Desde la década de 1930 los nacionalsocialistas de la Argentina desarrollaron un proceso de Gleichschaltung (igualación o nivelación) de numerosas organizaciones de la colectividad que, más allá́ de su verdadero alcance, no abarcó a todos los germanoparlantes residentes en el país. Parte de aquellos quedaron al margen de ese intento y algunos se opusieron a él explícitamente, conformando un muy heterogéneo frente antinazi en el que se destacó el Argentinisches Tageblatt.
Sus inicios se remontan a Johann Allemann –originalmente con “ll”, luego convertida en “l” para facilitar su pronunciación–, quien emigró a la Argentina desde Suiza, donde ya había editado diarios en la ciudad de Berna. Poco después de arribar al país fundó en 1874, en la localidad santafesina de Esperanza, el periódico Der Argentinische Bote, dirigido a los colonos suizos de habla alemana. En 1878 estableció́ en Buenos Aires el semanario Argentinisches Wochenblatt, y en 1889 el diario Argentinisches Tageblatt. Con una tendencia liberal y republicana se desarrolló́ rápidamente como una publicación que abogaba por la extensión de los derechos de ciudadanía, una activa política cultural y el alistamiento de los emigrantes. Su postura antimonárquica desencadenó, antes de 1914, ciertas controversias con parte de la colectividad alemana. Durante las décadas de 1930 y 1940 Ernesto Fernando Alemann –nieto del fundador e hijo de Theodor, director del diario durante el primer conflicto bélico– le imprimió́ una decidida orientación antinazi, reforzada luego de que el diario fuera boicoteado por directivas de la legación alemana en Buenos Aires (con la que tuvo incontables disputas legales) y de que su circulación fuera prohibida dentro del Reich.

El boicot, ejecutado por empresas, asociaciones y particulares ligados a la comunidad germano-argentina, provocó una notable caída en los ingresos producidos por los avisos. Sin embargo, el diario pudo sobrevivir e incluso aumentar considerablemente su tirada gracias al aporte de miles de nuevos lectores provenientes de la emigración del Tercer Reich. Además, resultó revitalizado por la renovación de su personal, pues empleó a varios periodistas y escritores de habla alemana, en su mayoría militantes o personas cercanas a la izquierda política que encontraron refugio en la Argentina.
El Argentinisches Tageblatt contó con la colaboración de notables figuras del ámbito de la cultura y la política germanoparlante por entonces exiliadas, tanto en el país como en el exterior, y fue una parte fundamental del “ala alemana” de un multifacético movimiento antifascista internacional.
La situación atravesada por la población judía de Alemania ocupó tempranamente la atención del periódico, tanto es así que, incluso antes de la proclamación de Hitler como canciller, había advertido sobre el potencial peligro corrido por aquella. Ya con Hitler en el poder denunció reiteradamente la privación de derechos de los judíos alemanes, presentó cuantiosos informes acerca de la violencia cotidiana ejercida contra ellos y alertó sobre las deplorables condiciones de vida imperantes en los campos de detención. La férrea oposición al nacionalsocialismo y las constantes denuncias de los apremios sufridos por la población judía alemana provocaron que el diario fuera catalogado por una parte importante de los germanoparlantes locales –y no únicamente por los simpatizantes del régimen gobernante en Alemania- como un “órgano bolchevique” o un “diario judío”.
Sus páginas no sólo propagaron las atrocidades cometidas por el Tercer Reich en Europa, sino que también notificaron el avance del nacionalsocialismo sobre distintas instituciones germano-argentinas, así́ como su creciente “penetración” en la política nacional y continental. Las denuncias sobre las actividades de “infiltración nazi” llegaron a los principales medios del país e instalaron un intenso debate en la opinión pública que se trasladó al Congreso Nacional. Aunque su redacción era consciente de que muchas de aquellas acusaciones tenían un grado de verificación al menos dudoso, justificaba su publicación por los efectos políticos que podrían producir. En este sentido, más que como un medio de prensa, el periódico actuó́ como un instrumento de combate, cuyo principal objetivo era socavar el poder de las organizaciones nacionalsocialistas de la Argentina.
El diario emprendió una intensa campaña contra la “nazificación” de las “escuelas alemanas” de la Argentina y promovió el establecimiento de una institución educativa en lengua alemana libre de la influencia nacionalsocialista. Fue así que, en abril de 1934, abrió́ sus puertas la escuela Pestalozzi del barrio de Belgrano, un ámbito capaz de educar a los hijos de los germanoparlantes residentes en el país y, sobre todo, de contener a los alumnos y profesores expulsados de Europa por motivos políticos o supuestamente “raciales.”
En el Argentinisches Tageblatt expresaron sus opiniones socialdemócratas, socialistas de izquierda, comunistas, liberales, e incluso durante un tiempo también aquellos nacionalsocialistas que mostraron su oposición al gobierno de Hitler. Todos ellos, con ideas e intereses muy distintos, compartieron las páginas del periódico, cuyo nombre “Diario Argentino,” escrito en idioma alemán, expresaba la adhesión a una concepción amplia y pluralista de la nación, muy alejada de nociones por entonces en boga que asimilan la “argentinidad” a ciertos rasgos exclusivos como, por ejemplo, la lengua castellana o a la religión católica.