A los 46 años, Hassan Nasrallah se vanagloria de ser el único líder árabe que logró la retirada del ejército israelí de una zona ocupada como la franja de seguridad en el sur libanés, en el 2000, a través de ataques a blancos civiles y militares, en Israel y atentados en el exterior.
Sin el apoyo económico, político y militar de Irán y Siria, Nasrallah no podría haber dirigido la guerrilla y los atentados en la década de 1990 para torcer la opinión pública israelí a favor del repliegue militar del sur libanés.
El ‘partido de Dios’ o Hezbollah fue formado en 1982 como Movimiento de Resistencia Islámica ante la entrada de Israel a El Líbano para evitar ataques de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Nasrallah rompió filas con Amal, la agrupación secular en la que militaba desde el comienzo de la guerra civil en 1975, y llevó a sus seguidores al nuevo movimiento religioso que pretendía instalar un Estado islámico trasnacional que incluyera a El Líbano, Irán y Siria, entre otros.
Luego del asesinato de Abbas al-Musawi, en febrero de 1992, Nasrallah ocupó su puesto como secretario general de Hezbollah gracias a sus relaciones con Irán y al apoyo sirio que consiguió a cambio de sus posturas.
Cuando Siria instaló el gobierno dependiente en El Líbano, Nasrallah creó un ala política que está presente en el parlamento libanés desde hace 14 años. Actualmente cuenta con 14 escaños de un total de 128 y ubicó a Mohamad Fneich a cargo del ministerio Recursos Hidroeléctricos.
Hábil en la política y más aún con la prensa, supo utilizar el financiamiento iraní para desarrollar clínicas de salud, escuelas y asistencia social para obtener el respaldo de ciertos sectores de la población árabe y vencer a Amal en las poblaciones con mayoría chiíta.
Ahora, según el Boletín de Inteligencia de Medio Oriente (MEIB, en inglés), la mayor parte de sus recursos los obtienen de donaciones de libaneses en el exterior, contrabando de diamantes en Africa y tráfico de drogas en la Triple Frontera de Brasil, Paraguay y Argentina.
Con la presidencia de Bashar Assad en Siria, la de Mahmoud Ahmadineyad en Irán, Nasrallah en Hezbollah, se perfila como el tercer socio de una alianza árabe en Medio Oriente.