A más de 39 años de ocupación israelí resulta un poco conflictivo, desde el punto emocional, encarar el problema que atañe tanto a Israel como a los árabes y tratar de responder resumidamente, al señor Henry Levy la pregunta involucrada en el título de su artículo: »¿Desproporción?»
Por supuesto que los habitantes de Estrasburgo, Lille o Lyon no serán, ni en el cercano ni en el lejano futuro, víctimas de ataques de comandos terroristas a sus territorios, para raptar soldados franceses. No hay en todo el territorio de Francia un solo árabe para liberar a través de un cambio de prisioneros. Israel tiene más de diez mil prisioneros de guerra, parte de los cuales los palestinos quieren canjear por los tres prisioneros. Además, jamás un grupo armado disfrazado de árabes penetró en territorios palestinos supuestamente ocupados por Francia para raptar o asesinar dirigentes catalogados por Francia como terroristas. Digamos con cordura que si Francia, como país estuviera pasando por un período en el cual tuviese conflictos con grupos terroristas, no elegiría el camino del crimen de Estado para enfrentarse con él. Con la misma pericia que Israel pone en práctica para el crimen organizado de Estado, Francia y cualquier otro país con visión clara de las consecuencias que estas acciones traen, hubiera elegido capturar a esos individuos por ellos calificados como terroristas y los sometería a juicio. Todos los miembros de los grupos que luchan contra la ocupación israelí (políticos, militares, terroristas) advirtieron a Israel que la liquidación física de cualquiera de sus militantes en emboscadas terroristas traería respuestas dolorosas. Cada crimen de dirigentes palestinos, muchas veces complicadas con caídas de víctimas inocentes, acarreó ataques de misiles de los árabes contra poblaciones israelíes con caídas de víctimas inocentes. Incidentes que a su vez provocaron reacciones de parte del ejército de Israel contra los palestinos en los cuales cayeron también víctimas inocentes. Y así sucesivamente.
Esto en cuanto a los primeros párrafos del artículo. A continuación el autor nos recuerda las funestas intenciones de los iraníes y la transformación del Líbano en un Estado terrorista que amenaza a toda la región. Si la primera confesión del señor Henry Levy fue que no es un experto militar, tendría que haber admitido, también, que no es un experto en política y evitar de esta forma caer en las ridículas apreciaciones de lo que sucede en el Líbano de nuestros días, país al que la indignante ocupación israelí durante dieciocho años sumió en un atraso de su desarrollo de varios años causando la muerte de mas de diez mil personas y que también costó a Israel mas de seiscientos muertos. El Líbano había llegado a superar algunos de sus gravísimos problemas entre los diversos grupos sociales y étnicos que están tratando de solucionar (en lo posible) por vías no violentas, teniendo siempre presente el recuerdo de la sangrienta guerra civil. Este proceso no es tan fácil de implementar y está mancillado por sangrientos incidentes. La hegemonía del Hezbollah en los sectores del sur de El Líbano está avalada por el hecho de ser la población mayoritaria en esos lugares y de contar con el apoyo de la misma. Claro que sin el apoyo del gobierno central de El Líbano (asunto interno por antonomasia) y sin contar con el de Israel (cosa que no es de su incumbencia).
Los últimos incidentes son en realidad, el asunto a dilucidar en este artículo. Un grupo de palestinos realiza una incursión en un campamento militar en territorio israelí y mata a dos soldados y se llevan a un soldado prisionero. Israel se niega a tener contactos con los raptores para negociar el cambio del prisionero por reclusos palestinos en cárceles de Israel y comienza acciones bélicas para liberar al soldado. A los pocos días un grupo de Hezbollah entra en un campamento militar israelí cerca de la frontera con El Líbano, mata a ocho soldados y secuestra a dos soldados israelíes con la propuesta de negociar un cambio de prisioneros con Israel, pero esta se opone. Estos dos hechos han dado margen para que Israel pusiera en marcha a su poderoso ejército para castigar colectivamente al Líbano, es decir, a tres millones 800 mil habitantes, cercados por tierra, aire y mar. Israel ya ha destruido gran parte de la infraestructura del país: caminos, puentes, usinas, ha provocado la muerte de mas de 400 personas, en su mayoría civiles, destrozado su aeropuerto, dañado su puerto, ha creado una población de refugiados (que aumenta día a día) de mas de setecientos mil personas, logran parte de las cuales difícilmente tengan donde volver.
Creo que los lectores de Nueva Sión no necesitan de mi ayuda para poder contestar al señor Henry Levy acerca de lo que es »desproporción».
Como el autor habla de las víctimas del lado israelí en tiempo pasado, les debo recordar a todos que hoy también los israelíes estamos pagando el precio de esta aventura trágica a la que nos arrastró nuestra dirigencia política y militar. Duele decir que, con la aprobación de la inmensa mayoría de la población, nuestro país, tendrá desde ahora, inscritas en su currículum, con letras maculadas, la epopeya de la destrucción de un país y el bárbaro bombardeo de poblaciones libanesas indefensas, destrozos y más de cien muertos en Gaza, todo ello como corolario de dos graves incidentes fronterizos.
Pablo Portnoy, Tel Aviv, Israel.