Prueba de fuego:

El test de la izquierda sionista

Hay aquellos que esperan que la izquierda sionista se una al jolgorio de la guerra, en los patéticos esloganes como "Nosotros ganaremos" y en los apasionados comentarios como "Nasrallah recordará quién es Amir Peretz". Hay aquellos que esperan que nos unamos a la izquierda no sionista que está requiriendo un cese de hostilidades unilateral, acusa a Israel de crímenes de guerra, demanda que a Hamas y a Hezbollah se les dé lo que quieren, y se opone a todo uso de fuerza. Ambos lados dicen que este es el momento de prueba para la izquierda sionista. Y tienen razón.

Por Yossi Beilin

Tenemos una profunda creencia en el derecho del pueblo judío a un Estado democrático y seguro, que tenga una mayoría judía estable: el Estado del pueblo judío y todos sus ciudadanos. Estamos convencidos que nuestro interés nacional está en completar los movimientos hacia la paz con los palestinos, Siria y El Líbano, y que no hay ninguna alternativa a un acuerdo.
Si dependiera de nosotros, habríamos alcanzado un acuerdo de paz con los palestinos en mayo de 1991, como se prometió en el acuerdo interino con ellos.
Si dependiera de nosotros, las conversaciones de paz de Shepherdstown que involucraron a Bill Clinton, Ehud Barak y Farouk Shara habrían acabado en diciembre de 1999, con un acuerdo de paz israelí-sirio que habría llevado a un trato Israel- El Líbano y habría evitado la necesidad de un retiro unilateral de El Líbano seis meses después.
Si dependiera de nosotros, habríamos renovado las negociaciones de paz cuando Mahmoud Abbas fue elegido presidente de la Autoridad Palestina en 2005, evitando la necesidad de un retiro unilateral de la Franja de Gaza, sólo unos meses después.
Pero nuestro sentimiento que la paz podría haberse alcanzado hace tiempo y que Israel ha jugado un papel importante en el hecho de que esto no haya sucedido, no justifica la conducta de nuestros enemigos.
No justifica los Qassams palestinos, que continuaron disparando sobre desde Gaza luego que desmanteláramos los asentamientos, o el incremento de armas mayores de Hezbollah, o el ocultamiento de cohetes en casas de civiles libaneses inocentes, o la excitación irresponsable y las demandas territoriales injustificadas de Hassan Nasrallah, aunque nosotros nos retiramos de El Líbano hasta el último milímetro.
La respuesta militar en Gaza y El Líbano está justificada ante nuestros ojos, pero ésa no es ninguna razón suficiente para apoyar todos los aspectos de la guerra.
La actividad militar de corta duración, seguida de un ultimátum por la liberación de nuestros soldados secuestrados, habría sido más apropiada. En todo caso, no fue correcto caer en la trampa puesta por Hezbollah en una prolongada guerra de desgaste, la exposición contínua de los hogares israelíes al bombardeo y una operación en el terreno que involucra a decenas de miles de soldados, a un costo muy alto.
Un cambio formal en la actitud hacia los no combatientes llevó a centenares de heridos de civiles libaneses.
No podemos justificar semejante cambio, aun cuando vino de boca de alguien que no deja de vanagloriarse de ser un hombre de paz. El pasado ‘paloma’ de Amir Peretz no le concede una licencia para violar normas éticas que nos han guiado durante muchos años.
Unos días después de que la lucha estallara, exigimos un cese de hostilidades -mutuamente acordado- para lograr las metas que Israel se ha impuesto a sí mismo: el retorno de los soldados secuestrados, un cese total a todos los actos hostiles y el despliegue del ejército libanés en el sur de El Líbano.
No creímos por un momento que estas metas legítimas pudieran alcanzarse por otros pocos días de combate, el control de unos pocos kilómetros más, un llamado masivo a filas de reservistas o el pesado bombardeo de una capital árabe.
Por consiguiente, fuimos los únicos que nos abstuvimos en la Knesset. Fuimos los únicos en el Comité de Defensa y Asuntos Exteriores de la Knesset que nos opusimos al llamado a miles de reservistas.
Fuimos los únicos que recurrimos a la Corte Suprema de Justicia contra el primer ministro dado el fracaso del Gobierno al declarar la guerra.
Vemos nuestro papel sobre el curso de la guerra advirtiendo contra los deslices de Israel, que transcurre en situaciones que no anticipadas al principio de la guerra y advirtiendo contra actos que contradicen los valores de la sociedad israelí. Mientras tanto, reclamamos que se alcance la mesa de negociaciones lo más pronto posible para discutir el cese de las hostilidades.
Después de la guerra, cuando Ehud Olmert hable una vez más sobre la convergencia unilateral como una droga maravillosa, y la derecha hable contra los acuerdos con nuestros vecinos así como contra cualquier movimiento unilateral, nosotros necesitaremos, con toda nuestra fuerza, presentar la opción del acuerdo como el trayecto de búsqueda más necesario y subsiguiente al conflicto en Gaza y la guerra en El Líbano.
El test de la izquierda sionista estará en demostrar su habilidad para salir de esta guerra sin perder su señalamiento como el grupo que advierte al público y sugiere soluciones realistas; como el grupo que no se aclimata al mundo o se prepara como una especie de juez en el conflicto entre Israel y sus vecinos, y como el ala política que presenta sus posiciones desde dentro del corazón de la sociedad israelí y a favor de la seguridad y prosperidad general.