La pelota a la cancha. Una pasión de miles de años

Cada cuatro años el futbol dispara las emociones de millones de aficionados a lo largo del planeta. El más popular de los deportes convoca a sus fanáticos y resulta difícil no seguir las alternativas del torneo que el 20 de noviembre comenzará en Qatar, movilizando la ilusión de 32 seleccionados que van por el título de “campeón del mundo”. Pero también atrás del juego que conocemos hay una larga historia, algunas curiosidades y hasta la disputa sobre si fueron los ingleses o los guaraniés los “inventores” de esta pasión llamada futbol.
Por Gustavo Sirota

Por estos días el mundo deportivo vive una de sus fiestas más importantes. Como cada cuatro años la atención se centra en la Copa del Mundo de futbol. Treinta y dos selecciones compiten por un título que para los devotos de este deporte es el logro máximo al que se puede aspirar.

Petrodólares de por medio, los dispendiosos jeques del emirato qatarí – gobernado desde su fundación en 1850 por la familia Al Thani – podrán cumplir uno más de sus caprichos de megamillonarios: llevar el torneo a su tierra. Sin tradición futbolera y en meses ajenos a la habitual cita mundialista; Qatar recibirá al futbol del mundo y como ningún otro evento atrapará la atención de fanáticos y no tanto, que vibrarán al compás de una pelota.  

Pasión que atrapa a millones. Suman 270 millones de jugadores/as en actividad y  federados; contando más de 1.700. 000 equipos – incluyendo las distintas variantes además del futbol 11 tradicional – que representan unos 301.000 clubes desperdigados a lo largo y ancho del planeta.  De hecho hay más federaciones afiliadas – 211 – a la Federación Internacional de Futbol Asociado – FIFA – que estados reconocidos  – 193 y dos observadores, Palestina y Vaticano – por las Naciones Unidas.

En tiempos de redes y televisión, se calcula que la competición mundialista convocará al doble de aficionados que la sumatoria de seguidores de los juegos olímpicos en sus dos versiones, de verano e invierno. Solo la final convocará más de mil quinientos millones de espectadores en las distintas plataformas. Con una inversión prevista de 200.000 millones de dólares, la copa a jugarse en Qatar será la más cara de la historia. Los treinta y dos seleccionados participantes se llevarán apenas unos 440 millones, de los 42 millones serán para el ganador.

Con una población que no llega a tres millones de habitantes, 2.930.524 según el último censo, de los cuales el 79,66 % – cuatro de cada cinco – son migrantes, el gasto por habitante para tamaña empresa ronda los 70 mil dólares por cabeza, aunque apenas una décima parte, unos 20 mil millones se destinarán a estadios e infraestructura deportiva. El resto es parte de  un proyecto de inversiones e infraestructura conocido como Qatar National Visión 2030. De hecho de los ocho estadios a utilizarse siete han sido construidos para el evento, de los cuales tres seguirán siendo usados para juegos, pero los cinco restantes serán desmantelados o serán utilizados para otros propósitos.

Que ha llevado a que el futbol se convierta en el deporte más popular de todos los tiempos. Desde cuando patear una pelota ha sido parte del acervo cultural de civilizaciones y pueblos. Veamos algunos datos para tratar de entender una pasión que comienza de miles de años atrás.

Los orígenes más remotos de este deporte hay que rastrearlos en la mismísima prehistoria. En Nueva Guinea se encontraron pinturas rupestres de 8.000 a 9.000 años de antigüedad – que corresponderían al período neolítico – donde puede verse claramente un grupo de hombres pateando un objeto redondeado, similar a una pelota actual. Nada se sabe aún de las características de estas prácticas, ni de sus motivos, pero constituyen el primer y más remoto antecedente de nuestro actual fútbol.

Cuatro mil quinientos años atrás los chinos nos ofrecen otra pista donde rastrear los primeros pasos de este apasionante deporte. Los soldados del emperador Xeng-Ti eran obligados como parte de su adiestramiento militar a participar en un juego, donde dos grupos se disputaban la posesión de una pelota con el objetivo de introducirla en una especie de meta que estaba marcada por un círculo de un metro de diámetro. El «arco» era un tejido sedoso tensado entre dos postes que llegaba a medir hasta 10 metros de alto, en cuyo centro estaba el agujero por donde debía pasar la «pelota», que era en realidad una masa esférica – se hacía con algún pellejo animal – que debidamente secado se rellenaba con crines, virutas de madera y vegetales resistentes.

