Der Algemeyner Yidisher Arbeter Bund in Lite, Poyln un Rusland (Unión General de Trabajadores Judíos en Lituania, Polonia y Rusia), conocida simplemente como Bund, fue fundada en Vilna el 7 octubre de 1897 por un pequeño grupo de judíos profundamente influenciados por el marxismo. Dirigidos por Aleksandr (Arkadii) Kremer (1865–1935), su objetivo era atraer a los judíos de Europa del Este al emergente movimiento revolucionario ruso. Trece activistas fundaron la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, bajo su nombre en ídish, un movimiento político judío que tuvo un importantísimo accionar entre las comunidades judías de Europa Oriental hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, así como en los lugares donde los bundistas se radicaron como consecuencia de las migraciones judías de la época. El bundismo se contraponía al sionismo y a las tendencias centralistas de los bolcheviques rusos.
El movimiento Bund, organización que afirmaba ser judía, basada en el ídish, pero también secular, encontró la oposición de los rabinos, a cuyas críticas respondieron los bundistas: “Creemos que los rabinos representan un peligro real, un residuo de la Edad Media. Queremos una sociedad moderna, más justa, y no es con la religión que lo lograremos. Y nuestro destino no está en manos divinas, sino en nuestras manos”.
Su postura ideológica confrontaba tanto con quienes consideraban al judaísmo una religión, con su peculiar forma de vida, como con aquellos que postulaban que el pueblo judío debía regresar a su tierra ancestral, Eretz Israel (la tierra de Israel), a fines del siglo XIX. Si bien el Bund se oponía al anhelo sionista, se unió a grupos sionistas socialistas, entre otros, para participar en la autodefensa de las poblaciones judías frente a los ataques antisemitas (pogromos).
El planteo de que los judíos debían ser reconocidos como una “nación autónoma” en los lugares en los que residían motivó serias diferencias con los partidos socialistas, que, si bien se definían como internacionalistas, sostenían la necesidad de la unificación nacional.
A fines del siglo XIX, una nueva clase social crecía dentro de la población judía, compuesta por judíos de clase trabajadora, cuyas características socioeconómicas, junto con las diferencias lingüísticas y culturales existentes, los distinguían del resto. Estos trabajadores judíos enfrentaron niveles de discriminación más altos que cualquier otro grupo nacional. Efectivamente excluidos de las industrias más avanzadas y desarrolladas, ocuparon un lugar destacado en talleres clandestinos y que exigían trabajo manual intensivo al tiempo que ofrecían salarios bajos y malas condiciones de trabajo en general. Las peores situaciones se daban en Lituania y Bielorrusia, donde se fundaron los movimientos obreros judíos; allí, los empleados soportaban jornadas laborales de más de 12 horas en talleres abarrotados con ventilación inadecuada. El hambre, las extendidas enfermedades y la falta de seguro médico relegaron a estos trabajadores manuales a los peldaños más bajos de la escala económica y social de las comunidades judías. Fue este grupo el que se afilió a las primeras organizaciones laborales para judíos en la Zona de Asentamiento en las últimas décadas del siglo.
El establecimiento del Bund fue el resultado de un encuentro entre la nueva clase obrera judía y un grupo de jóvenes intelectuales judíos que se sintieron atraídos por diversas formas de marxismo y socialismo. Este último grupo incluía a hombres como Kremer, L. (Iulii) Martov (1873–1923), Vladimir Kossovskii (1867–1941), Avrom Mutnik (1868–1930), Isai Aizenshtat (1867–1937) y John (Yosef) Mill (1870-1952). Provenientes de familias de clase media, la mayoría había recibido una educación moderna y se sentían arraigados en la cultura rusa o polaca. También habían estado expuestos al fermento revolucionario que se gestaba en Rusia. Esta intelectualidad judía revolucionaria organizó grupos de discusión, o “círculos”, en ciudades y pueblos como Minsk y Vilna. Los líderes del círculo elegían a trabajadores seleccionados para que asistieran a cursos de alfabetización rusa, ciencias naturales y economía política, lo que se conocía como “propaganda” y que tuvo como efecto que esta élite obrera se apartara del medio judío.
