En una escena de la película “The Settlers” (2016, Los Colonos) del director Shimon Dotan, se narra cómo en 1968, en la recién conquistada Hebrón, un grupo de judíos encabezados por el Rabino Levinger reserva cuartos en el Hotel Park para celebrar el Séder de Pésaj. Días después, se niegan a abandonarlo; declarando que quedaba re establecida la comunidad judía de Hebron ante la indiferencia del gobierno de Levy Eshkol.
La activista y co-fundadora del asentamiento, Sarah Najshon, a manera de anécdota recuerda que, tras la negativa a abandonar el hotel, un funcionario del gobierno se les acercó y les dijo: “Su grupo es como un hueso en la garganta del gobierno: no se puede escupir, pero tampoco se puede tragar”. Es decir, ningún gobierno les va a pedir que se queden, pero tampoco ningún gobierno les va a pedir que se vayan.
Han pasado 55 años desde aquel suceso y las decenas de individuos que iniciaron el movimiento de colonización de los territorios ocupados se ha convertido en un monstruo de 500,000 cabezas, como lo describe en la misma película el periodista Akiva Eldar.
El pasado 26 de febrero como parte de la terrible e interminable espiral de venganzas y represalias, y tras el asesinato de los hermanos Yaniv a manos de terroristas palestinos, se suscitó un evento inédito desde 1967. Dadas las circunstancias y la coyuntura de la composición de derecha nacionalista religiosa del actual gobierno, estalló un pogrom perpetrado por terroristas judíos en la aldea palestina de Hawara, al sur de Nablus.Decenas de colonos enmascarados, en su mayoría miembros del movimiento Juventud de las Colinas (Noar Hagevaot), incendiaron casas y automóviles, al tiempo que golpeaban a palestinos y clamaban venganza con la complicidad del Ejército que dejó actuar a los criminales con asombrosa impunidad. Más tarde, los soldados israelíes ayudaron a los pobladores a evacuar y a abandonar sus hogares.
De manera constante y sistemática, los colonos atacan física y verbalmente a los palestinos de los territorios ocupados por Israel en 1967. También agreden a activistas judíos de derechos humanos y de organizaciones de izquierda. Sin embargo, los disturbios de Hawara alcanzaron niveles de violencia extrema: un muerto, decenas de heridos, varias casas incendiadas -algunas con familias adentro- y más de 100 coches vandalizados. Solamente 6 de los agresores fueron detenidos, en comparación con los más de 70 arrestados durante las manifestaciones y el paro nacional en contra de la reforma legislativa que impulsa el gobierno de Netanyahu.Al parecer, para él son más peligrosos los manifestantes que los piromanos.
Desde junio de 1967, pero especialmente desde 1974, con el surgimiento de Gush Emunim (El bloque de los Fieles), gobiernos tanto de izquierda como de derecha han tolerado y normalizado los asentamientos, junto con la hostilidad de gran parte de los colonos de la derecha religiosa nacionalista. Como parte de este fenómeno, resalta la negativa de políticos, individuos y propagandistas de llamar a los terroristas, criminales o asesinos judíos por su nombre, matizándolo con adjetivos como lunáticos, inadaptados o lobos solitarios.
En 1994, cuando ocurrió la masacre de 29 palestinos mientras rezaban en la mezquita de Hebrón, realizada por el asesino Baruj Goldstein, Amos Oz escribía en su libro “Israel, Palestine and Peace”: “No veo diferencia alguna entre este asesino judio y estos incitadores judios con los incitadores y asesinos de Hamas y la Jihad islamica, ellos hacen todo lo que pueden para prevenir que el conflicto árabe-Israeli sea resuelta por medio del compromiso […] ¿Por qué el Gran Rabino y otros judios observantes se limitaron a usar la expresión “baño de sangre”, en lugar de llamar “asesino” al asesino, al asesinato, “asesinato”? ¿Cuál es, entonces, el nombre adecuado para la masacre de Purim en Hebrón? ¿Derrama tu ira sobre los gentiles? ¿Un acto imprudente de un hijo amado? ¿Un incidente? ¿Es relevante el mandamiento ‘No matarás’ solo cuando la víctima nació de una madre judía o fue convertida al judaísmo por un rabino ortodoxo?” Las respuestas no determinarán el futuro de nuestra región, ni el futuro de la paz y los territorios. Tampoco determinarán el significado de la palabra asesino o quien es un asesino. A lo sumo, estas respuestas tendrán el poder de determinar, de una vez por todas, quién es judío y quien no es mas que un miembro de Hizbollah con su kipá tejida.”