Algunos siglos más tarde, el emperador Fu-Hi lo haría con raíces duras que apelmazadas formaban una masa redondeada recubierta con pedazos de cuero crudo. En este juego por lo general muy violento se permitían utilizar manos y piernas. El «jefe» – sería el actual capitán – del equipo derrotado era golpeado por sus propios compañeros y por los espectadores que habían apostado a su favor y perdido dinero en las apuestas.

En el siglo III AC los soldados de la Dinastía Han practicaban un ejercicio llamado ts´uh kúh – también llamado luju o tsu chu – que provendría de los vocablos Tsu o cu, patear, y chu o ju que hacía mención a un tipo de balón de cuero. El juego consistía en arrojar una bola con los pies hacia una pequeña red. En algunas variantes el jugador debía hacerlo mientras se defendía del ataque físico de sus rivales. Al principio era una pelota rellena de pelo que rebotaba poco, utilizando luego vejigas de animales que al hincharse podían rebotar más.

También surgió en ese juego la primera portería o nuestro arco moderno: “el ojo elegante” que consistían en una pequeña red ligada al extremo de dos cañas de bambú con una separación. Era compartida por los dos equipos y se instalaba en medio del campo. Incluso algunos emperadores contaron con jugadores “profesionales”, solo dedicados a la práctica del juego. Servía para entretener e incluso se contaban mujeres en los equipos, acompañándose muchas veces la disputa del cotejo con música. También se impusieron normas y arbitrajes aunque estaba permitido empujarse y golpearse.

El juego pretendía inculcar a los soldados del emperador habilidad y espíritu de colaboración. Se jugaba con dos equipos de diez jugadores, donde uno asumía la dirección de sus compañeros, con un portero, quien, si la pelota no cruzaba meta tenía que devolverla al campo de juego. La pelota estaba formada por ocho piezas de cuero, completamente redonda e hinchada con aire; la técnica para hinchar la pelota era un enfriamiento y calentamiento sucesivo.

Un  «manual de ts´u-chü», de 25 capítulos, redactado en la época de la dinastía Han, nos da una señal de lo importante que era considerada esta práctica. En las normas allí descriptas se especifican once casos considerados como faltas y otros diez casos en los que se debía suspender el juego. El equipo ganador era recompensado con banquete de manjares, frutas y vinos; el equipo perdedor recibía insultos, atropellos y a veces incluso sus jugadores eran apaleados.

Las apuestas eran parte del espectáculo, lo que muestra su aceptación y arraigo, asistiendo en muchas ocasiones el mismísimo emperador para observar la fortaleza y destreza de sus soldados. Un poema atribuido a Lin Yu del siglo I antes de la era cristiana nos trae comentarios de este juego. «La pelota es redonda, el campo de juego, cuadrado, al igual que el cielo y la tierra. La pelota vuela sobre nosotros como el sol, mientras los dos equipos se enfrentan entre sí».

Los japoneses en el siglo XV A.C. también practicaban un juego parecido. Se cree que fue introducido por los chinos, adoptando en tierras japonesas algunas particularidades propias que lo distinguían. Era practicado como diversión, imperando la cortesía por sobre cualquier pretensión de triunfo o superioridad. Los jugadores interrumpían el juego constantemente para pedirse disculpas ante la menor brusquedad o desborde físico.

El campo de juego tenía veinte metros de lado – se menciona también un cuadrado de 14 por 14 metros de lado – y estaba delimitado por cuatro árboles, ubicados en cada uno de los vértices, que simbolizaban cuatro virtudes esenciales. El pino representaba la amistad, el cerezo la galantería, el almendro la hermandad y el sauce la cortesía.

También estaba el kemari, de tipo más ceremonial, vinculado a las prácticas del sintoísmo. La pelota debía ser mantenida en el aire el mayor tiempo posible, pasándosela entre jugadores sin usar las manos, golpeando la misma con los pies y con los muslos. Un sacerdote oficiaba como árbitro, sentado en el borde del campo con un reloj de arena. El kemari fue un juego respetuoso, una actividad educativa, sin ánimo competitivo, con el único objetivo de aprender y respetar a los compañeros de juego. Los participantes deben jugar con gracia y cortesía sin chocar unos con otros.