El objetivo de los intelectuales radicales, antes de que se fundara el Bund, era potenciar la conciencia activista entre la juventud judía e integrar a los jóvenes en los movimientos revolucionarios generales. El aumento de la popularidad del marxismo y la ola de huelgas en los sitios donde se ejercían los oficios judíos a principios de la década de 1890 inspiraron a los intelectuales radicales a atraer cuadros de trabajadores judíos para que se convirtieran en agitadores y líderes entre sus asociados. El uso del ídish, en lugar del ruso, ayudaría a crear un movimiento de masas.
La expresión evidente de esta actividad fue un movimiento de huelgas. Se esperaba que la lucha económica también politizara y radicalizara a los trabajadores judíos, ya que verían que el régimen zarista defendía el capitalismo. Los judíos que trabajaban en los talleres se organizaban en busca de salarios más altos y mejores condiciones de trabajo; en cambio, no se proponían orientarse hacia lo judío. Por su parte, los dirigentes bundistas creían que el encuentro entre intelectuales y trabajadores era esencial para dar forma a las principales características del nuevo movimiento.
Si bien tanto los líderes como los trabajadores coincidían en la necesidad de cambiar las circunstancias económicas y sociales de la sociedad judía de Europa del Este, la fundación del Bund también reflejó el declive gradual de los marcos institucionales centenarios que habían separado a los judíos de la sociedad en general, una escisión que había puesto freno a la posibilidad de asociación mutua entre judíos y no judíos. Sobre la base de los logros prácticos de principios de la década de 1890, Martov declaró en 1895 que “el objetivo de los socialdemócratas judíos que están activos entre los judíos es construir una organización especial de trabajadores judíos que eduque al proletariado judío y lo dirija en la lucha por los derechos económicos, civiles y políticos”. Esta concepción no era nacionalista sino una estrategia adicional para politizar y radicalizar a los trabajadores judíos y sirvió de modelo para la creación del Bund.
Durante sus primeros años, la relación entre el Bund y el Partido de los Trabajadores Socialdemócratas Rusos (RSDWP) marxista fue compleja y llena de tensión. Como se ha dicho, los fundadores del Bund no concebían su organización como un movimiento específicamente judío y su objetivo final era integrar al trabajador judío en el proletariado ruso en general. Lenin, sin embargo, vio al Bund como un partido judío nacional y afirmó que desarrollaba tendencias políticas independientes de exclusivo carácter judío. Los ataques al Bund llevaron a algunos de sus líderes, en particular a Vladimir Kossovskii, a sostener que el movimiento no había sido creado para suministrar reservas de trabajadores al movimiento general ruso, sino para promover los derechos y el estatus del proletariado judío.
El resultado final de esta amarga disputa fue la secesión del Bund de la coalición del Partido Socialdemócrata de los Trabajadores de Rusia. Tal separación ocurrió en el dramático Segundo Congreso del RSDWP, realizado en Londres, y fue principalmente producto de la presión de la facción del partido de Lenin. Tras la derrota de la Revolución de 1905, los militantes quisieron reavivar su llama y, debido al papel heroico del Bund, se le pidió que volviera al RSDWP. Después de un tormentoso debate sobre las condiciones de readmisión, el Bund se reintegró al RSDWP en 1906.
Luego de varios años de debates internos, a veces amargos, intensificados por las críticas y los ataques de los representantes del RSDWP, el Bund agregó la consigna de la autonomía cultural nacional a su convocatoria ideológica, la cual se sumaba a sus principios anteriores, que abogaban por la revolución socialista y la igualdad cívica total. Consagrada en la plataforma del partido de 1905, la autonomía nacional-cultural se justificó con la afirmación de que en el futuro las autoridades estatales centrales transferirían la jurisdicción sobre la cultura, la educación nacional y el derecho interno a instituciones elegidas democráticamente por las diversas minorías nacionales. Tal autonomía, por su propia naturaleza, debía ser sostenida por un idioma nacional, el cual, para los judíos, en opinión del Bund, era el ídish.
El Bund fue moldeado por sus actividades ilegales y por el autosacrificio de sus miembros, quienes, sin embargo, no apoyaron el asesinato y el terrorismo. La respuesta positiva de decenas de miles de trabajadores y estudiantes judíos al llamado del Bund para unirse a manifestaciones masivas durante el año revolucionario de 1905, en la zona de asentamiento y en el Congreso de Polonia, reforzó la confianza en el futuro del partido entre sus miembros. El Bund desempeñó un papel importante en la organización de la autodefensa judía durante los pogromos de 1903-1906. A principios del siglo XX, el Bund contaba con 34.000 miembros en 274 ramas. En ese momento era el partido judío más grande y mejor organizado de Europa del Este.
