Tomer Pérsico

“La vuelta de Netanyahu vendría con mucho más coerción religiosa”

Tomer Pérsico es investigador del Instituto Shalom Hartman en Jerusalén especializado en religión y espiritualidad, intelectual público consultado regularmente sobre temas políticos y religiosos y activista social en temas de libertad religiosa en Israel. En su primera visita a Argentina, se reunió de forma exclusiva con Nueva Sion para compartir su punto de vista sobre la identidad judía en Israel, así como también su visión sobre el escenario político actual “podemos ver que, en las elecciones de los últimos tres años, hay un tipo de preocupación por la democracia israelí, hacia un conjunto de principios que imperaban y ya no lo hacen (…). En estas elecciones está en juego el estado de derecho”, advierte
Por Kevin Ary Levin

Comencemos hablando de tu último libro, titulado en hebreo El hombre a imagen y semejanza de Dios: la elaboración del mundo moderno. ¿Por qué le das a este concepto bíblico la importancia que le das en el libro? ¿Y por qué publicarlo ahora?
Escribí el libro para responder dos preguntas fundamentales. La primera es la misma pregunta provocativa, tal vez molesta, que varios libros intentan responder: la pregunta sobre la especificidad del mundo occidental. ¿Por qué Europa? ¿Cómo sucedió que esta cultura consiguió desarrollarse y superar obstáculos y acceder a desarrollos tecnológicos y políticos para conquistar al mundo de forma física y cultural? ¿Qué hay de especial en esta cultura? Esta es la primera pregunta que intento responder, frente a la cual propongo que parte de la respuesta se halla en la influencia de este concepto de que todo hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.
La segunda pregunta que intento responder se relaciona con que hoy en nuestras sociedades se habla mucho de privilegios, de discriminación, de hegemonía. Quería analizar qué hace que grupos renuncien a sus privilegios, cuando no es como respuesta a la violencia: si es posible encontrar casos de grupos que hayan renunciado a su poder y a su lugar privilegiado por voluntad propia. Un ejemplo claro era el movimiento feminista y la capacidad de las mujeres de conquistar su derecho al voto. Las mujeres no organizaron un ejército y obligaron a los hombres a darles ese derecho. Los hombres fueron convencidos eventualmente de que las mujeres eran sus iguales y que les correspondía ese derecho. Algo lleva a eso. Acá también creo que podemos ver el impacto de la idea de que hay un elemento dentro de cada ser humano que es especial, quizás incluso divino, que es igualitario: que yo no soy más que vos, y que no soy más que la mujer. Esta idea motora del liberalismo político en última instancia convence a grupos enteros en el mundo occidental a renunciar a sus privilegios.
Con respecto a la pregunta sobre el libro y el contexto actual, esto tiene que ver con la sociedad y la política israelí. Creo que no es posible proponer y promover cambio político en Israel sin hablar en lenguaje judío. Para muchos israelíes, si no se les habla “en judío”, mostrando que esto es parte de nuestra tradición, que esto tiene un fundamento en la Torá, no se presta atención. Decir que esto es la respuesta liberal o que es la tendencia del mundo occidental no alcanza. Este es uno de los motivos por los cuales intento hablar “en judío” cuando me expreso ante el público israelí. Por eso me interesa proponer aumentar la concientización sobre un concepto que proviene de nuestro acervo judío y que llama a la igualdad, a la libertad, a lo que llamaríamos liberalismo político.

Entendiendo que es un libro que le habla a la sociedad israelí y escrito en hebreo, ¿saldrá una edición en otros idiomas?

Ya hay una traducción del libro al inglés y falta definir una editorial. Es una adaptación bastante diferente a la versión en hebreo, que no incluye el análisis de la versión original sobre la influencia del concepto en el movimiento sionista, porque si bien trata bastante sobre el judaísmo, estará apuntada al público general, tanto judío como no judío.
Mucho de tu abordaje se vincula al judaísmo y a la identidad israelí. Para quienes no conocen tu trabajo, ¿podrías resumir tu visión sobre el desarrollo del judaísmo en Israel? ¿En qué sentido es diferente a lo que era hace 40, 50 años?
En esencia, en el centro de los cambios que ocurrieron en Israel en los últimos 50 años, podemos encontrar algo que podríamos llamar una crisis de la identidad sionista, laica, askenazí y socialista. Los judíos que fundaron el Estado tenían una identidad judía específica. Estos elementos se fusionaban en la forma de una identidad judía que era para ellos la forma más auténtica y relevante para sus días de ser judío.

 Lo que algunos llamaban la identidad hebrea, para distinguirse de los judíos diaspóricos, ¿no?