Los egipcios fueron otro de los pueblos que tuvieron este tipo de prácticas deportivas. Ya en los siglos V al III A.C. podemos observar representaciones de un juego muy similar al actual fútbol, con más jugadores, en un campo que medía varios cientos de metros. El juego era parte de los rituales de este pueblo politeista, presumiblemente en honor a Isis, diosa de la fertilidad.

Se han hallado juegos de pelota representados en las tumbas de Saqqara. En un dibujo se ven grupos de jóvenes que dan patadas a una esfera similar a un balón. También se han encontrado algunas pelotas conservadas por la sequedad del aire y que se pueden contemplar en los museos de El Cairo, Londres y Berlín. Las pelotas son de colores, hechas de piel o de trenzado de punto estrecho, cosido con tendones a puntadas en cruz; están rellenas de salvado o de juncos. Había también pelotas de palmera trenzadas y otras de arcilla o loza fina.

En la actual Australia los nativos practicaban distintos juegos de pelota. Divididos por grupos, se lanzaban la pelota de unos a otros mientras los del grupo opuesto intentaban interceptar el lanzamiento y atrapar la pelota. Esta era de cuero de canguro, y los saltos y movimientos de los jugadores se asemejan a los de estos animales. Una de las variantes oponía a dos grupos locales y consistía en pasarse la pelota los del mismo grupo de forma no interrumpida y manteniéndola fuera del alcance de los adversarios. El juego, de nombre marn grook, podía durar variar horas sin interrupción. Había dos maneras de jugarlo, solo con los pies y con cualquier superficie del cuerpo, excepto las manos.

En el extremo norte de América los esquimales practicaban una especie de fútbol sobre la tierra helada, el akraunak, que es jugado aún por el pueblo inuit. Las pelotas son de piel, de formas y tamaños variables, rellenas de hierba, musgo, plumas, virutas o incluso huesos de ballena. Trasmitido de generación en generación, los arcos se marcan sobre la nieve y los capitanes eligen a los integrantes de su equipo entre los jóvenes y viejos, hombres y mujeres, indistintamente, siempre procurando que las fuerzas estén equilibradas. La pelota solo puede ser golpeada con el pie y cuando un equipo logra cruzar el arco contrario se declara vencedor del juego.

Los juegos de pelota derribaban fronteras y multiplicaban sus seguidores. Sin reglas precisas, con las manos a veces, con los pies otras, la práctica de estos incipientes deportes se extendía y en cada región le incorporaban elementos propios, distintivos de sus culturas. Algunos pueblos musulmanes, los persas y los hindúes conocían algunas variantes de este tipo de juegos, practicados por lo general con las manos a modo del actual handball.

En África, algunos pueblos practicaban juegos similares con el pie. Los zulús aprovechaban estos prácticas que permitían “expresar las ansiedades y tensiones, así como manifestar de forma aceptable la agresividad y la hostilidad que reinan entre las poblaciones”. Ya en tiempos modernos los equipos de esa región de la actual Sudáfrica continúan algunas prácticas ancestrales. Cada equipo tiene sus propios brujos, que tienen como finalidad aumentar con su magia la eficacia de los suyos, al tiempo que sus maleficios perjudican al equipo oponente. Cuando se sospecha que un jugador está hechizado puede ser dado de baja por miedo a que el hechizo se extienda a otros jugadores.

Griegos y romanos también tuvieron estas prácticas deportivas. Los griegos fueron los primeros en utilizar una pelota rellena de aire, por lo general una vejiga de cerdo inflada. El uso de la pelota –esfaira o esfaire por esfera– aparece en numerosos deportes griegos, en los que predominaba el uso de las manos, ya que en estos pueblos el juego de pelota con el pie nunca despertó demasiado interés. El más conocido fue el episkyros, que se jugaba con dos equipos compuestos por doce jugadores cada uno y que tenía como meta introducir la pelota en la meta contraria, que por lo general se delimitaba con una línea que debía ser traspuesta por jugador y pelota.