La Revolución de febrero de 1917 anunció una nueva era para la rama rusa del Bund. Los activistas del Bund Moyshe Rafes y Henryk Erlich desempeñaron un papel clave en la articulación de los objetivos de la revolución. El Bund ayudó a forjar vínculos entre los partidos liberales y el movimiento marxista; algunos de sus líderes también fueron particularmente prominentes entre los mencheviques. Durante el verano y el otoño de 1917 (poco antes de los acontecimientos de octubre), el movimiento afrontaba el futuro con confianza. Sin embargo, unos años después el Bund Ruso enfrentaría el colapso total y la liquidación en la Unión Soviética.
A fines de 1917, algunas de las ramas del partido comenzaron a inclinarse hacia el bolchevismo. El Bund, dividido entre el deseo de permanecer dentro del campo socialdemócrata, por un lado, y, por el otro, ser parte del gobierno soviético que pronto se establecería, comenzó a resquebrajarse gradualmente bajo la tensión, lo que finalmente lo llevó a una separación total de sus líneas ideológicas.
Entre los líderes del Bund ruso más destacados que se unieron a los bolcheviques en 1921 se encontraba Ester (o Ester Frumkin, seudónimo de Khaye Malke Lifschitz, 1880-1943), quien jugó un papel destacado en la Evsekstiia (la sección judía del Partido Comunista) y fue nombrada rectora de la Universidad Comunista de las Minorías Nacionales de Occidente. Hasta alrededor de 1926, Frumkin mantuvo su convicción de que era posible preservar una cultura judía única en medio de los cambios revolucionarios, si bien a partir de entonces abandonó este camino. A principios de 1938, tras ser despedida de su cargo como directora del Instituto de Lenguas Extranjeras de Moscú, fue arrestada y condenada a ocho años de prisión en un campo de Karagandá. Otros ex bundistas que no se unieron al régimen se fueron a Polonia o Estados Unidos. El resto, como Frumkin, fueron purgados en las olas de terror estalinista durante la década de 1930.
El establecimiento de un Bund polaco independiente fue el resultado de una ruptura en la comunicación entre el partido ruso y los bundistas en áreas de Polonia que habían caído en manos alemanas durante la Primera Guerra Mundial. En un congreso de activistas celebrado en Varsovia en noviembre de 1914, algunos miembros veteranos (como Yekusiel [Noyekh] Portnoy, Wiktor Szulman, Lazar Epstein, Hayim Meyer Vaser y Emanuel Nowogródzki) creyeron que la guerra provocaría la independencia de Polonia del Imperio Ruso, y que el partido perdería la posibilidad de operar como una organización unida. Poco después, Vladimir Medem (1879-1923) se unió al grupo, convirtiéndose en el principal teórico y líder ideológico del partido en un período de relativa libertad política durante la ocupación alemana. Polonia era entonces el centro de actividad más importante del partido; allí, en Lublin, se reunió el congreso inaugural del Bund polaco en diciembre de 1917.
Como partido legal en el estado polaco independiente, el Bund afinó sus posiciones ideológicas. Si bien el partido siempre se había opuesto al sionismo (considerando que representaba solo los intereses de la judería burguesa), el movimiento respondió al creciente atractivo del sionismo después de la Declaración Balfour de 1917. En este punto, Medem fortaleció una noción central de la ideología del Bund, la de doikayt (“aquí”), e hizo de este concepto la marca registrada del movimiento durante el período de entreguerras. Los partidarios de la idea de doikayt insistieron en que el futuro del pueblo judío se desarrollaría mejor en la diáspora, en los mismos lugares en donde había vivido su pasado y en los que había desarrollado y creado sus recursos culturales. El partido comenzó a presentarse a sí mismo como el guardián de la cultura judía ídish secular, luchando contra lo que percibía como una ilusión irresponsable que concentraría a todos los judíos en una patria nacional en Palestina y rechazando enérgicamente los intentos de cultivar la cultura hebrea en Polonia a expensas de la cultura ídish original.