Exactamente. El hombre hebreo, como Ben Gurion, Ajad Haam, Berdichevsky, Bialik miraba a los jaredim (ultraortodoxos) o a los sionistas religiosos como sus inferiores en términos judíos. Eran judíos encerrados en el pasado, que guardaban una tradición para la cual ya no había necesidad, a veces desconectados del nacionalismo judío y eso era lo menos judío posible desde la perspectiva sionista. Ellos portaban una identidad judía muy fuerte y orgullosa de sí misma. Esta identidad comienza a desmoronarse en las décadas de 1970 y 1980, y para la década de 1990 ya no existía. Los laicos, que constituyen un 45% de la sociedad judía israelí, pierden así su capacidad de explicarse a sí mismos en qué sentido son judíos. ¿Qué de lo que hacen es judío? Solían tener una respuesta para esta pregunta, pero ya no les servía. Al no encontrarla, la comienzan a buscar en otros lugares. Y es así que, si miramos a los últimos 30 años, encontramos lo que se llama en Israel el “renacimiento judío”, es decir, laicos y a veces también tradicionalistas que se interesan por la tradición en todo tipo de formas y caminos: neokabalá, neojasidismo, new age, grupos de estudio pluralistas, festivales de judaísmo, a veces estudios académicos, comunidades de rezo o de los viernes que se reúnen fuera de las sinagogas. Es un judaísmo privatizado o individualizado: yo defino cómo vivo mi judaísmo, tomando de distintos lados. Me armo un traje judío a medida. Ese es un camino de resolución. Otro camino es que esta crisis redujo en muchos casos la identidad judía a su elemento más básico o esencial: a la identidad judía como pueblo, como herencia de sangre, como grupo étnico. “¿En qué sentido soy judío? Soy parte del pueblo y por lo tanto defiendo al Estado de Israel”, en términos muy simplistas. Esto se expresa en el patriotismo y en la derecha política. Es así como vemos en las últimas décadas un aumento claro de este tipo de nacionalismo en Israel en términos políticos e identitarios

NS: Pero en esta identidad política de derecha también aparece como elemento significativo lo religioso, ¿no?

De tradición. No veo que sea un motor significativo el culto a Dios en esta tendencia en términos generales. El apego a la tradición, los símbolos tradicionales de la vida judía son utilizados para representar el nacionalismo. Un ejemplo es lo que sucede con el Monte del Templo y los reclamos nacionalistas de judaizarlo. En los últimos 15 años, este tema ha explotado. Hace 20 años había como máximo 100 personas motivadas por esta misión, de subir al Monte y rezar ahí entre judíos. Hoy, esto cambió: se habla del derecho judío al lugar. Lo que motiva a los activistas del Monte del Templo es una preocupación por la soberanía judía sobre el lugar. En el centro del tema no se encuentra una aspiración de rezar a Dios en ese lugar o de querer volver a hacer sacrificios en un Templo reconstruido. Hay de esos, pero son una minoría pequeña. Para la mayoría, hay una preocupación por el tema de que los palestinos, otro pueblo, se mueva libremente por la zona y nosotros no. Hay ahí un símbolo religioso, de culto, utilizado para un objetivo nacional. Hace falta decir que la línea de demarcación entre identidad nacional y religión en el caso judío nunca estuvo del todo clara. De todas formas, podemos establecer una línea e identificar cuál es la idea motora.

Esta transformación que describís sin duda tiene consecuencias políticas. ¿Dónde deja eso a la izquierda israelí? ¿Le habla a un público que ya no existe? ¿Hay un elemento nostálgico en la izquierda israelí frente a estos cambios?

Hay una nostalgia hacia los viejos tiempos, hacia Arik Einstein, hacia la hegemonía del Mapai. También podemos ver que, en las elecciones de los últimos tres años, hay un tipo de preocupación por la democracia israelí, hacia un conjunto de principios determinados que imperaban y ya no lo hacen. A lo que era la aspiración israelí de ser un Estado occidental y desarrollado. En la década de 1970, Rabin renunció por haber dejado una cuenta bancaria abierta en dólares en Estados Unidos de cuando era embajador, cuando no se permitía a los israelíes tener cuentas bancarias en el exterior, porque había un ideal de cómo se debía comportar un líder político en términos éticos. Ese ideal ya no es vinculante, como vemos en el caso de Bibi.

Se te describe habitualmente como intelectual público. Para los intelectuales públicos israelíes, ¿es necesario ser pesimista? Parecería que hay cierto modelo del estilo de Yeshayahu Leibowicz, de profeta del apocalipsis, preocupado por las tendencias de su propia sociedad.

Baruj Kurzweil era otro modelo de intelectual público que podríamos llamar pesimista, en su caso crítico literario, ortodoxo como Leibowicz, con una visión muy negativa sobre el sionismo y la modernidad judía. Pero nunca lo pensé como pesimismo. Yo durante muchos años no fui pesimista, pero debo reconocer que en los últimos años fui poniéndome más pesimista, lamentablemente, porque no puedo ver un final feliz con los palestinos. Si no serán Dos Estados, ¿qué tendremos? ¿Qué se propone?

¿Todavía la ves como la única alternativa?

