De hecho, desde septiembre de 2004 la ONU emitió la resolución 1559 que exigía al gobierno de El Líbano desarmar a esa milicia, cuestión que nunca fue acatada, en parte por la debilidad de dicho gobierno, incapaz de confrontar a esta fuerza militar y política local que cuenta con el respaldo de Irán y Siria.
Tal como se vienen desarrollando las acciones, todo parece indicar que el jeque Hassan Nasrallah, máximo líder de Hezbollah, incurrió en diversos errores de evaluación al iniciar dicha confrontación con Israel por medio del lanzamiento de cohetes sobre el norte israelí y la incursión en la que mató y secuestró soldados.
Probablemente Nasrallah llegó a prever algunos posibles escenarios que no llegaron a materializarse; según él, Israel aceptaría, como alguna vez lo hizo, gestionar con ayuda de intermediarios el canje de los soldados a cambio de un considerable número de presos libaneses; de no cumplirse este objetivo y en caso de que Israel respondiera militarmente el ataque, su presunción era que los israelíes realizarían su principal ofensiva por tierra y combatirían en un medio topográfico desfavorable a las fuerzas invasoras.
En cualquiera de las circunstancias, el mundo árabe, según Nasrallah, respaldaría en forma homogénea a Hezbollah, en virtud del mérito que significaría el haber desafiado de manera tan directa al Estado judío.
Dura ofensiva
Israel no se sometió a dichas expectativas. De inmediato optó por la ofensiva aérea con objeto de destruir la infraestructura desde la que opera Hezbollah, a pesar de que ello implicaba un operativo mayor por el cual se dañaría todo el país debido a la cercanía de las bases terroristas a los centros de población civil, o instalados en esos mismos centros urbanos.
Los casi dos mil cohetes que Hezbollah lanzó sobre el norte de Israel en los pasados diez días -y que paralizaron ciudades enteras y obligando a decenas de miles de israelíes a recluirse en refugios antiaéreos o trasladarse al sur del país- reforzaron la determinación del gobierno de Olmert de mantener la ofensiva en los mismos términos de dureza. La revelación en el terreno de los hechos de la gran capacidad que el arsenal de Hezbollah tiene para dañar el funcionamiento de la sociedad israelí, ha sido lo que ha mantenido un consenso tan alto entre dirigentes y ciudadanos israelíes respecto a la necesidad de eliminar, de su frente norte, la amenaza que significa dicho grupo islámico fundamentalista.
El mundo árabe
En cuanto a la reacción del mundo árabe, ya se puede afirmar que no hay una solidaridad compacta hacia Hezbollah. De hecho, existe un frente encabezado por Egipto, Jordania y Arabia Saudita, que repudia su comportamiento y lo califica de irresponsable y aventurero, que puede llevar a una mayor desestabilización en la región, incluyendo a Siria e Irán.
En lo que respecta a El Líbano como nación, es claro que se trata de la identidad más vulnerable de este drama, ya que no cuenta con las condiciones mínimas para salir del fuego cruzado del que es víctima.
El mundo
En lo que a la comunidad internacional se refiere, esta nueva guerra trae consigo no sólo los dramas y las tragedias, sino también las emociones. Las guerras en general no admiten calificativos como pulcritud y humanitarismo. No obstante, hay emociones y emociones; una cosa es cuando éstas se apoderan de la gente sencilla, y otra cuando comienzan a prevalecer en la actividad de los dirigentes, políticos o analistas.
Por esta razón, la mayoría de los actuales comentarios sobre el tema tienen un matiz marcadamente anti israelí; todos ellos ponen acento en el carácter inadecuado de la respuesta de Israel sin dejar claro qué es lo que considerarían realmente adecuado.
Las afirmaciones de que Israel se porta inadecuadamente, cobrarían mayor fuerza si un dirigente o político del mundo pudiera ofrecer, además de la crítica de turno, un programa realista de solución negociada del conflicto.
La primera piedra
La conducta de Israel, por un lado, y la de Hezbollah y los palestinos, por el otro, no pueden dejar de ejercer influencia sobre las emociones que sirven de escenografía. Esta vez Israel no inició ningún ataque; lo hicieron sus vecinos que después de los bombardeos y los secuestros de soldados israelíes se volcaron a las calles de Beirut y Gaza para festejarlos. Israel resolvió defender la seguridad de sus ciudadanos; tan pronto se produjo la rotunda respuesta, Hezbollah y los palestinos cambiaron en el acto el júbilo por los reclamos y comenzaron a implorar ayuda a la comunidad internacional.
Ante el extremismo de Hezbollah y la decisión israelí de no someterse a su chantaje, sólo queda la posibilidad de una mediación de terceros para detener esta escalada de violencia; pero la chance de éxito en materia del arreglo negociado lo tendrá solamente aquel mediador que no se rija sólo por las emociones, sino por el sentido común y el enfoque objetivo sobre las partes en conflicto.
Es de esperar que esto ocurra a la brevedad, porque cada día que pasa, más y más población civil -en ambas partes de la frontera- es víctima de esta barbarie generalizada.