Los romanos, continuadores de la tradición griega en sus juegos, tuvieron el suyo propio. El haspartum que era agresivo y violento. Los jugadores de cada equipo debían impulsar la pelota hasta hacerla pasar por una línea situada al final del campo contrario. El campo podía tener cientos de metros de largo, de hecho ganaba el bando que conseguía llevar con los pies el balón hasta la puerta de la iglesia del pueblo contrario, y los participantes utilizaban manoplas para abrirse paso entre sus contrincantes, lo que dejaba innumerables heridos y contusos en cada competencia. Este juego gozó de gran popularidad y las legiones romanas lo impusieron en casi todos los rincones del imperio.

El haspartum se siguió practicando en las islas británicas mucho después que las legiones romanas se retirarán. Una cédula real de 1314, emitida por el rey Eduardo II prohibía este juego plebeyo y alborotador, muchas veces violento, condenando “estas escaramuzas alrededor de pelotas, de las que resultan males que Dios no permita», imponiendo “pena de encarcelamiento”. Su sucesor Eduardo III encuadró el fútbol entre los juegos «estúpidos y de ninguna utilidad». Hay edictos contra la práctica de este juego dictados por Enrique IV en 1410 y Enrique VI en 1547 que confirman el poder estimulante de las prohibiciones, pues cada vez se jugaba más y atraía mayor cantidad de seguidores.

Hasta Shakespeare recurre al futbol. En 1592, en «Comedia de los errores» el personaje principal rezongaba… ¿Me habéis tomado por pelota de fútbol? Vos me pateáis hacia allá y él me patea hacia acá. Si he de durar en este servicio, debéis forrarme de cuero». Años después, en otra obra, el conde de Kent insultaba de esta manera: «¡Tú, despreciable footballer!».

No ha sido el único personaje de las letras aficionado al futbol. Albert Camus fue arquero de un equipo de estudiantes en su Argelia natal. Jean Paul Sartre, Rafael Alberti, Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, y que fuera fundador del primer equipo de su ciudad, el Porstmouth AFC, donde llegó a jugar de arquero y de lateral derecho bajo el seudónimo de AC Smith. Más cercanos en el tiempo y la geografía Osvaldo Soriano, Roberto Bolaño, Eduardo Galeano, por mencionar solo tres, consecuentes seguidores de deporte más popular.

En la actual Inglaterra se han encontrado grabados de estas prácticas deportivas, lo mismo que en Normandía, Bretaña –en la actual Francia– y España. Probablemente el nombre pelota sea una derivación del de pilotta que le daban los romanos. Según algunos escritos de la época Julio César era bastante buen jugador, y Nerón resultó un gran aficionado a estos juegos, aunque también era muy tramposo y mal perdedor.

Sobre el nombre que se le da a la esfera, balón o pelota hay algunas controversias que nos remiten a la edad media. Allí se encuentran documentos que mencionan el «jugar con un fútbol», no de «jugar al fútbol». Por ello se podría interpretar que la pelota con la que se jugaba, por lo general una vejiga de animal inflada y forrada de cuero, recibía el nombre de futbol, nombre que siglos más tarde daría denominación al juego de pelota con los pies y sin usar las manos.

Precisamente en Normandía y Bretaña existió el soule o choule. Este juego se remonta a la segunda mitad del primer milenio –siglos VIII o IX DC–. Entonces ya se acostumbraba perseguir por los bosques y campos de estas regiones un pellejo relleno de crines de forma esférica. En los siglos XI y XII esta costumbre se consolidó y se hizo más organizado. Árboles o muros de alguna construcción eran utilizados como arcos y los jugadores, cuya cantidad variaba de acuerdo a cada juego sin mínimo o máximo establecido, debían impulsar con los pies la pelota a la meta. Cada vez que trasponía la línea fijada se contabilizaba un tanto.

Se permitía el uso de las manos y una de las variantes del juego era impulsar la pelota con un bastón curvado. En el siglo XIV la nobleza y la Iglesia adoptaron este juego, lo que posibilitó su propagación y aceptación de manera masiva.

Se practicaban dos modalidades; la «soule» corta, que se jugaba en un terreno de juego delimitado y con un gran número de jugadores, pudiendo llegar hasta 100. Consistía en llevar la pelota al otro extremo del campo; y la «soule» larga, que consistía en llevar la pelota desde un pueblo a otro. Los equipos enfrentaban los habitantes de dos pueblos, o bien a los casados contra los solteros. Este juego fue muy popular entre los campesinos y los estudiantes.