Cuando se celebraron las primeras elecciones municipales en Polonia en 1919, algunas voces del Bund pidieron que la organización no participara. Los que instaban al boicot sostuvieron que un movimiento revolucionario no debería participar en un juego político en el que los términos eran dictados por los elementos reaccionarios burgueses y nacionalistas que dominaban la vida política del joven Estado polaco. Sin embargo, la mayoría de las ramas del Bund decidieron presentar candidatos; de hecho, se eligieron 160 representantes del Bund para varios consejos municipales. En Varsovia y Łódź, el Bund atrajo a más del 20 por ciento de los votantes judíos, un logro notable para el partido recién organizado. En las elecciones nacionales de 1922, por el contrario, mientras que los candidatos del Bund recibieron un total de 87.000 votos, estos se dispersaron en una variedad de distritos. En consecuencia, ni un solo bundista fue elegido para el Sejm (Parlamento) polaco. Algunos candidatos no se habían postulado como bundistas, pero se habían sumado a la lista del Partido Socialista Polaco (PPS).
A lo largo de los años, el Bund amplió su esfera de actividades e hizo campaña para hacerse atractivo a los ojos de una amplia variedad de grupos judíos. Desde mediados de la década de 1920 intensificó su participación a través de la elección de sus miembros a los órganos ejecutivos de las comunidades judías y a los ayuntamientos. Sin embargo, sintió que su dependencia de su principal socio, el Partido Socialista Polaco, sofocaba su progreso y, por lo tanto, los dirigentes decidieron que en futuras elecciones el Bund se presentaría como un partido socialista judío independiente. Su mayor avance se logró en 1936, en las elecciones municipales de Łódź, tras las cuales revisó por completo su estrategia política. De un partido que a nivel político-nacional era casi una subsidiaria de los socialistas polacos, el Bund llegó a ser considerado, por la calle judía, como un aliado político del PPS. En las elecciones municipales de 1938, el Bund logró avances impresionantes al ganar 17 de los 20 escaños del consejo municipal ocupados por miembros de partidos judíos en Varsovia. El éxito electoral continuó hasta 1939, cuando se disputaron más elecciones municipales en Polonia. No obstante, el Bund no pudo elegir ni un solo representante para el Parlamento polaco.
La cuestión de las elecciones a los consejos de la comunidad judía no era un asunto sencillo para el Bund. El consejo comunitario fue concebido por el escalón más alto del partido como una institución anacrónica, cuyo propósito era brindar servicios religiosos, entierros y educación judía tradicional, y evitar que los judíos se integraran a la población en general. A fines de la década de 1920, el Bund se encontraba en una encrucijada, sin saber dónde se hallaba ubicado en relación con el campo socialista europeo general. Una vez que decidió no unirse al Komintern, estalló una feroz batalla interna sobre si unirse a la Internacional Laborista y Socialista (LSI). Algunos argumentaron que la Internacional operaba dentro de un marco reformista no revolucionario; quienes adoptaron esta posición agregaron que una coalición de partidos de base amplia, cuyos miembros variaran desde el Partido Laborista Británico hasta el Partido Socialdemócrata Alemán, sería ineficaz para frenar el fascismo europeo. Dos líderes del Bund, Henryk Erlich y Wiktor Alter, argumentaron, por el contrario, que el Bund no sobreviviría mucho tiempo si no se afiliaba a este amplio marco político internacional. El partido finalmente decidió, en su conferencia de Łódź en junio de 1930, unirse a la LSI. En julio de 1931, el Bund envió su primera delegación al Congreso de la LSI en Viena, donde se le otorgó el estatus de representante oficial de los trabajadores judíos polacos.
Luego de la Revolución de Octubre (1917), cuando el poder pasó a manos de los bolcheviques, el Bund —al igual que el resto de los partidos políticos— dejó de existir oficialmente en la URSS. Muchos de sus miembros se unieron al partido gobernante y otros emigraron; muchos de los que permanecieron en la URSS fueron apresados y eliminados por el régimen stalinista.
A partir de 1918 la actividad del Bund se desarrolló principalmente en las comunidades judías de Bielorrusia, Polonia y Lituania hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando el primero de estos estados se integró a la URSS, el partido dejó de existir legalmente.
Fuentes:
https://yivoencyclopedia.org/article.aspx/bund
http://www.ecn.org/nopasaran/mai01/bund.html
https://www.eduardomontagut.es/mis-articulos/historia/item/1252-bund-el-socialismo-judio.html
https://scielo.conicyt.cl/pdf/izquierdas/n35/0718-5049-izquierdas-35-00124.pdf