La alternativa deseable. Se puede tener un Estado binacional, dándoles la ciudadanía, pero ¿qué significa? En primer lugar, más o menos la muerte del sueño sionista, de la idea de soberanía judía, con su propio ejército, su propio sistema de salud, su sistema legal, sus propios desagües. La idea de responsabilidad propia. Esa era la visión que estaría terminando. En segundo lugar, nos podemos preguntar por la viabilidad y sustentable sería un Estado binacional. No me imagino una imitación de Bélgica, sino más bien de Yugoslavia en los años 90. Por eso todavía creo que la mejor solución es “Dos Estados para Dos Pueblos”.

¿Y te definís como sionista? ¿Qué significa para vos en el 2022?

En su primera visita a la Argentina. Humorada en la heladería Pérsicco

Sin dudas. Significa que apoyo el derecho del pueblo judío a un Estado soberano en la Tierra de Israel. En la Tierra de Israel, no sobre toda la Tierra de Israel, sino en. Lo apoyo no solo por el derecho natural de todo pueblo a la autodeterminación y de ser responsable de su destino, sino también porque la idea de que judíos manejen su vida y sean soberanos me resulta un experimento interesante que espero que no fracase y que vale la pena intentar. Se trata de ser responsables tanto de los éxitos como de los fracasos.

Y en relación a este experimento: ¿Qué hay en juego en las próximas elecciones en términos políticos y en lo que respecta a la relación entre judaísmo e Israel?

En primer lugar, está en juego el estado de derecho. Creo que está claro que si Netanyahu y sus socios consiguen 61 mandatos (la mayoría simple dentro del Parlamento israelí, necesaria para formar una coalición de gobierno) e integra un gobierno con Ben-Gvir y Smotrich (los líderes de la lista Sionismo Religioso) – que no estoy seguro de que es lo que quiere hacer, pero si llega a ser el escenario – nuestro sistema jurídico cambiará para mal, la regulación estatal sobre el mercado y sobre el Estado mismo se deteriorará y será mucho más fácil ser corrupto y comprar voluntades. Smotrich dijo recientemente que quiere, como parte de su propuesta de reforma del sistema judicial, eliminar el crimen de “fraude y abuso de confianza” del Código Penal israelí, que es uno de los crímenes por los que se acusa a Netanyahu. Es verdad que hay expertos jurídicos que sostienen que es una figura problemática que incluye muchas cosas, pero si se elimina sin proponer ninguna figura en su lugar, es una señal para que los funcionarios tengan rienda suelta a la corrupción. En segundo lugar, la reducción de la influencia del Poder Judicial que buscan Netanyahu y sus aliados sería utilizada en última instancia para habilitar la anexión de Judea y Samaria sin darles derechos a los palestinos que viven ahí. Sin el accionar de la Corte Suprema, este camino está despejado.
Desde la perspectiva judía, la vuelta de Netanyahu vendría con mucha más coerción religiosa. Sin duda, se marginará más a la comunidad LGBT y las mujeres perderán derechos debido al fortalecimiento del Rabinato. El Rabinato es una institución estatal israelí que de forma legal hoy discrimina a las mujeres en temas como matrimonio y divorcio. No nos debería sorprender si se amplían las zonas de Israel donde las mujeres tengan que caminar en un lado específico de la calle o vestirse de determinada manera. Se profundizaría la transformación del judaísmo en términos de identidad etno-nacional y de mirada ortodoxa sobre lo religioso.
Si, por otro lado, la coalición de Lapid triunfa, hay posibilidades de un espacio público más libre, tal vez para la institución del matrimonio civil, sin dudas para una defensa de los derechos de la mujer y la comunidad LGBT, de un vínculo mejor con los judíos de la Diáspora.

NS: ¿Cómo creés que nos afecta a los judíos de la Diáspora?

Hace pocos días salió en la portada de Jewish News, uno de los periódicos judíos británicos más influyentes, una foto de Betzalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, ¿con el texto “Where’s the Outrage?” (¿Dónde está la indignación?), en esencia llamando a no normalizar el racismo y la homofobia explícitos de estos políticos de derecha. Los judíos ingleses no consiguen entender cómo algo así simplemente se deja pasar en Israel. Está claro que nuestros valores se alejan y que el vínculo será mejor en un gobierno que no incluya a la derecha radical.

¿Es Ben-Gvir para vos la mayor amenaza a la democracia israelí?

No, ese es Netanyahu (se ríe). Sin dudas, Ben-Gvir es más extremista que Netanyahu, pero no será Primer Ministro, por lo que Netanyahu tiene potencial de hacer mucho más daño. Yo no creo que formar un gobierno con la derecha radical sea la preferencia de Netanyahu: creo que querrá formar un gobierno con Gantz o con Lapid. El proceso judicial en su contra no terminará en los próximos cuatro año, y desde el lugar de Primer Ministro Netanyahu podría llegar a un acuerdo bueno para él, que le permita evitar la condena, salir de la política partidaria, pero ser electo Presidente de Israel. Ya tiene 73 años y querrá salir desde una posición de fuerza y preservar su legado.