Incluso el propio rey Enrique II de Francia lo practicó con fervor y ayudó a que se popularizara. El matrimonio de María Estuardo con Francisco II, rey de Francia, en el año 1558 introdujo la “soule” en la Corte de Escocia. Ricardo Corazón de León fue uno de los que jugaron y conocieron este tipo de juegos, siendo un entusiasta y ayudando a propagarlo en su corte.

Este juego fue muy popular durante los siglos XI, XII y XIII. Al principio se jugaba durante los días festivos de Navidad y la vigilia de Cuaresma, y, posteriormente todos los domingos. A causa del gran número de participantes, y de los contactos y amontonamientos que se producían en el juego su práctica empezó a ser peligrosa produciéndose, de cuando en cuando, alguna muerte. Por esto se prohibió en el año 1369, aunque tradiciones locales lo mantuvieron hasta principios del siglo XX adoptando características de juego regional.

En el siglo XV, el harpastum renació en las ciudades italianas, especialmente en Florencia y Padua, bajo la forma del calcio. En un primer momento, “giocco del calcio” fue un juego de la nobleza y pasó luego a ser practicado por la burguesía y más tarde, se convirtió en juego popular, un pasatiempo y también en un juego de mascarada del carnaval.

En el calcio primitivo se permitía empujar la pelota con el pie, rodar por el suelo, tomarla con las manos y correr pero no lanzarla. Solo se la podía pasar y lanzar con el pie.  Las dimensiones del campo eran de 100 por 50 metros. El terreno de juego estaba delimitado por unos postes de 1 metro y 20 centímetros, que cuando se traspasaba daba lugar a un punto o «caçcia», que daba lugar a un cambio de campo. Los jugadores a las dos faltas eran cambiados y se jugaba desde que salía el sol hasta que se ponía.

Se jugaba de enero a marzo. Cada equipo vestía una indumentaria, por lo general de terciopelo o seda, que permitía distinguirlos. El número de jugadores por equipo era de 27 o 28: 15 «innanzi» o delanteros; 5 «sconciatori» o enlaces; 4 «datori innanzi» o medios y 3 o 4 «dato addietro» o defensas de zona. Llegó a ser tan popular que en 1580 Giovanni Bardi, buscando unificar las normas del juego, presentó el primer conjunto de reglas: “Discorso sopra il giuoco del calcio fiorentino que intentaba sistematizar el “calcio”, convertido ya en un espectáculo que movilizaba numerosos y pasionales seguidores.

El calcio se disputaba en las plazas de la ciudad, donde se trazaba un campo cuyas dimensiones variaban. El más grande, en la plaza de Santa Croce, llegó a medir 137 metros de largo por 50 de ancho. El juego era tumultuoso, muy agresivo, y culminaba las más de las veces en batallas campales. Seis árbitros lo controlaban desde los laterales y estaban permitidos los agarrones, revolcones, golpes y otro tipo de contactos físicos. El objetivo de cada bando era introducir la pelota en la meta rival, que era defendida desde la línea por los defensas. Tal fue la popularidad de este deporte que la vida de la ciudad se detenía para permitir la presencia masiva en los cotejos.

En la actualidad, una vez por año, se practica el calcio en Florencia y permanece vivo en el recuerdo. Este juego, del que la Federación Italiana de Fútbol asegura que en Florencia radica el origen del fútbol, se practicó hasta el año 1700, siendo adeptos del juego los papas Clemente VII, León X y Urbano VII.

Nuestro continente no fue ajeno a este tipo de prácticas deportivas. Cuando llegaron los europeos a tierras americanas este tipo de juegos eran muy populares y se realizaban en medio de espectaculares y vistosas convocatorias, muchas asociadas a ritualidades o ceremonias religiosas. Las crónicas destacan “la agilidad increíble en los juegos de pelota” que tenían los nativos.

En algunos discos o estelas de origen maya anteriores a la llegada de los españoles se puede observar este tipo de prácticas. Lo hacían en un campo que medía 100 metros de largo por 50 de ancho, delimitado por muros o cercas de piedras o tierra en sus costados Se han encontrado canchas de diferentes tamaños que oscilan entre 10 y 165 metros, como los de Copán, Palenke, Tikal, Uxmal, Kaminaljuyén y Chichen-Itza. Los campos de juego de pelota se llamaban tlachtli y solían estar dedicados al dios del sol «Huitzilopochtli».

