Israel: del tropezón a la caída

Un elefante que se niega a volar

Todas las semanas teníamos, en el kibutz, una noche de cine. Estamos hablando de los años setenta-ochenta del siglo pasado; un proyector de películas de 35 milímetros en celuloide, estaba instalado en una cabina de fabricación casera, una caja de madera terciada que albergaba al aparato y rollos fílmicos, algunos de ellos de larga data. Sabíamos –los espectadores y el kibutz todo- que aquella cabina era un experimento provisorio. En cualquier momento, ante cualquier descuido, la caja cedería al peso del aparato. Si el lector de estas líneas osará preguntar sobre la lógica de aquella situación, rechazaremos ese interrogante capcioso. La idea era gozar de la proyección; en algún futuro, alguien se preocuparía de una estrategia tecnológica más adecuada. Un buen día, más precisamente una noche, momentos antes de la exhibición, la cabina se desmoronó. La "Roma" de Fellini se desenrolló alfombrando la sala. El proyector –un Eastman Kodak modelo 1961- se derrumbó, haciéndose añicos. Los espectadores nos miramos estupefactos, incrédulos.
Por Moshé Rozén, desde el Kibutz Nir Itzjak, Israel

El 20 de junio último el gobierno de Naftali Bennett se desplomó estruendosamente.
Desde el anuncio de la renuncia y hasta este momento muchos se preguntan cómo sucedió. Pasmados lectores hojean una y otra vez el diario, que proclama la dimisión con letras rojas tamaño catástrofe.
Pero los síntomas del hundimiento ya aparecieron hace un año, al asumir la coalición. Desde las sesiones iniciales del gabinete, aunque de modo cordial, a diferencia del clima opresivo del gobierno anterior, se percibía la presencia de un elefante en la habitación.No era para menos: se trata de un elefante  que ahora, junio de 2022, cumplió 55 años.
En junio de 1967 Israel ocupó, entre otros territorios, la ribera occidental del Jordán.
Al principio se hablaba de tierras temporalmente retenidas, a la espera de un interlocutor que posibilite acuerdos que permitan la convivencia o, aunque sea, un estado de no beligerancia. Pero, muy pronto,  argumentos racionales sobre la seguridad militar y alegatos místicos sobre los santos lugares dieron pie a los asentamientos civiles en  todas las regiones conquistadas.
Si los colonos de esos años se ilusionaron con un pequeño elefante,  hoy  se estima en dos millones y medio de palestinos la población de los «territorios». Dos millones y medio de habitantes que carecen de los derechos civiles que poseen los israelies que los gobiernan. Dos millones y medio de personas que rechazan el dominio de otro país.
En junio del año pasado, cuando Bennett asumió el mando del gabinete, la consigna conductora fue sanear las instancias gubernamentales, quebrando la continuidad –para muchos, la perpetuidad-  de Benjamin Netanyahu como primer ministro.  «Bibi», enjuiciado por cohecho y corrupción, pudo ser alejado del poder gracias a la asociación de partidos árabes y judíos, laicos y religiosos,de izquierda y derecha.
Para hacer posible aquella alianza se tuvo que ocultar al paquidermo –Judea y Samaria- tras una elegante cortina. Pero reclamos administrativos propios de la ocupación, brutales actos de terror palestino, violentas agresiones de colonos, fueron ensanchando la histórica grieta entre los componentes de la coalición.
La idea era proyectar una película de estabilidad democrática, luego de la era de Bibi, años de ataque a la prensa, a la Justicia, a la oposición.
Algún día habrá tiempo, sostenían derechas e izquierdas, para una estrategia política que permita una proyección acorde a los lemas originales de cada partido participante.
La oposición comandada por el partido Likud y el «bibismo» no permitieron exhibir la película: el Parlamento se convirtió en escenario de constante  abucheo y desaprobación.
Pero,  desde lo estuctural, con o sin Bennett o  Lapid, con o sin Netanyahu, a medio siglo y un lustro de la Guerra de los Seis Días, ya no se puede  evadir la incidencia de la ocupación en la política global de Israel, en  la economía  y la sociedad,  la educación y la cultura.  Ya no se puede esconder al elefante.