Del silencio a la incitación
Al igual que el Gobierno, los sitios de Hasbará, que supuestamente esclarecen, guardan un pasmoso silencio ante lo sucedido. Ni una nota, ni una mención, ni un gesto de disgusto por lo que sucedió. Su respuesta es seguir incitando contra los árabes, izquierdistas y opositores.

Normalmente, cada vez que hay un ataque perpetrado por terroristas en contra de objetivos israelíes, el aparato propagandístico pide y exige la condena por parte de los líderes palestinos y los diputados árabes, que constantemente son acusados de apoyar el terrorismo. Y enmudecen cuando hay que condenar la violencia de los colonos judíos.
Dentro de Israel y en las comunidades judías de la diáspora hay personas que apenas comienzan a cuestionarse y consideran que Netanyahu ha enloquecido o está ebrio de poder. Es el mismo de hace 30 años, que desde el balcón de la Plaza Sion en Jerusalén incitaba a la derecha en contra de Rabin, para luego jugar el papel de víctima y lucrar políticamente con el argumento de la simetría en la violencia entre derecha e izquierda. Así lo repitió hace unos días, al comparar a los perpetradores del pogrom de Hawara con los manifestantes y opositores a su “Golpe de Estado” legislativo. A ambos los llamó anarquistas y, como maestro de la manipulación, transmitió este rencor y odio a sus propagandistas que se llenan la boca llamando a los opositores o críticos “radicales” o “kahanistas de izquierda”. Estos propagandistas, que son incapaces de nombrar a los verdaderos herederos de Meir Kahane, son parte del pavoroso legado de Benjamin Netanyahu.
29 años después de la masacre de Hebron, los seguidores de Kahane y Goldstein son parte del Gobierno, legitimados por Netanyahu al integrarlos a su coalición. De esta forma, el primer Ministro intenta escapar del juicio que actualmente se lleva a cabo en su contra por los delitos de corrupción, fraude y abuso de confianza.
“Ojalá que tu aldea arda”
Desde sus puestos como ministros de Seguridad interna y de Economía, Itamar Ben Gvir y Betzalel Smotrich son quienes finalmente dictan la agenda del actual gobierno, ante el temor del Likud de que se desintegre la coalición y se convoque a una sexta ronda de elecciones.
Durante de los sucesos en Hawara, el grito de incitación hacia los árabes “ojalá que tu aldea arda” se hizo realidad. El ministro Smotrich declaró en una entrevista que había que “borrar la aldea de la faz de la Tierra”. Más tarde suavizó sus palabras, pero había mostrado el verdadero rostro del Ku Klux Klan judío, o como dicen por ahí, del Ku Klux Kahane.
Fuera del llamado “gobierno del cambio” (2021-22 encabezado por Yair Lapid y Naftali Benett), desde 2009 cada nuevo gobierno es considerado “el más derechista de todos”, lo cual es reflejo del viraje de la sociedad israelí a la derecha y el fracaso de los partidos de izquierda, cuya debilidad facilita el avance del fascismo y el racismo en Israel.
El hueso de los colonos que estaba atorado en la garganta de los distintos gobiernos no pudo ser expulsado. Con la actual coalición y después de más de cinco décadas, el hueso ha sido tragado y se ha establecido con todo su fanatismo supremacista en las entrañas del gobierno israelí. Muchos judíos ahora se replantearan su apoyo incondicional al Estado de Israel.