Los jugadores debían impulsar una pelota de caucho que oscilaba entre 20 y 30 cm de diámetro y pesaba tres o cuatro kilos, y debía ser introducida en un aro colgante sin utilizar las manos. Los equipos se formaban por entre dos a cuatro jugadores, pudiendo en algunos casos llegar a contar hasta once participantes por bando. Los participantes tenían protección en la cabeza y complementaban su indumentaria con guantes y rodilleras. La espalda y las caderas eran las partes del cuerpo más utilizadas para tratar de impulsar la pelota hacia el cesto. La imposibilidad de usar las manos hacía muy difícil lograr tantos. Se declaraba vencedor al equipo que marcaba primero el número de goles pactados antes del juego.

El tlachli o ullamalitztli  azteca o pok-ta-pok de los mayas eran importantes en la vida de estos pueblos. Hunden sus raíces en larga historia americana y cobran, más allá de la contienda propiamente dicha,  dimensiones sociales, políticas y religiosas significativas. Se han encontrado muchos campos de juego, representaciones pictóricas y gran número de referencias históricas a este juego de pelota, que con algunas variantes se sigue jugando en México.

En Méjico y América Central el juego de pelota pertenecía a una ceremonia, que ya se practicaba hace 3000 años con una pelota de caucho. Hay quienes sostienen la hipótesis de que el origen del juego de pelota habría venido determinado por la presencia del ulli – caucho – con las que se confeccionaban las pelotas. Destacan en este particular a la región de Tabasco y el sur de Veracruz, principal ciudad productora de este material.  En algunas regiones de México y América Central jugaban a la pelota, generalmente con la rodilla y la cadera o con el antebrazo, incluso un juego donde solo se podía golpear la pelota con el pie era conocido en  Teotihuacán.

En Chichén-Itzá aparecen pintadas escenas en las que hay una serie de personas jugando a pelota con el pie y con la rodilla. La forma de juego más difundida consistía en golpear la pelota con la cadera, pero hay representaciones donde se observa un hombre que la golpea con los pies. En un mural  de más de mil años se muestra un azteca pateando la pelota con la pierna izquierda.

Los aztecas tenían la costumbre de sacrificar a los vencedores. Antes de cortarles la cabeza, les pintaban el cuerpo en franjas rojas. Los elegidos de los dioses daban su sangre en ofrenda, para que la tierra fuera fértil y el cielo generoso.

No se puede asegurar que se jugase al fútbol como lo conocemos en nuestros días, aunque los habitantes de la selva amazónica boliviana practican un juego de pelota cuyo origen ubican en tiempos remotos, el cual consiste en correr detrás de una esfera de goma maciza y la intención del juego es meterla entre dos palos sin hacer uso de las manos. En el siglo XVII los nativos de del América del Norte practicaban el pasuckuakohowog, cuyos partidos llegaban a reunir hasta mil jugadores, con festejos conjuntos al finalizar el juego.

En el siglo XVIII, un sacerdote jesuita español que se encontraba en las misiones del Alto Paraná describió así el juego de los guaraníes: «no lanzan la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie descalzo». Un sacerdote jesuita, Joseph Gumilla que explora la región del Orinoco,  narra que el mismo juego era practicado entre “salvajes” y refiere a la “destreza bárbara” en el juego que poseían los Otomacos que habitaban esa región.

En Europa no se estilaban las pelotas infladas recubiertas de cuero: el juego era conocido en Méjico, Centro América, Antillas, Colombia, Venezuela y Amazonas. Tenían campos de juego previstos para esas prácticas, de ancho y largo señalados con líneas y también especies de arcos donde se convertían los tantos. En algunos hasta llegó a haber asientos de piedra alrededor para los espectadores, y tribunas de honor, donde los caciques y señores se acomodaban en asientos preciosamente tallados.

El modo de jugar, y su semejanza con el juego europeo lo describió minuciosamente en «Historia de las Américas», Fernández Oviedo, para quien “el deporte hoy tan en boga lo hemos aprendido de los indígenas americanos, como el fumar”. En uno de los párrafos que le dedica el cronista al juego lo asimilaba al que se jugaba en Italia “antes de descubrir América; y con el nombre castellano «calcio» – balompié –  y vi jugar un juego de pelota muy gruesa, tan grande como una botija de arroba, o más grande, y la llamaban balón o palón”. Señala Fernández de Oviedo haber visto esta práctica deportiva “en Lombardía y en Nápoles muchas veces, a gentiles hombres y dábanle patadas a aquella pelota o balón con el pie, y en la forma de juego pareciere mucho al que es dicho de los indios».

