Sucot

La fiesta de las cabañas

“Quienes moran en cómodas residencias dotadas de todos los elementos de la técnica, no pueden festejar ocho días viviendo en sucot sin recordar a los desocupados, a las personas sin hogar, a los refugiados y los apátridas, a los desalojados, a quienes viven todo el año en tugurios y en cabañas que no son más que chozas o cobertizos, que no son suficientes para protegerles de las intemperies del tiempo”, nos dice Yerahmiel Barylka en esta nota especial para Nueva Sion.
Por Rabino Yerahmiel Barylka

Sucot es la festividad judía quizás más relacionada a la naturaleza después de Pesaj. Supongo que es obvio que las fiestas judías fueron concebidas para ser celebradas en la tierra de Israel, aunque también se observen fuera de ella.
Aquí, en Israel, como en los países con climas septentrionales, salir de casa y residir en una sucá, -esa casilla abierta a los elementos-, quizás no sea una experiencia tan seductora. Sin embargo, la fiesta tiene lugar cuando sentarse al aire libre no sólo es posible, sino que es realmente agradable. No en vano quien pasee por Israel en estos días se encontrará con cabañas en todas las calles, de todos los barrios, inclusive en aquellos en los que los residentes son en su mayoría no observantes.
Por eso me resulta particularmente difícil comunicarme con mis queridos amigos australes e intentar transmitirles algo que es lejano de la experiencia personal y familiar. En Australia y los países latinoamericanos, el clima de Sucot es el de Pesaj y el de la fiesta de la primavera, se festeja en el otoño.
Más difícil es significar qué se siente durante la culminación del gran mes de Tishre cuando se produce con la conmemoración de la fiesta de Sucot, si no fue precedida por el alegre alivio y liberación de la intensidad de las dos primeras fiestas del mes, Rosh Hashaná y Yom Kipur.
Durante esas festividades, aunque experimentamos una agradable sensación de celebración, de conmemoración y de propósito exaltado, hay una sensación de tensión e incluso de presentimiento que los acompaña, ya que son días de juicio y de decreto celestial.
La fiesta de Sucot, con su énfasis en la belleza de la naturaleza y la libertad de salir del encierro de las casas y los departamentos urbanos, proporciona un alivio emocional y psicológico que, en gran medida, caracteriza la naturaleza de esta fiesta en sí.
Sucot se llama en el Pentateuco «el tiempo de nuestra alegría y felicidad» no sólo por lo que representa, sino también porque nos eleva de las preocupaciones y dudas que naturalmente acompañan a nuestra conmemoración de los altos días sagrados -los días de asombro- que dominan la primera parte del mes.
Tenemos la sensación de haber pasado por el tiempo de la prueba y el desafío, del juicio y la valoración, y de emerger como un individuo mejor y más sano, tanto en relación con nuestro Creador como con nuestros semejantes y con la naturaleza.
Este sentimiento se manifiesta ciertamente en la consecución de un estado de felicidad, y satisfacción. Debido al tiempo de juicio que precede a Sucot, la fiesta puede ser quizás más apreciada que otras. Es como si uno saliera de un largo y oscuro túnel y llegara a ver la alegre luz de la naturaleza y de la vida judía.
Recuerdo mi niñez en Buenos Aires, escuchando, sin comprenderlo totalmente, que, de todas las fiestas del año, Sucot era especialmente difícil porque nos hacía comprender que el verdadero hogar del pueblo judío estaba en la tierra de Israel.


En general, es cierto que hay una sensación de satisfacción, cuando no de alegría, cuando salimos a recorrer la tierra y redescubrir las maravillas y la belleza de la naturaleza. Muchos de nosotros somos habitantes de las ciudades y ni siquiera estamos acostumbrados a notar, y mucho menos a apreciar, las maravillas del mundo natural que habitamos.
En la fiesta de Sucot estamos obligados por la norma y la tradición judías a salir de casa y conectarnos de alguna manera con el entorno natural que a menudo ignoramos durante el resto del año. Las maravillas del mundo natural, con su infinita variedad de criaturas y colores, pretenden dar testimonio del poder y la infinita gracia del Creador del universo y en nuestros días cuando la naturaleza está amenazada por el descuido del hombre y su insaciable necesidad de usar para su provecho personal todo lo que encuentra nos invita a reflexionar sobre qué podemos hacer para salvar la vida en este planeta.
Las fiestas del pueblo judío se basan en la plataforma de la agricultura, el clima y la variedad de la naturaleza, así como en los acontecimientos históricos que estas fiestas representan. Su objetivo es darnos una visión completa de la creación, la naturaleza y la historia humana. Tienen por objeto inculcarnos la armonía y el aprecio de la vida y sus maravillas. En ese sentido, la fiesta más representativa es la de Sucot.
Pero, en estos días, nos unimos también con aspectos del Éxodo y su sufrir hasta llegar a la Tierra de Promisión.
Sin embargo, la fiesta de Sucot tiene otro aspecto que es fundamental recordar.
Quienes moran en cómodas residencias dotadas de todos los elementos de la técnica, no pueden festejar ocho días viviendo en sucot sin recordar a los desocupados, a las personas sin hogar, a los refugiados y los apátridas, a los desalojados, a quienes viven todo el año en tugurios y en cabañas que no son más que chozas o cobertizos, que no son suficientes para protegerles de las intemperies del tiempo. No se puede alegrarse en Sucot mientras junto a nosotros se encuentran quienes se amontonan en barrios pobres, villas miseria, zona de tugurios, marginados de la sociedad y de las facilidades mínimas para vivir como humanos.
Espero que tu lectura de estas reflexiones, sirva para que experimentes en tu corazón empatía no solo a tu tradición e historia, sino a su significado y sus lecciones para el hombre moderno.
Jag Sameaj.