se logró superávit fiscal, aunque Smotrich ya adelantó que eso no se repetirá por las demandas de diversos sectores de aliados del gobierno.
Lo que es sabido es que Netanyahu y la coalición de ultraderecha con tal de satisfacer sus demandas personales y sectoriales están dispuestos a llevarse puestas las instituciones israelíes. Las marchas ayudan, pero no alcanzan. El daño puede ser irreversible.