Gonzalo Fernández Oviedo es uno de los cronistas que reproduce Guillermo Furlong en su “Historia Social y Cultural del Río de la Plata – 1536 – 1810”. Otro cronista que aparece allí mencionado es José Sánchez Labrador, quien cuenta como “los pampas jugaban” con “esta pelota de goma” y los guaraníes jugaban “los más chiquitos con la cabeza y los más grandes con el empeine del pie”. De manera similar describe estas prácticas por parte de los guaycurués y mbayas.  También reproducido en la obra de Furlong, el jesuita Patricio Fernández habla de estos “juegos semejantes al de la pelota en Europa”.  

En 2014 El cortometraje documental “Los guaraníes inventaron el futbol” producido por la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay, la Dirección de Educación Indígena del Ministerio de Educación, la Secretaría Nacional de Deportes y la Asociación Ciudadela Cultural San Ignacio Guazú introdujo un novedoso elemento que sitúa el origen del futbol moderno en tierras guaraníes. Dirigido por el cineasta paraguayo Marcos Ybáñez y con el aporte de la historiadora Margarita Miró.

El documental está basado en la investigación del antropólogo y lingüista español Bartomeu Melià, fallecido en 2019, especialista en la historia de los guaraníes que afirmaba que “ya jugaban al fútbol en el siglo XVII en los reductos jesuitas de San Ignacio Guazú, en el actual departamento de Misiones, a 230 km de Asunción”. También cuenta este trabajo con la colaboración de Alberto Luna y Antonio Betancor, reconocidos estudiosos de los pueblos guaraníticos. Incluso en ocasión de la visita del Papa Francisco a Paraguay se le obsequió una copia del mismo, sabedores además de la afición del Pontífice por el futbol.

No sería la primera vez que la Santa Sede se ocuparía de este tema. Unos años antes, cuando el mundial de Sudáfrica en 2010 “L´Osserbatore Romano”, órgano oficial del Vaticano, publicó un artículo bajo el título «Cuando los guaraníes inventaron el fútbol». Allí se mencionan los «antepasados de los paraguayos y los orígenes del fútbol moderno» y asegura la nota que «tenemos un testimonio preciso e inequívoco que nos dice que una actividad singularmente parecida al fútbol moderno existía, no ya en tiempos remotos, sino con toda probabilidad en el siglo XVII e incluso a mediados del siglo XVIII….en el actual territorio de Paraguay.

El “manga ñembosarai” que significa “jugar a la pelota con los pies” en guaraní se practicaba desde el siglo XVI al menos en tierras paraguayas. Hay testimonios que se remontan a 1639 y documentan la existencia de un deporte de pelota que se jugaba con el pie. El primer registro de este juego aparece en el “Tesoro de la Lengua Guaraní”, un diccionario bilingüe guaraní-español publicado por el jesuita peruano Antonio Ruiz de Montoya en 1639. Allí, “mangaì” se define como “árbol que da las pelotas que llaman de neruio”, una referencia a las pelotas de goma con las que los guaraníes jugaban al manga ñembosarái los domingos después de misa.

La pelota era hecha de caucho inflado llamado mangá y rebotaba mucho más que el actual balón del fútbol convencional. El juego consistía en dos equipos que se pasaban con los pies la pelota. «El objetivo era que la pelota no dejara de saltar, que no parara” y «lo jugaban los varones los domingos por la tarde después de la misa y había apuestas a ver quién ganaba». A diferencia del fútbol actual, el manga ñembosarái se jugaba sin arcos. Era más parecido a lo que hoy llamaríamos «hacer jueguito», y el equipo que perdía era el que primero se cansaba.

Otros registros de este deporte aparecen en varias de las «cartas anuas» que los jesuitas enviaban a sus superiores. Los libros “Breve relación de las Misiones del Paraguay” publicado en 1771 y “La República de Platón y los Guaraníes” del año 1793, escritos por los jesuitas españoles José Cardiel y José Manuel Peramás, aparecen menciones a este juego, muy similar al fútbol actual, que consistía en que dos equipos jugaban y tocaban la pelota, sin dejarla parar.

Ambos, Peramás y Cardiel describieron la vida en la reducción de San Ignacio Miní, en la actual provincia de Misiones. Permás menciona en su obra que los guaraníes “solían también jugar con un balón, que, aun siendo de goma llena, era tan ligero y rápido que, cada vez que lo golpeaban, seguía rebotando algún tiempo, sin pararse, impulsado por su propio peso. No lanzaban la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie desnudo, pasándola y recibiéndola con gran agilidad y precisión”. Cardiel señala que “los Guaraníes jugaban un juego de pelota con los pies… no juegan a la pelota como nosotros con la mano, sino que la envían y la vuelven a recibir con la parte superior del pie descalzo con gran rapidez y mucha destreza”.

En el juego no había límite de tiempo ni objetivos. Los partidos siempre terminaban en cero a cero. El perdedor era el equipo que se cansaba primero y abandonaba el juego, algo que podía durar horas. Había apuestas sobre qué equipo ganaría, lo que nos da una idea de la atención que se prodigaba en la comunidad al manga ñembosarái.

Pero recién en el siglo XIX toma impulso la práctica masiva de este tipo de deportes. Será Inglaterra la pionera en sistematizar y normalizar el juego del fútbol. Los principales centros de estudios de la época tendrán en esto un papel determinante, incentivando en sus alumnos este tipo de prácticas deportivas. Los célebres «colleges» de Cambridge y Eton serán los que tomen la delantera. Allí se trazaron las primeras normas básicas como el fuera de juego, cambio de lado al finalizar el primer tiempo, saque de arco y lateral, introducción de los arcos con travesaño, sanciones para las jugadas violentas o agresivas y tiros libres para determinadas penas.

En 1848 aparece el primer reglamento con la intención de unificar las distintas reglas que se utilizaban hasta entonces. En 1863 se fundó la Football Asociation que prohibió a los jugadores el uso de las manos. Ese año se redacta el primer reglamento del fútbol en el que también se ratifica que cada equipo juegue con 11 jugadores sobre el campo con la siguiente formación: 8 delanteros, 1 tres medios, 1 defensa y un arquero o guardameta.

Aquí el fútbol se separa definitivamente del rugby y comienza a tener entidad propia. Se establece entonces el largo máximo permitido para una cancha, 181 metros, el ancho de los arcos, 7,32 metros, todavía vigente y se penalizó a aquel jugador que propine un puntapié a un rival. En 1873 se creó el puesto de arquero y el corner. Dos años más tarde, en 1875 se dispuso bajar la altura del travesaño a 2,44 metros – inicialmente era de 5,50 metros – y en 1891 se reglamentó el penal que hasta entonces sólo se sancionaba cuando existía mano de un jugador dentro de su propia área. Ese año se introduce la figura del árbitro dentro del campo de juego. La violencia con que se jugaba dejaba en cada partido un tendal de lesionados, heridos e incluso a veces muertos, por lo que para proteger a los jugadores el árbitro penaliza las infracciones y puede hacer uso de un silbato para imponer su autoridad.

En 1904, se funda en París la Federación Internacional de Futbol Asociado – FIFA – constituida por las federaciones de Francia, España, Suiza, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Suecia. Se adhieren posteriormente las federaciones de Alemania y Austria. En 1908 se convirtió en deporte olímpico, participando en esa primera oportunidad, en los IV Juegos Olímpicos de Londres Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca.

En 1928 la FIFA decide organizar la primera copa mundial que se disputaría en Montevideo, Uruguay y que obtendría la selección local. Desde entonces cada cuatro años, con el solo interregno de la guerra –1942 y 1946– el mundo todo, y no sólo el del fútbol, vuelve sus ojos por un mes hacia el lugar donde se disputa la copa.

Qatar 2022 allá vamos.

Fuentes:

El Miércoles – 5 de julio de 2006 – N° 222

Historia del futbol. Evolución Cultural – Jesús Paredes Ortiz – Efedeportes.com. Revista Digital – Buenos Aires – Año 11 – N° 106 – marzo de 2007

“Historia Social y Cultural del Río de la Plata – 1536 – 1810 – El Trasplante Cultural” – Guillermo Furlong Buenos Aires – 1969

Historia del fútbol, del juego al deporte – Alfred Wahl – Barcelona – 1997

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